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By is-disastrous

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๐ข๐ง๐ญ๐ซ๐จ๐๐ฎ๐œ๐ญ๐ข๐จ๐ง
vol 3 โ”€โ”€ ๐๐€๐’๐“ ๐–๐ˆ๐‹๐‹ ๐‡๐”๐๐“
o. ragnarรถk
i. creatures of the night
ii. you hung the moon
iii. butterfly effect
iv. play with fire
v. snake's nest
vi. maybe is lyin' next to you
vii. apples, peaches and a little treachery
viii. the other girl in new orleans
ix. silent night, holy night
x. house of cards
xii. leave a light on
xiii. no rest for the wicked
xiv. heart shaped box
xv. an old friend calls
xvi. what goes around, comes around
xvii. there's not place like home
xviii. where it all begins
xix. when the devil come here and sighs
xx. may we meet again
xxi. where nothing stays buried
xxii. hard rain's a gonna fall
xxiii. the bloody crown
๐š๐ฎ๐ญ๐ก๐จ๐ซ'๐ฌ ๐ง๐จ๐ญ๐ž

xi. through the valley of darkness

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By is-disastrous

capítulo once: a través del valle de la oscuridad


Una extraña sensación era la que cubría a la bruja Tremé.

Siempre se ha dicho que las brujas, al estar en constante contacto con la naturaleza, estas tienen presentimientos más arraigados. Y esa mañana no fue la excepción para Layna Dumont. Para cuando recibió el mensaje de su amiga, el sentimiento con el cual había despertado se acentuó, no sabía porque o con cuales razones, pero lo que si sabía era que no parecía abandonarla por el resto del día.

El recinto se alzaba frente a ella para cuando decidió adentrarse por el túnel del mismo que conectaba con el resto de la edificación. El mensaje recibido la sacudió, pues, parecía algo para preocuparse, sin embargo, trató de mantener la calma yendo en búsqueda de la joven Alfa. Que por lo que sabía se estaba quedando junto a los Mikaelson debido a los sucesos en los que se había visto envuelta.

—Layna.

Freya la saludó al verla adentrarse al patio. La bruja Dumont sonreía en su dirección más pronto la sonrisa la cambió a un gesto de confusión, pues en el rostro de la Mikaelson solo se podía ver una emoción clara: preocupación.

—¿Has visto a Alex? —cuestionó luego de observar a sus alrededores a la espera de que su amiga bajara a recibirla. Pero el silencio fue lo que lleno la respuesta. Layna bajó la mirada hacía la rubia, la cual no borraba su rostro de preocupación.

—No, salió desde temprano —respondió para cuando terminó de acercarse dejando la vista clavada en el celular a la espera de algún mensaje de Niklaus mientras se pasaba de vez en cuando al chat con Alexandra, el cual contenía el texto que ella había enviado después de saber que se había ido del complejo —. Pero no contesta los mensajes. Klaus salió a buscarla hacía el Bayou, es peligroso que este sola. —Freya estaba segura de las palabras de su hermano menor, debido a que Niklaus era un ferviente creyente de que Aurora no se quedaría tranquila. 

Ella volvería a sus vidas, de una forma u otra.

—Pero vengo de ahí, y te puedo asegurar que no estaba —comentó llevando a Freya a levantar la mirada. Layna había estado en la residencia Labonair, y luego decidió verificar en la cabaña de Mary, más en ninguna había señales de la joven Alfa. La bruja Mikaelson sintió como un escalofrío le recorrió todo el cuerpo, los vellos pronto se le erizaron.

Premoniciones.

Así también le llamaban las brujas a esos malos augurios que solían sentir.

Lo peor ya estaba pasando. —Entonces, ¿Dónde está Alexandra?




━━━━━━━━




Su cabeza le retumbaba de forma constante. Su respiración era lo único que escuchaba además del palpitar de sus oídos. De todo su cuerpo, lo que menos se sentía pesado eran sus parpados, pero aun así no los abrió, no hasta que un fuerte dolor la obligo a abrirlos de golpe. En su primer vistazo al causante del dolor notó que se trataba de un atizador el cual ya estaba atravesándole la pierna lentamente hasta que finalmente se la ensartó por completo. El dolor no disminuyó, al contrario, todo lo que hacía era aumentar así que subió la mirada para ver la cara del dueño de aquellas acciones al cual le costó reconocer debido a que la luz que propiciaba el lugar era poca, pero finalmente pudo identificarla.

—Aya...—su timbre de voz era rasposo para cuando el arrastre del nombre de la vampiresa se escuchó. La mujer estaba frente a ella con la herramienta sin ninguna expresión en su rostro, terminó por dirigirse hasta el pequeño mesón que ocupaba otros tipos de herramientas.

—Finalmente estas despierta. —comentó Aya Al-Rashid sin tono de preocupación alguna por su estado de cautiva. Alexandra parpadeó con lentitud más intentaba no desfallecer del dolor, a pesar de que le costaba juntar fuerzas para mantenerse alerta —. Esta te va encantar aún más que la anterior.

Alexandra no había notado debido a que el dolor del atizador quemándole la pierna se lo impedía, pero la mayor parte de la superficie —visible y no— de su cuerpo se encontraba lleno de cortes junto a los moretones, pero antes de que pudiera seguir analizando la situación en la que se encontraba un dolor diferente al del atizador empezó a recorrer el cuerpo, sin notarlo, la había apuñalado. No obstante, la duda pronto llegó, a pesar de que estaba en aquel estado tan deplorable, el dolor no debía ser tan intenso para venir de una apuñalada, pero entre pensamiento y pensamiento, la interrogante fue disipada.

—El cuchillo esta bañado en acónito—informó retorciendo el cuchillo en el hombro de la loba provocando que se agitara tratando de alejarla. Más ningún grito se escapó de ella, le era imposible, sentía como la garganta se le estaba quemando de adentro hacía afuera —. Dime, ¿puedes sentir como si se te estuviera quemando el cuerpo desde adentro? —movió aún más el cuchillo para luego sacarlo de golpe.

Alexandra apretó los dientes tanto como pudo de tal manera que pareciera que se le fueran a astillar, pero logro su cometido: ninguna reacción del dolor que experimentaba fue expuesto. No obstante, aquello no desalentó a la vampiresa, todo lo contrario, las comisuras de los labios de Aya estaban tan arriba que provocó que la furia de Alexandra empezara a brotar. El forcejeo hacia las cadenas que la mantenían atada a la silla comenzó, empero cuanto más lo intentaba más daño se hacía en las muñecas. Tanto que llegó al punto de que una de ellas empezase a sangrar, pero el dolor incesante proveniente de la mano derecha no fue lo que la detuvo, sino el repentino cansancio que cada centímetro de su cuerpo le pedía detenerse, que se rindiera.

En ese momento empezaron a surgir pensamientos negativos que fueron intensificados por las sentencias que luego Aya Al-Rashid pronunció.

—Esto solo es el principio —declaró —. Cuando terminemos contigo no va a quedar nada —aseguró dando unos pasos cerca de ella —. Te vamos a romper. —esbozó una sonrisa maliciosa al terminar de hablar.

Entre sus manos tomó el atizador clavado en la pierna de Alexandra para extraerlo de un solo golpe haciendo que Alexandra se retorciera de dolor, pero sin soltar ni un mínimo sonido, lo único que se escuchaba de parte de ella eran las respiraciones agitadas. Aya se dirigió hacia una fogata que se encontraba cerca para luego enterrar el atizador en el fuego para que se calentara nuevamente, luego volvió junto a la joven Alfa con la vara en mano cuya punta se podía ver al rojo vivo, seguido se acercó por detrás a la loba para arrancar la gasa —cubierta de sangre— que se encontraba sobre una parte del cuello.

—¿Qué se sintió ir perdiendo la capacidad de vivir? —cuestionó con toda la intención de escarbar en los pensamientos de Alexandra. La joven Labonair la miró por la esquina de sus ojos, en este se veía odio pleno.

—Recuérdame preguntártelo antes de matarte.

Inmediatamente Aya coloco la parte ardiente de la vara contra el corte —parcialmente cicatrizado, que tenía Alexandra en el cuello lo que provocó un dolor inimaginable el cual ni siquiera ella podía soportar sin soltar el mínimo grito. Por lo que todo ese dolor acumulado salió en aquel grito de desesperación, dolor e incluso enojo. Después la barra fue separada llevando a que el grito fuera cesando, aquello que se había prometido, el no ceder ante el dolor, no pudo conseguirlo.

La morena se carcajeó. —Así que la Reina Crescent, si siente dolor — burló. Verla de aquella manera era increíble, la mujer demandante y altanera se había comenzado a disipar frente a sus ojos. Pero eso no era suficiente. Seguido le atravesó con este la pierna derecha pero esta vez fue mucho más rápido a como lo venía haciendo —. No importa cuánto grites, nadie va a venir por ti. Eso, eso es una promesa.

Alexandra no solo no tenía palabras para contestarle a aquella amenaza, sino que además de ello ya no le quedaban más fuerzas con las que resistir el cansancio ni para mantener todos aquellos pensamientos de miedo, duda, dolor y muerte alejados. Por lo que finalmente su cuerpo se rindió ante el dolor dejándose arrastrar a la más profunda oscuridad.




━━━━━━━━




El Barrio Francés nunca se sintió tan grande.

Ese fue el pensamiento del híbrido mientras se hallaba adentrándose al recinto con dirección fija de su estudio. Durante las últimas horas había estado recorriendo cada espacio imaginado del Barrio con la esperanza de dar con alguna pista que los llevara hasta Alexandra más sus esfuerzos simplemente eran inútiles.

Pronto, la impotencia lo cubrió.

Y con la llegada de la misma estuvo la frustración.

El primer estruendo que se escuchó fue el del vaso que había servido al entrar a su estudio, los pedazos de cristal terminaron en el suelo mientras el líquido se escurría sobre la pared. El pecho del híbrido subía y bajaba con fuerza a medida que recuperaba su posición normal. El pensar claro ya no era una opción, lo dejo de ser en el segundo en que asumieron lo peor que podía haber ocurrido con la joven Alfa. Sin embargo, tenía que enfriar su mente, debía hacerlo si quería pensar como sus enemigos.

—Hermano... —al adentrarse en la habitación, Elijah le dio un vistazo rápido a la situación. Eso eran banderas claras de la frustración que cubría a su hermano menor. El híbrido no le dedicó ni una mirada, su mirada estaba clavada en la pared que había recibido el golpe.

—La he buscado por cada maldito rincón de la ciudad —el tono en su voz se mezclaba con el enojo junto a una ira desmedida. Klaus se volvió a mirarlo —. No hay un solo rastro de ella o de quien sea que la tenga.

—La señorita Dumont, y nuestra hermana están trabajando en un hechizo localizador —expuso para cuando se acercó hasta uno de los muebles para tomar el borde superior del mismo. Las apuestas estaban distanciadas, pues mientras que la mayoría apostaba la desaparición hacía Aurora. Elijah Mikaelson creía con fervor que la mano oscura de Tristan de Martel era la que había creado esa situación —. La encontraremos, hermano. Nathaniel me ha informado de que Jackson a puesto a todos los Crescent a buscarla e incluso Hayley y él están rastreándola mientras hablamos. —Klaus se dirigió, sin ninguna reacción, hacía el carro de metal donde reposaban las botellas de diferentes tamaños. Elijah le siguió con la mirada, pero aún no había respuesta por parte de él. El ambiente se tornó silencioso por completo hasta que una fuerte exhalación llenó aquella falta de ruido.

Seguido, en un susurro dijo:

—Si le llega a pasar algo... —sus palabras eran bajas pero claras. No tenían un sentimiento de ira, enojo o incluso algún deje de frustración. No. Sus palabras estaban cargadas de culpa, porque si de algo estaba seguro Klaus Mikaelson, era que cada suceso en la que se había visto envuelta Alexandra durante las últimas horas, eran su culpa.

Con presteza, Elijah reacciono. —No le pasará nada —declaró. El híbrido se dio vuelta a verlo notando como la convicción de su hermano no solo se transmitía a través de las palabras, en su rostro también se hallaba —. Y lo que sea que hagan, se lo devolveremos mil veces peor. Todos nuestros adversarios pagarán con creces. Eso te lo prometo, hermano.

Las palabras de Elijah eran afiladas, pero eran las justas que necesitaba Niklaus en aquel momento. A pesar de que el raciocinio en él era nulo, las personas a su alrededor mantenían aún la mente calma. Lo suficiente como para qué pensarán e incluso —si llegase a ser necesario— actuarán como el enemigo.

No obstante, la mente de Klaus no dejó de repasar las últimas horas: desde el momento en el que leyó la nota de Alexandra, siguiéndole la llegada a él a la residencia Labonair en busca de la joven Alfa, pero que al hallarse en la entrada pudo notar la puerta abierta mientras que cortos rastros de sangre conducían hacía adentro de la misma permitiéndole detallar el destrozo del interior del hogar con cada paso que daba, después de ello, todo se volvía borroso. Desde ese momento, el sentimiento de culpa se acrecentó con rapidez.

Del otro lado del recinto, Freya Mikaelson resopló agotada. Habían estado intentando dar con Alexandra mediante el uso de hechizos de localización —y cualquier otro que se les ocurriese— durante horas más esto no las había llevado a ninguna parte. Fallaban de forma colosal. Por parte de Vincent, este le parecía irónico que después de haber activado la Serratura solo hacía unas horas atrás para Tristan de Martel ahora se hallaba tratando de localizarlo a él, Aurora y Alexandra, con la primicia de evitar un desastre aún mayor.

Vincent soltó la mano de Layna dejando los canticos. —Esto es inútil —aseguró alejándose de ambas brujas las cuales solo lo miraban. Se cruzó de brazos —. No funcionará, él no es tonto. Debe tener a una bruja muy buena de su parte. —comentó lo que había estado en su mente durante las últimas horas cuando Elijah solicito su asistencia. Pues, el noble creía que en ese momento necesitaban de poder, por lo que debían unir a todas las brujas que estuviesen de su parte.

—No me importa si tiene un ejército —Layna se levantó declarando con molestia. Ella no se rendiría, no cuando su amiga más la necesitaba —. No voy a dejar de intentarlo. Tienen a Alexandra y no olvidemos que la demente hermana de él intentó asesinarla. No pienso dejar eso sin castigo. —el enojo era a flor de piel, siendo entendible. Las últimas horas habían sido de estrés continuo para todos, a lo que los De Martel no dejaban de aparecer como culpables de aquellos sentimientos.

—También tienen a mi hermano, y la Serratura —continuó Freya apoyando a Layna. Vincent las miraba con atención —. Mis hermanos no dejarán esto impune, yo tampoco lo haré.

En ese momento, Vincent pudo ver la convicción en ambas mujeres y como el fuego en ellas no sería apaciguado tan fácil. Esa era la ferocidad que habitaba a los residentes de Nueva Orleans. Las palabras de Marcel pronto llegaron a su mente: 

                 (Esta es nuestra ciudad, tenemos que luchar por ella.)

Luego de analizarlas por unos segundos, suspiró terminando de ceder para continuar con los hechizos a la espera de que alguno les diese el resultado que tanto anhelaban. 


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