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By a-andromeda

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๐•ฎ๐–š๐–—๐–˜๐–Š๐–‰ ๐•ท๐–Ž๐–“๐–Š๐–†๐–Œ๐–Š | LINAJE MALDITO ยซ๐˜ข๐˜ฎ๐˜ข๐˜ณ ๐˜ญ๐˜ฐ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฏ... More

CURSED LINEAGE
I
II
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XXXIV
XXXV
XXXVI
XXXVII
XXXVIII
XXXIX
XL
XLI
XLII
XLIII
XLIV
XLV
XLVI
รREA GRรFICA
CONร“CELOS
AGRADECIMIENTOS

XV

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By a-andromeda

(Escuchen la canción en multimedia cuando vean esto: «»)





   Corazón roto
acierta en la diana
palabra dardo.
     "
—Verónica Calvo.






                    —¿Qué es todo esto?

—Las preparaciones para la llegada de los embajadores, el rey y la princesa de Timatand, su alteza.

Un molesto resoplido brotó de los labios del príncipe y volvió a dejarse caer sobre su cama destendida. Resultaba muchísimo más interesante ponerse a observar la piedra del techo de su habitación, en vez de ver la manera en que algunos de los sirvientes comenzaron a prepararle un baño. Otros se dispusieron a posar en los muebles las prendas opcionales para usar en dicha bienvenida y para el banquete que sería llevado a cabo después.

De nada le sirvió enfrascarse en problemas de guerra, traición e infiltración, si el fin de su libertad no cambiaría bajo ninguna circunstancia. Lo que quedaba por destacar era que aquel fin estaba mucho más cerca de lo que le habría gustado.

Al caer en cuenta de lo que sucedería aquel día, se levantó de golpe, retirando las sábanas de su cuerpo al tiempo que las cortinas eran corridas para permitir la entrada de la luz mañanera al espacio. Ignoró el dolor de cabeza que le entró ante el brusco movimiento y abrió las puertas de sus aposentos a la vez que al otro lado le esperaba Sarai, con sus ojos azules latiendo con preocupación. Su expresión no sufrió ningún cambio en cuanto sus miradas inquietas se encontraron.

La rubia llevaba en sus manos unos jabones, aceites y esencias para su baño. Pierstom asintió en su dirección en señal de agradecimiento, y le permitió el ingreso al espacio. Después volvió su atención hacia los guardias que custodiaban sus puertas a amos lados.

—¿Se levantó el confinamiento? —Preguntó sólo asomando la parte superior de su anatomía hacia el pasillo, el cual también estaba en movimiento con más sirvientes, cambiando alfombras, flores y demás decoraciones.

—Así es, su alteza —contestó uno de ellos, acompañado de una corta reverencia hacia el príncipe —. Los invitados llegarán esta tarde a Mercibova.

El castaño asintió y volvió a entrar a su cuarto, sintiéndose más mareado que antes al levantarse con rapidez de su cama. Suspiró pesadamente y sus oídos comenzaron a ignorar todos los sonidos del ajetreo que siguió llenando la estancia. Caminó hasta encontrar un sitio donde poder sentarse y se dejó desplomar en el espaldar del asiento, con la mirada azulina perdida y el corazón hecho un puño. Sintió que la garganta se le cerró por un momento. Entonces tragó saliva con dificultad, cerró los ojos y después los abrió para mirar a Sarai, en busca de alguna expresión alentadora. Pero ninguno de los dos tenía buenas noticias para compartir.

No estaba listo para casarse. No estaba listo para entregar su corazón por obligación. No estaba listo para olvidar a Lord Ulysses. Simplemente, no lo estaba.

No supo cuánto tiempo pasó antes de que el silencio se hiciera presente, pero cuando sucedió, lo agradeció en su interior. En cuanto escuchó a la última persona retirarse de sus aposentos, diciendo frases sobre el orden del día que le esperaba —cosa que no le interesó en lo más mínimo—, se permitió dejar que la primera lágrima resbalara por su mejilla. Solo fue una gota amarga y solitaria, más fue suficiente para dejar caer sus fuerzas y ser acompañado de la pena a la que estaba comenzando a familiarizarse durante los últimos días.

Entendía la razón por la que sus padres querían adelantar las alianzas. Entre más conexiones tuvieran con otros reinos, menos oportunidad tendría Alysion de tomar el noroeste del continente. Timatand era la opción más viable por el momento y, si el rey de dichas tierras se encontraría presente también, indicaba que sería para que toda coalición entre ambos países quedara documentada. No solo sería una unión marital, sino una de dos países cuyo futuro dependería del resultado de la guerra que se avecinaba: victoria o perdición.

El hecho de haberle informado a sus padres sobre la infiltración el día anterior, solo había hecho que distintas cosas se pusieran en movimiento. Era bueno, pero también malo. Quizás los festivales de primavera no se realizarían a esas alturas de la época tan avanzada, sin embargo, el banquete de pretendientes sucedería pronto. Y Margery ni siquiera estaba presente en el palacio. En verdad esperaba que las excusas fueran suficientes para ese día.

—Su baño está listo, su alteza —anunció Sarai con suavidad, no queriendo incomodarlo más de lo que ya estaba.

—Ya que estamos solos... —Carraspeó, buscando que su tono de voz recuperara su color característico —. Me vendría bien una despedida a mi muy deseada soltería. Mis conquistas me extrañarán después de todo.

—El agua está tibia —resaltó con una media sonrisa.

—Espero hayas puesto un poco de esa hiedra venenosa en el agua.



El rechazo era... extraño.

Siendo la portadora de la Maldición del Naranjo Seco, eso le había dado una vida llena de dicho rechazamiento. Separada de su hermano, encerrada en la Torre Norte a la tierna edad de nueve años, solo para terminar saliendo del lugar como adulta. Ignorada por sus padres hasta hace poco tiempo, temida por La Corte y una burla para los pueblerinos. Sí, todo tipo de rechazo había experimentado. Hasta ayer.

Quizás por eso le parecía tan extraño y diferente. Porque sus emociones habían estado involucradas de lleno.

Durante toda la noche hasta que las primeras luces del día encendieron el pequeño cuarto, Margery lo único que hizo fue removerse de un lado a otro en el reducido e incómodo espacio que resultaba ser esa cama. Le fue imposible ignorar toda la tormenta de pensamientos que inundó su cabeza, quitándole la calma, atentando contra su sueño y aplastando su esperanza.

No pudo dormir nada y ella quería culpar la idea de que estaba en un lugar desconocido, pero luego la molestia en su pecho, en su corazón, se hacía presente. Aquel dolor demandaba ser sentido cuando todo lo que ella quería hacer era ignorarlo. Y no importó cuánto lo intentó. La princesa estaba demasiado concentrada en la compañía de Blanche, pero también en la ausencia de Geralt. Aunque tampoco era como si lo quisiera presente en esos momentos.

En realidad, Margery no tenía ni la más mínima idea de cómo lo enfrentaría, ni siquiera sabía si sería capaz de mirarlo de reojo. Después de todo, después de prácticamente lanzarse a sus brazos, esperando un final diferente, nada fue como ella esperó o deseó. No obstante, no encontraba las fuerzas suficientes para sentirse enojada. Una pasión como aquella, en su posición, solo era una fantasía condenada al desastre. Y tal vez Geralt los había prevenido antes de la destrucción, si contar que ella no había estado en sus cinco sentidos cuando tomó tremenda decisión.

—Alteza —la llamó la maga, sentándose a un lado de ella —. Se ve muy pálida, ¿se encuentra bien?

Una simple sonrisa, que no alcanzó a acariciar sus orbes opacos, curvó sus labios en cortesía.

—Te equivocaste, Blanche... la esperanza que albergan mis ojos es errónea.

—Eso no es algo que se pueda asegurar aún —comentó con un ánimo que hizo que la pelirroja soltara un pesado suspiro mientras se incorporó hasta quedar sentada.

—Solía pensar que la esperanza era el corazón del amor, y que un beso era la perfecta materialización de este. —Se pasó las manos desnudas por su rostro, tratando de borrar cualquier indicio de cansancio —. Pero a veces es solo eso: un beso.

Antes de que la morena pudiera volver a hablar, tres toques suaves en la puerta las alertaron. Mientras que la pelinegra se levantó de su sitio, la princesa se dedicó a desenredar sus largas hebras onduladas con sus dedos, pues lo único que quería era distraerse y no tener que enfrentar la realidad que sus acciones suplicaban. Volteó su rostro al lado contrario de la entrada en el instante justo en que Blanche permitió el ingreso del brujo al espacio. La pared desgastada del lugar no hizo más que recordarle la interminable noche que tuvo que pasar en silencio.

Escuchó sus pasos y el tintineo de sus espadas. Lo diferenciaba bastante bien. Él ya estaba listo para ponerse en movimiento, mientras que ella apenas estaba pudiendo recordar las razones por las que era más sencillo mantener distancias con las personas que permitirle la entrada a su vida. Permitir aquello era ser vulnerable. No le cabían dudas de que su madre se llevaría la decepción del siglo si se enterara que su hija había mostrado sus verdaderas emociones a alguien que... no las retornaba con el mismo fervor.

—Debemos volver al palacio antes del anochecer —avisó Geralt con voz profunda.

—¿Qué sucedió? ¿Encontraron algo? —Inquirió Blanche recibiendo el pedazo de pergamino en sus manos.

Sus ojos avellana pararon en lo escrito en la carta, reconociendo con facilidad la curvada letra de Sarai. No contenía sello de la familia real, por lo que esa entrega había sido improvisada y clandestina. Leyó el contenido de la carta con rapidez y apretó sus labios en una firme línea que demostró su recelo con emprender el viaje de vuelta tan pronto. No indicaba ninguna solución al problema que seguía en pie, pues el causante del desastre en los aposentos de la princesa fue interrogado casi en vano.

Blanche se acercó a Margery, enseñándole la carta. Pocos segundos después, al terminar de leerla a la carrera, se levantó casi de golpe. Apenas sus pies descalzos tocaron el suelo, no perdió ni un segundo y caminó alrededor, empezando a organizar sus pertenencias con afán. Una mirada de genuina preocupación pintó sus cansados rasgos.

—Los embajadores y la familia real de Timatand llegarán al castillo esta tarde —explicó.

—¿Su pretendiente? —Preguntó la maga con el ceño fruncido.

Pareció haber hecho la pregunta incorrecta, o quizás fue la más correcta, puesto que los movimientos de la princesa sufrieron una pausa inmediata, a la vez que el brujo salió del pequeño cuarto con un portazo. Por más que en un insignificante segundo ella hubiese deseado decir algo al respecto, hacer preguntas que sabía que no debía, dar explicaciones innecesarias, estaba mucho más consciente de que no estaba en el lugar de hacerlo. Jamás tendría aquel privilegio. Geralt de Rivia era un hombre libre. Él no estaba bajo ninguna obligación de corresponder sus sentimientos y podía hacer lo que le viniera en gana.

El silencio se asentó en la habitación y Margery terminó sentándose en el piso, a un lado de la cama. Tenía los hombros caídos y la mirada cristalina dolida, empero en un parpadeo salió del trance y prosiguió a ponerse sus guantes, incapaz de no hacer una mueca de profundo disgusto al recordar los eventos de la tarde anterior.

Estaba más que claro que jamás posaría un pie en esa taberna nuevamente. Tampoco se dejaría llevar por los susurros de una simple ilusión.

—No. Es la prometida de Tom, Nimia de Timatand.



Durante todo el camino de vuelta al castillo, la princesa y Blanche, montadas en un solo corcel, se tomaron la molestia de afanarlo el mayor tiempo posible, al igual que hizo el brujo con su yegua. Como necesitaban llegar lo más pronto posible para poder recibir las visitas de esa tarde, el tiempo del trayecto se redujo casi a la mitad de lo normal. La pelirroja agradeció aquello con rapidez en su interior. Necesitaba darse un baño y arreglarse, para darle la bienvenida a la mujer que empezaría a formar parte de su familia en unas pocas semanas.

Cuando comenzaron a ver los primeros picos del castillo de Mercibova, se desviaron de la ruta tradicional para así irse por los lados menos transitados. Seguían siendo tierras reales y siempre habría vigías alrededor, mucho más en esos momentos de tensión que se estaban viviendo, pero por aquellos caminos les daba una mejor oportunidad de transportarse sin ser detenidos. Con un poco de suerte, los soldados regados por los lugares no reconocerían a la princesa a esa distancia.

Margery no pudo evitar volver su rostro hacia atrás, para observar el camino que estaban dejando a su paso. Los colores vivos y vibrantes de la estación iluminaban el paisaje de una manera tan encantadora que, por un instante, se imaginó a sí misma explorando más allá de las colinas que limitaban el continente contra las primeras aguas del mar. El cielo sería despejado, la arena blanca y un destino incierto que le aguardaba y la llenaba de emoción. Casi creía poder percibir el aire salado, pero en menos de un segundo, los familiares olores del bosque y los jardines reales fueron los que inundaron su nariz en la siguiente inhalación.

Había llegado al lugar al que se obligó a llamar hogar solo por mera costumbre.

Al momento de estar cerca de los establos, la princesa pudo diferenciar con tremenda facilidad los cabellos rubios de Sarai y los cenizos de Cirilla, los cuales brillaban como suaves diamantes naturales con ayuda de la luz del sol. Una media sonrisa se instaló en sus labios. Estaba bastante agradecida de poder sonreír gracias a ellas, pues encontraba la familiaridad y comodidad que había carecido desde la tarde de ayer.

Dejando todo organizado con los caballos, para que descansaran y fueran atendidos debidamente, Margery se limitó a saludar con una gran sonrisa a las dos rubias. Después de despedirse de Blanche, sin dirigirle ni una mirada de reojo a Geralt, se afanó hacia el interior del palacio en compañía de su sirvienta para poder prepararse.

Al ingresar, la pelirroja no se molestó en esconderse de nadie. Sabía de antemano que todos estarían ocupados atendiendo el espacio y organizando la cena de esa noche. De seguro sería un gran festín, pues no todos los días se recibía a la futura reina de Mercibova, por lo que ambas mujeres se encaminaron sin problema alguno hacia la recámara de la princesa.

Al llegar a sus puertas, vio los conocidos guardias custodiando la entrada como era debido, detalle que la tranquilizó. En su interior había temido, por un breve instante, que volvería a encontrarse a sí misma en la situación de la noche pasada. En cuanto los hombres se dieron cuenta de su presencia, sus rostros perdieron color y lucieron bastante confundidos de un segundo a otro.

—¿Al-alteza? Creímos que estaba... que usted.... Allá adentro. —El soldado pareció perder la voz de un momento a otro mientras que hacía pequeñas señas hacia el interior de los aposentos de la princesa.

Margery les dedicó una suave sonrisa con un pequeño tinte de culpa. Comprendía la mezcla de ideas que debían estar pasando por la cabeza del pobre hombre, el cual se había convencido de que ella se había encerrado en el lugar las últimas horas.

—Salí a tomar aire fresco en el cambio de guardia. Sarai me acompañó.

Ellos asintieron inseguros de la respuesta escuchada, pero lo dejaron pasar, dado que apenas la pelirroja se acercó, no tardaron en abrirle las puertas con una leve reverencia. Margery les sonrió agradecida una última vez y, acompañada de su amiga, ingreso al lugar.

—Pero no hemos hecho cambio de guardia desde ayer al atardecer —susurró el otro con confusión.

—Lo importante es que está bien —respondió su compañero con el mismo tono, comenzando a cerrar las puertas —. Ni una palabra de esto al príncipe, nos decapitará.

—¿Crees que su alteza sea capaz de hacer eso? —Preguntó Sarai con una leve risa. No cabía duda de que ninguna de las dos había escuchado la pequeña conversación de los soldados —. ¿Alteza? —La llamó, su tono llenándose de inquietud al verla callada y quieta.

«»                    La mujer en cuestión solo se limitó a asentir con suavidad, antes de empezar a dirigirse al cuarto de baño, donde la rubia ya tenía todo listo para ella. Sin intercambiar más palabras, la sirvienta acompañó a su princesa hasta la tina, poniéndose unos guantes ella misma para ayudar a desvestir a Margery. Mientras ejecutaba la acción, prefirió quedarse en silencio, no queriendo molestar a la pelirroja, pues no le fue complicado saber que la cabeza de la misma estaba llena de pensamientos y ruido.

Una vez que Margery estuvo situada en las cálidas aguas perfumadas, la rubia agarró el jabón de lejía de ceniza con saponaria, un paño, y comenzó a pasar ambos objetos por la piel de la princesa. Humedecía a cada rato la tela y retiraba el exceso de la sustancia con suaves frotes, eliminando la suciedad que se había pegado a la piel. No hizo ningún comentario al respecto al encontrar restos de tierra y más suciedad de la que esperaba.

—¿Qué tal si cantas la Canción del Naranjo Seco? —Sugirió a media voz, más no se volvió a mirar a Sarai.

Los movimientos de la ojiazul se detuvieron de repente y buscó los ojos de la princesa.

—¿Estás segura?

Ante el asentimiento de la pelirroja, la sirvienta tomó aire y abrió la boca para comenzar a cantar la canción que no haría más que terminar de destrozar el corazón de Margery. Ella casi podía escuchar el laúd acompañando la aterciopelada y tímida voz de Sarai, en una suave y nostálgica melodía. Cerró los ojos y recostó su cabeza en el borde, hundiendo mucho más cuerpo en el agua.

Escuchó la letra con atención, recordando que fue compuesta e inspirada en base al linaje maldito de la familia real. Principalmente, de ahí había salido el nombre de la maldición. El Naranjo Seco, el que crecería en su tumba que sería ubicada en el Bosque de las Sombras.

Si ella no se libraba, tendría una sorpresiva muerte prematura. Quizás esa muerte solo terminaría siendo el síntoma de que hubo vida.

La primera vez que escuchó la canción fue hace años, antes de que se diera cuenta de que ella era la portadora en esa generación. No había entendido el significado de tan triste canción en ese tiempo, hasta ese día, hasta ese momento; hasta que a su mente llegaron un par de orbes dorados, y no lo reconoció como un brujo, sino como su maderero.

Entonces lloró.

Quiero vivir sin verme, leñador. Quiero vivir...*





Sus padres la observaron desde sus posiciones, pero no hicieron ninguna expresión que enseñara sus verdaderos pensamientos, por lo que Margery caminó hasta estar a un lado de su hermano. Pierstom la miró de reojo y su semblante se iluminó y relajó visiblemente. Era más que claro que necesitaba la presencia de su hermana con él, pues no creía que hubiese ninguna otra persona en el castillo que pudiera calmar sus crecientes nervios. La firme y amable presencia de la pelirroja era algo que en verdad necesitaba ese día.

Estaban en el pasillo principal ante las grandes puertas principales, que eran la entrada directa y principal a Mercibova. El amplio espacio estaba latiendo con emoción contenida ante la visita esperada. Un grupo de soldados estaba presente en formación y, después del visto bueno del capitán, los reyes comenzaron a caminar sobre la alfombra de color índigo hacia el frente, para dar la señal de que el confinamiento terminaría de manera oficial. El príncipe y la princesa avanzaron inmediatamente detrás de los monarcas, con sus espaldas rectas y llevando sus mejores trajes y vestidos, atrayendo miradas y generando comentarios.

La pelirroja se removió un poco los cabellos, tratando de reacomodarse la corona de delicados enredos plateados y piedras preciosas que reposaba en su cabeza. No acostumbraba a llevarla salvo para ocasiones importantes, al igual que su hermano.

Se sentía demasiado rara y extraña. Quería culpar la situación pomposa a la que debían atender, como si los embajadores de Timatand, su rey y su princesa, fueran los primeros visitantes que tenían desde hace años, cuando en realidad solo había pasado un poco más de dos semanas desde el inicio del encierro.

—Si te sigues moviendo así, madre te reprenderá —le avisó Tom en un susurro.

—Ella reprocha hasta mi existencia —se quejó con el mismo tono.

Aquello provocó una pequeña risa en el castaño, quien asintió en acuerdo a sus palabras, pero al notar que la fémina no hacía ni decía ninguna otra cosa, no pudo evitar volver a ver a su hermana casi de frente, con el ceño fruncido. Margery esquivó la mirada y trató de no conectar sus orbes con los de él. Solo se dedicó a observar la manera en que las puertas eran abiertas junto a murmullos aprobatorios por parte de La Corte.

No fue difícil para el príncipe notar que algo había sucedido con la pelirroja, empero en esos momentos no podía decir nada.

Una vez llegaron a un lado de sus padres, Caitriona recibió a Emilianno en brazos de una sirvienta y les echó una ojeada a sus hijos mayores. El pequeño príncipe agitó sus manos con ánimo. Parecía ser el único con la energía suficiente para la ocasión, porque Eliastor, la reina, el heredero y la princesa, tenían semblantes agotados que trataban de enmascarar con la apertura y bienvenida.

—Ponte más derecho, Pierstom —ordenó Caitriona, volviendo su vista hacia el frente, donde estaba situada el carruaje del que estaban bajando los invitados —. Margery, organízate bien la corona, está cargada hacia un lado y echa los hombros más hacia atrás. Ambos se ven demasiado encorvados y pequeños.

Los dos hermanos se miraron entre sí antes de que la fémina volviera su vista hacia atrás, en busca de Sarai.

No le fue difícil encontrarla, puesto que la mujer se encontraba a unos cuantos metros detrás de ella, a un lado de la gran alfombra que cubría los duros suelos de piedra. La rubia estaba acompañada de la maga, Jaskier, Cirilla y Geralt. La pelirroja trató de solo centrar sus ojos en su amiga cercana para hacerle una pequeña seña. Con sus rasgos serios, le indicó a Sarai que la ayudara a arreglarse y volvió su cabeza hacia adelante.

Su actitud fría y lejana no pasó desapercibida por su hermano ni por la niña de hermosos ojos esmeralda. La alegre sonrisa de Ciri cambió drásticamente y se volvió a ver al brujo con el ceño fruncido, buscando respuestas que nunca llegaron. Jaskier sonrió incómodo hacia la hija de su amigo.

—Debe estar preocupada porque el rey de Timatand es un pretendiente —comentó encogiéndose de hombros, a pesar de sospechar también que algo había cambiado.

—No es su pretendiente —aclaró Geralt, sorprendiéndolos. Luego carraspeó incómodo, detestando que la atención se centrase en él —. Es solo para el príncipe.

—¡Vaya! Pareces estar más informado en esos aspectos que nosotros —jugueteó el bardo con tono sugestivo. Sabía que si quería respuestas, debía presionarlo un poco —. Debes estar muy pendiente como para saber quiénes serán o no los que pedirán la mano de la princesa.

—Jaskier... —Su voz sonó como una advertencia, pero la mirada que mandó Blanche en su dirección les obligó a quedarse callados.

Una vez todo y todos estuvieran devuelta a sus lugares, el rey Ivo de Timatand, acompañado de su hermana Nimia de Timatand y los embajadores, se acercaron a la familia real de Mercibova.

Palabras formales fueron intercambiadas y miradas fueron compartidas, pero no hubo nada que Margery pudiera resaltar como memorable, salvo la belleza y genuina amabilidad educada con la que la prometida de Pierstom se dirigió a ellos. Sus ojos oscuros, bastante parecidos a los de su hermano, eran suaves y algo tímidos. Tom se vio tranquilo y se manejó correctamente, como todo un encantador caballero, sorprendiendo a varios con su interés y conocimiento sobre el reino que limitaba con el mar. La reina Caitriona pareció portar, por vez primera, la imagen de orgullo que la pelirroja alguna vez pudo ver en ella.

Una vez los saludos terminaron y la entrada estaba quedando vacía. La mayoría de las personas se estaban dispersando para comenzar con las labores del banquete. Margery se volvió hacia Tom para sonreírle y felicitarlo, pero lo descubrió congelado en su sitio, con la mirada clavada en un punto en específico. Con curiosidad y confusión, siguió la mirada del príncipe, preguntándose qué podría haberlo pasmado de un segundo a otro, hasta que su mirada verdosa chocó con la figura de Lord Ulysses bajando los últimos escalones en dirección a su carruaje.

El moreno se sintió observado, por lo que volvió la cabeza hacia atrás y miró a los hermanos, antes de subirse a su transporte. El pelinegro se quedó de pie unos segundos, pareciendo que en cualquier segundo haría algo inesperado, hasta que su mirada oscura se clavó en el rostro de la pelirroja. La princesa retiró su mirada, sintiéndose avergonzada repentinamente, pero Pierstom fue firme y la mantuvo en el mismo sitio.

No obstante, Margery pudo ver a la perfección lo que su hermano tanto estaba tratando de ocultar: un corazón roto.

—Siempre fuiste mejor que yo en jugar tu parte —alentó a media voz —. Ni siquiera nuestra madre fue capaz de ocultar su aprobación.

—Mary... me casaré con una extraña.

Y ese fue todo el golpe de realidad que ambos necesitaron para que sus corazones se cayeran por el abismo que tanto quisieron evitar.

Aquel mismo destino le esperaba a ella también, en caso de que la maldición dejara de atormentarla. ¿Era normal aquel fugaz pensamiento de no querer que eso sucediera? Ante eso, tuvo que respirar hondo, recordándose que no tenía caso desear por algo sinsentido.

—Tom, podrías estar abierto a las sorpresas que los extraños pueden llegar a dar. —Tener el nervio de dar ese tipo de cometario cuando justo ella había recibido unas terribles por parte de desconocidos, era bastante valiente.

Él la miró sin creer en lo más mínimo de ninguna de las palabras expresadas.

—De todas maneras, no entiendo por qué no me puedo casar con Sarai —refunfuñó entre dientes, observando a su ex pareja montándose en su carruaje.

—Porque sería todo un escándalo —respondió automáticamente, acostumbrada a decir y pensar lo mismo una y otra vez —. Solo los dioses sabrán qué harían nuestros padres si llegaras a referirte a ella como tu verdadera prometida y no a la princesa.

Al notar el silencio que siguió después de hablar, Margery miró a su hermano con una ceja alzada. Él solo carraspeó y evitó hacer contacto visual.

» Ya lo hiciste, ¿verdad? —Inquirió con sorpresa, aunque ya no estaba segura de si debería sorprenderse por las ocurrencias del príncipe.

—Tal vez pueda intentarlo una vez más.

—¡Tom!

—Con un cuarto o quinto intento puede funcionar —se disculpó encogiéndose de hombros y dándole la espalda la entrada —. Pero quizás el no tener que extrañar a nadie sea un punto a favor para la princesa Nimia.

Una mirada de compasión cruzó los orbes de la pelirroja.

» Retiro lo dicho. Extrañaría a Sarai definitivamente. —Sus ojos se animaron en cuanto vio a la rubia en cuestión acercarse a ellos —. Ahora que soy un hombre comprometido y serio, ¿de casualidad no me encuentras más atractivo e irresistible?

—Su compromiso no es una nueva noticia, su alteza —dijo ladeando un poco la cabeza, acompañada de una graciosa sonrisa.

—Bueno... hasta ahí llegó mi última esperanza de conquistar tu corazón. Espero que no se lo entregues al bardo —expresó achicando los ojos en dirección al nombrado que se acercaba en compañía del rivio.

—Altezas —saludó el brujo, inclinándola cabeza.

Pierstom echó sus hombros hacia atrás y sacó pecho, dando un paso hacia adelante. Quizás no tenía idea de lo sucedido en Lyriton, pero conocía y amaba a su hermana como para saber qué parte de él necesitaba en esos momentos.

Margery se quedó quieta por unos segundos más, no queriendo dar la cara, pero al cabo de una profunda respiración que solo aumentó sus nervios, dio media vuelta para enfrentar a los demás. Su mirada cayó en Geralt de forma casi automática, pero ambos fueron rápidos en desviarla hacia otro punto. La incomodidad era palpable y comenzaba a sofocar a los presentes, empero se decidió ignorar para entrar a asuntos más serios.

—¿Encontraron al responsable de lo sucedido en los aposentos de la princesa? —Preguntó Blanche acercándose también.

—Sí. Encontramos a dos hombres, pero uno de ellos se suicidó antes de que lo atrapáramos. —Respondió Tom con seriedad, a lo que su hermana soltó un pesado suspiro, conmocionada con la idea de desconocidos entrando al castillo frente a las narices de todos.

—Llévenme con el otro —pidió Geralt de repente, pero el príncipe negó con la cabeza, dando a entender que tampoco era una opción.

—También se quitó la vida, cerca de los calabozos. No encontramos nada de ayuda en sus ropas.

—Yo me retiraré un momento —interrumpió Margery, ganándose la mirada de todos —. Han sido unas horas pesadas y necesito descansar antes del banquete.

—¿Estás segura? ¿No quisieras que...?

—No —le cortó —. Nos vemos después.

Tom parecía que iba a discutir algo más, pero con una mirada por parte de Sarai y Blanche, como si se hubiesen puesto de acuerdo, prefirió guardar silencio. Geralt simplemente miró hacia otro punto de la entrada a la vez que Jaskier observó el momento con curiosidad, su mente comenzando a hacerse preguntas y formando escenarios posibles que pudieron haber ocurrido en el último día y medio que transcurrió con ellos fuera del palacio.

Margery se obligó a enderezar su espalda una última vez y se alejó por los pasillos que la llevarían de regreso a su habitación. Tan pronto como llegó, saludó a los guardias con un breve asentimiento. Luego las puertas se abrieron y se cerraron una vez ella ingresó. Después se dejó caer contra la madera tallada.

Estaba agradecida de encontrar sola finalmente, pero eso también significaba que el bullicio de su cabeza no tardaría en volver a empezar.

Sentía que el día apenas comenzaba y ya todo estaba siendo un completo desastre para ella. Lo único que deseaba en esos momentos era olvidarlo todo. Olvidar el rechazo de Geralt, el matrimonio de Pierstom que no hacía más que recordarle el suyo propio, las quejas de su madre y el silencio de su padre. Todo. Se quería alejar y olvidar de todo.

Y, aun así, todavía faltaba el banquete de esa noche.

Se reincorporó en su sitio, haciendo una mueca de molestia y bajó su mirada hacia sus manos. Los guantes de satín hacían el perfecto juego con su vestido y corona, pero ella sentía sus dedos demasiado tiesos y adoloridos. Sin pensarlo otro segundo, se quitó la prenda de sus manos con rapidez y dejó caer el accesorio al suelo, sus ojos abriéndose con renovado horror al mirar su piel.






¡La canción que literalmente me inspiró para escribir esta historia por fin apareció! Así no me vean, estoy saltando de la emoción. De una vez aviso que no será la única vez que hará acto de presencia ^^ Tal vez algún bardo la interprete ah.

El final es una nueva etapa que conocerán de la maldición, así que sorry-not-sorry por haberlo dejado así jijijijiji

De una vez me disculpo si se durmieron con este capítulo de transición y depresión. Tengo dos versiones del cap y ambas son relativamente iguales, por lo que era necesario que fuera así. De todas formas espero que les haya gustado. No olviden dejar sus maravillosos votos y comentarios. Muchísimas gracias por el apoyo y bienvenidos a los nuevos lectores.

Síganme en instagram para adelantos, dinámicas y ediciones de la historia: andromeda.wttp

¡Feliz lectura!






*Fragmento de Canción del Naranjo Seco.

a-andromeda

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