¿Se Puede Perdonar Todo? © [U...

By AliciaLowell

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SINOPSIS 1ª Temporada de la #TrilogíaUnMaravillosoError ¿Conocéis esa sensación de que todo vuestro... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31: POV SAWYER
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41: POV SAWYER
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
DÉJAME AMARTE
Fiona ©
La Tentación de lo Prohibido

Capítulo 2

38.2K 1.6K 200
By AliciaLowell

 

 

 

 

Me despierto por los rayos de Sol que entran por la ventana y me veo atrapada bajo el cuerpo de Christina. Se ha llevado toda la noche dándome patadas y algún que otro puñetazo esporádico, lo cual hace que mi cabeza tiente a explotar. Creo que no volveré a beber en toda mi vida y aún menos cerveza. ¿Cómo aguantarán los universitarios una resaca cada fin de semana?

     Me intento quitar a Christina de encima, pero no hay manera. La zarandeo un poco e intento llamarla, pero me entran náuseas y me duele demasiado la cabeza. Resoplo, desesperada por quitarme a mi amiga de encima, y barajo la idea tirarla de un buen empujón. Mientras dormía me ha aprisionado contra el filo de la cama y, con tan sólo dalearme un poco, puedo tirarla al suelo. Por lo visto, una cama de matrimonio es demasiado pequeña para las dos. Debería haberme ido hacia la habitación de invitados, pero no estaba en las condiciones adecuadas como para ponerme a buscarla.

     El móvil de Chris empieza a pitar y gimoteo al escuchar tal estruendo. Nunca me había dado cuenta de lo horriblemente mal que suena cuando recibe un mensaje. Christina hace una mueca de dolor y abre los ojos lentamente. Me sonríe divertida cuando ve que me está aplastando y se aparta, dejándome respirar.

     Entierro la cabeza bajo la almohada mientras ella habla por WhatsApp con a saber quién. Noto palpitaciones en las sienes, que debe ser la misma sensación que se tiene al morir lenta y dolorosamente. La bilis sube y baja por mi garganta, abrazándola por completo. Me revuelvo, haciendo que las sábanas se me enrollen en las piernas, impidiendo que pueda separarlas.

     —Mi hermana me ha preguntado que si vamos a la playa con ella y con los demás —me dice Chris.

     —¿Cuándo? —pregunto—. ¿Por la tarde?

     —No —responde—. Nos recogen en media hora.

     Abro los ojos como platos al escucharla. ¿Pretende que yo, que estoy resacosa a más no poder, vaya a mi casa, coja un biquini, ya que los suyos me quedan grandes, y que me vaya a la playa? ¡Está loca!

     —Pero, Chris, ¿cómo pretendes que ahora vaya a ningún lado si todavía sigo borracha? —le digo mientras me desenrollo las sábanas de las piernas.

     —¿Crees que yo no lo estoy? —pregunta, levantándose de la cama.

      Salgo de la habitación, dejando a Christina eligiendo el biquini y la ropa que va a ponerse, y voy al baño. Intento despejarme echándome un poco de agua en la cara, pero de nada sirve. A pesar de la fatiga que tengo, soy incapaz de vomitar y librarme del mal cuerpo que tengo. Beber será divertido y todo lo que tú quieras, pero no compensa nada. Mi cabeza está a punto de explotar y tengo que ir a un sitio que es la playa.

     Cuando vuelvo al cuarto Chris ya se ha vestido y se dirige al cuarto de baño para peinar esos pelos de loca que tiene. Cojo ropa limpia de la bolsa y meto el pijama hecho una bola, junto al vestido de ayer. Un momento… No tengo zapatos.

     Voy hacia el baño y me apoyo en el marco de la puerta, haciendo una mueca de dolor al notar una punzada en la sien.

     —Chris, ¿me dejas unos zapatos?

     Ella asiente con la cabeza y hace otra mueca. Al parecer no soy la única resacosa.

     Escojo unas vans negras y me recojo el pelo en una cola baja, ya me peinaré en mi casa. Christina y yo salimos del recinto de su casa y nos encaminamos hacia la mía. Supuestamente vivimos al lado, pero los chalets tienen tantos metros de parcela que nos podemos tirar un buen rato caminando. Nuestros padres son aliados empresariales, que tienen a medio Miami en el bolsillo.

     Llegamos a mi casa y subo a mi habitación después de saludar a mis padres y mentirles diciendo que mi malestar general es porque me he puesto con la regla. Mi madre simplemente me sonríe y asiente y mi padre no dice nada. El tema de la menstruación siempre le ha resultado un tema muy espinoso. Aún recuerdo cuando tenía once años y mi madre le dijo que su hija ya era una mujercita. Mi padre empalideció y estuvo una semana comportándose de forma extraña conmigo. Creo que no le asusta que tenga la regla, creo que lo que le asusta es que deje de tenerla. Joder, a mí también me asustaría. Los niños pequeños no son lo mío y lo último que necesito es uno a los diecisiete años.

     Entro en mi vestidor y dejo las vans de Chris al lado de la puerta. Me pongo un biquini celeste con lunares blancos y con los bordes rojos con un lacito en cada lado de mis caderas y en el pecho. Escojo un vestido amarillo y unas gafas de Sol que van muy bien con él. Echo mi toalla y la de Chris, que se la dejó un día que vino a mi piscina, el protector solar, mi móvil y un biquini de repuesto en una bolsa y me peino antes de bajar.

     —¿Dónde crees que vas, jovencita? —me pregunta mi madre, cruzándose de brazos.

     —A la playa —contesto encogiéndome de hombros.

     —Y ¿a quién le has pedido tú permiso?

     Pongo los ojos en blanco y suspiro.

     —Mami, ¿me dejas ir a la playita? —pregunto poniendo carita y voz de niña buena.

     Mi madre resopla y asiente. Le doy un beso en la mejilla antes de salir de mi casa. Un coche para frente a nosotras y nos metemos en el asiento trasero. El coche está atestado de gente y apenas cabemos Chris y yo. Mary conduce mientras Sawyer va en el asiento del copiloto y Bryan, Neel y Tiffany van atrás. Christina se sienta en las rodillas de Neel y se encoge lo máximo posible para caber dentro del coche y yo me siento sobre Bryan.

     —Mary, dile a mamá y a papá que te compren un coche nuevo porque no quepo en éste, ¿eh? —protesta Chris.

     —No haber crecido tanto —le contesta su hermana.

     —Es que una de las dos tenía que pasar del metro y medio —se mofa la pequeña.

     Mary le lanza una mirada de advertencia a través del retrovisor y Christina guarda silencio el resto del camino.

     Me resulta muy incómodo ir sentada sobre Bryan, teniendo en cuenta que apenas lo conozco. Me apoyo en el asiento del piloto y apoyo la frente en el cabezal del asiento. Aun no se me han quitado los dolores y me estoy empezando a marear. Los chicos parecen estar perfectamente, como si la fiesta de ayer no hubiera ocurrido.

     Mary aparca cerca del paseo marítimo y nos encaminamos hacia la playa. Me abanico con la mano mientras andamos, ya que hace muchísima calor. Voy a derretirme en breve si las temperaturas no bajan un poco.

     —Megan, a lo mejor encuentras tus zapatos —bromea Neel.

     —Claaaro… —ironizo—. Me debes unos zapatos, Gibson.

     —¡Pero qué confianzas son esas de llamarme por mi apellido, Maxwell! —exclama, fingiendo estar escandalizado.

     Le miro y enarco una ceja cuando veo la sonrisa burlona que tiene dibujada en los labios.

     —Las mismas que tuviste ayer cuando me tiraste al agua —replico.

     Neel suelta una carcajada y Mary hace lo mismo.

     La arena me quema los pies a pesar de que llevo las chanclas puestas. Maldigo a todos y cada uno de los niños que se cruzan en nuestro camino gritando con sus voces de pito. No voy a aguantar mucho tiempo aquí si esos niños siguen gritando a mi alrededor.

     Nos alejamos un poco de las familias, los niños y los matrimonios de octogenarios para colocarnos en la zona en la que está la gente de nuestra edad. Le doy a Christina su toalla y coloco la mía en la arena. Soy la última a la hora de quedarnos en bañador y le pido a Chris que me dé crema en la espalda.

     Ninguno decide ir a bañarse, por ahora, y nos quedamos tumbados sobre las toallas, tomando el Sol. Me siento observada y creo que es por culpa de los chicos que juegan al vóley playa no muy lejos de nosotros. Abro un poco los ojos y los vuelvo a cerrar rápidamente cuando cazo a uno de ellos mirándome descaradamente.

     Mi móvil suena dentro de la bolsa y lo cojo. Miro en la bandeja de entrada y me quedo helada al ver de quién es el mensaje.

     Charlie: Hola, nena, ¿cómo te va? Espero que bien. En fin..., me gustaría que habláramos sobre lo que pasó y sólo quería disculparme por todo. Un beso, háblame cuando puedas.

     Estoy tan terriblemente sorprendida, que no puedo ni articular palabra para insultarlo. ¿A qué viene este mensaje? Si estuviera aquí, le haría tragarse el móvil.

     —No puede ser —consigo decir sin dejar de mirar la pantalla de mi móvil, con perplejidad.

     Los demás se incorporan sobre los codos y me miran extrañados.

     —¿Qué pasa, Meg? —me pregunta Mary.

     La miro aun boquiabierta y comienzo a balbucear.

     —Es… es… es Charlie —digo—. Charlie me ha mandado un mensaje.

     —¡¿Qué?! —exclama—. ¿Qué quiere ahora ese cabrón?

     —Meg, sólo háblale para decirle que como te envíe otro mensaje, le corto las pelotas —gruñe Christina.

     Neel levanta la mano como si estuviera en clase y tuviera una duda.

     —¿Quién es Charlie?

     —Nadie —digo bloqueando el móvil y metiéndolo de nuevo en la bolsa.

     Me levanto, disgustada por haber visto el mensaje, y me sacudo la arena. Pregunto que quién se apunta a darse un baño y Bryan y mis amigas se levantan. Es imposible que este día vaya a peor. ¿Por qué me habla de repente? ¿Tiene cargo de conciencia sobre lo que pasó? Pues no es mi problema, él tuvo la oportunidad de disculparse cientos de veces, pero no lo hizo. Dejé de hablarle y Charlie hizo lo mismo, no sé para qué querrá removerlo todo ahora.

     Me meto en el agua e intento dejar la mente en blanco. Buceo un poco para librarme del entumecimiento de mis músculos y relajarme. Bajo el agua no hay ruidos ni niños corriendo de aquí para allá ni ningún Charlie.

     Dos pares de manos agarran mis tobillos y tiran de mí. Una vez libre, salgo a la superficie para coger grandes bocanadas de aire. Veo cómo Christina y Mary se ríen de mí y les echó agua, provocando carcajadas más sonoras. Grito cuando noto algo en el pie. Bryan sale del agua partiéndose de risa mientras yo lo miro enfurecida.

     —¡Eres tonto! —exclamo—. ¡¿Cómo se te ocurre darme un susto así?!

     —Pero no te enfades, mujer —dice Bryan, riéndose.

     Pongo los ojos en blanco y suspiro. Poco a poco voy volviendo a notar esa quemazón en la garganta y empiezo a marearme.

     —¿Estás bien, Megan? —me pregunta Bryan.

     Niego con la cabeza. Salgo del agua con la ayuda de Bryan, que me lleva hasta las toallas. Las chicas vienen detrás nuestras, ya que Christina ha comenzado a sentirse mal, también. La arena quema bajo mis pies y ando con mucha dificultad. El Sol, que está en lo alto del cielo, aumenta mi jaqueca.

     Me paro a unos cinco metros de nuestras toallas y Bryan me coge en brazos al ver que no puedo andar. La barriga también me da molestias y hago cuentas para calcular el día en el que me toca. Todavía no debería ponerme, pero hoy estoy de lo más imprevisible.

     Bryan me deja en el suelo y me siento en la toalla, sujetándome la cabeza con las manos. Neel me mira algo preocupado y Sawyer, seriamente.

     —Megan, ¿qué te pasa? —me pregunta Neel.

     —Tengo resaca.

     —Tampoco será para tanto —comenta Sawyer en tono seco.

     Le envío una mirada de advertencia, que a él parece darle igual.

     —Y ¿tú qué sabrás? —le espeto.

     —Supongo que algo sabré, ya que he tenido muchas de esas.

     Resoplo y me tumbo en la toalla.

     —¿Alguien viene a darse un baño? —pregunta Sawyer.

     —Yo —dicen Tiffany y Neel al unísono.

     Ellos se van y Bryan se tumba bocabajo sobre la toalla que está a mi lado.

     Cierro los ojos. El Sol me va secando poco a poco, haciendo desaparecer las gotitas de agua que perlan mi piel. Vuelvo a oír el pitido de mi móvil y, sin molestarme en abrir los ojos, lo busco a tientas en la bolsa. Cojo mi iPhone y abro el mensaje.

    

     Christina; Unos chicos guapísimos no paran de mirarte y tú no les haces ni caso.

     Me incorporo y miro a Christina de forma interrogante. Ella señala con la cabeza,  discretamente, a los chicos que juegan al vóley playa. Los miro, poniéndome roja al instante cuando descubro que ellos están haciendo lo mismo. ¿Cuánto tiempo llevan mirándome? Dejo de prestarles atención y me vuelvo a tumbar en la toalla.

     Un escalofrío me recorre el cuerpo cuando algo me tapa el Sol, dejándome completamente a la sombra. Abro los ojos, decidida a protestar, pero no digo nada al ver a dos de los cuatro chicos que estaban jugando al vóley playa, a mi lado. Se me encienden las mejillas al ver sus sonrisas burlonas y sus ojos que escrutan mi cuerpo de forma descarada.

     —Hola, preciosa —dice uno de ellos.

     —Emmm… Hola.

     —¿Te vienes un rato a jugar un partido con nosotros? —pregunta, guiñándome el ojo.

     Hago el ademán de querer decir algo, pero sigo callada. No quiero irme con ellos por muy guapos que sean. Miro a Christina y a Mary, suplicante, para que me ayuden a salir de ésta.

     —No, mi chica no va irse un rato con vosotros —dice Bryan para mi sorpresa—. Largo.

     Los chicos ponen mal cara y se alejan a regañadientes.

     Suspiro y miro a Bryan, que se está aguantando la risa.

     —Gracias, Bryan.

     —¡Bah! No me des las gracias —dice—. Ha sido un placer cortarles el rollo a esos tíos.

     —Megan —me llama Chris—, ¿eres tonta? ¡Eran guapísimos!

     Pongo los ojos en blanco y me tumbo bocabajo para que me dé el Sol en la espalda. Los demás vuelven y se tumban en sus toallas. Después de estar media hora sin hacer nada que nos sea tomar el Sol, Neel propone que vayamos a comer al chiringuito de la playa. Le mando un mensaje a mi madre diciéndole que voy a comer con Mary y Chris mientras recogemos nuestras cosas.

     Por el camino Bryan, Sawyer, Tiffany y Neel hablan sobre una fiesta que van a montar en la fraternidad de los chicos. Por lo visto están en una hermandad, lo cual no me esperaba de Neel y Bryan. Sawyer no parece el típico chico malo de pintas deplorables, parece el típico chico malo, niño mimado. Supongo que yo también puedo llegar a ser una niña mimada, pero al menos no soy insoportable. Él se cree superior al mundo, o al menos a mí. Es insufrible.

     He decidido que Tiffany tampoco me cae bien, sobre todo por el biquini que se ha puesto hoy. Bueno…, un biquini tiene mucha más te la que lo que se ha puesto. No sé cómo Bryan puede permitir que su hermana vaya vestida de tal forma. Sobre todo, no sé cómo no puede importarle que mantenga relaciones con Sawyer.

     Nos sentamos en una de las mesas que hay en la terraza y el camarero nos atiende. Una vez se ha ido, rebusco en mi bolsa y saco el biquini limpio.

     —¿Adónde vas? —me pregunta Neel cuando me levanto.

     —Voy al baño a ponerme un biquini seco, éste está lleno de sal y arena —digo.

     Hago cola cinco minutos antes de poder entrar en el baño y cambiarme de biquini. Me quito el que está mojado y cojo el blanco que tiene lacitos de color rosa. Llego a nuestra mesa y Tiffany comienza a reírse. ¿Qué le pasa ahora a la hiena?

     —Dios…, pareces una niña de cinco años —me dice mientras sigue riéndose—. No te lo tomes a mal, pero es la verdad.

     Le envío una mirada afilada y tenso la mandíbula. ¿Quién se ha creído que es? Además. No veo que tiene de malo un biquini blanco con lacitos de color rosa. Que mi biquini tenga la suficiente tela como para taparme, no significa que sea una niña de cinco años. Significa que soy una chica decente. Y tengo mejor cuerpo que ella, que está muy, pero que muy flaca.

     —Pues la niña de cinco años tiene más tetas que tú —digo sin pensar, notando ardor en las mejillas.

     Tiffany tensa la mandíbula y me mira con asco y desprecio. Al parecer le he dado donde más le duele.

     —Uh… Esto se pone calentito —dice Neel con una sonrisa en los labios.

     —Neel…, no provoques —le advierte Mary—. Megan, tiene más fuerza de lo que parece.

     —Lo que parece es que no tiene fuerza ninguna —opina Sawyer.

     Resoplo y pongo los ojos en blanco. ¿Quién le ha dado vela en este entierro? ¿Hace falta que dé su opinión todo el tiempo? Yo no se la he pedido, por lo tanto, no me importa.

     —Cierra el pico —le espeto.

     —No sabía que no podía opinar —dice.

     —No, porque nadie te ha pedido que opines.

      —Pero es que a mí me da igual que me pidáis o no mi opinión —dice Sawyer levantándose y colocándose frente a mí con los brazos cruzados.

     Nuestra comida llega y rodeo a Sawyer para sentarme en la mesa a comer.Los demás se quedan callados, mirándonos a los dos alternativamente. Sawyer se sienta frente a mí, al lado de Tiffany, y me mira muy serio. Mi móvil vuelve a pitar y lo desbloqueo.

Charlie: Meg, sé que has estado en línea hace poco y que has leído mi mensaje. Háblame, por favor. Siento lo que pasó y quiero que lo hablemos para arreglarlo. Sé que lo nuestro aún tiene arreglo. Dame una segunda oportunidad.

 Bloqueo el móvil y sigo comiendo como si no hubiera leído ese maldito mensaje.

Espero que os esté gustando esta historia y espero que comentéis y votéis.

Besos y ciao <333

Alicia Lowell

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