Petrova (I)

By sarahreedx

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Dahlia Petrova solo sabía una cosa con total certeza, pertenecía absoluta e innegablemente a Durmstrang. O al... More

Personajes e historia
Prólogo
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By sarahreedx

Después del importante anuncio de que allí, en Hogwarts, se celebraría el Torneo de los tres magos (junto a una innecesaria explicación de éste, a su parecer), en el aire comenzó a respirarse un aire de entusiasmo, que rápidamente fue apagado por la explicación del director. Debido al alto peligro de muerte y pese a sus medidas de seguridad, solo los de diecisiete años y más podrían presentarse a consideración. Entonces los ruidos de protesta empezaron y el director tuvo que alzar la voz para que se le oyera por encima, especialmente de unos gemelos pelirrojos de Gryffindor que realmente mantenían un parecido con Ron Weasley. Dahlia se preguntó si serían hermanos, o por lo menos familiares.

Después de eso todo fue un tanto caótico y confuso así que agradeció que se pudieran retirar. Estaba agotada después de aquel día y pesar de desear más que nada meterse en la cama sabía que con tantos pensamientos en la cabeza le costaría conciliar el sueño. Dahlia fue de las primeras en levantarse, eso sí dejando a unos cuantos Slytherin delante para que la pudiesen servir de guía hacia la sala común. Cruzaron las puertas que daban al vestíbulo y caminaron por unos cuantos pasillos hasta que comenzaron a descender, al parecer los dormitorios se encontraban en un piso inferior, en las mazmorras. Una pena, pensó, realmente habría sido agradable despertarse con las vista del lago.

El grupito delante suya se detuvo en un sitio concreto, casi al final de un pasillo de paredes de piedra húmeda que olían a humedad, trató de recordar todos los detalles para poder volver ella por su cuenta al día siguiente. A continuación dijeron unas palabras (que no alcanzó a oír por la distancia que los separaba) y la pared se abrió, dando lugar a una especie de habitación abovedada similar a una gruta. Era un tanto siniestra aunque espectacular, en cuanto entrabas habían unas escaleras de pared a pared que bajaban unos cuantos metros más y que daban finalmente al nivel de la sala. En la pared habían arcos y unos murales con pinturas de color verde esmeralda, al igual que en el uniforme, pero sin duda lo más sorprendente eran unos ventanales que se alargaban hasta casi el techo, en forma de arco en la punta, y que en lugar de dar al exterior lo hacían a lo que sospechaba que sería el interior del lago. Eso sin duda explicaba la humedad y la bajada de temperatura. La sala estaba decorada con muebles de madera oscuros, mesas de estudios y sofás que daban a una de las chimeneas más grandes que había visto nunca y que la recibía con una gran llama.  El aspecto era realmente sobrecogedor.

Debería tener un aspecto lamentable, agotada y terriblemente desorientada, porque un muchacho, de pelo negro cuervo engominado hacia atrás y piel cetrina se le acercó.

—¿Eres la nueva verdad? ¿Dahlia?
La chica asintió una vez, sin decir nada. —Bien sígueme.—Le dijo el chico, dirigiéndose a un pasillo que llevaba en dos direcciones.—Soy el prefecto, por cierto.— Añadió, esbozando una sonrisa un tanto arrogante y deteniéndose frente a una puerta.— Normalmente los alumnos compartimos habitación pero como has llegado sin mucho aviso...—empujó la puerta con la mano, que se abrió con un chirrido— ... no quedaban camas libres. Bien dormirás aquí...—se detuvo alzando la mirada hacia unos alumnos de primero que acababan de llegar y alborotaban junto a los sofás.— Si necesitas algo más dime.— Tras eso se dirigió hacia los chicos con el ceño fruncido. "Estirado", pensó.

La habitación no era exactamente lo que se decía pequeña pero la suya en Durmstrang si había sido algo más amplia, aquella parecía más bien un despacho con chimenea y vistas al interior del lago. En lugar de haber un escritorio lo habían substituido por una cama individual, y añadiendo una cómoda, un armario y una alfombra de pelo beis en el centro. Tampoco es que pudiese quejarse, tendría una habitación para ella sola y eso ya era un alivio, lo último que le apetecía era juntarse con un puñado de chicas que se conocían desde los once años como tarde y que seguramente la acribillarían a preguntas en cuanto cruzase la puerta. Se encontró con que su baúl estaba ya allí y en la cama reposaba el uniforme, con la túnica negra perfectamente planchada. Pero eso no era todo, junto a la cómoda, sobre un pequeño puf color canela que no había llegado a ver antes descansaba una bola de pelo blanca que ronroneaba plácidamente. Despacio se acercó y lo tomó en brazos, alzándolo en el aire delante suya para mirarle bien. "Gracias a dios no tiene la cara aplastada", pensó recordando aquel gato tan horrible de Hermione. Tenía el pelo largo, como la alfombra que pisaba, y unos ojos azules parecidos a los suyos. El gato soltó un maullido de queja y ella lo devolvió al puf, fijándose por primera vez en un papel apoyado en la mesita de noche. La chica lo abrió con curiosidad y leyó:
"He pensado que te vendría bien la compañía. Estudia y no te dejes llevar por el Torneo.
Papá."
"Tan encantador como siempre". Aunque tenía que reconocer que no era mal regalo.

Tras eso se deshizo de la ropa y trató de conciliar el sueño, aunque no podía quitarse una idea de la cabeza, el Torneo. Acudiría Karkarov, con un puñado de alumnos de Durmstrang que probablemente conocía, ¿qué pasaría entonces? Su padre no le había dicho que tuviese cuidado ni le había dado razones para preocuparse, ¿o sí? "No te dejes llevar por el torneo", era una forma extraña de decirle que no se descentrara, ¿estaría intentando avisarla de algo? Y si así era, ¿porque no lo había hecho en casa? O, ¿porque no se lo había hecho saber en la carta? Aunque cualquiera podría leerla. No lo sabía, aquello era un poco extraño y aunque no tenía razones para preocuparse tampoco podía obviar el hecho de que su padre le hubiese sacado no solo de Durmstrang sino de Bulgaria. Y así, dándole vueltas a mil preguntas se quedó dormida.

Aquella noche soñó con el Torneo de los Tres Magos y con el chico de cabello platino que no dejaba de mirarla, y no se despertó hasta que el ajetreo en la sala común se le hizo audible. Abrió lo ojos despacio, bostezando y frotándoselos con las manos, poco a poco se incorporó, aun un tanto somnolienta y se acercó al reloj que colgaba en una de las paredes. 8:16. Mierda. Las clases comenzaban a las nueve en punto y aún ni siquiera estaba vestida. Se apresuró a vestirse con el uniforme, una falda gris, una camisa blanca y una corbata verde y plateada, debajo de la ropa descubrió un horario, el cual marcaba que la primera clase del día era historia de la magia. Se colgó apurada la mochila y salió de allí lo más rápido que le permitieron las piernas.

No sabía bien que hora sería porque no llevaba reloj (nota mental: comprar un reloj de muñeca), pero había salido del Gran Comedor a y media pasadas por lo que seguramente ya sería la hora, o faltaría poco. Dobló otra esquina y se topó con un pasillo prácticamente vacío y exactamente igual a los que llevaba recorriendo desde hacía más de diez minutos, ¿cómo había sido tan estúpida? Ni siquiera había intentado descubrir dónde quedaba la clase sino que simplemente se había lanzado a buscarla, como si no fuese grande el castillo. Se dejó caer en la pared, apoyando la cabeza y recobrando el aliento unos minutos. ¿Y ahora que? Supongo que lo mejor sería buscar a algún profesor que le indicara, ¿pero a quién? No había visto a ninguno desde que abandonó el comedor. Soltó un suspiro, poniéndose la mochila por delante y volviendo por sus pasos, sin prestar atención sino intentando sacar el horario para averiguar si había algo referente a la clase escrito, aunque no lo recordaba. ¡Plaf! Lo había vuelto a hacer, de nuevo se había chocado con alguien y aquella vez todo el interior de la mochila se había derramado en el suelo, rompiéndose también el tintero y derramándose sobre los libros. Genial, pensó, mientras se agachaba a tratar de recogerlo, dejando para más tarde el saber quien sería aquella misteriosa persona. Entonces ambas manos se toparon tratando de alzar el mismo libro de encantamientos y la chica no pudo evitar alzar la mirada, topándose con unos grises, pero no como aquellos hipnóticos que conocía, estos tenían teñidos la culpa en ellos.
—Lo lamento, no esperaba encontrarme con nadie.—Le dijo mientras le tendía el libro.—Y no miraba por donde iba.
¿De dónde salían todos aquellos chicos? Al menos ya sabía donde estaban metidos todos los atractivos que le faltaban a Durmstrang. En seguida el chico se apresuró a ayudarla a terminar de recoger las cosas que faltaban, a excepción del tintero que ya no tenía salvación alguna. Una vez terminaron el chico se pasó la mano por el cabello castaño y le dedicó una sonrisa.
—Soy Cedric, Cedric Diggory, y tu debes de ser la chica nueva de las que todos hablan.
El chico frente a ella era posiblemente el más atractivo que había tenido el placer de conocer, exceptuando quizá al rubio del tren, aunque significativamente más alto que el anterior, y seguramente más mayor.
—Eh s-sí, sí, soy Dahlia, Petrova.— Respondió, un tanto desprevenida por sus palabras, ¿así que todo el mundo hablaba de ella?
—Y Dahlia, ¿a donde ibas? Quizás puedo acompañarte. O mostrarte el camino.—Añadió al ver su expresión, claramente desorientada.
—A historia de la magia.—Respondió, comenzando a andar tras de él que parecía saber exactamente dónde quedaba.—¿Tan obvio es? Que me he perdido. —Preguntó, girando la cabeza en su dirección pero sin dejar de andar.
—Bueno...—Comenzó a decir mientras reía —... son menos cinco y estás en la única ala del castillo sin a penas aulas, así que supongo que no ha sido muy difícil de suponer.
—Oh... bueno, sí, es mi primer día y no he tenido la brillante idea de preguntar donde quedaba cada clase.—Respondió sin llegar a apartar la mirada de él, que la mantenía al frente mientras continuaban cruzando pasillos y doblando esquinas.—¿Y tú a donde ibas?
—A la sala común, olvidé el libro.— Le dijo, justo antes de detenerse junto a una puerta. Dahlia no pudo evitar llevar la mirada al pecho de él, donde decoraba un escudo amarillo con un tejón, "Hufflepuff". — Tienes clase con Binns y tan solo han pasado cinco minutos de la hora así que si entras en silencio y deprisa dudo mucho que ni siquiera se dé cuenta. — Le indicó, sonriéndole por ultima vez y comenzando a volverse.
—¡Espera! ¿Qué hay de ti? Llegarás tarde por mi culpa.—Se sorprendió preguntándole, ¿y qué si llegaba tarde? No era exactamente asunto suyo y no debería importarle cuando a penas conocía al chico, aún así no pudo evitarlo.
—No te preocupes, iba a llegar tarde de todos modos, y además...—Ladeó la cabeza manteniendo aquella sonrisa que a cualquiera volvería loca— ... es un precio bajo a pagar por conocer a la chica del momento.—Después de eso le guiñó un ojo y se volvió, caminando pasillo abajo.
¿Qué demonios acababa de pasar? Decidiendo que ya lo pensaría más tarde se deslizó por la puerta y se fue a sentar en el asiento libre más próximo que encontró, sin detenerse a mirar quien ocupaba el de al lado.

𖥸

Este último capítulo ha sido un poco más extenso que los demás, espero que os haya gustado, aunque hoy no me siento muy inspirada y ando un poco agobiada por los exámenes.
Comentar que os ha parecido el encuentro con Cedric y quién creéis que será el chico misterioso sentado a su lado, también decidme por favor si preferís capítulos más extensos o más cortos.
¡Espero que disfrutéis del resto del día! 😊

Sarah R.

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