Tres horas más tarde se hicieron las cinco. Nathan y yo llegábamos a uno de los loft en el edificio más prestigiado de la inmobiliaria O'Donell, dirigidos por Irina que nos daba indicaciones de donde se encontraba el ascensor y las escaleras de emergencia.
—¿Estás segura de que podemos quedarnos aquí? —pregunté a mi hermana, arrastrando mi maleta dentro del apartamento en último piso.
—Si, de hecho, este loft está reservado para nosotros pero nunca venimos, prefiero quedarme en la casa. —Ella se encogió de hombros y le di un fuerte abrazo.
—Avisa cualquier cosa que necesiten —le dijo Nathan, alborotando su cabello rubio. Ella lo miró mal y luego se acercó a darle un abrazo.
—No duden en escribirme. Bastian y yo pasaremos por ustedes el sábado a las ocho. —Nos tiró un beso con la mano y cerró la puerta.
Caminé por el loft, observando todo el lugar. No era muy grande, pero tenía lo justo y necesario. Un cuarto con una cama y una televisión junto a un armario. El baño estaba decorado en un mármol hermoso que me detuve a observar unos segundos. La cocina y la sala tenían un concepto abierto divididas por una barra, lo que me recordó nuestra casa en San Francisco.
Nathan llevó nuestras maletas hacia el cuarto mientras caminé hacia el pequeño balcón. A un lado del sofá, había un ventanal del tamaño de toda la pared, que te permitía ver casi toda la ciudad. Definitivamente, este era uno de los edificios más caros de los que Bastian había hecho aquí. No era muy alto, comparado con los de San Franciso, el piso seis era bajo. Pero en Hills Town, que la cantidad de edificios cuando yo me mudé allí era cero, tener unos cuatro edificios a tu mando no se veía nada mal.
Apoyé los codos en la barandilla y me dediqué a ver el pueblo. Sonreí al ver el Café de Stan justo frente al edificio, era un lugar muy estratégico del pueblo para poner uno de estos. Vi gente entrando y saliendo. Dos pequeñas mesas de metal al estilo francés decoraban la vereda, donde una pareja de ancianos y un grupo de amigos bebían café. Me alegró saber que Hills Town había logrado crecer en habitantes y que no era tan deprimente como se veía cuando yo llegué. Pero no pude evitar que esos recuerdos vinieran a mi mente.
—¿Vas a alguna parte?
Casi pude oír la voz de Nathan, sumida en los recuerdos.
—¿Estás siguiéndome?
Si, si lo estaba. Él necesitaba que yo viera ese folleto de niñera. De lo contrario, jamás tendría posibilidad de conocer a Jade y que ella comprobara que se trataba de mi. De la vidente. De Alison. De la hermana de Irina.
—Touché.
—Voy al Café de Stan.
Podía verme caminando mientras Nathan conducía su motocicleta. Desde allí arriba, podía verme allá abajo en la calle. A unos cuantos metros de distancia, a tres años de diferencia.
—¿Sola?
—No estoy sola, estoy contigo.
Sonreí y negué con la cabeza. Mi historia con Nathan no era para nada convencional pero aún así me encantaba recordarla de vez en cuando. No podía creer que eso había sucedido hacia tanto tiempo y aún lo podía recordar con tanta claridad.
Unas manos rodearon mi cintura y presionó su cuerpo contra el mío. Besó mi cuello y me retorcí cuando me hizo cosquillas.
—¿Quieres bajar por un café y unas donas? —preguntó observando cómo el sol del atardecer iba bajando entre los árboles y tejados.
—Esa pregunta solo tiene una respuesta posible —contesté, logrando que me sonriera.
Tomó mi mano y entró en el loft para arrastrarme pero yo no me moví, por lo que se volteó a verme confundido.
—Pero tengo una condición —indiqué cruzándome de brazos. Él frunció el ceño, sin entender. —Esta vez, sin historias de brujas y hechiceros.
Nathan se rio y se mordió el labio, recordando la primera vez que nos vimos allí. Había sido probablemente uno de los días más locos de toda mi vida.
—Solo si tú prometes no preguntar por vampiros u hombres lobo. —Le sonreí y me acerqué a él. Nathan ya me había confesado porqué odiaba a los vampiros y fue cuando dejé de hacer bromas al respecto, aunque aún tenía una obsesión con ellos.
—Trato hecho —dije sobre sus labios. Él tomó mis mejillas y me besó.
Dos cafés, cuatro donas y tres horas más tarde, ya estábamos en el loft otra vez. Nathan y yo habíamos decidido cocinar algo no muy pesado, aún me sentía llena por la cubierta de chocolate de esas donas.
Nathan lavaba los platos mientras yo salía de la ducha y me ponía algo para dormir. Vi que las luces de la cocina se apagaron y apareció en el cuarto para quitarse la ropa. Una ventisca fría entró cuando vi que estaba la ventana abierta. Caminé allí y la cerré para no morir de frío.
—Estuve leyendo uno de los libros que Cato me dio y la verdad hay mucho que saber sobre los viajes en el tiempo —dije metiéndome dentro de las sabanas.
—Sin contar todas las cosas que no están en los libros, porque nadie vivió para contarlas —dijo sin tapujos. Lo miré mal, sabía que estaba intentando que me acobardara de esa locura.
—Ja, tenebroso. Buen intento, no me voy a echar para atrás. —Me crucé de brazos mientras lo veía ponerse su pantalón pijama.
—No estoy diciendo que lo hagas. —Se acostó a mi lado y colocó mi cabello detrás de mi oreja. —Por el contrario, me gusta que seas asi. Valiente, capaz de abandonar todo por tus amigos. Pero antes de saltar tenemos que verificar que la roca donde vamos a pisar esté firme.
—¿Es una metáfora o para viajar tenemos que saltar? Porque el libro no decía nada de eso.
Él esbozó una pequeña sonrisa y besó mi frente.
—Intento decir que tenemos que ser cuidadosos.— Asentí con la cabeza, dándole la razón. —Y hablando de ser cuidadosos, no traje protección.
Se levantó y caminó hacia el interruptor para apagar la luz mientras yo lo miraba perpleja. ¿Hablaba de ser precavidos y no seguía su propio consejo?
—¿Qué? —pregunté sentándome un poco—. ¿Cómo que no trajiste protección?
—Preservativos, Alison. Los olvidé —dijo encogiéndose de hombros.
—¿Cómo pudiste olvidarlos? Te dije: Nathan, no vayas a olvidarlos. Están en el cajón de la habitación para que...
Me detuve cuando vi que esbozaba una sonrisa lentamente. Revoleé los ojos y me crucé de brazos.
—Te encanta asustarme sin motivo, ¿verdad? —pregunté negando con la cabeza, intentando no sonreír.
—Me gusta verte vulnerable —admitió cuando apagó la luz y se acostó a mi lado.
—Tu vas a estar vulnerable —ronroneé acercándome.
Lo oí reírse cuando me subí sobre él a horcajadas. Tomó mis piernas y me incliné hacia adelante. Mis labios se estrellaron con los suyos al instante y sus manos tomaron las sabanas para dejarnos debajo de ellas.
**
Abrí mis ojos pesadamente cuando sentí una mano cálida tocar la mía. La habitación estaba iluminada por la poca luz que entraba, apenas amanecía según mis ojos me dejaron ver. La ventana que yo había cerrado horas atrás estaba abierta, pero ya no corría viento. Y no fue el viento quién la abrió.
—No te asustes, Ali —dijo su voz en el silencio del cuarto.
—Mierda —mascullé cuando lo reconocí y me senté rápidamente.
Elías estaba frente a mi tal y como lo recordaba la última vez que lo había visto. Preocupado por mi, tomando mi mano... Con vida. No podía creer que se tratara de él realmente luego de las mil y una veces que había soñado con que lo veía. Solía tener pesadillas y Nathan se levantaba a mitad de la noche para despertarme y hacerme saber que solo era mi mente. Pero era inevitable sentir su dedos en los míos, podía sentir la sangre de su pulso. Podía oír su respiración y las pestañas de sus ojos cuando parpadeaba. Los poros de su piel y sus labios algo resecos. No había forma de que un sueño pudiese ser tan real.
Volteé para despertar a Nathan pero él no estaba allí. Lo volví a mirar, incrédula de que se tratara de él. Pero entonces volvió a hablar.
—Tienes que escucharme con atención, no tengo mucho tiempo. —Negué con la cabeza porque eso no era real. —Tienes que volver atrás. Al día que me asesinaron.
Esto no está pasando. Estoy soñando. Tú no eres real. Intenté convencerme por el simple hecho de que no quería creer que en realidad tuviese que hacer la locura que todos querían.
—Solo toma el cristal, cierra los ojos y visualiza el lugar en el que quieres estar. Asegúrate de tener contacto físico con las personas que quieras viajar, como hacía Noel, de lo contrario viajarás sola.
Nada de lo que Elías decía tenía ningún sentido y probablemente era porque quería convencerme de que no era real, solo era un sueño, causado por el libro que leí antes de dormir. Pero todo lo que él decía, estaba en ese extraño libro de magia. Y no sabía si debía creer en las páginas de ese antiguo libro, pero cuando Elías lo dijo, supe debía creer lo que leyera ahí.
—¿Cómo es que... —balbuceé anonadada, aunque no sabía exactamente qué preguntar. Tenía mucho para decir, pero Elías me interrumpió porque lo suyo si era de vida o muerte.
—Solo podrán estar una hora en el tiempo que elijan, vuelvan antes de que se cumplan los sesenta minutos o la magia los rebotará a su tiempo actual sin permiso y duele como los mil demonios.
Mi mente adormilada intentaba recordar todo para poder hacerlo bien, pero ver a Elías otra vez frente a mi era tan surreal.
—¿Dónde es que estás? —pregunté tomando su mano. Se sentía cálida y real, pero la magia era capaz de hacerme creer cualquier cosa. Ya había pasado mucho y sabía que la magia era algo con lo que no se podía jugar.
La magia me había hecho ver cosas que aún no sucedían. Hizo que detuviera el tiempo. Hizo que siguiera a Thais esa noche en el orfanato abandonado de Greenwood e incluso me ayudó a asesinar a los responsables de la muerte de Elias. Hizo que Danali me forzara a ver a Nathan follándosela y también me hizo creer que de verdad quería besar a Tadeo esa día en la escuela. En definitiva y algo que ya tenía muy claro hacía mucho tiempo atrás, era que la magia era capaz de todo. Incluso de traer a Elías de la muerte.
—En un agujero. No puedo escapar, solo salir unos minutos cada varios días pero no tengo mucha magia para hacerlo. —¿Agujero? ¿Aún tiene magia?
—Volveremos al día del ritual y evitaremos todo allí mismo —dije en el medio del pánico para que supiera que podía confiar en mí. Que no estaba en un estado de shock por verlo y que si lo estaba escuchando.
—No, Alison —me reprendió al instante—. No permitas que tu antiguo yo se cruce contigo, desaparecerías en instantes. No cambies cosas que pueden afectar el futuro, solo enfócate en lo que yo hacía. Tienes que pensar y buscar más a fondo.
—¿Entonces a dónde... —quise preguntarle a donde debíamos ir pero un ruido de queja salió de su boca interrumpiendome.
Elías comezó a moverse como si tuviese epilepsia, como si le doliera algo y no pudiese contenerse. Mi rostro se volvió una mueca de horror frente a lo que estaba viendo. Su cuerpo se vio glicheado, como la televisión cuando tiene mala señal, y entonces desapareció de mi vista.
—¡Eli! —grité cuando lo vi desvanecerse.
Me senté en la cama apenas sentí que estaba despierta. Mi respiración agitada era lo único que podía oír. Sentía sudor en la frente y la nuca. Me giré para ver a Nathan pero no estaba allí. La luz del sol era más fuerte que cuando vi a Elías, así que supuse que ya era más tarde. Cuando los latidos de mi corazón se calmaron, pude oír la lluvia de la ducha y supuse que él estaba allí. Tomé una gran bocanada de aire, perdida entre mis propios pensamientos.
¿Así se había sentido Renata cuando lo vio? ¿Así de real se veía? ¿O mi mente había creado todo eso con la locura que era volver a Hills Town? ¿Estaba soñanado? ¿Había soñado todo eso?
—Ali, ¿estás bien? —preguntó Nathan entrando al cuarto con una toalla en la cintura—. ¿Por qué abriste la ventana? Hay como cinco grados afuera —dijo señalando hacia algún lado, lo que me dio a entender que él no había sido.
Quise convencerme de que en realidad todo había sido un sueño, pero giré la cabeza y vi lo que me dejó en claro que no lo era.
La ventana estaba abierta.
**
Nota de la autora: HOLAAAA!!!! He aquí el segundo capítulo!!!! ELÍAS APARECIÓ!
Qué les pareció? Elías está vivo o Alison está loca?
Gracias por leer, votar y comentar!
Besos sobrenaturales,
Sofi Garrido✨