Andar a tu lado ✔️

By GisyRipoll14

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🥈Finalista de los Wattys 2021🥈 Danielle Robson es una joven arquitecta que debe asumir la remodelación de u... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Epílogo
Nota de la autora
Nota de la autora 2

Capítulo 10

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By GisyRipoll14

Thomas no podía creer que ya hubiesen transcurrido dos semanas y que los trabajos se hubiesen concluido. Su hogar era completamente diferente a como era antes: podía subir y bajar al porche sin necesidad de las escaleras, gracias a la rampa que se había construido con un hermoso diseño que en nada desentonaba con la arquitectura original del hogar —aquel era un mérito de Danielle—. La puerta de la calle se abría y cerraba a su comando con el teléfono móvil, lo mismo sucedía con el resto de las puertas de la casa. Similar procedimiento era para apagar o encender el aire acondicionado, activar o no la alarma o descorrer las cortinas.

En su habitación tenía una cama articulada que con un botón se arqueaba lo suficiente como para brindarle una posición de sentado. Las barras y sujetadores en el baño, le permitían tomar una ducha con absoluta autonomía o usar la taza por sí mismo. En realidad, el baño lo habían hecho nuevo, pues la adaptación de la ducha y las nuevas piezas sanitarias requirieron de una remodelación total. Había quedado muy hermoso y no podía quejarse de nada.

Lo que más le había impresionado era la cocina: también la habían cambiado por completo. La encimera bajaba a su altura al apretar un botón y los estantes de la cocina hacían lo mismo —un mecanismo semejante había ideado Danielle para el despacho y los libreros, que bajaban o subían por unos rieles para que fuera más fácil alcanzar los libros—.

Los estantes inferiores de la cocina habían sido eliminados para dejar espacio para la silla. Anteriormente, cuando se acercaba a la encimera, se golpeaba las piernas o no podía llegar pues la silla no avanzaba más a causa de los estantes. La concepción de la cocina había cambiado tanto, que ya no tenía miedo de preparar algún platillo para él o su familia.

A Danielle la había visto con frecuencia en las últimas dos semanas a causa de las obras, pero por lo general iba acompañada de otros arquitectos, ingenieros o el jefe de obra. En pocas ocasiones pudieron tener un momento de intimidad, y Thomas echaba mucho de menos hablar con ella. Danielle también, pero en cierta forma le había vuelto a rehuir. Luego de la última conversación que sostuvieron en el auto antes de la fisioterapia, ella se había sentido muy confundida por la manera en la que se estaba acercando a él.

Aquel viernes en la tarde, Ben y Tim se hallaban viendo la tele en su casa, pues ya habían hecho la tarea. Danielle estaba esperando a Mónica de un momento a otro, cuando sintió que la mujer la llamaba por el intercomunicador. En los últimos días se habían vuelto más amigas. Mónica le había hablado de su relación con Rob y de cómo iban progresando en aquel noviazgo. Thomas ya lo sabía y lo aprobaba, incluso Tim se había dado cuenta también y estaba muy feliz con ello.

Como la remodelación de la casa de Thomas ya había terminado, Rob pensó que era momento de buscar otro trabajo. Había hallado una colocación como jefe de seguridad del hogar de una celebridad allí mismo en Beverly Hills, y aunque ya no estaba tanto tiempo en la casa como antes, él y Mónica sabían que era lo mejor, pues ahora Rob vivía en su casa como su pareja, no como su empleado.

—Hola, Mónica —le saludó Danielle dándole un beso.

La aludida también la saludó y fue a ver a los niños al salón. Ellos estaban tan concentrados en su película, que Mónica optó por dejar que la terminasen.

—En casa sucede igual —le contó cuando se sentaron a charlar en el diván—. Thomas pasa mucho tiempo con ellos y les encanta ver la tele en su compañía.

Danielle lo sabía. Los días que recogía a Ben en casa de los Vermont siempre traía mil historias referidas a Tom, como él le llamaba. Entre ellos se había forjado un bonito lazo de amistad, pero Dani no había sido capaz de acercarse más a Thomas luego de haberle abierto su corazón en aquel estacionamiento. Pensaba mucho en él: todos los días. Cuando se veían en presencia de otras personas era como si quisieran decirse muchas cosas, pero las palabras quedaban atrapadas en la garganta y solo las miradas parecían hablar por ellos.

—Dani, me gustaría pedirte un favor —le dijo Mónica con ojos suplicantes.

—Por supuesto.

—Rob y yo volamos mañana para pasar el fin de semana en el lago Tahoe. Regresamos el lunes al mediodía, pues Rob no comienza a trabajar hasta el martes. Es la primera vez que estaremos realmente a solas y es importante para los dos.

—Me alegro muchísimo —contestó Danielle dedicándole una sonrisa—, estar solos les hará mucho bien.

—Thomas ha insistido en que vayamos. Como la remodelación de la casa ha concluido, él se siente más seguro para cuidar de Tim, quien dormirá en su casa este fin de semana. Sin embargo, yo sé que debe sentir algo de temor pues no se ha quedado con Tim a solas desde antes de su accidente. Nancy estará en la casa algunas horas, pero ella tiene su hogar y el domingo lo tiene franco. ¿Sería mucho pedirte que te pases este fin de semana por casa y les eches un vistazo?

Danielle comprendió la preocupación de su amiga y no podía negarse. No obstante, el ver a Thomas en un espacio mucho más íntimo la hacía sentir inquieta.

—No te preocupes, iré. El sábado me llevaré a Ben conmigo, pero me temo que el domingo no podré hacerlo, pues quedé con sus abuelos paternos en que pase el día con ellos.

—Está bien, como puedas, pero quisiera que Tom se sintiera apoyado y que sepa que puede recurrir a ti ante cualquier problema. Ya sabes que él te tiene mucha confianza y, además, yo estaré localizable en el teléfono siempre.

Danielle se comprometió con ella en que iría los dos días y estaría un rato con ellos, era lo mínimo que podía hacer por su nueva amiga, quien merecía un fin de semana de amor.

Thomas sabía que Danielle llegaría de un momento a otro y no podía controlar su ansiedad. La arquitecta lo había llamado al mediodía para anunciarle su visita —Mónica le había dado al fin el teléfono de su hermano— y él la estaba esperando.

No pasó mucho tiempo cuando sintió que el timbre de la casa sonaba, por lo que mandó a abrir la puerta con su teléfono. Un alegre Ben se colgó a su cuello y le dio un beso, luego salió disparado para saludar a Tim que estaba más atrás, sentado en el diván.

Thomas cerró la puerta y Danielle dio dos pasos hacia él. Estaba muy bonita con su jean y su camisa de cuadros blancos y azules. Ya había comenzado el otoño, por lo que la temperatura era un poco más fresca.

—Hola —le saludó él.

—Hola. —Danielle se inclinó y le dio un beso en la mejilla.

Era la primera vez que lo hacía, y ambos sintieron como si una corriente eléctrica los sacudiera.

—¿Mónica te envió de niñera del niñero? —preguntó Thomas, intentando reír.

Dani le sonrió y caminó a su lado hasta al salón. Tim le dio un beso a ella y desapareció con Ben para ir a jugar con Jack al patio.

—No es eso —respondió ella después, refiriéndose a su pregunta—. Mónica está un poco preocupada porque es la primera vez que se aleja de su hijo para estar con otra persona. Es natural.

—¿Cuándo te contó de la relación de ellos?

Dani se acomodó en el diván frente a él antes de contestar.

—Creo que antes que a ti —admitió riendo otra vez—. Nos hemos vuelto amigas.

Thomas se fingió un poco ofendido por la falta de confianza, pero luego continuó con la conversación.

—Estoy feliz por esos dos. Les hacía falta enamorarse.

—Yo también lo creo. Los dos son excelentes personas y se merecen el uno al otro.

—Hacía tiempo que no conversábamos, Danielle. Te he echado de menos... —le confesó.

Ella se ruborizó un poco. No pudo evitarlo, y él lo notó enseguida.

—Es cierto —reconoció—, pero me alegra estar aquí.

—¿Vendrás mañana también?

—Yo sí, pero no creo que Ben pueda. He quedado con sus abuelos en que pase el domingo con ellos.

—¿No pasarás el domingo con ellos también? —precisó.

—No, cuando dije sus abuelos me refería a sus abuelos paternos. Mis padres viajaron a San Diego este fin de semana, así que estaré bastante sola. Me agradará venir a verlos, pues cuando Ben no está en casa me siento como perdida... Nos separamos muy poco, pero reconozco que sus abuelos y su tía también tienen derecho a pasar tiempo con él. Se quedará con ellos hasta el lunes, incluso lo llevarán a la escuela.

Thomas notó que, en efecto, a Danielle le daba mucho pesar alejarse de Ben, aunque solo fuese por veinticuatro horas. Quiso compensarla de alguna manera, por lo que le propuso:

—¿Por qué no te quedas a cenar mañana? Prometo cocinar para nosotros.

Ella se sorprendió mucho. Si no fuese por Tim, aquello se parecería mucho a una cita.

—¿Vas a cocinar? —repitió incrédula.

—¡Pues claro! Mañana es el día libre de Nancy, por lo que me corresponde. Además, quiero hacerlo. La cocina es una maravilla luego de la remodelación.

—¡Qué alegría saber eso! —exclamó ella sonriendo.

—¡No imaginas cómo me has cambiado la vida! —Y cuando lo dijo, no se refería solamente a la casa.

Los niños aparecieron en el salón corriendo, interrumpiendo aquel momento de intimidad. Querían ver una película, así que se instalaron en el salón junto a ellos para ver Spiderman, la última parte.

—Hay algo que me gustaría mostrarte, ahora que están entretenidos —le comentó Thomas.

Danielle se levantó del asiento para acompañarlo al despacho que se hallaba en ese mismo piso. A ella le había encantado aquel sitio desde la primera vez que puso un pie en él. Era un despacho muy clásico, con los libreros repletos de valiosos volúmenes y las dos estatuillas de los Oscar reposando en la parte superior de uno de los libreros.

Danielle se sentó en un butacón de cuero negro, mientras Thomas buscaba algo en la primera gaveta del escritorio.

—¡Aquí está! —anunció triunfal, colocando las hojas en las piernas de ella—. Es el final de la novela.

—¡Dios mío! —exclamó ella con un entusiasmo genuino—. ¡No puedo creer que la terminaras!

En un momento de emoción se levantó y le dio un abrazo. Thomas sintió que el corazón iba a salírsele del pecho. Percibió el suave perfume floral de Danielle, pues tenía la nariz pegada a su cuello, y con sus manos rozó su espalda un instante. Ella no demoró mucho en apartarse, roja como un tomate, pero intentó concentrarse en los capítulos finales.

—¿Cuándo la terminaste? —preguntó, luego que su corazón se serenara un poco.

—Hace dos noches. No sé explicarlo, de repente me sentí inspirado. Tenía la idea en mi cabeza, y no me sentí torpe al plasmarla. Las palabras se fueron sucediendo y cuando vine a percatarme eran las cinco de la madrugada y tenía las treinta cuartillas que faltaban para terminar mi obra. ¡La realización que sentí fue inmedible!

Danielle le sonrió al verlo tan realizado.

—Estoy orgullosa de ti —le dijo con emoción.

—Gracias. En ti pensaba cuando la escribía, y la sonrisa que he visto en tu rostro hace un momento ha valido por completo la pena.

Danielle volvió a sonreír, esta vez con timidez, pero se llevó el documento al corazón.

—¿Me dejarás leerlo?

—Por supuesto. Llévatelo y quizás este fin de semana puedas concluirlo.

—No creo que pueda pasar de esta noche. En verdad me quedé muy enganchada...

La conversación era muy agradable, pero decidieron volver a salir al salón para acompañar a los muchachos. Después de Spiderman vieron otra: un animado, y cuando llegó la hora de comer, Thomas les pidió que se quedaran. Nancy había hecho cena para todos y Ben estaba muy entusiasmado por cenar con su mejor amigo.

—Acepto —contestó Danielle—, lo cierto es que no tengo comida hecha en casa y estoy segura de que la cena de Nancy estará deliciosa comparada con la pizza que iba a encargar.

—Que no te escuchen los niños. Si fuera por ellos pasarían el día comiendo pizza.

Danielle rio mientras se trasladaban al comedor. Nancy había preparado carne molida, algo que a los niños les encantaba y ensalada, por lo que comieron con mucho apetito. Durante la cena Thomas conversó mucho con ellos y Danielle volvió a advertir la confianza y el cariño que crecía entre Ben y él cada día que pasaban juntos.

La noche todavía era joven, por lo que Thomas propuso jugar al parchís. Ben no conocía ese juego de mesa, pero le encantó. A Danielle le trajo hermosos recuerdos de su infancia y su adolescencia cuando jugaban en casa con los amigos. Era una época en la que la tecnología no había tomado tanto espacio y las familias disfrutaban mucho de juegos como aquellos.

Las rivalidades comenzaron desde el comienzo: Tim y Ben se disputaron el color azul, pero finalmente los dos se lo cedieron a Thomas; Ben entonces tomó el rojo, Tim el verde y Danielle el amarillo.
Se rieron mucho cuando se comían las fichas. Tom fue el que peor suerte tuvo y Danielle le comió varias de sus fichas, con lo cual avanzó mucho en el tablero.

—¡Me estás dando una paliza! —bromeó él, mirándola a los ojos.

Ella se encogió de hombros y también se rio. Al final fue Tim quien primero logró entrar todas sus fichas.

La pasaron muy bien, fue realmente muy divertido y los niños estaban felices. Tim quería que Ben fuera al día siguiente también, pero el pequeño le explicó que iría a casa de sus abuelos. Para él también era importante estar con ellos; no lo decía, pero en su corazón se sentía más cerca de su papá cuando visitaba a sus abuelos y a su tía.

—Es hora de marcharse, cariño —le indicó Danielle—. ¡Mira qué hora es!

Los niños se despidieron y Thomas salió con Danielle hasta el frente de la casa donde aguardaba su coche.

—La he pasado muy bien —comentó ella.

—Yo también, fue muy divertido ver cómo te pasaste todo el juego armando puentes y comiéndome mis fichas.

Danielle soltó una carcajada.

—Era mejor hacerlo con las tuyas y no con las de los niños, ¿no te parece? No es nada personal.

—¿Te espero mañana?

Ella asintió.

—Más te vale que la cena sea excelente o tendré que pedir pizza, como los niños.

Esta vez fue Thomas quien rio. Ben le dio un beso y se colocó al lado de su madre para marcharse.

—Por favor, avísame cuando llegues —le pidió.

Danielle asintió y pocos minutos después desapareció con el coche rumbo a su hogar.

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