Obligada A Olvidarte © Nueva...

By devilsjdr

2.3M 60.3K 42.1K

«Antes compartiamos recuerdos. Ahora solo formo parte de ellos.» Grace Abrams tenía de todo, sin embargo la a... More

Prólogo | Nueva Versión
1 | Antes lo éramos todo. Ahora no somos nada.
2 | Hazme creer que me odias para olvidarte
3 | Aquel nosotros que prometimos
4 | Tal vez tengamos el mismo apellido, pero no somos iguales
5 | El corazón quiere lo que quiere
6 | Una razón para quedarte
7 | Olvídalo, así como me olvidaste a mi
8 | Los borrachos no mienten y yo todavía te quiero
9 | ¿Hoy si es momento de explicar porqué me dejaste?
10 | Si me amabas... ¿Por qué me dejaste?
11 | Una enorme debilidad

12 | Primera y única norma

56.3K 3.9K 1.9K
By devilsjdr

holaa! dije que haría maratón y aquí está, sorry si son pocos capítulos la próxima serán más

el otro lo subiré en unas horas

Maratón 1/2

GRACE

Controlo la situación lo mejor que puedo y mantengo la vista fija en el papel que tengo delante, obligándome así a no tener que mirar a la persona que parece no querer dejarme tranquila durante la reunión.

El chico que tengo a centímetros no quiere pasar desapercibido. Por lo menos no para mí.

Y lo peor de todo es tener su mirada clavada en mi rostro sin importarle que no estamos solos.

Mierda, no debería haberle ignorado durante lo que llevamos de semana.

Tras varios minutos escuchando la reunión con fingida atención me armo de valor y rompo el contacto cero que me propuse hace justamente una semana. Mis ojos recaen en el rostro del capullo que sonríe disimuladamente al haber conseguido su propósito.

Le fulmino con la mirada, pero lo único que consigo es el roce discreto de su rodilla con la mía. Me sobresalto al instante, llamando la atención de varios, y observo en silencio la sonrisa que se oculta detrás de esos ojos verdes que no dejan de ponerme nerviosa.

Le ignoro e intento seguir la reunión, pero Oliver no me lo pone nada fácil. Quiere que esté pendiente de él y que le haga caso. Tal vez por eso roza su rodilla con la mía en un descuido.

Mi cuerpo se vuelve un matojo de nervios.

Bajo la mano con disimulo para apartar su rodilla, y cuando creo que nada puede ir a peor su mano atrapa la mía llevándola a mi regazo, colocando su mano encima para impedir que la quite. Ni siquiera le miro, le ignoro totalmente mientras mantengo la compostura y ejerzo presión para que me suelte.

No consigo nada.

El roce de su piel con la mía hace que deba contar hasta tres para calmar mi mente, pero parece que esta quiere recordar cada uno de los momentos de la noche que estuvimos juntos: los besos en la terraza y el baño, las caricias y cada toque en mi cuerpo.

Y es que cada vez que me toca el único recuerdo que tengo es el de besarnos bajo la luz de la luna...

—¿Oliver? —los recuerdos se esfuman de golpe.

Oliver echa un vistazo a la persona que llama su atención.

En un abrir y cerrar de ojos vuelve a meterse en el papel de jefe para responder. Y en un descuido alejo su mano de la mía, colocando así mis manos sobre la mesa para que no pueda volver a retenerla. Me llevo cierta mirada de desaprobación por su parte que paso por alto.

Media hora después Jack da por finalizada la reunión.

Recojo mis cosas con rapidez y salgo sin decir ni una palabra. Escucho como alguien me llama pero sigo mi camino hasta llegar a la puerta del despacho. Aleluya.

Al entrar y tratar de cerrar la puerta le veo.

Su pie impide que le cierre la puerta en las narices y empuja la puerta con suavidad para no hacerme daño mientras la sostengo.

—¿Se puede saber a qué ha venido el numerito de hace unos minutos? —dejo las cosas sobre la mesa y me doy la vuelta para enfrentarlo.

Oliver ignora mi pregunta y se acerca con las manos metidas en los bolsillos del pantalón.

—¿Cuánto tiempo más vas a evitarme? —trago saliva.

—No te estoy evitando —intento pasar por su lado y Oliver se interpone—. Son imaginaciones tuyas —desvío la mirada.

—Entonces cómo explicas que siempre que intento hablar contigo huyes dejándome con la palabra en la boca. Sabes muy bien que odio que lo hagan. Y odio aún más que no seas capaz de mirarme a la cara.

Me quedo callada.

—¿Piensas seguir con este estúpido juego? —me encojo de hombros.

Por el bufido que suelta parece que a Oliver no le gusta mi respuesta no verbal. Pero le gusta aún menos que no sea capaz de mirarle directamente.

—Mírame —ordena.

No lo hago.

—Grace, mírame —la orden cambia a una petición más suave.

Dudo unos segundos hasta conseguir fijar mis ojos en los suyos; un verde profundo que no deja de repasar mi rostro.

Por más que Oliver dijera que lo que cometemos no son errores, lo son, y estoy cometiendo muchos desde que volvimos a vernos. Acercarme a él fue un error, pero besarnos es, sin duda alguna, el peor de todos. Y...lo intento. De verdad que lo intento. Pero no puedo hacerlo.

No puedo alejarme de él.

—Estás nerviosa —asegura sin dejar de observarme.

—No estoy nerviosa.

—Tienes razón, estás muy nerviosa. ¿Acaso te pongo así, Lexington? La verdad es que lo entendería —alzo una de las cejas.

—Eso es un poco narcisista de tu parte.

Oliver esboza una sonrisa irónica.

—Y lo dice la chica que el otro día aseguró que tenía sentimientos por ella.

—¿Acaso mentía? —pregunto cruzándome de brazos.

Cuando pienso que no responderá, lo hace.

—No, Grace, no mentías —su posible sinceridad desvanece mi sonrisa.

Quiere que dé importancia a lo que acaba de decir, pero no le daré el gusto de verme afligida.

Suelto un suspiro y continúo sosteniendo su mirada mientras espera a que diga algo. Sé porqué está aquí. He estado huyendo de la conversación con todas mis fuerzas, pero no siempre se puede escapar de todo.

A veces solo se debe enfrentar y esperar a que lo siguiente no sea tan malo como para herirnos.

—¿A qué has venido, Oliver?

—Tenemos que hablar —ya lo creo—. Lo que pasó la semana pasada...

—Lo que pasó no fue más que un desliz por culpa del alcohol —le interrumpo, brusca—. Pensé que había quedado claro.

Mis palabras no parecen ser de su agrado y la tensión en su mandíbula me lo confirma.

—Tienes razón, fue un desliz, pero no culpes al alcohol cuando éramos nosotros los que queríamos que pasara.

—Fue un error, Oliver —le aseguro con un nudo en la garganta—. Dijimos que seríamos amigos, y los amigos no hacen nada de lo que hicimos esa noche. Y... —busco una excusa que sea creíble— ...estaba borracha. Y confundida. No sabía lo que hacía. Ni siquiera quería...

Una risa irónica se escapa de sus labios.

—¿Ni siquiera querías estar conmigo? —asiento y vuelve a reír, seco—. Si mentirte hace que te sientas mejor, adelante, pero yo no fingiré que no quería estar contigo. Porque quería. Y no debería.

Sus ojos clavados en los míos, con las pupilas dilatadas y cada vez más oscuros, hacen que las preguntas salgan a flote en mi cabeza.

Bien dicen que la curiosidad mató al gato, pero prefiero que muera sabiendo la verdad a que pase el resto de su vida en la mayor de las intrigas.

—¿Por qué? —murmuro.

—Porque no estamos hechos para estar juntos.

Golpe bajo.

Una sensación de malestar se extiende por mi pecho.

—Eso no decías hace cuatro años —rebato.

—Éramos unos críos, no sabíamos nada —sonrío débilmente y me doy cuenta de que este no es más que uno de sus métodos de defensa.

Oliver no esperaba que dijera lo que he dicho.

Oliver quería escuchar que no me arrepentía de la noche que pasamos juntos, que disfruté como cuando éramos unos críos. Oliver quiere que vuelva a ser la Grace que cree en su palabra, pero después de todo es... difícil. Parte de mi quiere creerle, pero la otra parte vive con el miedo constante de que sea una más de sus mentiras.

Cuando alguien va en contra de lo que tiene pensado utiliza el pasado para hacer daño.

Porque no quiere que le hagan daño a él.

No de nuevo.

No yo.

—Siempre que las cosas no van como tú quieres haces esto —le enfrento, acercándome—. Dices todas esas cosas esperando que caiga, esperando que responda de la misma forma, pero al ver que las cosas no salen como quieres hieres con el pasado. ¿Me equivoco?

Oliver inspecciona mi rostro con seriedad.

—Haces que pierda los nervios con tanta facilidad... —confiesa y me llena de orgullo haber desmoronado parte del muro que sigue entre nosotros—. Deberías parar, Grace.

Da dos pasos hacia delante.

Doy dos pasos hacia atrás.

—Aléjate de mí —retrocedo poco a poco mientras se aproxima.

Mi espalda choca contra la pared y sus brazos se colocan a ambos lados de mi cabeza, acorralándome. Nuestras respiraciones se mezclan. La punta de su nariz roza la mía.

—¿Vas a besarme? —le pregunto en voz baja cuando mira mis labios.

—¿Es lo que quieres? —susurra, esta vez, mirándome a los ojos.

—Es lo que tú quieres.

Oliver no tarda en romper con la distancia y cierro los ojos cuando su respiración toca la piel de mi cuello. El cosquilleo se expande por mi cuerpo. Sus labios se colocan donde mi pulso se encuentra desatado y la punta de su nariz se pasea lentamente hasta volver a sentir sus labios.

Sonríe sobre mi piel al darse cuenta de lo nerviosa que me pone su cercanía.

—Es lo que queremos los dos —me corrige y deja un casto beso en mi cuello antes de separarse y clavar sus ojos en los míos.

Nos contemplamos en un silencio cargado de diferentes emociones que no somos capaces de expresar y que se arruina por culpa de una llamada entrante.

La tensión que se palpa en el ambiente se esfuma por completo cuando se aleja.

Oliver mete la mano en el bolsillo del pantalón y mira la pantalla del móvil para luego dirigirse a la puerta sin decir ni una sola palabra. Justo cuando la abre, bajo el umbral de esta, se gira un poco para decir:

—Esto no quedará así.

La puerta se cierra de golpe, dejándome atontada por culpa de su cercanía.

Suspiro y llevo una de las manos al cuello; mis dedos cosquillean sobre mi piel y mi cabeza se encarga de rememorar el tacto de sus labios sobre esta. Y... joder, las estúpidas ganas de besarlo vuelven a presentarse.

No puedes pensar en eso.

Lo sé, tenemos una tregua establecida. Solo somos amigos.

No te lo crees ni tú.

No es tan fácil, pero tampoco quiero ser solo una amiga más.

No puedo ser solo la simple amiga que se queda al margen sabiendo que no puede tener a la persona que le gusta solo porque no es lo suficientemente valiente como para dar el primer paso. Pero con Oliver es complicado.

Con él es como pisar un campo lleno de minas; no sabes donde colocar el pie porque a la mínima que cometes un error, todo estalla. Da igual lo bien que vaya todo y los obstáculos que intente evitar, un error puede costar todos los aciertos.

***

La sonrisa con la que llegué al despacho de Jack se desvanece con cada palabra que suelta.

Parece ser que la noticia tan emocionante que tenía preparada es de todo menos emocionante.

—Es broma, ¿verdad? —pregunto, interrumpiendo—. ¿Es algún programa de cámara oculta?

Necesito que diga que sí para poder reírme de la situación e irme cuanto antes.

—Será beneficioso para todos, Grace —asegura el padre de Oliver y niego con la cabeza. Con la mirada pide que entienda su decisión, pero sigo sin comprender en qué ayudará lo que tiene pensado.

¿Beneficioso? Recapitulemos. Oliver y yo discutimos cada que podemos, nos llevamos entre bien y mal y estamos intentando ser... amigos. Tenemos una tregua que va... bien. Más o menos. Pero eso no quita que discutamos sobre cada cosa, a cada rato.

—Ni siquiera nos gustamos —suelto sin pensarlo y los dos parecen sorprenderse.

Uno no tarda en abrir la boca.

—¿Segura? —la persona que tengo a mi lado habla con cierto tono burlón que no me gusta.

De reojo me fijo en la diversión plasmada en su rostro y la sonrisa que aguanta al darse cuenta de que le estoy mirando. Y cuando creo que no todo puede ser peor, llega Oliver a encargarse de que me quede claro de parte de quien está.

Le fulmino con la mirada a lo que responde encogiéndose de hombros.

«Di algo.» Oliver lee mis labios y mira a su padre, quien también parece divertirse con esto.

—¿Qué tan necesario es mentirle a un cliente diciendo que Grace y yo estamos juntos? —me mira como diciendo ¿contenta?

—Os vieron en la gala benéfica. Os ven cada vez que vienen. Y supongo que no querrás hablar del pequeño incidente en la reunión de hoy —Jack oscila la mirada entre Oliver y yo, y me muero de vergüenza—. Los señores Newman dieron por hecho que estábais juntos y aceptaron con la condición de que fuerais vosotros quienes llevarais el proyecto.

—¿Y no crees que era mejor decirles la verdad? —cuestiona su hijo.

—¿Y quedarnos sin proyecto? No, creo que lo que he hecho es lo correcto.

Un gran nudo se forma en mi garganta y trago saliva para que se quite.

—La respuesta es no —digo, decidida. Jack espera—. Y creo que hablo por los dos.

Le doy un manotazo en la pierna por debajo de la mesa y Oliver se digna en mirarme.

Nos miramos fijamente y supongo que mi silencio le ayuda a saber que necesito que apoye mi decisión, pero la pequeña sonrisa que esboza antes de girar la cara hacia su padre hacen que me de cuenta que tenemos ideas bastantes diferentes.

—La verdad... —sostiene mi mirada— ...creo que es buena idea —me da una sonrisa de oreja a oreja—. Nos llevamos muy bien y nos conocemos a fondo —el doble sentido parece pasar desapercibido para su padre. No para mí—. Funcionará —su sonrisa se ensancha cuando intenta agarrar mi mano pero la aparto de golpe.

—Esto tiene que ser una broma —espeto soltando una risotada amarga, exasperada.

—No entiendo porque te pones así. No es como si fuera la primera vez que finges conmigo —reprocha sin sutileza—. Se te dará genial —me guiña un ojo y las ganas de tirarle algo aumentan.

Al ver el ambiente hostil que se forma entre nosotros, Jack interviene.

—Si fingir con Oliver no te parece bien podemos buscar a alguien más.

Vamos entendiéndonos.

—¿Quién sería la otra persona? —pregunto con pizca de curiosidad.

—Lucas. Es un buen amigo de Oliver y creo que...

—De ninguna manera —dice Oliver tajante, levantándose de la silla y colocándose detrás de mí—. Lo haremos. Ella y yo lo haremos —no me da tiempo a rechazar una vez más la propuesta ya que se va dando un portazo.

Me quedo sentada y con miles de preguntas que sé que Jack no responderá.

Me hago una idea de lo que quiere conseguir con esto, pero no es la forma correcta de hacer las cosas. Esto solo parece una pequeña emboscada por parte de Jack y mía. Y lo que menos quiero es que Oliver crea que quiero estar con él a toda costa.

—Funcionará —la seguridad de Jack es admirable. Conoce cómo son las cosas entre su hijo y yo y aún así mantiene la confianza en que todo saldrá bien.

—¿Por qué has hecho esto? —cuestiono con cierta confusión.

—Por el proyecto.

—Sabes que no es solo por eso —apoya los brazos en la mesa, inclinándose hacia delante

—Necesitáis un empujón.

—Pero esta no es la forma, Jack. No saldrá bien.

Una cosa es lo que hemos estado haciendo ahora, fingiendo para nosotros mismos, pero otra cosa es tener que fingir para los demás.

—Del odio al amor hay una fina línea fácil de traspasar.

—Y en medio hay un gran abismo que puede cargarse todo.

Suspira dándose por vencido conmigo.

—Entonces haz que funcione, Grace. Y haz que no se arrepientan de habernos escogido. Los dos sois capaces de mucho, tenéis las capacidades necesarias para sacar el proyecto adelante.

—No sé si recuerdas que solo soy la asistente de tu hijo —Jack sacude la cabeza negando.

—He visto en lo que has trabajado con Oliver y las buenas ideas que has aportado. Y fue él quien me pidió que formaras parte de los próximos proyectos —lo que dice me sorprende más de lo que debería—. Él ha visto algo en ti, Grace. Oliver siempre vio cosas en ti que ni tú eras capaz de ver.

—Nunca he trabajado en nada parecido.

—Siempre hay una primera vez —una llamada nos interrumpe.

Jack responde y me sonríe mientras habla.

Pocos segundos después cuelga la llamada. Oliver me espera en su despacho. Jack me dice algo que no consigo procesar ya que mi cabeza empieza a crear escenarios de lo que pasará dentro de nada. Le doy una sonrisa al despedirnos y recorro los metros que separan el despacho de Jack con el de Oliver.

Respiro hondo antes de tocar la puerta y esperar.

—Adelante —escucho su voz al otro lado.

Lo primero que veo al entrar es el semblante serio de Oliver. Tal vez debería irme. Sí, creo...

—Siéntate —me pide e imagino el peor de los escenarios. ¿Habrá cambiado de opinión?

Su mirada penetrante hace que me sienta pequeña, pero mantengo la cabeza alta y segura.

—Espero que no te ilusiones después de lo que acaba de pasar —suelta apenas me siento.

—Que nos hayamos besado y que hayamos hecho...cosas —me contempla con pizca de diversión en la mirada— no significa que vaya a enamorarme de ti de la noche a la mañana. Las personas se besan sintiendo entre todo y nada. Así que no te equivoques.

Mi respuesta parece hacerle gracia.

—¿Ah, sí? Bien. Entonces... ¿qué pasaría si besara a otra? —sonrío con indiferencia clara—. ¿Qué pasaría si busco a alguien más? —me encojo de hombros restándole importancia.

—Eres libre de besarte y acostarte con quien quieras, así como lo soy yo. Sin reproches.

Oliver se inclina hacia delante apoyando los brazos sobre la mesa en un intento de intimidación. No me inmuto.

Me mantengo indiferente ante la situación aunque por dentro quiera salir de aquí por la asfixia que esto me genera.

—Retira lo que has dicho —dice, esta vez con molestia en la voz.

—¿Celoso? —le pregunto junto a una enorme satisfacción.

Sonríe con suficiencia, como si no le afectara lo que he dicho, pero la crispación en su rostro deja bastante claro que no le parece tan divertido como a mi.

—Nada de besos ni sexo con extraños; podremos conocer gente, pero no podremos sobrepasar los límites. Primera y única norma que habrá en esta relación falsa.

—¿Quieres que seamos exclusivos? —frunzo el ceño manteniendo una ligera sonrisa—. Eso es bastante egoísta de tu parte, Lewis.

—Me gusta que no toquen lo que es mío, Lexington.

Suelto una carcajada al escuchar lo que dice y Oliver se recuesta en la silla, observando.

Cuando dejo de reír me fijo en que Oliver en ningún momento pierde la pequeña sonrisa que se forma en su rostro.

—Lo que acabas de decir me parece tan ridículo —expreso—. Creo que ha quedado bastante claro que lo que tengamos a partir de ahora será falso.

Oliver pasa por alto mi comentario.

—A partir de ahora llegaremos y saldremos juntos de la empresa. Te llevaré a casa si hace falta —ahogo una risa mientras escucho las tonterías que dice—. Si queremos que esto parezca real haremos que sea real. 

—Ni siquiera me has preguntado si esto es lo que quiero.

Sin mediar palabra se levanta hasta colocarse detrás mío.

Coloca las manos sobre mis hombros y se agacha hasta quedar a mi altura justo para susurrar:

—Sé que esto es justamente lo que quieres —aparto sus manos y me levanto para poner espacio. Me gira sosteniéndome de la muñeca—. Por eso quiero recordarte que esto es una mentira. Cada beso, cada caricia... —roza mi mejilla con la yema de sus dedos—. Cada vez que diga te quiero, será una mentira —baja hasta delinear mi clavícula.

Me suelto de su agarre y le empujo lo suficiente como para alejarlo.

—Más te vale mantener las manos lejos de mí.

Su risa burlona hace que quiera tirarle una maceta a la cabeza.

—No es eso lo que pedías hace una semana —aprieta ligeramente el costado de mi cuerpo y le doy un manotazo ganando una risotada de su parte.

—Te odio, Oliver Lewis —digo con exasperación.

—No más que yo, Grace Lexington.

—¿Sabes? Esto sería mucho más fácil si aceptaras de una vez que sigues enamorado de mi.

—Prefiero que seas tú la primera que lo haga —noto la aceleración de mi pulso cuando sus dedos rozan los míos en un descuido—. Cambia esa cara de odio y finge que me quieres. Aunque, bueno, eso no será muy difícil, ¿verdad?

Maldito narcisista.

Lo peor de todo es que tiene razón.

***

Lo que creía que sería una cena incómoda termina siendo todo lo contrario.

Tanto Oliver como yo nos esforzamos en fingir bastante. Estoy segura que se han tragado lo de la falsa relación que tenemos. Solo hace falta ver lo animada que está la señora Newman con cada uno de los detalles que explicamos cada que nos preguntan sobre la relación.

Al principio intenté mantener distancias con Oliver, pero se ve que no teníamos lo mismo en mente.

Mientras más me alejaba más se acercaba él.

—Entonces... —su mirada oscila entre Oliver y yo—. ¿Cuánto tiempo lleváis juntos?

Giro la cabeza para mirar a Oliver y sonreírle esperando su respuesta.

Esta no se hace esperar.

—Meses —hace una pausa— que parecen años. Cuatro en concreto.

Mi corazón se agita.

—¿Cuatro? —pregunta, confuso—. ¿Por qué cuatro?

—Buena pregunta —aparta la mirada y les sonríe—. Cosas nuestras, nadie lo entendería.

Parece ser que Oliver se da cuenta de lo nerviosa que me he puesto de un momento a otro y termina colocando su mano sobre la mía, calmandome. No hace falta que le mire para agradecerle ya que da un ligero apretón que le devuelvo.

La conversación sigue el curso normal hasta que las preguntas sobre nuestra "relación" vuelven.

—¿Y por qué no lo habéis hecho oficial? —parece ser que la señora Newman quiere saber todo.

—No queremos mezclar el trabajo con lo personal, ¿verdad, cielo?

El martilleo en mi pecho es cada vez mayor.

¿Cielo? ¿En serio? 

Trato de evitar su mirada. Lo consigo.

—Nos gusta la privacidad —añado, dando por finalizado el pequeño interrogatorio.

La cena sigue sin problemas.

Parece que los Newman se han creído la farsa. Normal. Mi querido novio se ha dedicado a tacharme de cursi, cosa que le he devuelto el doble. Al final parece que los dos somos unos cursis de cojones.

El tiempo pasa volando.

Cuando menos lo espero pedimos la cuenta y, mientras tanto, nos ponemos a hablar sobre el tema importante de la noche: el proyecto.

Nos explican qué es lo que quieren. Apunto cada detalle que me parece importante y escucho con atención para no pasar nada por alto. De pronto, la pantalla de mi móvil se ilumina sobre la mesa.

Me disculpo antes de responder la llamada y me alejo un poco para no molestar.

—¿Max? —digo apenas respondo.

—Dios perdóname por la frase de madre que diré a continuación —hace una pausa—. Grace, si yo no llamo tú seguirías sin hacerlo —el tono de molestia fingida me hace reír—. Mucho reírte y poco pedir disculpas.

—Sabes que te quiero mucho —respondo entre risas.

—El chantaje emocional no sirve conmigo. Te estás olvidando de tu mejor amigo, ¿crees que eso es de una buena mejor amiga? —sorbe la nariz y vuelvo a reír.

—Deja de fingir.

—Eres cruel, ¿Te lo han dicho antes?

Río.

—Deja el drama y escúchame, estoy en una cena con unos clientes y no tengo mucho tiempo —se escucha un bufido al otro lado—. Tengo muchas cosas que contarte, Max.

—Y estás tardando en contarlas, Abrams.

—Bien, ¿Recuerdas que te dije que le conté la verdad a Oliver?

—Como para olvidarlo.

—Pues...establecimos una tregua hace una semana y ese mismo día terminé en su casa. Una cosa llevó a la otra y terminamos borrachos. Él... me besó y yo le devolví el beso. Y... bueno, puedes imaginar el resto.

—¿Una semana? ¿Ha pasado una semana y no me has dicho nada? —me reprocha—. Te mataré cuando nos veamos, pero por ahora... ¡Por fin! —exclama eufórico.

Aparto el aparato para que sus gritos no me dejen sorda.

—¡Por fin! ¡Por fin!—sigue gritando feliz —. ¡¿Cuándo podré conocer a mi cuñado?!

Se me escapa una carcajada. Rápidamente llevo la mano a la boca, pero es tarde cuando de reojo me doy cuenta de que varias personas miran hacia donde me encuentro, incluida la pareja y Oliver.

—¡Pero si le tienes miedo!

—No, no es miedo, pero valoro mi vida y sería bueno que se enterase que no soy competencia para él —explica —. Soy mil veces mejor y no has sabido valorarlo —suelta y yo no aguanto la risa.

—Te daré la razón porque Oliver no me da motivos suficientes como para elegirlo —bromeo a lo que él ríe.

Su risa cesa para decir:

—Grace, sé que no es el momento pero... ¿Sabe lo de Bruce?

—No, y no creo que se lo diga.

—Estás cometiendo un error. Lo sabes, ¿no? Merece saber la verdad. Estoy seguro que podría ayudarte a acabar con ese —dice de forma despectiva—. Tal vez si...

—Le pedí dinero a su padre, Max —le recuerdo—. Y no puedo meterle a él cuando fue por él por quien mentí para dejarlo a un lado de toda esta mierda de Bruce.

—Piénsalo. Es mejor que se entere por ti antes de que se entere por otros y te tache de mentirosa, otra vez.

Termino dándole la razón.

Max se despide cuando Liam le llama y me despido asegurándole que mañana nos veremos.

Vuelvo con nuestros clientes y con Oliver y me incorporo a la conversación con rapidez. Este último me pregunta si estoy bien a lo que asiento dándole una sonrisa.

Al traernos la cuenta y ser nosotros quien pagamos nos levantamos para despedirnos de los señores Newman.

Y antes de irse, la señora se gira para dirigirse a mi.

—¿Qué flores son tus favoritas? —La pregunta me toma por sorpresa, pero hace que sonría.

No lo pienso dos veces.

—Los tulipanes.

La señora Newman parece satisfecha. Ambos se marchan dejándonos solos en medio del restaurante. Me dejo caer en la silla y poso mis ojos en las increíbles vistas que hay desde lo alto del edificio.

Oliver se sienta delante.

—Creí que eran las rosas —confiesa, también mirando por el enorme cristal.

—Antes lo eran —me presta atención—. Pero los tulipanes tienen algo difícil de explicar. Deberías saberlo, cielo.

Una carcajada brota de su garganta.

—No hace falta que finjas que te disgusta que te haya llamado así —desabotona los primeros botones de la camisa blanca que se esconde bajo el traje negro de Dior.

La seguridad que tiene encima hace que le envidie.

—¿Se puede saber cómo soportaré esta situación? Me irritas, Lewis.

—Deja de mentir, princesa.

Le fulmino con la mirada y el sonido de su risa inunda mis oídos.

—Eres insoportable.

—Me adoras. Admítelo —ruedo los ojos y me levanto dejándole solo en la mesa.

Oliver no tarda en colocarse a mi lado en silencio, esperando el ascensor.

Bajamos y caminamos hacia el aparcamiento. Solo son metros los que me separan del coche de Oliver pero opto por ir hacia el otro lado para pedir un taxi.

Ni siquiera doy dos pasos cuando Oliver me toma de la muñeca y me gira para volver a su coche.

—Debes darme los papeles que tienes en casa —me recuerda y me pego mentalmente al haberlo olvidado—. Será más fácil si te llevo... o si te parece mejor podemos ir a un bar que hay por aquí cerca.

¿Para que pase lo de la última vez? No, gracias.

—Lo único que quiero es perderte de vista —Oliver sonríe—. Esto de tener que verte cada día me volverá loca y no...

—¿Qué dices que me quieres? —dice alto y claro, ensanchando la sonrisa; sus ojos destellan diversión. Toca el costado de mi cuerpo, juguetón, y le aparto de un manotazo—. Que romántica estás hoy.

Frunzo el ceño al no entender lo que hace.

—Estás loco —le aseguro.

Intento abrir la puerta del coche pero Oliver me lo impide llamando mi atención para agarrar mi cara entre sus manos. Subo las mías para quitar las suyas pero me detengo cuando se acerca para darme un beso en la comisura de mis labios.

—¿Quieres que te golpee? —le amenazo.

—Nos están mirando —murmura entre dientes, bajito. Con su cabeza señala disimuladamente hacia un lado y por el rabillo del ojo me doy cuenta de que tiene razón.

Los señores Newman nos observan junto a una expresión que no logro descifrar.

—Abrázame —su orden me hace reír, pero parece que no está bromeando—. Tiene que parecer real, ¿recuerdas? —asiento rechistando entre dientes y cedo a lo que pide.

Rompo la distancia y paso los brazos alrededor de su cintura apoyando la mejilla sobre su pecho. Para estar tan seguro hace unos segundos duda en abrazarme, pero lo hace.

Y apenas sus brazos se cierran en torno a mi cuerpo su mano acaricia mi espalda con suavidad y me presiona contra él, acercándome.

El cosquilleo de siempre recorre mi cuerpo de pies a cabeza y me obligo a no cerrar los ojos. Mucho menos aspirar su aroma porque sé que estaría perdida. No sé si Oliver también. Sabe ocultar sus emociones mil veces mejor que yo. Ni siquiera noto si sus latidos están acelerados. Puede que sea por estar absorta en el momento.

La curiosidad por saber qué está pasando por su cabeza me carcome pero lo dejo pasar.

—¿Se han ido ya? —le pregunto luego de unos minutos, alzando la mirada y chocando con la suya. Oliver se mantiene en silencio—. ¿Cuánto tiempo más debemos estar así? —insisto.

—Te recuerdo que años atrás disfrutabas con esto —¿Hoy es el día de las indirectas?

—Años atrás significaba algo —contraataco.

—¿Y ahora qué significa?

—Nada —asiente junto a una sonrisa que parece de todo menos burlesca y deshace el abrazo.

No parece afectado, o por lo menos no lo demuestra, pero... No puede mirarme así. Aunque no lo sepa su mirada transmite mucho más que el resto de sus facciones, y lo que veo ahora mismo no es lo que quiero.

—Podrías haberme avisado —protesto al darme cuenta que solo quedamos nosotros dos en el aparcamiento.

Abro la puerta del coche. Su voz me detiene.

—¿Y perderme uno de tus abrazos? Yo creo que no —contesta, y al hacer contacto visual me percato de la pequeña sonrisa en su cara. Ruedo los ojos y su carcajada mientras rodea el coche me hace sonreír.

Ojalá siempre fuéramos así.

***

La fachada del edificio se abre ante mis ojos y una ligera opresión en el pecho se forma al quitarme el cinturón y bajar del coche. Fuera me fijo en un coche que conozco a la perfección.

—¿Necesitas que te acompañe? —pregunta Oliver después de bajar la ventanilla del copiloto.

Miro en su dirección y niego.

—Será rápido —le aseguro con una fingida sonrisa.

Al darme la vuelta respiro hondo y camino hacia el interior del edificio.

Sostengo el bolso con fuerza mientras pulso el botón del ascensor y miro a ambos lados buscando algún rastro. Cuando las puertas se abren y diviso la entrada al piso saco las llaves con cuidado de no hacer ruido. Al dar la primera vuelta a la llave cierro los ojos para tranquilizarme.

Empujo la puerta y dejo las llaves sobre la mesita del recibidor.

Bruce Lexington se encuentra en medio del salón con la vista puesta en unos retratos y con algo en la mano. Doy varios pasos, acercándome, y sonríe como si no me hubiera visto en años.

—¿No tienes ninguna foto conmigo? —pregunta, curioso, y la rabia crece a pasos agigantados.

—¿Qué haces aquí? —logro decir quitándole la fotografía que sostiene.

—Quería ver que tal estabas, pero viendo con quien has llegado deduzco que muy bien —señala la ventana—. ¿Oliver Lewis? ¿En serio?

Una pesadez se planta en el fondo de mi estómago.

—¿Qué haces aquí? —repito con fingida calma—. No me trago el cuento de padre preocupado.

—¿Desde cuándo sales con él? —me cruzo de brazos.

—No pienso responder nada que tenga que ver con mi vida privada.

Suelta una carcajada.

—Así que te acuestas con tu jefe —comenta burlesco—. Lo que hay que hacer para conservar el trabajo —se ríe—. ¿Sabe sobre tu pequeño secreto? —dice de pronto.

Frunzo el ceño, confusa.

—¿De qué estás hablando?

La sonrisa que se forma en su cara eriza mi piel. Es oscura y desprende maldad por todos lados.

—¿Qué pasó hace dos años, Grace? —sus palabras caen como un jarro de agua fría.

El sudor frío cubre parte de mi cuerpo.

Mi piel empieza a picar y el pecho se me oprime. Siento náuseas. Las imágenes de aquel día tratan de salir a la luz para revivir lo ocurrido, pero logro dejar la mente en blanco hasta que Bruce se encarga de joderlo.

Al ver que no respondo, añade:

—¿Quieres que te refresque la memoria? —niego pero sigue hablando —. Tú, la cárcel y el chico.

De un momento a otro su voz se vuelve lejana.

Habla pero no consigo escuchar lo que dice. El malestar se apodera de mí y la opresión en el pecho se intensifica. Cierro las manos intentando que el temblor cese y termino llevando una de estas a mi pecho. Es como si no pudiera respirar y el miedo me impide pensar con claridad. Mis ojos se llenan de lágrimas al volver a revivir la misma sensación de años atrás y el boom de los latidos del corazón se aceleran con cada segundo que pasa.

Bruce parece darse cuenta de que algo no va bien e intenta acercarse.

—Tú no sabes nada —logro decir.

—Te recuerdo que soy tu padre. Sé cada cosa que pasa en tu vida.

Empiezo a negar, a alejarme de él, pero me agarra de las muñecas en un descuido.

Ni siquiera forcejeo. Dejo que me siente en el sofá más cercano. Se pone de cuclillas. Mientras, sigo temblando. Inhalo profundamente y exhaló poco a poco. El temblor en mis manos continúa y me asusta no poder pararlo.

A Bruce parece no importarle tanto mi estado.

—Es a él a quién le sacas el dinero —afirma—. Parece que no te das cuenta. Grace, no eres más que un capricho estúpido de un niñato. ¿Crees que seguirá contigo cuando descubra la verdad?

La primera lágrima no tarda en descender por mi mejilla.

—Conozco a los niñatos como él. No serás más que un pasatiempo que utilizará y olvidará cuando se canse —la crudeza de sus palabras quema mi pecho.

—No vayas por ahí —le advierto con la voz temblorosa.

—Nadie puede querer a alguien como tú.

Otra vez esas palabras. Las mismas que utilizaba cuando todavía vivía con él. Las mismas jodidas palabras que me atormentaban cada noche y que me hacían sentir insuficiente conmigo misma.

—Necesito que te vayas —digo con las ideas un poco más claras. Me levanto de sopetón y me alejo de él todo lo que puedo. Siento las piernas flaquear, pero me mantengo firme en el sitio—. Vete o te juro que la próxima vez no te llegará un sobre con dinero sino una orden de alejamiento.

—No te recomiendo que lo hagas. Sabes lo que pasó la última vez que lo intentaste.

—Fuera —levanto la voz, irritada—. ¡Fuera! —grito al ver como da varios pasos hacia mi.

—No podrás librarte de mí tan fácilmente —me asegura amenazante—. Seguiré esperando el dinero de este mes.

En un intento por despedirse termino lanzando uno de los jarrones que logro alcanzar e impido que se acerque. Las lágrimas se acumulan en mis ojos y se deslizan por mis mejillas sin cesar. Dios, que patética me siento ahora mismo.

Bruce mira al suelo y sonríe con aire triunfante al haber acabado con mi paciencia.

Da media vuelta y desaparece por la puerta.

Me dejo caer en uno de los sillones que hay a un lado de la ventana y sostengo mi rostro entre las manos, llena de rabia e impotencia al no poder hacer nada. Me siento completamente inútil al no haber podido manejar la situación como debería. Supongo que el ataque de pánico no ha ayudado.

Aún con cierto temblor en el cuerpo me levanto al escuchar el móvil sonar.

—¿Necesitas que te ayude? No me importaría subir —la voz de Oliver me tranquiliza un poco. Escuchar una voz conocida después de lo ocurrido reconforta.

—Los he encontrado, pero no creo que...

—Grace, ¿estás bien? —su ligera preocupación me hace sonreír.

—Yo...no me encuentro muy bien —miento y parece no darse cuenta—. Y mi mejor amigo está aquí, se quedará cuidándome. Hace mucho que no nos vemos y me gustaría pasar tiempo con él —le explico con desgana.

Oliver se queda callado durante unos segundos.

—Sabes que si pasa algo puedes contármelo, ¿verdad? —no te preocupes por mí, no lo merezco.

—Lo sé, pero no hay nada que contar —rio, suavemente.

—Está bien. Sin presiones —Te necesito—. Buenas noches, Grace.

—Buenas noches, Oliver.

Finalizo la llamada y dejo el móvil a un lado.

El silencio vuelve a inundar cada uno de los rincones del salón y me levanto del sofá para acercarme a la ventana. Las luces del coche de Oliver se encienden y le veo acelerar hasta desaparecer de mi campo visual.

Vuelvo al sofá y me acuesto mientras un sollozo se escapa de mis labios.

Desearía ser lo suficientemente fuerte como para enfrentar mis problemas. Pero no lo soy.

No puedo ser fuerte cuando el mundo se me viene encima constantemente. Es como si una avalancha cayera sobre mí y no pudiera salir; busco una salida con desesperación, asfixiándome, pero no la encuentro. Y por más que me esfuerce nunca veo la luz y las piedras se acumulan una tras otra. Puede que algunos lo consigan. Otros en cambio no corren con la misma suerte.

Y quizá lo que dicen sea verdad.

Quizá no todo tenga salida. 

OLIVER

Grace cuelga la llamada y me quedo con un sabor amargo en la boca. Quería estar con ella, pasar la noche como hemos estado haciendo desde antes que empezara a evitarme.

Con Grace no me siento solo.

Estaba tan acostumbrado a la soledad que desde que llego ella ni siquiera la echo de menos.

Su presencia hace que deje de darle tantas vueltas a las cosas y hace que todo sea un poco más fácil. Y eso me gusta. La sencillez de la vida a su lado. Sin complicaciones. Dejando a un lado los problemas que tenga y nuestros encontronazos, claro.

Enciendo el coche para marcharme pero alguien llama mi atención.

Bruce Lexington.

Todo de negro y pasando desaparcibido entra en un coche aparcado a pocos metros de la entrada del edificio. Parece que no me ha visto, y si lo ha hecho lo ha pasado por alto. Me quedo ahí hasta que pierdo de vista el coche.

¿Qué estaba haciendo aquí? ¿Acaso él...? Joder.

—¿Me has mentido, Grace? 

La confianza que creía reforzada se resquebraja al descubrir que posiblemente lo haya hecho.

En parte entendería que quisiera enfrentarse sola a su padre, pero no puedo dejar que lo haga después de las cosas que me ha contado. No puedo ni imaginar lo que es capaz de hacerle con tal de salirse con la suya. Estaba aquí para hacerle daño, eso está claro. No sé con qué pero ha sido suficiente para que no quiera volver conmigo.

¿Tal vez sabe sobre ti?

Lo dudo bastante. Bruce no tiene las neuronas suficientes como para atar cabos. Es una persona que solo ve por su propio bienestar y por tener la mayor cantidad de dinero posible.

Joder, esto es una mierda.

Si Grace me está ocultando algo...

¿Y tú no le ocultas cosas?

Cállate.

¿La venganza sigue en pie, verdad?

Mierda. No sé, no tengo ni puta idea.

La parte racional dice que debo parar, que debo dejar de ser un puto capullo que intenta herirla. En cambio, la parte sentimental quiere que siga, quiere que sienta lo que sentí durante cuatro años. Y por mucho que la verdad haya salido a la luz yo...necesito hacerlo.

Soy un capullo de cojones, lo sé.

Pero al ver a Bruce sé que hay una cosa que tengo bastante clara: no dejaré que le haga daño a Grace. 

Bueeeno, cuanta contradicción por parte de Oliver. ¿Qué te ha parecido el capítulo?

Podemos comentar que tal el capítulo en IG o Twitter: kerirmz

No olvides votar y comentar :)

Nos leemos pronto <3

Continue Reading

You'll Also Like

104K 7.5K 22
[SEGUNDO LIBRO] Segundo libro de la Duología [Dominantes] Damon. Él hombre que era frío y calculador. Ese hombre, desapareció. O al menos lo hace cu...
456K 35.3K 54
El mundo da un vuelco cuando la primer mujer en la Fórmula 1 se hace presente en el Paddock. Camille Watson, hija del gran piloto de la F1 tendrá que...
Queen By Liz

Romance

59.4K 3K 26
Libro de Eva Muñoz