LOS CAMINOS A TI

Por YOYOZEPEDA

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Todos los equipos terminan por separarse, algunos más pronto que otros. Sus integrantes deben seguir su propi... Más

NO MÁS SIETE
MOVING ON
RELACIONES.
SUNA
SENSEI Y ALUMNA
VOLVER A ROMPERSE
KONOHA
CASI TODO
ELLOS
ELLA
EL RECUERDO DE UN TINTINEO
NIVEL CERO
PARALELOS
SENSEI-ALUMNA
KAKASHI Y SAKURA
UNA NUEVA PAREJA
LA VIDA JUNTOS
EL HOKAGE Y LA MÉDICO
PARA TI

CONSECUENCIAS

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Por YOYOZEPEDA


Los siguientes seis meses pasaron en silencio que ocasionalmente se interrumpía por alguna carta de Naruto. No es que Sakura no hablara, era que no había ningún cambio en su rutina, nada que pudiera alterarla, nada que hiciera un poco de ruido en sus días. La tranquilidad de seis meses fue demasiado pesada. Un día tras otro, el Hospital y su casa, mejorando, aprendiendo, corrigiendo; en ocasiones salía, pero eso no era suficiente, apenas un pequeñísimo giro. No es que la estuviera pasando mal en Suna, sonreía y había días en lo que se divertía mucho, pero estaba cansada y decepcionada.

La médico no quiso detenerse a analizar nada de lo que estaba sucediendo; cuando perdió la esperanza de volver,los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses, el tiempo fue sólo eso, tiempo que avanzaba. La médico también avanzó, pero en silencio.

Sakura terminaba su turno en el Hospital de Suna, el día siguiente descansaría así que tenía una sonrisa tranquila y satisfecha en el rostro. Le gustaba el entrenamiento, pero hasta ella aceptaba que necesitaba un descanso, últimamente quería descansar todo el tiempo, todo el día, acostarse en la cama y dormir. No había mucho que pudiera hacer, su tiempo en Suna se estaba agotando, ya le habían enseñado todo lo que correspondía a sus técnicas médicas, sólo estaba allí terminando de entrenar a un equipo médico, y eso ya ni siquiera era necesario.

Se estiró para intentar relajarse un poco.

-Te echaremos de menos, Sakura-san- comentó una de las enfermeras mientras Sakura se quitaba la bata -Gracias por el entrenamiento, nos ha ayudado tanto.

-Todavía no te despidas, Linn-san- pidió la médico con una sonrisa -Me quedaré un poco más aquí.

-Lo sé, pero sólo por algunas semanas.

-Bueno, bueno, pero aprovecharemos todo el tiempo que nos quede. ¿Aún sigue en pie la oferta de salir a cenar?

-Por supuesto, Sakura-san, nos encantaría que viniera.

-Perfecto, debo dejar unas notas en la oficina y las veré en unos minutos en la entrada del Hospital.

La médico se encaminó hasta su oficina con calma, era ya de noche, siempre acostumbraba salir a la misma hora. Las sombras, los rincones oscuros, o el viento que parecía quejarse y sacudir los vidrios para llamar la atención, no la inquietaba en lo más mínimo. Sus pasos resonaron en los pasillos, rompían el silencio y ocasionaban un eco al que también estaba acostumbrada. Llegó a esa gran oficina que el Kazekage le había insistido aceptar a pesar de las muchas objeciones de su parte, simplemente era demasiado, pero Gaara no aceptó ninguna de sus razones, por lo que ahora ella estaba allí y hasta se había acostumbrado a esa lugar. Encendió la luz y miró a su alrededor, estaba completamente sola.

Se sintió avergonzada, no merecía esa enorme oficina, ni todas las atenciones del Kazekage, no era tan buena, ni tan talentosa, y la prueba era que la Hoja no la consideraba apta para volver, después de todo lo que había hecho y hacía por mejorar, no era suficiente. No había logrado impresionarlos ni ganarse su regreso a Konoha, sus habilidades ni siquiera impresionaron a Kakashi, ni por haber ayudado a sus compañeros.

No se merecía nada de eso, ni la oficina, ni el reconocimiento, ni el respeto, ni tampoco lo quería, su único deseo había sido volver a Konoha y enorgullecer a su sensei, a su maestra, a sus padres, y sobre todo, a Naruto.

Ver esa oficina, estar allí le revolvió el estómago. Pronto volvería a Konoha, inevitablemente, en cuestión de semanas, aunque no se sintiera preparada. No es que no quisiera volver, pero temía que cuando la Quinta estudiara su progreso, se decepcionara como su sensei. De todos modos no podía quedarse eternamente en Suna, tarde o temprano se enfrentaría a sus maestros.

-¿Sakura?

La médico dio un respingo, estaba tan concentrada en lo grande que era esa oficina comparada con sus habilidades que no escuchó pasos que resonaron en el pasillo y que se detuvieron en su puerta.

-¿Qué sucede, Kankuro?

-Gaara quiere verte en su oficina.

-De acuerdo, iré en un momento. Gracias- contestó la médico con una sonrisa. Hablaban con absoluta cordialidad. Era tan raro verse como dos extraños, como si no hubieran compartido días y noches, conversaciones y sonrisas. Ambos aceptaban esa solemnidad, su relación no terminó en los mejores términos, y el hecho de que Sakura al final no se fuera ocasionó un poco de incomodidad, ella se avergonzaba de la seguridad que demostró cuando su sensei estuvo con ella; y él aún estaba dolido por su comportamiento. Se deseaban un buen día, se saludaban con una sonrisa, pero las conversaciones escaseaban.

-Es una oferta- dijo Kankuro recargándose en el marco de la puerta -La Roca quiere ofrecerte lo mismo que nosotros.

-¡Vaya!- la médico estaba genuinamente sorprendida -Es una propuesta muy generosa, igual que la de Suna.

-Será un año.

-Pero es que no planeo aceptarla- confesó Sakura con una risita como restándole importancia. Estaba segura de que ese gesto había enfurecido a Kankuro.

-Volverás a la Hoja.

-Por supuesto- la jovencita guardó algunos papeles, ya estaba dejando todo perfectamente organizado para la próxima persona que ocupara esa oficina -Soy una médico, o por lo menos lo intento, pero en este año y medio que tengo en Suna los únicos ninjas a los que he curado fueron a los ANBU de Konoha. Si me voy a la Roca, estoy segura de que sucederá lo mismo. Intento mejor para ayudar, pero sólo aprendo y enseño, no salvo a nadie.

-Sakura, lo que has hecho por nosotros, por nuestro equipo médico, será la diferencia entre la vida y la muerte para nuestros ninjas. Quizá no has ayudado a nadie de manera directa, pero salvarás a muchos por el simple hecho de haber enseñado a nuestros médicos, nos has dado una oportunidad más.

-Gracias, Kankuro- dijo Sakura con sincero agradecimiento -Debo sonar muy egoísta, pero no quiero seguir enseñando, quiero ayudar yo misma. Cuando curé a los dos ANBU sentí que por fin estaba donde siempre quise. Si voy a la Roca, creo que perderé mi propósito, que no veré a Naruto nunca más, o a mis padres, a mis amigos. Temo que no me reconozcan cuando vuelvan a verme, peor aún, no me reconoceré a mí misma, a mis sueños. Suena como una tontería, pero no puedo quedarme encerrada en el Hospital.

-Sakura, hay una explicación para que no haya un médico durante las misiones, además claro de que no todas las Aldeas cuentan con grandes maestros como su Kage lo es; la verdad es que los médicos son los primeros en morir durante alguna misión, son el objetivo principal por lo que representan y protegerlos también es un riesgo para sus compañeros. Quieres darle una oportunidad más, pero tal vez te la quiten a ti, o tu presencia se la quite a alguien más. Por eso en las misiones no hay médicos.

-No puedo proteger a Naruto quedándome en el Hospital. no estoy en peligro, y no pongo en peligro a nadie más; pero tampoco puedo quedarme y esperar lo mejor, aguardar la llegada de Naruto y sólo desear que regrese sano y salvo.

-¿Y Naruto podrá protegerte a ti fuera de aquí?

-Somos un equipo, además de ser una médico, soy una ninja. No necesito que nadie me proteja- Sakura terminó con una sonrisa en el rostro. Nada podría hacerla cambiar de opinión sobre volver a Konoha -Iré ahora mismo con Gaara-sama.

-Ten mucho cuidado.

-Lo haré.

Cuando Sakura se quedó sola de nuevo midió el peso de sus palabras, volvería a Konoha, pero tenía miedo. No estaba molesta con nadie, ni siquiera con su sensei. No le escribía porque se sentía avergonzada por no demostrar que estaba lista para volver, debió enfocarse más, trabajar más, mejorar mucho más, y entonces habría vuelto. No era culpa de su sensei que no estuviera lista para volver.

Quizás cuando regresara entonces podría impresionarlo y demostrar que podía formar parte del equipo siete, que al fin podía ayudarlos.

Ocasionalmente recordaba aquellos cuatro días que había compartido con su sensei, todo, las risas, las conversaciones, los días y las noches, parecía para algo más, la atracción se sintió tan real. Sin embargo fue sólo su memoria la que le jugó un juego, nada de eso había existido, o mejor dicho, sí, pero no con tanta fuerza. Las risas no eran más que risas, las conversaciones tan cotidianas como cualquier otras, los desayunos eran solo eso, comida, no hubo nada especial, ninguna chispa, simplemente era su memoria que le mostraba lo que quería ver. Esos cuatro días no fueron más que cuatro simples y cotidianos días. Le tomó un mes comprender que no hubo fuego, que se mentía, que lo único que veía era su propio deseo.

Apagó la luz de la oficina y se encaminó hasta la Torre del Kazekage, seguro que Linn se estaría preguntando por qué tardaba tanto, no creía que la esperaran.

-¿Me necesitaba, Kazekage-sama?

Gaara estaba de pie, desenredando sus propios pensamientos, tenía esa expresión de total concentración, pero cuando vio a Sakura, su semblante cambió, sus ojos, de ese color tan peculiar que contrastaba con el rojo de su cabello, le recordaban su propias peculiaridades, el rosa y el verde. Pero él era todavía más especial.

Sakura y él no hablaban mucho, intercambiaban pequeñas conversaciones cada semana, él siempre era atento y le preguntaba si necesitaba algo más, si podría hacer algo más para que su estancia fuera más cómoda, ella siempre respondía que no, que todo estaba bien. Pero la médico podía ver esos pequeños cambios en el ninja más fuerte de Suna, la tranquilidad en su voz que duraba cada vez más tiempo, la serenidad en sus ojos que arremetía contra los malos recuerdos. Tenía una personalidad única, no era como Shino, aunque ambos fueran reservados, Gaara poseía una intención de redimirse absolutamente sincera, y Shino simplemente era callado. El Kazekage intentaba descubrir su propia personalidad al tiempo que se encargaba de una Aldea entera, era la persona más amable que ella hubiera conocido, y la más reservada al mismo tiempo.

Sakura creía que nunca sería de muchas palabras, pero siempre decía lo correcto, siempre dispuesto a aprender, y sobre todo, a aceptar sus errores. Eso le había valido una cantidad considerable de admiradoras.

-¿Cómo van las cosas en el Hospital?, ¿puedo hacer algo por ti, necesitas algo?

-Todo está en orden, Kazekage-sama, y yo estoy muy bien, gracias.

-Te agradezco por quedarte aquí este año y medio, por todo lo que has hecho por nosotros, por nuestro equipo médico.

-Soy yo la que agradece por esta oportunidad, por confiar en mí.

-Suna no es la única Aldea que lo hace, he recibido una carta de la Roca y me piden que extienda una invitación para ti.

-Es muy amable, Kazekage-sama, pero quiero volver a Konoha.

-Esperaba esa respuesta, y lo entiendo -Gaara asintió asimilando sus propias ideas y buscando la manera correcta de expresarlas -La Roca se sentirá desilusionada, y espero que no te ofendas, pero me alegra que regreses a la Hoja- al ver la sonrisa de confusión de Sakura, el ninja procedió a explicarse -Ya has mejorado suficiente, es momento de que vuelvas a casa, debes estar tanto tiempo como puedas en tu hogar, Sakura. Sé que te quedaste aquí para progresar, pero cuando te alejas tanto tiempo de aquello que quieres cuidar... todo se vuelve más difícil. No sé lo que hubiera ocurrido de no haberte quedado, no sé si te hubieras enfocado tanto en mejorar más como médico que como ninja, lo que sí sé y de lo que estoy seguro es que debes volver. Te hace falta tu hogar.

-Espero que a Konoha le emocione tanto mi regreso como a usted.

-Sakura, sé que querías volver seis meses antes, que todo este tiempo estuviste esperando una carta que nunca llegó; pero ellos realmente creyeron que lo mejor era que te quedaras. Debí decirte que te quedarías, lamento que esperaras en vano -la médico levantó la vista.

-¿Ellos? ¿Usted sabía que me quedaría aquí?

-Kakashi dijo que lo mejor era que te quedaras, y Tsunade-sama estuvo de acuerdo. Lo sabía desde el mismo día en que Kakashi se fue.

-Gracias por todo, Kazekage-sama.

-Esta es tu última semana aquí, es mejor que la tomes de descanso y empaques todo lo que necesites, ¿de acuerdo?

-Creo que nunca podré agradecerle todo lo que ha hecho por mí- por más que lo intentó, su voz se escuchó rota, sus ojos se empañaron.

-Eres un ninja extraordinaria, Sakura.

La médico salió de esa habitación con náuseas. Su sensei hizo que se quedara, ignoró sus deseos, su petición, sus sentimientos, ignoró todo eso para convertirla en una mejor ninja. Nunca sería suficiente para él, nunca podría impresionarlo, no cuando él quería una ninja perfecta, cuando la dejó en ese lugar para que por fin estuviera a la altura.

No quería lo mejor para ella, porque lo mejor era regresar y estar en un ambiente conocido, mejorar a su propio ritmo; él quería lo que era mejor para el equipo, y convertirla en algo útil.

Sakura se sentía tan herida, tan reemplazable en su propio equipo. Quizá su sensei hizo lo que creía mejor, dejarla allí, pero mentirle, no enfrentarla y decirle que hablaría con la Hokage, fue cobarde. Le mintió y la engañó en su cara.

Sakura no era una niña, hubiera entendido que pensaran que lo mejor era quedarse y seguir mejorando, aunque fuera doloroso, pero actuar a su espalda, fingir que haría una cosa cuando en realidad haría otra, fue decepcionante. No conocía a su sensei, a ese hombre que podía pasar días mintiéndole, que escondía la verdad en un comportamiento amable. Pudo hablar con ella, explicarle la situación, decirle que todavía no era momento de regresar; pero decirle que ella debía elegir, y que si quería volver a la Hoja lo haría, que hablaría con la Hokage, cada mentira arruinaban la imagen del hombre que la cuidó durante años, no, no la arruinaba, le mostraba al verdadero hombre.

Se sentía avergonzada de la esperanza y el entusiasmo que demostró por volver a Konoha, le avergonzaba porque el Kazekage sabía la verdad, porque durante una semana se presentó en su oficina y preguntó si había alguna carta para ella. Sus mejillas enrojecieron de vergüenza, Gaara debió sentir tanta compasión por su ingenuidad.

Volvería a Konoha, aunque su sensei fuera lo bastante cobarde como para abandonarla seis meses atrás. Antes estaba decidida a hablar con su sensei, intentar demostrarle que había mejorado; pero ahora, rogaba no tener que verlo más de lo estrictamente necesario.

Cuando salió de la Torre del Hokage sabía que el enfado se convertiría en tristeza y en desilución, cuando volviera a Konoha ya no estaría enojada con Kakashi, tan sólo dolida por no decirle la verdad. Lo culpaba por decidir que se quedaría en Suna para seguir mejorando, por mentirle descaradamente; pero no podía culparlo por su propia falta de habilidad, esa era su responsabilidad.

Resultó que el grupo de enfermeras todavía la estaba esperando y la recibieron con una sonrisa. Era su última semana, así que estaba decidida a divertirse y relajarse, conocer realmente la Arena y pasear.

Y así fue, esa última semana descansó tanto como pudo y salió todas las noches con algunas amigas que se encargaban de mantener su mente ocupada, charlaban animadamente y le preguntaban sobre su vida en Konoha, si conocía a algunos ninjas apuestos, si podrían visitarla en algún momento, y algunas otras cosas más. Se pasó todas las mañanas empacando, no se llevaría más que su ropa, así que en realidad sólo guardaba las cosas que adornaron ese departamento. La carta que autorizaba su regreso había llegado un día después de que hablara con el Kazekage, esta vez volvería.

Esa semana le sirvió para que su enfado se esfumara, pero también para que un dolor se instalara en su pecho de forma permanente. Estaba desilucionada, la esperanza de formar un equipo siete mejorado, con ella con un soporte más, se desvanecía día tras día. Perdió parte de su confianza, así como la perdió el día que Sasuke se marchó y se negó a llevarla consigo; sólo que esta vez la desilución y la sensación de no ser suficiente, no pasaría porque la despertó uno de los ninjas que se convirtió en su motivo para mejorar, su sensei.

Era la segunda ocasión que intentaba impresionar alguien y tampoco resultó bien, era la mejor lección que podía aprender, aunque más dolorosa. Se sentía tan insegura y enfadada con ella por desear impresionar al ninja, y prometió que sería la última vez.

Al final de la semana resultó que todo lo que se llevaría cabía en una mochila, dejó las batas del Hospital de Suna y regaló muchas otras cosas, plantas, algunos cuadros que adornaron sus paredes y todo lo que pudo. Al final observó las paredes vacías, el comedor donde su sensei y ella se sentaron a comer algunas veces, la cama donde durmieron juntos, cuando ella vio su rostro por primera vez. Ojalá los lugares no guardaran recuerdos, ojalá se los hubiera llevado también su sensei.

Esa última semana pasó desagradablemente rápido. Sakura deseaba alargar los días y las noches tanto como pudiera, pero de forma inevitable el tiempo seguía pasando. Día tras día se despedía de todos, empacaba algo más, se preparaba para volver a su hogar y, sin embargo, la sensación de ser una invitada era más fuerte que nunca.

Dejó un año y medio de su vida en ese lugar, en las paredes que ahora dejaba vacía. No, en realidad no se sintió como un hogar, pero sí se sintió aceptada, un lugar al que pertenecía. Cuando volviera a Konoha, quizá entrenaría en el Hospital hasta que Naruto llegara, y entonces ¿qué?

-¿Llego en un mal momento?- la voz de Gaara irrumpió en el departamento casi vacío, sólo con los muebles que estaban allí desde el día que llegó.

-No, por supuesto que no, sólo daba el último vistazo a este lugar. Siempre creí que era demasiado, es demasiado grande para una jovencita como yo.

-No creo que un lugar pueda representar el talento de una persona- el Kazekage estaba parado en la entrada, y Sakura no podía creer que el ninja más fuerte de Suna estuviera hablando con ella -Venía a despedirme, sé que probablemente te esté retrasando.

-En realidad, Kazekage-sama- Sakura se acercó y tomó su mano -No pensaba irme sin despedirme, justo iba a su oficina.

-Espero que no para agradecerme, ya lo hiciste muchas veces- la médico soltó una risita.

-Quiero decirle que ha hecho un buen trabajo, claro que no necesita que yo se lo diga para saberlo. Sólo que me alegra mucho saber que Suna está en las mejores manos.

-Cuando el hijo de Colmillo Blanco, Kakashi, tomó la desición de que te quedaras, creo que pensó hacer lo correcto. No es fácil ser el encargado de un equipo porque eso implica ser el responsable de su progreso, de sus avances. Se preocupa más por ti que por cualquier otro de sus alumnos.

-Temo que nunca estaré al nivel de sus espectativas -Gaara iba a decir algo más, pero Sakura no se lo permitió porque le dio un abrazo tan repentino como corto.

-Lo veré pronto.

Salió con una pequeña mochila en su hombro y caminó por las calles como si fuera a volver pronto. Se dio cuenta de que no conocía a todo realmente, después de un año y medio muchas caras le eran desconocidas, ni siquiera conocía a los ninjas que cuidaban la entrada en ese momento, a los saludó con una ligera sonrisa. Quizá ellos ni siquiera la conocían, o sabían que había pasado algún tiempo en esa Aldea. Salió de Suna sin una gran despedida, sólo unos cuantos amigos que ahora estaban en el Hospital trabajando, una ligero adiós el día anterior y nada más. Repentinamente se sintió sola, como cada día que estuvo allí, por eso su necesidad de volver a Konoha.

No fue una mala estancia, es sólo que la soledad era demasiado dura. Las noches solitarias, la rutina y el trabajo. La despedida tan corta para una estancia tan larga.

A una distancia considerable estaba Kakashi, terminando de comer en un departamento silencioso, casi todas las luces estaban apagadas a excepción de la de la cocina, la única que necesitaba. Al lado del plato de comida había una carta sin concluir, ni siquiera era una carta, se trataba de una simple pregunta en un papel "¿Volverás pronto?" era bastante obvio que iba dirigida a su alumna.

Tomó el papel y lo arrugó, no pensaba enviarla. Sakura no le había escrito en seis meses, y no es que él fuera demasiado orgulloso como para no hacerlo, sólo que la culpa seguía presente. No tenía derecho a interrumpir el día de Sakura con alguna de sus cartas, alterar su rutina, robarle un poco de la calma que le arrebató cuando le ocultó la verdad. Además, tenía miedo de no recibir alguna respuesta.

¿Qué sucedería cuando la volviera a ver? ¿Podría enfrentar lo que sucedió en Suna? pensó que había dejado todo esos recuerdos atrás, pero lo habían seguido hasta Konoha. No se arrepentía de su desición, pero sí lamentaba no tener otra opción, no haberlo enfrentado de la forma correcta.

Ya era tiempo de que Sakura volviera, pero estaba seguro de que aceptaría la oferta que la Roca le haría, así que no esperaba verla pronto. La pregunta que había escrito era más para él que una verdadera carta con intenciones de ser enviada.

Sakura tardó dos días en volver a Konoha. Saludó a los ninjas que custodiaban la entrada, no los reconocía. Caminó por las calles como una sombra, de la misma manera en la que había salido de Suna; sin atreverse a levantar la cabeza, y con el solo objetivo de presentarse ante la Hokage. Era ridículo, pero se sentía avergonzada, como si hubiera fracasado. Ni siquiera había ido con sus padres, sólo pensaba en presentarse ante la Hokage y decirle que realmente lo había intentado, mostrarle que aunque no fuera muy notorio, había mejorado un poco.

Nadie, que no fuera la Quinta y Shizune, sabían sobre su regreso, y prefería que fuera así por lo menos en lo que la sensación de incomodidad pasaba, se encerraría con sus padres. Para su fortuna los pasillos de la Torre Hokage estaban vacíos, en ese momento se dio cuenta de que no había sonreído desde que llegara a su hogar. Que tenía ganas de llorar.

La oportunidad de sonreír y la necesidad de llorar, se borraron de sus intenciones cuando vio a su sensei caminando hacia ella. Sakura levantó la cabeza, sus ojos estaban fijos en un solo punto, sin desviar sus pupilas ni sus pasos, ambos se cruzaron sin decirse una sola palabra, fue como si una sombra pasara por su lado. Pronto dejaron de oírse los pasos de su sensei en los pasillos. La médico mordió su labio inferior y también continuó con su camino. Hubiera preferido no vivir nunca esos cuatros día, que él no se hubiera presentado en Suna, no haberle pedido que se quedara.

Cuatro días juntos para descubrir que ahora se trataban como extraños. Que su memoria le había mentido y nada fue real. 

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