¡Buen día!
Estamos contentos con la acogida del desafío anterior, la cantidad de talento que desbordan cada uno de los participantes es impresionante.
Recuerden que la práctica hace al maestro, y si esta vez el nombre de alguno no figura entre los ganadores, no se rinda y siga intentando.
*El forma en la que se muestran los ganadores no tienen un orden en específico.
***
Diana nunca fue una chica mentirosa, pero en aquellos momentos se mentía a si misma afirmando no tener miedo.
Sentía como sus piernas se dividían entre correr para no detenerse jamás o desplomarse sin vida, incapaces de aguantar tanta tensión. A pesar de ir lo más discreta que podía, sentía como los ojos de todos los transeúntes de la estación la observaban, la juzgaban, la perseguían. Sus ojos buscaban ávidos en el panel de salidas cualquier destino que se asemejara al fin del mundo, pero en aquellas letras brillantes solo distinguía galimatias que se traducian en muerte.
Porque ella huia de la muerte, pero nadie lo había conseguido hasta ahora.
Todo empezó hacía una semana, cuando encontró aquella nota pegada en la puerta de su casa. "Te veo en la distancia", decía, y ella como una ingenua pensó que era una simple broma. A los dos días se encontró otra escrita en el vaso de cartón del café: "Algún día serás mía". En aquel instante no se lo tomó como debería.
Pasaron otros dos días y las notas se repetían, llenando de pánico el alma de Diana. La última, la que recibió esa misma mañana, decía así: "Hoy es el día".
No dudó. Cogió toda la ropa que pudo, la metió en una mochila y corrió calle arriba. Poco a poco su casa fue perdiéndose en la lejanía.
El reloj marcó las doce. Escogió el tren que antes partía.
El reloj marcó la una. Diana se sentó en el asiento con ventanilla.
El reloj marcó y cinco. El motor rugió expectante.
El reloj marcó y diez. La velocidad alcanzó la permitida.
El reloj marcó y cuarto. Diana respiró tranquila.
Sacó de su asiento una revista, abrió la primera página y una nota amarilla rezaba premonitoria:
"Bienvenida"
Y el tren descarriló.
***
TÍTULO: De incógnito ruidoso
Soy imparable.
Soy invencible.
Soy una mujer fuerte e independiente.
—¡Que no voy a subir! ¡Estas máquinas están diseñadas para matar gente! —exlamé, agarrándome a una barandilla.
—Katie, vamos de incógnito. No puedes llamar tanto la atención.
—¡Eso! ¡Tú grítale a todo el mundo que somos agentes de la CIA...! —
Asier me tapó la boca.
—Shh. —Miró a su alrededor para ver si alguien nos había escuchado y luego se acercó a susurrarme—. ¿Cómo puede darte miedo un avión, si te pasas el día escalando edificios?
—Por lo menos no se mueven.
Asier empezó a tirar de mí para que me soltase de la barandilla, pero fue en vano. Me agarré a ella como si mi vida dependiera de ello.
Mi compañero se acercó a mi oído.
—Si vienes conmigo, haré eso que tanto te gusta —dijo con voz ronca.
Abrí los ojos de par en par y un brillo picarón empezó a relucir en ellos.
Le miré.
Asier subió y bajó las cejas de forma sugerente, mientras sonreía de lado.
Tres horas después, cuando bajamos del avión, Asier se vistió de bailarina hawaiana y empezó a cantar la canción de la taza en la entrada del aeropuerto.
—Soy una taza .—Se puso una mano en la cadera—. Una tetera. —Levantó la otra mano—. Una cuchara. —Puso ambos brazos formando un círculo verticalmente como una bailarina de ballet—. Y un cucharón. —Bajó a la posición horizontal.
Mientras yo estaba sentada en un banco, partiéndome de la risa, comiendo palomitas y aplaudiendo entusiasmada.
—¿Puedo parar?
Negué con la cabeza.
—Dijiste que ibas a hacer lo que me gustaba. Además la risoterapia me está curando del trauma por el avión.
Asier puso los ojos en blanco y continuó cantando. Por lo menos nadie sospecharía que éramos agentes secretos, eso seguro.
***
Dos horas antes del ataque.
En el aeropuerto de Berlín, nadie tenía idea del ataque terrorista que se llevaría a cabo, excepto los agentes Mason y Rodríguez, parte de mi equipo especial dedicado a perseguir a los dos nuevos miembros del Clan Ruttersfire, que habían causado estragos (o lo habían intentado) aeropuertos alrededor del mundo.
Cualquiera que me viera plantada en el centro del lugar, observando cómo los viajeros se despedían, con un par de escenitas románticas de fondo, pensaría que estaba desorientada buscando mi vuelo, pero a decir verdad, con solo veintidós años siendo la mujer más joven del escuadrón, era la encargada de llevar esta misión con éxito.
Si tan solo el idiota de LaRue no hubiera sido un doble-agente, y no le hubiera dado toda nuestra información a los rusos, este caso habría terminado.
Si tan solo no me hubiera enamorado de él, y me pudiera concentrar.
Tenía dos opciones; o ponía todo bajo control antes de los cien minutos restantes, encontrando los explosivos y a sus responsables antes de que acabará el tiempo; o despejar el aeropuerto y salvar a posibles víctimas, lo que develaría su misión y arruinaría el caso.
Tomaría ambas opciones.
-
Dos horas y media después, todo estaba destrozado.
Dos de los agentes de rescate habían sido heridos de gravedad, y uno de sus agentes, Mason, había muerto.
Ella estaba herida, dos balas habían impactado contra su cuerpo. Una en el hombre y otra en el vientre. El aeropuerto del estacionamiento estaba en escombros.
Pero habían cumplido la misión, todos los vuelos de salida estaban a salvo, y ninguno de los turistas había sufrido daños. La única bomba que había explotado había sido la del estacionamiento.
Ahora iba por su venganza.
***
Estaba ahí capa comenzar de nuevo.
Jamás pensé que tendría que pasar por eso que muchos libros tratan: "María tuvo que comenzar su vida desde cero"... Creía que era solo cosas de escritores para hacer llamativos sus textos; pero claro, me equivocaba.
Y comenzar de nuevo seria mucho mejor a donde fuera, por que no tendría que soportar lo de siempre; algo que al final, hizo que estuviera aquí: "Si, Clara ferretería, me dan miedo tus brackets" "No sé por que, pero te veo más flaca cada día, palito raquítico" "Tu vida seria más fácil si te vistieras mejor" "Tu nombre no tiene nada que ver contigo" "Clara, muchos chicos se enamorarían de ti... Si te cambiaras la cara, el cuerpo..."
Empezar de nuevo no estaba mal si recordaba eso.
Ahora estando allí, tomaría un respiro en el avión, y otro en Francia, con mi abuela. Conocería a alguien que me apreciara un 50% al menos, y mi vida seria rara, pero al menos, soportable. Estaba resignada a esto, porque era imposible que mi vida fuera a cambiar. En realidad, viajando a otro lugar los problemas no desaparecerían, solo volverían a comenzar; y yo lo sabia.
Camine por todo el aeropuerto, estaba perdida, pues jamás había ido a uno.
Perdería el vuelo, pero me senté con un peso en el pecho. Era hora de que saliera, porque no lo mantendría más tiempo dentro de mí, ya no soportaría no llorar para ser valiente, si nunca lo fui.
—Hola —dijo una voz masculina. Me voltee para verla—. ¿Necesitas ayuda? Pareces... ¡Vaya! —exclamo al verme llorar. Asentí mientras limpiaba mis mejillas—. Descuida, te ayudo. Así que vas a... ¡Que bien!
Fruncí las cejas sin hablar.
—Bueno, tu abuela me envió para llevarte a Francia. Te buscaba —sonrió anchamente—. No llores, ahora yo estaré contigo, siempre.
Y así fue.
***
Es hora de tomar el avión que me alejará de este lugar, no debo tardar, debo ser ágil para escabullirme sin que las cámaras noten demasiado mi presencia.
Él no puede encontrarme, no ha parado de buscarme desde que huí de casa y si me encuentra será mi fin. Definitivamente no habría escapatoria y no puedo permitir que eso pase.
Por suerte nadie parece contarme y logro abordar sin ningún inconveniente.
Respiro aliviada cuando por fin logro abrocharme el cinturón y el avión comienza a avanzar. Me resulta casi imposible creer que nadie me detuvo en mi camino aquí.
"Pasajeros, al parecer hay un problema técnico que debe resolverse antes de despegar, regresaremos brevemente para una revisión y luego despegaremos de nuevo, lamentamos los inconvenientes y el retraso causado"
La voz del piloto se corta con una breve estática y se escuchan algunos quejidos incluso antes de que termine.
Respiró nerviosa apretando mi bolso en mi pecho, él no puede encontrarme, no saldré de esta si lo hace, sé que esto es obra suya y no puede ganar, no está vez, no cuando es culpa suya todo lo que pasó.
El avión regresa a la terminal y nos obligan a bajar uno por uno mientras revisan a cada pasajero.
No puedo rendirme.
Es mi turno y lo veo unos segundos antes que él a mí. Por su culpa mi madre está muerta y mi padre también.
Se aproxima con unas esposas.
—Señorita Grace, queda arrestada por el homicidio de Walter Grace...
Nadie ve venir el arma que saco de mi bolso y menos el disparo en su pecho.
Mi madre estaría viva si el hubiera hecho su trabajo y yo no habría tenido que asesinar a mi padre.
Una última bala resuena y cierro los ojos.
Es su culpa...
***
Título: Sin destino
No tuve tiempo para empacar mis cosas, apenas y pude tomar la mochila negra que estaba junto a la puerta de mi habitación. Aquella mochila me acompañaba siempre, era lo único que llevaba conmigo a todos lados.
Desde que mis padres murieron perdí todo lo que tenía; me quedé sin un hogar, sin una familia, estaba totalmente sola. Vagaba de un lado a otro sin saber a dónde ir o qué hacer. No tenía razones para seguir viviendo sola en una habitación alquilada.
Nunca salí del país hasta ese entonces, pero había llegado la hora de hacerlo. Trabajé mucho y conseguí dinero suficiente para ir a algún lugar muy lejano, donde pudiera olvidar mi pasado.
Al llegar al aeropuerto lo primero que hice fue comprar una bebida. Caminé un poco y me detuve frente a la gran pantalla donde estaban los posibles destinos a elegir. Aún no compraba un boleto de avión así que me dispuse a escoger el país a dónde iría.
Pasé minutos observando las letras de la pantalla sin poder elegir algo. El tiempo pasaba y los aviones partían. Cada vez me quedaban menos opciones para escoger, a pesar de mi gran esfuerzo no lograba elegir mi destino. La nostalgia me invadió por completo, la seguridad de irme disminuía poco a poco. Miré a mi alrededor, habían personas caminando de un lugar a otro, algunas estaban por tomar su vuelo y otras acababan de llegar. Giré mi rostro y me topé con la imagen de una pareja dándose un cálido beso, estaban felices. Me sentí triste al recordar que a diferencia de ellos, yo no era feliz, incluso no sonreía en mucho tiempo.
Nadie se preocupaba por mí, nadie me esperaba en algún lado con amor, no tenía a dónde ir. No tenía destino.