Las horas que nos pertenecen

By LoeLopez

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Los reencuentros no siempre son lo que esperábamos. Especialmente los reencuentros más anhelados. Ariadnne y... More

Prólogo
El peso de los años (II)
El lamento de los grillos (I)
El lamento de los grillos (II)

El peso de los años (I)

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By LoeLopez

No siento mis manos.

El agua fría las ha entumecido por completo. Las yemas de mis dedos arden y se escuecen. Siento como si fueran pequeñas piedrecillas que se parten y se multiplican bajo mi piel. Quiero cerrar el grifo, pero me es imposible moverme. Estoy abstraída con mi rostro húmedo y pálido, reflejado en el sucio espejo del baño público. Algunas estudiantes entran al cubículo y se me quedan mirando, pero tampoco presto atención. Por un momento olvido quien soy, dónde estoy, dónde estuve y a dónde iré.

No recuerdo ni siquiera mi nombre.

Observo el reflejo en el espejo con tanta obsesión, que siento como si fuera a salir de allí y ahorcarme. Pero no lo hace, en su lugar, el reflejo se transforma: esa mujer de veinticuatro años se desfigura hasta encogerse y volverse una adolescente de quince. Son tan diferentes. La niña tiene el cabello más largo, la piel más suave, los ojos más brillantes. Están tan llenos de esperanza, de pasión, de amor. Es una imagen que representa luz. Y me ciega.

Me ciega de tal forma que termina por consumirse en su propia luz. Y luego, entre sus residuos, solo queda la imagen de aquella mujer desaliñada, desesperanzada y triste.

La mujer tiene los pómulos hinchados, el cabello más corto y desaliñado, y una mirada que no logro descifrar. Es como si quisiera salir huyendo de su propia realidad. Pero no puede.

Me pregunto cómo esa niña se convirtió en esta mujer. Me preguntó qué heridas del pasado la llevaron a perder el resplandor en su rostro. Me pregunto cómo terminó ahí, en ese baño público, embriagada bajo su propio escrutinio, con sus manos a punto de quebrarse por el frío del agua congelada.

Esta mujer debe estar rota y perdida. Tal vez necesita ayuda, me digo. Tal vez yo pueda ayudarla.

Entonces el reflejo se mueve y me observa. Abre su boca y susurra:

Está vivo. Se inclina hacia mí con más ahínco. Y nunca te buscó, me dice.

—Silencio —respondo en voz alta.

El golpe seco de una puerta tras de mí me trae de vuelta a la realidad. Una estudiante sale de uno de los cubículos del baño y me observa a través del espejo. Creo que se pregunta a quién le estoy hablando, o si era con ella. Verla me ayuda a salir de mi trance. La ignoro y recojo algo de agua helada para echarla en mi rostro. Lo hago una segunda vez y luego me doy cuenta que la estudiante aún me observa.

Sonrío. Una expresión falsa que trata de decir "todo está bien". Un gesto que he fabricado a través de los años.

La estudiante no parece muy convencida, pero aún así me lanza una mueca incómoda que pretende ser una sonrisa, y luego se va.

Entonces me permito respirar.

Y todos los recuerdos vuelven a mí como una tormenta de espinas.

Está vivo.

Hace menos de quince minutos estuvimos uno frente al otro. Nos tocamos. Casi como si quisiéramos comprobar que ninguno de los dos éramos una ilusión. Él me tocó la frente, luego acarició mi mejilla. Yo acaricié sus cabellos y me aferré a su nuca. Sonreímos con tristeza, alegría, y agonía. Todas las emociones se pelearon por tener un espacio en nuestros rostros. Ninguna ganó.

Nuestros ojos se humedecieron. Se nublaron. Junto con todo lo que nos rodeaba.

Y luego... el momento fue interrumpido.

La puerta del auditórium se abrió de golpe y una persona entró.

Entonces fue como si ese ideal, ese mundo perfecto en el que nos habíamos encontrado se hubiera evaporado y el magnetismo de la realidad nos hubiese jalado con toda su fuerza hacia tierra firme. Nuestra inmediata reacción: separarnos. Fue como un imán. Nos apartamos con brusquedad; o peor aún, con miedo.

Quien había entrado era una mujer de alrededor de treinta años que gozaba de una postura fina y una figura elegante. Tenía un portafolio en la mano, unos lentes de pasta que le daban un aroma intelectual, y una cabellara negra que le caía hasta la cintura.

—Lo lamento —había dicho, su tierno cutis se había tornado enrojecido de la vergüenza al intentar regresar sobre sus pasos.

—Está bien —respondió Stèphane en inglés. Su voz sonó extraña. Nerviosa, tal vez—. ¿Sucede algo, Srta. Newton?

Yo no me moví. Aún estaba procesando la información: Stèphane estaba vivo. Estaba al lado de mí. Estaba hablando con alguien, así que eso confirmaba que no lo estaba imaginando. Era de carne y hueso. Y su voz, aunque era más gruesa y madura, era la misma voz de mi Stèphane. El Stèphane de mis sueños.

—Lo lamento, Sr. Leblanc —dijo la mujer, quien volteó aún más enrojecida—. Pensé que su clase había terminado, vi a los estudiantes salir del salón y pensé...

—No se preocupe. —Esta vez la voz de Stèphane sonó fastidiada, más parecida a la de mis recuerdos. Luego, la mujer me observó con curiosidad, y Stèphane se giró en mi dirección—. Le presento a la Srta. Leblanc, ella es...

Y un silencio cruel y despiadado se apoderó del ambiente.

Mis manos vibraron bajo los bolsillos de mi bata blanca.

La mujer nos observó con perspicacia y pestañeó, curiosa y tal vez confundida por nuestro silencio.

—¿Su hermana, profesor Leblanc? —preguntó.

El viento retumbó y provocó un estruendo brusco en los ventanales del auditórium. De repente, percibí como poco a poco el espacio se transformaba en otro lugar. El pulcro piso de madera se volvió de piedra, los pupitres se convirtieron en árboles secos por el invierno, y la mujer frente a nosotros envejeció hasta volverse una anciana.

Contuve la respiración al reconocer aquel rostro envejecido y esos ojos hundidos y penetrantes.

Pero entonces Stèphane tosió y carraspeó, provocando que mi ilusión se disipara. Pestañeé incrédula, aún sin poder creer lo que había visto.

—¿Necesitaba algo, profesora? —preguntó Stèphane, con un tono mucho más frío al que había usado antes.

La mujer tosió un poco y desvió su mirada al piso con suma vergüenza.

—Lo lamento, profesor, me temo que lo necesitan con urgencia en las oficinas del decanato, es sobre el cambio curricular de este semestre y...

—Entiendo —interrumpió Stèphane—. Estaré allí en un momento.

La mujer asintió y luego desapareció del auditórium tropezando sobre sus propios pasos.

Luego, todo lo que quedó fue el silencio que crecía como un monstruo entre nosotros.

Yo permanecía inerte. Aún podía ver aquella ilusión, tan efímera pero a la vez tan real, que acaba de presenciar. Aún podía oír la palabra «hermana» ser pronunciada por aquella mujer. Un sonido que se repetía como un eco en las montañas, creciendo y quebrando mis tímpanos.

Pude percibir de reojo como Stèphane me observaba. Tenía miedo de regresarle la mirada. Sentía como si, en cualquier momento, fuera a desaparecer. Como si solo bastaran un par de segundos y minutos para que algo terrible sucediera y la cruel realidad me golpeara con con toda su fuerza.

Apreté mis manos en puños. Entonces, él dio un paso en mi dirección, pero por acto reflejo, yo di un paso hacia atrás. El momento de éxtasis había acabado y ahora sólo quedaban mis inseguridades. Mis miedos. Mis dudas.

—Ari, yo... —susurró con la voz entrecortada.

—Stèph, no pasa nada —mascullé de inmediato. Tomé un respiro largo y pronunciado. Luego levanté mi barbilla y me atreví a devolverle la mirada—. Es solo que... he imaginado tantas veces este momento que ahora... no sé muy bien qué decir o qué hacer —susurré muy bajo, con mis ojos anhelantes y aún humedecidos.

Stèph me observó y sonrió. Una de las sonrisas más tristes que he visto en él.

—Yo también —dijo dando un paso más en mi dirección. Entonces intentó decir algo, pero se calló al instante. La incomodidad nos ahogó con su manto.

Sonreí. Mis ojos volvieron a humedecerse y por acto reflejo removí mis lágrimas.

—Te diré que... ¿qué te parece si tu vas a solucionar ese asunto en el decanato mientras yo voy un momento al baño? —propuse, mientras contenía el nudo en mi garganta.

Stèph me observó con calma, mientras se cruzaba de brazos y soltaba un suspiro largo. Supuse que tal vez no podría engañarlo con mi sonrisa forzada. Después de todos estos años, él seguía siendo capaz de leerme con facilidad.

Aún así, asintió.

—Hay un baño al final de este pasillo —dijo, mientras tomaba las cosas en su escritorio—, al salir, espérame allí. Vendré a buscarte enseguida —dijo con firmeza.

Tal como prometiste hacerlo hace siete años, susurraron un par de voces dentro de mí.

Mordí mis labios y asentí. Entonces él se acercó un poco más, y en un gesto deliberadamente espontaneo, levantó su mano para tocar mi mejilla, pero algo lo hizo detenerse en el acto. Quizás fue mi expresión o la tensión en mi cuerpo. No lo sé.

Luego bajó la mirada al suelo.

—Nos vemos en unos minuto —murmuró al darme la espalda.

Entonces salió del auditórium.

En algún momento, y luego de soltar todo el aire que tenía acumulado en la cúspide de mi garganta, había logrado caminar hasta aquí y pararme frente a este espejo, abrir el grifo, y adentrarme en lo más profundo de mi mente. Lo más profundo de mis inseguridades.

Tantas, tantas veces he imaginado nuestro encuentro. Lo he imaginado en diferentes lugares, países, circunstancias, tiempos. Variaba todo. Lo que jamás variaba era el desenlace: un final feliz. Él y yo juntos. Finalmente juntos.

Sin embargo, es en este momento que entiendo lo absurdo de mis fantasías. Sí, me siento feliz de encontrarle. De hecho, la dicha es tan inmensa que siento como si no me fuera a caber en el pecho. Pero al mismo tiempo, las dudas, los miedos, y la incertidumbre han regresado casi de inmediato. Nuestro parentesco no desaparecerá de la noche a la mañana. No sé si quiera si tendré el valor de hablarle de nuestro hijo. ¿Cómo lo tomará? Nuestras vidas han tomado cursos tan distintos. No sé prácticamente nada de sobre él. ¿Cómo ha llegado a ser profesor? ¿Cómo ha llegado a vivir aquí?

Y la pregunta más importante de todas:

¿Por qué nunca me buscó?

Nota de Autora: 

Ok! Sé que en este momento probablemente van a querer matarme XD. Pero tengo mis razones para subir los capítulos en dos partes. Primeramente porque ahora estoy escribiendo capítulos más largos. Y sé que aunque probalemente quieran leer algo más largo, en ese caso tendría que subir un capítulo al mes o así! 

De esta forma puedo pasarme un poco más de tiempo por aquí y no dejar mi Wattpad tan abandonado.

La segunda parte está ya escrita. Pero no quiero publicarla hasta tener al menos la primera parte del segundo capítulo bien redactada.

Bueno, dejando todas las explicaciones a parte, espero les haya gustado! Por favor, cuéntenme qué les pareció! Leo absolutamente todos los comentarios y muy probablemente publique los que más me gusten en mis historias de Instagram :D.

¿Quieren saber cuando publicaré la siguiente parte? Síganme en mis redes sociales que por allí estaré avisando todo.

Un abrazo! Nos leemos pronto.

































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