Andar a tu lado ✔️

By GisyRipoll14

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🥈Finalista de los Wattys 2021🥈 Danielle Robson es una joven arquitecta que debe asumir la remodelación de u... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Epílogo
Nota de la autora
Nota de la autora 2

Capítulo 6

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By GisyRipoll14

Para Thomas todo sucedió muy rápido: Danielle pasó de la tranquilidad al terror en un abrir y cerrar de ojos, y por más que lo intentó no logró que el perro se apartara de ella. Entonces observó la escena con pavor, como si se tratase de una cámara lenta: Danielle se acercó más al borde de la piscina para rehuir a Jack, pero su cuerpo se echó demasiado hacia adelante sin darse cuenta. La vio caer al agua gritando, y eso bastó para que él se dejase caer de la balsa a la piscina.

Por un instante olvidó que no podía nadar. Cuando su torso tocó el agua, se fue hundiendo poco a poco ante la imposibilidad de mover las piernas. Agitó los brazos, pero no fue suficiente.

No supo cómo pasó, pero en una fracción de segundo sintió cómo los brazos de ella le rodeaban y lo hacían salir a flote. Él recuperó el aliento perdido, mientras Danielle continuaba sujetándolo contra su cuerpo. La piscina en aquel tramo no era demasiado honda y ella daba pie. En el agua él pesaba poco, pero la sensación de sentir su torso junto al de ella, le privó del habla por unos segundos.

El rostro de Danielle estaba a escasos centímetros del suyo, Thomas podía notar sus pupilas dilatadas y el rápido latido de su corazón, que todavía no se había serenado.

—¿Estás bien? —preguntó ella al fin.

Thomas asintió.

—Lo siento, por un momento olvidé que no podía nadar. Me preocupé al ver que caías así... Temí que te hubieses hecho daño.

—Estoy bien —le aseguró Dani, intentando esbozar una sonrisa.

Con lentitud recorrieron un tramo de la piscina hasta llegar a las escaleras de azulejos azules, donde Danielle depositó a Thomas con cuidado.

—Gracias —murmuró él.

Tenía una sensación extraña luego de haberse alejado de su cuerpo. Aquel abrazo había removido cada fibra de su ser.

Danielle se sentó a su lado en la escalera. El agua la cubría por la cintura, pero no se atrevía a salir. Jack la miraba con intenciones de querer volver a saltar sobre ella. Estaba jugando, pero para Danielle era una amenaza, incluso temía que se zambullera a la piscina, pues conocía que a los labradores les gustaba bastante el agua.

Las manos de Thomas le acariciaron el rostro, gesto que lo hizo voltearse hacia él, temblando, y no era precisamente por frío.

—Perdona —le susurró él mirándola a los ojos—, es que tu cabello...

Tom no concluyó la frase, pero ella comprendió que tenía el pelo revuelto sobre la cara. Ella misma intentó retornar los rebeldes mechones a su sitio. Iba a decirle algo, cuando apareció Rob consternado.

—¿Qué pasó aquí? —preguntó al ver a Danielle en la piscina.

—Jack la asustó y cayó al agua. Por favor, Rob, ¿crees que podrías llevarte al perro? —Fue Thomas quien habló, pues Danielle apenas podía pronunciar palabra.

Rob asintió y de inmediato se llevó a Jack, quien por fortuna tenía la correa puesta. Los niños debieron haberlo sacado a pasear, pero olvidaron quitársela y cerrar la verja. ¡El resultado había sido desastroso!

Danielle suspiró, mientras miraba a los ojos a Thomas. Se había quedado perdida en aquellos ojos y por unos instantes no supo qué hacer. Lentamente se puso de pie y salió de la piscina. Él entonces la apreció mejor: estaba chorreando agua, y la fina tela del vestido de lino se transparentaba por completo, dejando ver su ropa interior y su maravillosa figura.

Danielle se ruborizó cuando se percató de que Thomas la estaba mirando de una manera bastante inquietante, y de que el vestido revelaba mucho de su cuerpo. Se dio la espalda con vergüenza, y tomó una toalla que se hallaba encima de una de las sillas para cubrirse.

Thomas bajó la cabeza, también se sentía avergonzado por haberla mirado con esa avidez... Entonces notó el bulto que asomaba en su entrepierna y palpó con su mano la erección que tenía... ¡Quedó asombrado! Por primera vez, en ocho meses, se había vuelto a sentir un hombre.

—¡Dios, Danielle! ¡Rob me contó! —exclamó Mónica tomándola por los hombros.

Danielle continuaba temblando, pero no atinó a mirar hacia la piscina, no quería encontrarse con los ojos de Thomas.

—¡Vamos a la casa! Te prestaré algo de ropa. Los niños ya se cambiaron y están viendo la tele.

Danielle asintió y se marchó con Mónica hacia su casa, necesitaba alejarse de allí cuanto antes.

Thomas escondió el rostro entre sus manos, asustado y a la vez nervioso. No podía negar que estaba agradecido con la vida por saber que podía sentirse así de nuevo por una mujer, pero por otra parte creía que había hecho el ridículo por completo al mirarla de aquella manera. ¿Cómo dominarse al ver a alguien tan hermosa como ella? ¿Cómo pretender cerrar los ojos a su cuerpo grácil y perfecto? Tenía miedo de lo que estaba sintiendo.

—Campeón, ¿quieres que te ayude a salir del agua?

La voz de Rob lo trajo de regreso a la realidad. Thomas accedió, necesitaba un poco de serenidad. Por fortuna, su erección ya había pasado, pues no sabía con qué cara iba a explicárselo al metiche de Rob.

La habitación de Mónica era muy hermosa: tenía un balcón con vista al jardín principal de la casa, y estaba decorada en tonos pasteles. La dueña de la casa insistió en que se diera una ducha, pero Danielle solo quería cambiarse para poder marcharse.

Mónica le prestó un vestido de ella, largo y floreado, que le quedó muy bien.

—¿Estás mejor? —le preguntó a su amiga, pues la notaba muy reservada.

—Sí, no te preocupes, fue solo el susto. —Era más que eso, pero Danielle no estaba preparada para admitirlo.

—¡Lo lamento mucho!

—Todo está bien, ya pasó —le tranquilizó intentando esbozar una sonrisa—, le tengo miedo a los perros.

Mónica le tendió un vaso con limonada para que se refrescara un poco. Los niños continuaban viendo la televisión en el salón principal y no se habían enterado de nada.

—El domingo es el cumpleaños de Tim, me gustaría mucho que Ben y tú pudieran venir en la tarde.

Danielle la miró atentamente. En otras circunstancias tal vez se hubiese alegrado, pero quería huir de las actividades que la relacionaran más con aquella familia, con Thomas. No podía explicarlo, pero se sentía un poco asustada.

—Solo estaremos algunos amigos —continuó Mónica—, una pareja con sus mellizos, que son de la edad de los niños, y nosotros. Este año no quise hacer una fiesta a causa del accidente de Tom, todavía nos estamos adaptando todos, pero no era justo pasar la fecha por alto, así que tendremos una celebración pequeña. Van a venir, ¿verdad?

Por un momento Danielle pensó en su hijo y en la decepción que le causaría de no llevarlo al cumpleaños.

—¿A qué hora debo dejar a Ben con ustedes?

—¡Danielle! —le regañó con una risita—. Acabo de decirte que los dos están invitados. Seguro que la pasarás muy bien.

Danielle intentó sonreír, pero tenía el corazón oprimido. Tal vez a causa del ataque de pánico, pensó. Ella sabía que se engañaba con eso. Mónica continuó hablando un par de minutos más acerca de la fiesta, pero Dani se excusó. Si quería llegar a tiempo a la cena de sus padres y darse una ducha, debía marcharse cuanto antes. Por fortuna, cuando atravesó el patio acompañada por Ben para llegar hasta su coche, no se toparon con Thomas por ninguna parte. Ya había salido de la piscina y lo mejor era que no se encontraran por un buen tiempo.

Mónica se extrañó mucho cuando Michael llegó a la casa, casi a la hora de cenar. Lo más raro era que estaba solo, sin Sarah y los niños, algo que no acostumbraba a hacer cuando los visitaba.

—¡Qué bueno verte! —exclamó Mónica dándole un abrazo apretado.

—¿Cómo están?

—Estamos muy bien. La semana próxima comienzan las obras. Danielle, la arquitecta que lleva OpenHome, resultó ser la mamá de un amiguito de Tim. Ella es maravillosa y nos va a ayudar mucho. ¡Gracias por la recomendación!

Michael le sonrió y tomó asiento por un momento. Era un hombre alto, delgado, de cabello oscuro algo rizado, y de unos hermosos ojos color miel.

—Estoy convencido de que esto ayudará mucho a Thomas.

—Por cierto, ¿qué estás haciendo aquí a esta hora? ¿Te quedas a cenar?

—Quise pasar a hablar un momento con Tom y saber cómo está —le mintió.

—Pero vienen el domingo a la fiesta, ¿verdad?

—¡Por supuesto! Los niños están ansiosos.

—He invitado a Ben, el hijo de la arquitecta. Como te comenté, es muy amigo de Tim. Será una buena oportunidad para que la conozcas.

—Estupendo. —Michael se puso de pie—. Subiré a ver a Thomas, no quiero demorarme mucho. Sarah me espera para cenar, así que la invitación tendrá que ser para otro día.

Mónica le sonrió, pero algo de todo aquello no le cerraba. Era raro que Michael apareciera un día de trabajo sin avisar. ¿Estaría sucediendo algo? Negó con la cabeza y apartó aquel pensamiento. Cuando se volteó, se encontró con los ojos oscuros de Rob que la miraban con intensidad.

—Me parece que esos dos van a demorar un poco en conversar. ¿Qué tal si cenamos nosotros tres? —Se refería a ellos y a Tim.

—¿Sabes algo de esta visita?

Rob se encogió de hombros. En realidad, no sabía nada, aunque imaginaba algo. Cuando ayudó a Thomas a salir de la piscina en el elevador, lo notó desencajado, nervioso, perdido en sus pensamientos... Aquel no era el hombre que había reído con los niños en el agua lleno de alegría. Algo había sucedido, y al parecer ese algo tenía nombre: Danielle Robson.

—No tengo idea, preciosa —le contestó a Mónica guiñándole un ojo—. ¿Quieres comer?

—Ya Tim cenó. Estaba tan cansado luego del día de escuela y de piscina que comió temprano y se fue a dormir.

—Entonces estamos solos... —Rob dio un paso hacia ella y Mónica se puso nerviosa en el acto.

—Iré a la cocina a ayudar a Nancy.

Rob negó con la cabeza y la tomó de la cintura.

—¿Todavía estás molesta conmigo a causa del perro?

Mónica tembló al sentir aquellas poderosas manos sobre su cuerpo. Habían flirteado mucho en los últimos tiempos, pero nunca habían estado tan próximos. Rob la miró a los ojos, sentía la tentación de darle un beso incluso comenzó a bajar la cabeza cuando Mónica se alejó de su lado.

—Le diré a Nancy que se marche a casa temprano. ¿Quieres buscar una botella de vino en la cava, por favor?

Rob sonrió. Le había dado la espalda y a pesar de la distancia que había puesto entre ellos, la noche prometía ser buena.

—Hola, ¿puedo pasar? —preguntó Michael.

Thomas asintió y le saludó de vuelta. Intentó esbozar una sonrisa, pero no podía, experimentaba unas sensaciones bastante confusas.

—He venido en cuanto me llamaste. En el teléfono sonabas preocupado —le dijo su amigo mientras se sentaba a su lado, encima de la cama.

—No le habrás dicho a Mónica que yo te llamé, ¿verdad?

—Me pediste que no lo hiciera, e inventé una excusa. No sé si me creyó mucho, pero aquí estoy. ¿Qué sucede, amigo mío? ¿Qué era tan importante que no podías decirlo por teléfono o esperar al domingo?

Thomas tragó en seco y lo miró a los ojos. Además de su mejor amigo, Michael era médico, así que con él podía sincerarse.

—He tenido una erección —confesó con voz ronca.

—Eso es normal, Thomas. En las mañanas sabes que sucede, de manera espontánea si tienes deseos de orinar o por algún roce.

—No se trata de eso, Michael. Eso que dices me ha sucedido algunas veces, pero no ha tenido realmente importancia. He tenido una erección por otra causa... Sexual, quiero decir.

Michael solo sonrió.

—Eso es fantástico, y no me sorprende. Te advertí hace tiempo que también podía suceder.

—Solo que yo no lo creía... —le era muy difícil hablar de esto, pero haría el esfuerzo.

—¿Es la primera erección de ese tipo desde el accidente?

—Sí —confirmó—, desde que sucedió no he pensado en el sexo y por temor a no poder hacerlo ni siquiera me he... —se interrumpió—. En fin, ya sabes.

—¿Y hoy cómo sucedió? —preguntó Michael interesado.

—¿Necesitas los detalles? —gruñó Thomas, un poco de mal humor.

—La verdad es que sí —contestó su amigo—. ¿Te estabas masturbando? ¿Viste alguna película erótica?

Thomas negó con la cabeza, y finalmente se abrió con él con absoluta honestidad. Le hizo la historia desde el comienzo: cómo había conocido a Danielle en aquel primer encuentro desastroso; cómo cambió de opinión cuando vio el video promocional de su empresa; la visita a su casa y la disculpa, el hecho de que ella lo admirara como escritor y el encuentro que habían sostenido en la piscina...

—Ella me abrazó en el agua —le explicó—. El contacto con su cuerpo fue... No sé explicarlo, de verdad que no lo sé. Ella me dejó en la escalera y se sentó a mi lado: nos miramos, le acaricié el rostro para colocar sus cabellos castaños en su sitio, pero cuando salió del agua pude apreciarla mejor... Su figura se transparentaba a través de aquel vestido que se le pegaba al cuerpo. No pude evitar mirarla con deseo, con un ansia que... ¡Dios mío! –exclamó–. Hace mucho tiempo que no me sentía así... Entonces fue que me percaté de que tenía una erección. No duró mucho tiempo, pero la tuve.

Michael volvió a sonreír.

—Tengo deseos de conocer a esa mujer. Mónica comentó que vendría al cumpleaños de Tim.

Eso Thomas no lo sabía, pero recordaba que él mismo le había pedido que la invitase. Ahora no estaba muy seguro de querer volver a verla.

—Me siento avergonzado con ella, Michael. Ella se percató de la manera en la que la estaba mirando y se cubrió con una toalla.

—Es normal que te sientas así, Thomas. En muchos sentidos es como si fueses un adolescente que aguarda por su primera vez. Lo importante es que tengas la mente abierta y que no te pongas barreras tú mismo.

—Tengo miedo, no sé qué pensar.

—Es frecuente que luego de una lesión medular el paciente no piense en sexo durante los primeros meses, pero luego con el tiempo la pregunta de si podrá o no ser capaz de hacerlo, se forma en su cabeza y le asaltan muchas dudas.

—Yo las tengo —reconoció—. ¿Crees que seré capaz de...? —Thomas una vez más no tuvo el valor de terminar la frase.

—Esto lo hablamos una vez, pero estabas tan deprimido que no comprendiste lo que te expliqué. Hoy volveré a decirte lo mismo: depende del tipo de lesión, pero siempre se podrá disfrutar de la sexualidad y hallar placer de diversas maneras.

Thomas lo miró con los ojos bien abiertos, necesitaba aclarar su mente al respecto.

—Lo primero es que la sexualidad humana no es solo coito. El disfrute en pareja se alcanza desde la conexión emocional y sentimental; se disfrutan de cosas tan sencillas como tomarse de las manos, acariciarse y besarse... Existen muchas zonas erógenas en el cuerpo que deberás conocer y descubrir con la mujer que elijas como compañera.

—Sí, pero la erección...

—El coito también es posible. Como dije, las particularidades de la lesión de cada paciente influyen en la respuesta sexual. Fue por eso que te pregunté antes qué propició tu erección. Lo más fácil es excitarse por masturbación o por contacto sobre el área genital, es lo que se conoce como erección reflexógena. El otro tipo de erección, que no todos los pacientes logran, es la psicógena, que es la que se produce por los recuerdos, pensamientos, fantasías, o cuando recibimos estímulos por la vista, el olfato o el oído. En este caso, tú viste a una mujer hermosa, la imagen despertó tu deseo sexual y te excitaste. Tuviste una erección psicógena, amigo mío.

—Eso es bueno, ¿no? —Thomas tenía mucho miedo.

—Por supuesto que sí. Recuerda que tienes una lesión medular de tipo incompleto, que por su localización no afectó al centro sacro. Eso te permite tener cierta sensibilidad por debajo del ombligo y, en consecuencia, excitarte.

—Pero nunca podré volver a caminar.

—Es cierto, pero puedes tener una vida plena, que incluya sexo.

—¿Y la eyaculación? —preguntó con cierto temor.

—No voy a mentirte, la eyaculación puede ser más difícil de lograr, pero es posible. Sentirás alivio y placer, tal vez no como antes, pero será agradable; aunque en ocasiones también puede haber algo de dolor en el interior de los muslos, sobre todo la primera vez. Con el tiempo y la práctica, te irás sintiendo cada vez mejor.

Thomas frunció el ceño, pero trató de concentrarse en los aspectos positivos. Podía tener una vida sexual, sólo debía tener paciencia y conocerse a sí mismo.

—¿Y podré tener hijos? —Aquello era una duda que le martillaba en la cabeza desde que tuvo el accidente.

—Puedes tenerlos. No te engañaré, es verdad que en ocasiones es difícil para los pacientes, pues en algunos casos la eyaculación es complicada o la movilidad de los espermatozoides no es la ideal, pero con tratamiento y ayuda puede lograrse en los casos más complejos. Tal vez no sea ni siquiera el tuyo, pero me gusta hablar con claridad.

—Muchas gracias, Michael. —Esbozó una tenue sonrisa.

Su amigo le dio un abrazo.

—Sé que estas abrumado, pero esto es algo bueno, Thomas. Solo te pido que te des a ti mismo una oportunidad. Si esta mujer te gusta, lo más importante es que vayan despacio. Conózcanse, enamórense, solo así el sexo podrá disfrutarse plenamente.

—Lo dices como si con ella tuviera una oportunidad...

—Eso dependerá de ti. Por lo que sé de ella, parece una mujer excelente. Su trabajo la acerca a la discapacidad y eso dice mucho de la persona que es. Además, es evidente que a ti te gusta bastante o no me habrías llamado.

Thomas sonrió. No podía negarlo. Desde el primer día que la vio en aquella misma habitación le había gustado, solo que no se sentía con el valor de admitirlo. Tal vez por eso la trató mal, porque se sentía frustrado de verla tan hermosa en su propio cuarto, creyéndose indigno de poder aspirar a ella.

—Hay algo que todavía no te he dicho de Danielle...

—¿Qué? Ya sé que tiene un hijo. No me dirás que está casada, ¿verdad? —añadió con preocupación.

—Es viuda, y su esposo estuvo en una silla de ruedas. No sé los detalles, pues no me los ha confiado todavía, pero esa situación tan personal determinó el rumbo que le dio a su vida profesional después.

Michael lo miró con asombro y tuvo un buen presentimiento al respecto.

—Debe haber sufrido mucho, —comentó con pena—, pero también es el momento de recomenzar. Lo importante es que debe tener conocimientos sobre la intimidad con una pareja con discapacidad. La admiro, y ni siquiera la conozco.

—Yo también la admiro, pero temo que esté disgustada conmigo desde el incidente de la piscina...

Michael soltó una carcajada.

—¡Pareces un adolescente enamorado! —se burló—. Verás que todo estará bien.

—Muchas gracias, amigo. No quiero demorarte más o Sarah se molestará mucho conmigo. ¿Nos vemos el domingo?

—¡Por supuesto! —exclamó su amigo poniéndose de pie—. Te agendaré una cita con un especialista en sexología amigo mío, quien trata a personas con daño medular. Me gustaría que fueras a verle, obtuvieras terapia y evacúes todas tus dudas. Te hará bien.

Thomas estuvo de acuerdo. No le gustaba ir al médico, pero entendió la importancia de comenzar a luchar por sus sueños.

—Lo haré. ¡Hasta pronto!

Cuando la puerta de su habitación se cerró, Thomas se sintió más tranquilo. Sin embargo, el recuerdo de Danielle aquella tarde no salía de su mente. Intentó dormir un poco, pero era imposible. Cuando cerraba los ojos, tan solo la podía ver a ella.

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