desnudArte | Albalia

By cuestiondepiel

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Natalia Lacunza es la modelo perfecta. Alba Reche es una fotógrafa peculiar experta en desnudar a las modelos... More

Prólogo
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Epílogo

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By cuestiondepiel

Cuando Mimi desapareció, las dos se miraron, afectadas. Completamente mudas, echaron a andar hacia el coche aparcado de la rubia sin siquiera tocarse.

- Vamos a mi casa – fue lo único que dijo Natalia, en un susurro.

Recorrieron la ciudad también en silencio y lo mantuvieron mientras hacían café en la cocina de la modelo.

Se sentaron en el sofá, taza en mano. Solo se escuchaban las cucharillas tintineando, el sonido casi imperceptible de los primeros sorbos, el del sofá debido a los cambios de posición continuos.

Y, si prestaban suficiente atención, se oía el ruido de la cabeza de ambas trabajando a mil por hora.

- Di algo, por favor – suplicó Alba, enfrentándose por fin a sus ojos.

- Alba...

- ¿Qué te ha dicho Mimi?

- Nada…

- Natalia, ¿qué te ha dicho? – interrumpió el rodeo que intuía que la otra se disponía a a dar.

- Estaba algo dolida, pero ya está – trató de quitarle hierro al asunto.

- Cuéntamelo, Nat, por favor – entrelazó los dedos con los suyos.

- Dijo cosas desde el rencor que no son verdad.

- ¿Qué cosas?

- Cosas que no vienen al caso, después me pidió disculpas. Ya está - zanjó.

- Sí vienen al caso - contradijo la fotógrafa.

- ¿Para qué voy a darle bombo a algo que seguramente solo va a hacerte daño?

- Porque si te callas te lo va a hacer a ti.

Natalia suspiró.

- No puedes ni mirarme a la cara – musitó Alba.

- Eso no es verdad – alzó el mentón para demostrárselo.

- Joder, Nat, estás tocadísima – le acarició las mejillas, mientras analizaba sus ojos, que no mentían.

- No es tu culpa, ¿vale?

- No. Yo le rompí el corazón y ahora está destrozada y seguramente te lo haya echado en cara a ti para que te sientas mal. Pero no es mi culpa - ironizó-. Santa Alba no tiene la culpa de nada.

- No estoy diciendo eso.

- Por favor, Nat, no te lo quedes para ti. Si confías en mí como dices, cuéntame lo que te ha dicho. Si no puedo gestionarlo, llamamos a Marta. Pero, por favor…

- Está bien – cedió la modelo, dándole un sorbo a su café, antes de empezar a hablar.

Le contó la conversación, o más bien el monólogo de Mimi, de principio a fin, sin obviar detalles.

- Soy una mierda de persona, la he dejado hecha un trapo.

- ¿Ves? No quería llegar a esto. A que pienses eso – se lamentó Natalia.

- ¿Y tú? ¿Cómo te sientes tú?

- Rara – se encogió de hombros.

- Rara – repitió.

- Mal por ella, no sé, no es agradable ver a alguien así, obviamente…

- Siento muchísimo que hayas estado en esa situación, de verdad – le acarició el brazo.

- No podías saber que me la encontraría, Albi.

- Pero podía haber pensado que ella trabaja a veces con esa revista…

- Ya está, no va a volver a pasar. Se lo diré a Sabela para no volver a coincidir y ya está – resolvió, tratando de zanjar el tema de una vez.

- ¿Tú qué piensas de lo que ha dicho? – se aseguró de que la mirara, antes de preguntárselo.

- Solo se ha desahogado, no sabía ni lo que decía. Estaba en caliente, ella misma me lo ha reconocido…

- Nat, no eres ninguna obsesión pasajera, ni me voy a cansar de ti, ni eres ningún capricho – le aseguró, preocupada.

- Lo sé, bonita – besó su sien.

- Pero es que necesito que lo tengas clarísimo. Podré hacer muchas cosas mal, pero lo que siento por ti es de verdad.

- Lo tengo clarísimo, Alba – afirmó, con rotundidad.

Cocinaron juntas, cenaron con la tele de fondo y convinieron en que Alba se quedara a dormir. O a intentar dormir, porque a ninguna de las dos les estaba siendo fácil pegar ojo.

Natalia, por mucho que le restara importancia, estaba afectada.

Ni siquiera sé de qué forma.

O igual sí.

Esa mujer destrozada, rota, despechada, le era demasiado familiar. Podía empatizar con ella a la perfección. Porque ella también había vivido momentos así en el pasado. Momentos muy concretos, que llevaba grabados en el alma.

Alba notaba su inquietud. La fotógrafa reconocía sus propios fantasmas y sabía con lo que lidiaba, pero le preocupaba más el ceño fruncido de la modelo.

- Nat… - susurró-. ¿Estás bien? ¿En qué piensas?

- En nada, estoy bien – le sonrió tímidamente.

- ¿Seguro que no quieres hablar?

- Seguro. Vamos a dormir. Mañana será otro día y lo veremos todo de otra manera – le dijo, casi más para ella misma que para la rubia.

- Nat…

- Ven, abrázame. Sentirte cerca es todo lo que necesito – pidió, enroscándose a su cuerpo.

Así, con Alba entre sus brazos, finalmente consiguió apagar sus pensamientos y conciliar el sueño.

Los días posteriores fueron extraños.

- Hola, bonita – saludó la rubia a través del teléfono.

- Hola, Albi.

- ¿Qué tal el día?

- Bien, todo bien. Con mucho lío por el viaje – le contó con cierta desgana.

- ¿Pero ya tienes la maleta hecha y todo? ¿A qué hora vienes?

- ¿Vengo a dónde?

- A casa.

- ¿A tu casa? – frunció el ceño la modelo.

- Sí, ¿no? Quedamos en que te quedarías a dormir para compensar estos días que vas a estar fuera…

- Ay, Albi… Es que el vuelo es súper temprano y me sabe mal por ti, que va a ser un follón. Además, ya he avisado de que me pasen a buscar aquí…

- ¿Quieres que vaya yo a tu casa, mejor? – propuso la rubia.

- ¿Y cómo lo hacemos con las llaves? Porque yo las necesito y no quiero echarte a las cinco de la mañana… Es complicado.

- Bueno, pues, da igual – se resignó Alba-. Ya haremos videollamada cuando estés allí.

- Y nos vemos a la vuelta, ¿vale? – apuntó la modelo.

- Con más ganas – aseguró la fotógrafa.

- Con más ganas – repitió la modelo.

- Nat…

- Dime, bonita.

- ¿Seguro que estás bien?

- Sí, sí. Seguro, Albi. Es solo que tengo mucho trabajo y ya sabes que a mí estar volando de aquí para allá ya no me hace tanta gracia. Además, con el frío que hace ahora mismo en Nueva York…

Alba acudió a Marta para gestionar la situación. Con ella, acordó trabajar tanto lo mal que se sentía por el estado de su ex, como por los daños colaterales que habían salpicado a Natalia.

También le explicó a la psicóloga que notaba a la modelo diferente desde el encontronazo con Mimi, que la sentía más distante, más fría.

- En vez de aprovechar la noche para despedirnos, se me puso a hablar del tiempo en Nueva York. Y los días que lleva allí, videollamadas contadas, monosílabos, me pasa fotos en las que casi no se le ve la cara... Que yo sé que hace frío y todo eso pero… Está rarísima, vamos.

Tras poner a Marta al día, le pidió consejo para poder propiciar una conversación que hiciera sentir a la morena lo suficientemente cómoda como para abrirse totalmente con ella.

Por querer protegerme, no se desahoga.

Y algo le pasa.

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