🌊 Umi no itachi 🌊 [ShiIta]

By Daisy_in_lazy_eyes

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Shisui hace un amigo inusual durante su proceso de divorcio. «¿Cómo puedes llamarte Itachi?» «¿Qué tiene d... More

🌊 [PRÓLOGO] 🌊
🐚 [1~ Caracola] 🐚
🍡 [ 2 ~ Dangos ] 🍡
🍜 [ 3 ~ Ramen ] 🍜
🧸 [ 4 ~ Cachivaches ] 🧸
🐬 [ 6 ~ Delfines ] 🐬
💧[ 7 ~ Gotas de mar ] 💧
🍂 [ 8 ~ Muelle ] 🍂
🥀 [ 9 ~ Distancia ] 🥀
🌷 [10 ~ Espuma ] 🌷
🌸 [ 11 ~ Estela ] 🌸
🌻 [ EPÍLOGO ] 🌻

🌊 [ 5 ~ Efervescencia ] 🌊

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By Daisy_in_lazy_eyes


A sudden jolt, a tender kiss

I know I'm gonna die of this

And that's because...

[ Nothing But Thieves, Impossible ]

🌊

Tú y yo seguimos encontrándonos cada tarde en la playa, sin falta. Es increíble la forma en la que mi corazón late por algo que, en pocas palabras, no es más que una simple rutina.

(Aunque, vaya, ¿quién podría hablar de monotonía cuando se trata de un tritón?).

La misma sonrisa boba de las últimas semanas trepa por mis labios mientras subo la colina en mi motocicleta, divisando el mar a mi derecha y la espuma blanca del oleaje hendiéndose en la arena.

Sé que me estás esperando (tal vez más a tus dangos que a mí), y no puedo evitar el sudor en mis manos, producto de la ansiedad. Por mucho que esté acostumbrado a perder la compostura ante cualquier situación, tanto hilarante como catastrófica (pregúntale a Izumi cuántos dolores de cabeza le he provocado), esto está excediendo mis límites. Y no sé qué hacer con la idea de que probablemente...

«Alguien te echó la soga al cuello. Definitivamente.» La voz chillona, burlona de Obito resuena en mi cabeza. No quiero imaginar la cara de triunfo que pondría si le diera la razón.

Niego con la cabeza. Qué hipócrita de mi parte estar tan seguro de que no quiero herirte ni arruinar nuestra amistad, cuando al mismo tiempo la necesidad de verte, de escuchar tu voz o simplemente tocar tu cabello se acumula dentro de mi pecho como una bomba latente.

El auto de mi hermana está estacionado frente a mi casa. No me sorprende, pienso mientras estaciono la moto y me quito el casco; normalmente Izumi me visita una vez a la semana para verificar que yo siga entero (complejo extraño de hermana mayor). Lo que sí me desconcierta un poco es que haya venido sin avisar, y a esta hora.

—Izu.

—Shisui —Ella, que estaba en el porche de la casa, me observa con una mirada ansiosa y camina precipitadamente hacia mí —. Pensé que ya habías llegado.

Le sonrío, invitándola a seguirme dentro de la casa.

—Llevé a Gaara a la heladería del centro—informo—. Ya sabes, donde venden los sabores exóticos (te recomiendo el de curry, pero lleva contigo al menos dos litros de agua).

—Oh — su voz suena atropellada. Yo dejo la caja de dangos en la mesita de centro y me giro hacia Izumi, enarcando una ceja. Parece preocupada —. Así que, ¿pasaste a dejarlo a su casa? ¿La viste?

—Pues claro, Gaara vive con ella. —encojo los hombros. Mi abogado dice todavía tengo oportunidad de quedarme con la custodia de mi hijo, o al menos la posibilidad de convivir con él más de tres días a la semana. Quien sabe, todo depende los términos legales a los que llegue con su madre —. Tengo que verla aunque no lo desee, hermanita.

Izumi parpadea sin compartir mi risa; sus labios hechos una línea titilante me confirman que algo anda mal.

—¿Ella no te dijo nada en especial?

—No, nada —respondo, dejando las risas a un lado —. ¿Pasa algo, Izumi?

Hay un momento de silencio. Si presto atención, percibo el sonido de las olas. Mis pensamientos vuelven a desviarse hacia ti cuando es obvio que debería prestarle atención a mi hermana.

—¿Pasa algo con la madre de Gaara? -insisto.

Siempre que está preocupada o nerviosa, Izumi no sabe qué hacer con sus manos, así que aferra la derecha a su bolso y con la izquierda se acomoda los mechones que se escaparon de su coleta.

—Shisui, no me corresponde a mí decírtelo, pero aun así lo haré porque quiero que sepas manejarlo cuando ella te lo diga —Izumi da dos pasos hacia mí y me sostiene por los hombros (es bastante bajita, si alguien nos viera desde afuera jamás imaginaría que me lleva dos años) —: Piensa mudarse a América con su novio dentro de dos meses. Quieren llevarse a Gaara con ellos.

Siento una hinchazón que me paraliza los pulmones.

—¿Cómo lo sabes?

—A su hermana se le escapó decírmelo ayer por teléfono.

El tiempo y mi corazón se detienen por un instante. La presión en mi pecho es como dar un mal paso en la cuerda floja, a punto de caer al vacío. Le pido a mi hermana que repita lo que ha dicho, y cuando lo hace, esa horrible sensación se acumula en mis entrañas.

Estoy a punto de perder a mi hijo.

🌊

Un cielo oscuro me recibe al salir de mi casa. Me estoy derramando entre lágrimas agrias de impotencia. Ella cortó la llamada e inmediatamente lancé una maldición mientras mi celular iba a parar contra la esquina de la mesa. Si Izumi se hubiese quedado a ver cómo le reclamaba a la madre de Gaara, sabría que, a fin de cuentas, su hermano menor continúa sin madurar, y que pierde su tiempo apelando por mí.

¿Pero qué podía hacer al respecto? Pedir una explicación era la única manera para calmar la congoja dentro de mi cabeza. Estoy seguro de que llamarla fue mucho mejor que ir a su casa y armar un escándalo frente a Gaara.

«¡Ya basta! Me voy, y tú no tienes ningún derecho a pedirme explicaciones.»

Se equivoca.

«¡Te estás llevando a mi hijo!» Ese es mi único derecho y mi única preocupación.

«Todas las cosas que tengamos que resolver con respecto a Gaara lo haremos con los abogados. Así que no vuelvas a llamarme por esto.»

Me quedé con un nudo de púas en la manzana de Adán. No encuentro forma de desahogarme, y el viento gélido golpeándome el rostro me recuerda que a veces la vida es así: una enorme y certera bofetada en la cara.

El dolor no desaparecerá, no importa si acepto merecerlo o no. Necesito moverme, así que bajo hasta la playa a toda prisa, con las uñas enterrándose sin cuidado en la piel de mis palmas.

Mis piernas flaquean, las rodillas chocan en la arena y yo me cubro el rostro para gritar hasta que mi garganta vibra y arde.

¿Qué voy a hacer? Lo único que está a mi alcance es rogarle a cualquier deidad que mi hijo permanezca a mi lado. Vendería mi alma al diablo de ser necesario.

Observo el horizonte, las olas invitándome a llenar el océano con mis lágrimas (¿o simplemente me llaman hacia ti?). Trago saliva cuando observo tu silueta entre la oscuridad, y entonces mi corazón se quiebra como el de un niño abandonado.

Me hundo entre las olas; el agua salada entra por mi garganta, amargándola todavía más. Sé que es peligroso adentrarse en el mar por la noche, pero en estos momentos no me importa. Pataleo, braceo hasta sentir tus manos sobre mi rostro, mis brazos aferrándose fuertemente a tu cintura. La luna me deja ver tu rostro preocupado, ojos rojizos a través de la capa de lágrimas que cubre los míos.

Sabes que no soy capaz de articular palabra, por eso te limitas a masajear mis mejillas mientras yo busco la manera de dejar de ser tan patético frente a ti. ¿Pero no es esto lo que necesito? ¿No es esto por lo que vine?

Empujas mi cabeza sobre tu hombro y pasas tus brazos por mis costados, sosteniéndome de la misma forma en la que yo lo hago.

Siento la calidez de tu pecho, el ritmo de tu corazón. Me haces sentir libre, ligero, irreal, y el exceso de amargura fluye lejos al igual que una válvula de escape.

—Ella lo alejará de mí, Ita. Se llevará a Gaara y... -mi voz es rasposa. Hundo la nariz en la curvatura de tu cuello, tus branquias tiemblan sobre mis mejillas. Trato de explicártelo, pero todo lo que sale de mí son espasmos, balbuceos, exhalaciones y lágrimas—. Yo, ah... olvidé traerte los dangos. Lo siento.

Frente a frente, bates las pestañas. Dije que no te lastimaría y mira: he plantado la tristeza y la preocupación en ese rostro tan precioso.

—No me hagas caso, es...

—No es una tontería —interrumpes.

Tienes razón. He dejado pasar tantas cosas a lo largo de mi vida y ve a dónde me ha llevado. No me esfuerzo por enfrentar los problemas, se lo dejo al tiempo, a mi suerte o a los demás. Por eso siento que no tengo armas para luchar por mi hijo.

Y la impotencia quema como un infierno.

Mi llanto aumenta, así que lo dejo salir, reposando mi frente sobre la tuya, mis dedos presionando tus omóplatos.

—Solo quiero que esta mierda desaparezca.

Tocas mi mentón con ambas manos, obligándome a mirarte. Alargas los segundos antes de hablar.

Ahora ambos tenemos los ojos rojos.

—¿Por qué no intentas ser tú quien desaparezca, al menos por un momento?

¿Eh?

—¿Qué quieres decir con eso?

—Desaparece conmigo, Shisui—me pides. La luz de tus ojos se hace más potente. Estamos tan cerca que siento tu aliento húmedo y estoy seguro de que tú percibes el calor de mis lágrimas—. Por este momento, por ahora. Hay algo que quiero enseñarte.

Desaparecer suena fácil, ¿verdad?

(Es el camino fácil).

—¿A dónde? ¿A la cueva? — inquiero. Tú sacudes la cabeza—. ¿Bajo el mar?

Marcas una sonrisa pequeña.

—Las maravillas del océano también se pueden ver desde la superficie, Shisui.

Me ofreces tu espalda, yo acepto como si no existiera otro lugar al que quisiera afianzarme. Al rodearte, creo ser capaz de dejar mi tristeza a orillas de la playa. Gaara viene conmigo en el fondo de mi corazón, este que ahora late erráticamente mientras mi hermoso tritón nada hacia mar abierto, dejando tras de sí nuestra estela.

¿No es maravilloso? Una vez que me acostumbro al vértigo, me llega el deseo de extender las manos para nadar a tu lado, quebrando el agua como si fuésemos pájaros en el cielo. Quiero girar el rostro y contemplarte, tomar tu mano e ir más rápido (¿podría llevarte sobre mi espalda si te cansas?). Quiero hacerte sentir lo mismo que tú provocas en mí.

—¿A dónde me llevas, comadreja? -pregunto, sintiendo la punta de tu aleta lateral picoteando mi pómulo.

—Es una sorpresa —espetas.

—¿Preparaste una sorpresa para mí? Hum, ¿vas a presentarme al kraken? ¿o a Aquaman?

—No sé quiénes son esos.

—Entonces dime.

—No falta mucho, así que espera.

Dejo pasar unos minutos, pero soy curioso por naturaleza (oh, no soy nadie para quejarme de Obito).

—¿Ya estamos cerca?

—¿Por qué siempre eres tan desesperado?

—Ya, vale.

Me dedico a observar el horizonte, allá donde conectan el cielo y el mar, las estrellas y las manchas azules que brillan en el agua. Extiendo los párpados ante aquel escenario; lo he visto en películas, en documentales, pero presenciarlo sin ninguna pantalla de por medio es simplemente sorprendente.

Entonces te detienes. Estamos flotando por encima de un banco de medusas, rodeados por el fulgor azul de su bioluminiscencia. Te giras hacia mí y yo intento flotar por mi cuenta hasta que vuelves a sujetar mis caderas.

—Tal parece que no conoceré a Aquaman esta noche —bromeo.

Frunces el ceño, resoplas casi molesto.

—No tengo la menor idea de a quién rayos te refieras.

—Es una broma, comadreja —golpeo tu frente con mi dedo en un intento por alejar tu malhumor —. Esto es muy hermoso, Ita. De verdad que sí, ¿pero las medusas no son peligrosas?

De hecho, las piernas me están temblando.

—No te harán nada... a menos que yo se los pida.

—¡Wow! ¿Ahora resulta que puedes comunicarte con ellas?

Tu cara se suaviza, echas una risa encantadora. Luego sueltas mis caderas para sujetar mi mano con firmeza, invitándome a flotar boca arriba junto a ti. El manto de estrellas se extiende frente a nosotros y yo ya no sé qué luces son más hermosas, si las del cielo, las del mar, o las que brillan en tus ojos.

—Lo siento —murmuras de pronto. Me observas con una expresión contenida —. Lamento mucho todo por lo que estás pasando, Shisui —el timbre de tu voz es tenue, profundo, sincero. Los colores danzan en tus pupilas y en esas aletas tan azules como las medusas bajo nosotros.

Trago saliva, me sorprende la facilidad que tienes para disipar el nudo amargo de mi garganta.

Nos quedamos en silencio por un momento hasta que apartas la vista hacia el cielo, presionando ligeramente mis dedos

—Maldita sea, odio no poder entenderte. Tal vez así se me ocurriría una forma de hacerte sentir mejor.

—Hey —llevo mi mano (sin soltar la tuya) hasta tu barbilla, llamando tu atención —. No quisiera que me entendieras, ¿sabes? Duele horrible. Tú dedícate a ser un tritón libre y feliz el resto de tus días... Eso es lo que me hace sentir mejor.

Resoplas, tu gesto de pronto es melancólico y pensativo, pero soy incapaz de leer tus pensamientos.

—¿Qué te hace sentir mejor? —inquieres.

—Estar contigo, aquí y ahora —no necesito pensar mucho para llegar a esa conclusión —. No sé si podría lidiar con todo este proceso si no te hubiese conocido, Ita. Es más, Gaara sería huérfano de padre si no fuera por ti.

—No es su culpa tener un padre tan bobo —declaras, siempre tan bromista.

Encojo los hombros y extiendo mi mano hacia el cielo, estirando los dedos.

—La culpa la tienen mis dos neuronas que nunca se ponen de acuerdo para funcionar.

Entonces, giro la mano y al observar mi palma me doy cuenta de algo: No hay cicatriz, ningún rastro de la cortada que me hice con la piedra aquel día.

Si lo pienso detenidamente... nunca la hubo.

—Itachi, aquella cortada en mi mano... —murmuro. Tú expandes la mirada y tus ojos fulgen discretamente —. Tú... ¿hiciste algo para curarme?

Por la mirada que me echas, creo que quedé como un estúpido (supuse que los tritones tienen cualidades mágicas solo porque eso venden los medios de entretenimiento, ¡bien hecho, Shisui!).

—¿Qué podría haber hecho yo?

Contemplo el puchero en tus labios y los preciosos colores que delatan tus emociones.

No puedo contenerme.

Tomo una gran bocanada de aire antes de impulsarme sobre ti, hundiéndonos en el agua luminiscente. Te sonrío con las mejillas infladas mientras tú me observas con sorpresa, pero luego me devuelves la sonrisa e iniciamos una especie de forcejeo amistoso que perturba los colores azules y espanta a las medusas.

Todo se detiene cuando afianzas tus dedos sobre mis antebrazos. Nos quedamos quietos, bajo el agua. Me pierdo en tu rostro, en tu cola, en tus aletas, en tus ojos, en el sonido de tu voz, en la curva de tus labios y en esa mirada fluctuante. Dudo que alguna vez mi estómago haya cosquilleado tanto por otra persona, ni siquiera por la madre de Gaara.

Podría ahogarme por alguien como tú, Itachi. Podría sumergirme tan profundo y no salir jamás. Lo sé con certeza a medida que me acerco a ti. ¡Qué idiota fui al prometer que no volvería a dejarme llevar por esta clase de sentimientos!

Pero, a fin de cuentas, ¿ser impredecible no es lo que me hace humano?

Y cuando te beso, todo explota. La sensación es avasallante. El oxígeno que estaba encerrado en mis cachetes se escapa entre nuestras bocas, su efervescencia se eleva hasta la superficie junto con todas las dudas que tuve antes.

Te amo, Itachi. Locamente. Puedo sentirlo en cada fibra de mi piel, en mi pecho que se junta con el tuyo y en mis labios que son mordisqueados por tus dientes filosos. Te amo, y en este momento de lucidez, mi corazón depura todo el dolor.

Pero desgraciadamente soy humano, mis pulmones exigen oxígeno. Nadamos hasta la superficie y al mirarnos, no podemos evitar la risita cómplice de adolescentes enamorados.

—Me besaste... —declaras con un hilito de voz.

—Eso puede significar solo una cosa —alego, sonriéndote. Mi pulgar da una pequeña caricia en tu mentón —. Te amo, comadreja.

—¿De verdad? —el destello de tus ojos es precioso.

—Locamente. En verdad.

En este momento, solo existimos nosotros y las medusas en el amplio, vasto mar.

🌊🌊🌊

Esta canción de "Nothing but thieves" fue la que originalmente me inspiró a escribir este fic, así que quería ponerla en el último capítulo, pero como la escena del mar y las medusas fue la que se me vino a la cabeza mientras la escuchaba, decidí que debía ir aquí~

¡Muchas gracias por leer!

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