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Después del importante anuncio de que allí, en Hogwarts, se celebraría el Torneo de los tres magos (junto a una innecesaria explicación de éste, a su parecer), en el aire comenzó a respirarse un aire de entusiasmo, que rápidamente fue apagado por la explicación del director. Debido al alto peligro de muerte y pese a sus medidas de seguridad, solo los de diecisiete años y más podrían presentarse a consideración. Entonces los ruidos de protesta empezaron y el director tuvo que alzar la voz para que se le oyera por encima, especialmente de unos gemelos pelirrojos de Gryffindor que realmente mantenían un parecido con Ron Weasley. Dahlia se preguntó si serían hermanos, o por lo menos familiares.

Después de eso todo fue un tanto caótico y confuso así que agradeció que se pudieran retirar. Estaba agotada después de aquel día y pesar de desear más que nada meterse en la cama sabía que con tantos pensamientos en la cabeza le costaría conciliar el sueño. Dahlia fue de las primeras en levantarse, eso sí dejando a unos cuantos Slytherin delante para que la pudiesen servir de guía hacia la sala común. Cruzaron las puertas que daban al vestíbulo y caminaron por unos cuantos pasillos hasta que comenzaron a descender, al parecer los dormitorios se encontraban en un piso inferior, en las mazmorras. Una pena, pensó, realmente habría sido agradable despertarse con las vista del lago.

El grupito delante suya se detuvo en un sitio concreto, casi al final de un pasillo de paredes de piedra húmeda que olían a humedad, trató de recordar todos los detalles para poder volver ella por su cuenta al día siguiente. A continuación dijeron unas palabras (que no alcanzó a oír por la distancia que los separaba) y la pared se abrió, dando lugar a una especie de habitación abovedada similar a una gruta. Era un tanto siniestra aunque espectacular, en cuanto entrabas habían unas escaleras de pared a pared que bajaban unos cuantos metros más y que daban finalmente al nivel de la sala. En la pared habían arcos y unos murales con pinturas de color verde esmeralda, al igual que en el uniforme, pero sin duda lo más sorprendente eran unos ventanales que se alargaban hasta casi el techo, en forma de arco en la punta, y que en lugar de dar al exterior lo hacían a lo que sospechaba que sería el interior del lago. Eso sin duda explicaba la humedad y la bajada de temperatura. La sala estaba decorada con muebles de madera oscuros, mesas de estudios y sofás que daban a una de las chimeneas más grandes que había visto nunca y que la recibía con una gran llama.  El aspecto era realmente sobrecogedor.

Debería tener un aspecto lamentable, agotada y terriblemente desorientada, porque un muchacho, de pelo negro cuervo engominado hacia atrás y piel cetrina se le acercó.

—¿Eres la nueva verdad? ¿Dahlia?
La chica asintió una vez, sin decir nada. —Bien sígueme.—Le dijo el chico, dirigiéndose a un pasillo que llevaba en dos direcciones.—Soy el prefecto, por cierto.— Añadió, esbozando una sonrisa un tanto arrogante y deteniéndose frente a una puerta.— Normalmente los alumnos compartimos habitación pero como has llegado sin mucho aviso...—empujó la puerta con la mano, que se abrió con un chirrido— ... no quedaban camas libres. Bien dormirás aquí...—se detuvo alzando la mirada hacia unos alumnos de primero que acababan de llegar y alborotaban junto a los sofás.— Si necesitas algo más dime.— Tras eso se dirigió hacia los chicos con el ceño fruncido. "Estirado", pensó.

La habitación no era exactamente lo que se decía pequeña pero la suya en Durmstrang si había sido algo más amplia, aquella parecía más bien un despacho con chimenea y vistas al interior del lago. En lugar de haber un escritorio lo habían substituido por una cama individual, y añadiendo una cómoda, un armario y una alfombra de pelo beis en el centro. Tampoco es que pudiese quejarse, tendría una habitación para ella sola y eso ya era un alivio, lo último que le apetecía era juntarse con un puñado de chicas que se conocían desde los once años como tarde y que seguramente la acribillarían a preguntas en cuanto cruzase la puerta. Se encontró con que su baúl estaba ya allí y en la cama reposaba el uniforme, con la túnica negra perfectamente planchada. Pero eso no era todo, junto a la cómoda, sobre un pequeño puf color canela que no había llegado a ver antes descansaba una bola de pelo blanca que ronroneaba plácidamente. Despacio se acercó y lo tomó en brazos, alzándolo en el aire delante suya para mirarle bien. "Gracias a dios no tiene la cara aplastada", pensó recordando aquel gato tan horrible de Hermione. Tenía el pelo largo, como la alfombra que pisaba, y unos ojos azules parecidos a los suyos. El gato soltó un maullido de queja y ella lo devolvió al puf, fijándose por primera vez en un papel apoyado en la mesita de noche. La chica lo abrió con curiosidad y leyó:
"He pensado que te vendría bien la compañía. Estudia y no te dejes llevar por el Torneo.
Papá."
"Tan encantador como siempre". Aunque tenía que reconocer que no era mal regalo.

Petrova (I)Where stories live. Discover now