Lo que el hielo ocultó

By gabyaqua

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Roger Bernard es cirujano, un hombre atento, tranquilo, y que para sorpresa de Lauren, vive casi al frente de... More

LHO
Nubes negras
Lo que el hielo ocultó: Intriga
Lo que el hielo ocultó: preocupa.
Lo que el hielo ocultó: hace creer (Él era para mi)
Lo que el hielo ocultó: (ahoga) Llegar al fondo... y despues ahogarme.
Lo que el hielo ocultó: ilusiona.
Lo que el hielo ocultó: invita.
Lo que el hielo ocultó: provoca.
Lo que el hielo ocultó: descubre.
Lo que el hielo ocultó: persuade.
Lo que el hielo ocultó: avergüenza
Lo que el hielo ocultó: asusta.
Lo que el hielo oculto: advierte.
Lo que el hielo ocultó: aturde.
Lo que el hielo ocultó: embosca.
Lo que el hielo ocultó: golpea.
Lo que el hielo ocultó: traiciona.
Lo que el hielo ocultó: lastima.
Lo que el hielo ocultó: te marca.
Lo que el hielo ocultó: recuerda.
Lo que el hielo ocultó: alumbra.
Segunda parte: 22 Lo que el hielo ocultó
Lo que el hielo ocultó: prueba la vida.
Lo que el hielo ocultó: cuestiona.
Lo que el hielo ocultó: cambia.
Lo que el hielo ocultó: trae recuerdos.
Lo que el hielo ocultó: miente.
Lo que el hielo ocultó: sale a la luz.
Lo que el hielo ocultó: aísla.
Lo que el hielo ocultó: Espera.
Lo que el hielo ocultó: "Supone"
Lo que el hielo ocultó: Prohíbe.
Un largo quizá
Hola, aviso.
El final; comentarios

Lo que el hielo ocultó: convence

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By gabyaqua

Capítulo 12

Lo que el hielo ocultó: convence

Existía cierta tensión entre nosotros dos desde que habíamos hablado de mi vida íntima en aquel puente. Nos dejamos de juntar por unos días y, después, en nuestra siguiente cita, había cierta incomodidad, cierta pesadez en el aire, que aunque se hablara, el hielo no se rompía.

Recuerdo que esa noche lloré un poco. Había un tabú entre nuestra relación, y aunque joven y efímera, me encantaba, no quería que todo acabara allí solo por temor a dar otro paso.

Lo que más me angustiaba no era eso, sino el hecho de que a Roger parecía no importarle si nuestra relación se quedaba así, si se desvanecía en el aire.

Pienso ahora: todavía en ese punto había retroceso, todavía podía huir de él. Más, si ahora esa opción me parece la mejor, en ese momento de mi vida parecía la peor. Yo no quería dejar a Roger. Yo sí quería estar con Roger. Así que, en vez de esperar su invitación a una próxima cita, lo invité yo.

Después de cenar, volvíamos a casa temprano.

Le dije—: ¿No sientes eso?

—¿Qué? —Me preguntó.

—¿No te gusto?

—¿Qué?, ¿piensas que yo saldría contigo si no me gustaras?

Suspiré.

—No lo sé. Pero parece que después de que te diste cuenta de lo que hablamos la semana pasada has perdido interés en mí.

—No he perdido interés en ti. Te estoy dando tu tiempo, no quiero forzarte a cosas que no quieras Lauren, después de todo, estás empezando a vivir.

—Ah. —Acordé, asintiendo.

—Si no quieres liarte con alguien de mi edad, te comprendo. Estoy siguiendo tu juego despacio, cuando me adelanto pasan cosas como la que ya han pasado.

—Si yo no quisiera hacer algo te lo diría. Como ahora te estoy diciendo que sí, que estoy lista. —Nos quedamos en silencio, estábamos llegando a casa—. ¿Tú que pensaste cuando me viste por primera vez?

—Que sería asombroso poder estar contigo.

Mi corazón latió muy rápido.

—¿Y después?

—Que de seguro eras menor de edad porque andabas con tu mamá.

—Yo pensé que tú eras de ensueño —susurré.

—Me alegra que yo te guste, porque tú, Lauren, me gustas, y si tenía dudas, ese día en Baviera lo afirmó todo.

—¿Por qué no matas ya esas ganas?

—Porque no creo que tú quieras. —Justo en ese momento estábamos a cinco cuadras de mi casa.

—Por favor, sí quiero.

Y se devolvió. Fuimos a la habitación principal del pent-house. Le pregunté cuál era su parte favorita de mi cuerpo justo antes de que me desnudara, me dijo que mis caderas. Yo le dije a él que sus ojos, y traté de mirarlos todo el tiempo cuando tuve un poco de pánico.

Hay algo mágico en mi primera vez con Roger, creo que lo fue porque fue el último hombre que me tocó, y tal vez el primero, tomando en cuenta que mi primera vez había sido un intento fallido, y la otra vez había sido aún más fallido.

No sé qué era. Sabía tocar, sabía besar. Fue meticuloso, le gustaba las cosas calculadas.

Me entregué, no sé si él se entregó a mí. Allí sin ropa estaba completamente a la intemperie, sentía que él podía ver mis sentimientos e incluso tocarlos, pero no me sentí de la misma forma sobre él.

Me desperté con una sábana cubriendo de mi cintura hacia abajo. No reaccioné enseguida hasta que me levanté. Tenía a Roger en la mente y todas las cosas que me había hecho y yo había disfrutado. Antes de sonreír me tapé la cara, que maravilla, pensaba, de esto me perdía. Esto era lo que faltaba.

Roger tenía razón; yo empezaba a vivir. Para mi tener sexo era algo nuevo y maravilloso, para él tal vez era satisfacer una necesidad o una simple rutina. A la verdad, no podría juzgarlo, ¿Cómo saber si en verdad me quería? Tal vez sí. Tal vez sí me hacia el amor cuando nos acostábamos.

Sonreí.

Después me levanté.

Lo busqué en todo el departamento.

No lo encontré.

Pasé a vestirme, aunque primero me quería dar un baño. Por alguna razón, para mi ducharme sola en ese pent-house no era una buena idea.

Me sentí mal. Un dolor de cabeza comenzó a tomar protagonismo y ya ni siquiera podía pensar en él y en la forma en que se había ido.

Realmente quería despertar junto a él.

Enterré mi cabeza en mis manos mientras me regañaba a mí misma. Las imágenes en mi cabeza me enfermaban, esas imágenes iban arraigadas a las palabras de mi mamá: él solo quiere acostarse contigo, después te dejará.

Si Roger me hacía eso nunca lo perdonaría, pero pensándolo bien, hubiese sido lo mejor. Que me hubiese dejado de verdad.

Bajé en el ascensor hasta el último piso, no al subterráneo porque no tenía vehículo para salir por allí. Me abrazaba a mí misma cuando un portero me llamó. Volteé a mirarlo.

—¿A mí me llama?

Asintió.

—¿Dígame?

—El doctor Bernard le dejó esto. —Me pasó un sobre blanco.

Y yo lo abrí delante de él para después avergonzarme por su contenido. Era dinero, un par de euros. Un papel blanco cayó a mis pies.

«Para el taxi» en una grafía perfecta.

Sentí ganas de vomitar. Me di vuelta y salí del condominio con la mirada del portero a mi espalda. Por su mirada cuando me dió el sobre seguro pensó que yo era una de las zorras de Roger, que él hacia eso con todas, las llevaba a su pent-house, tenía sexo con ellas, y después de hacerlas sentir en la cama como las reinas del mundo, las abandonaba, y les pagaba mal; solo con un pasaje de taxi.

Caminé por la acera, abrazándome de nuevo. Quería borrar a Roger de mi existencia y él todavía no me había hecho nada.

Estaba pensando que cuando lo viera, rompería con él, si es que el sobre con dinero y el que me haya abandonado no significaba eso.

«Solo había sido sexo Lauren» me lo repetía. Para mí era mucho más. Yo creía que las historias de amor eran todas como un cuento de hadas, por eso me encontraba regañándome en voz alta, en portugués, así las personas no entendían que me estaba llamando ilusa y tonta en voz alta a mí misma.

Una maldición se escapó de mis labios después de recordar algo, eché la cabeza hacia atrás, mirando hacia el cielo, Roger Bernard nunca se detuvo a nada.

Me encontraba sentada en los escalones del departamento de Rosemary esperando su llegada, un poco nerviosa, sin saber claramente lo que le diría.

No fui a la escuela esa mañana, y tenía mi celular apagado porque las llamadas de mi mamá me ponían más nerviosa. Estaba cabeceando del sueño, porque después de haberme acostado con Roger no me dormí al instante, y había sido muy tarde.

—¿Lauren, qué le pasó?

—Nada. —Me levanté de las escaleras—. Bueno, algo, sí, necesito que me lleves a una farmacia, es que no quiero ir sola.

—Claro, —Se me acercó con el ceño fruncido—, ¿le ocurre algo grave?

—No. —Bajamos a la acera, ella aún estaba con el uniforme—, ¿Qué tal si subes y te cambias el uniforme? No quiero que nos vayan a juzgar solo porque estás uniformada.

—Claro.

Cuando estuvimos dentro del departamento, ella salió de la habitación poniéndose un abrigo encima de su suerte de lana. —¿Qué vamos a comprar?

—La pastilla para el día después.

—¡Lo hiciste con mi hermano menor! —Se sorprendió.

—¿Tu hermano menor? —repliqué confundida—, no, Rose... yo...

—Yo sabía que entre ustedes había algo, los vi besarse cuando estuvimos en los lares del parque...

—No Rosemary, no me acosté con tu hermano.

—Debería usar la inyección, yo la utilizo y no tengo problemas con Vladi.

Me pasé la mano por la cara.

—Está bien Rosemary, pero anoche tuve, bueno, ya sabes, sin protección. Y él se vino en mi... tú también sabes ya, temo quedar embarazada, ¿entiendes?

Rosemary frunció el ceño y se sentó a mi lado en el sofá, yo me levanté al instante.

—Si no fue con mi hermano, ¿con quién fue?, ¿no eran ustedes novios? —Me miraba con duda.

—No, solo somos amigos.

—Pero él la besa en la boca cuando le ve, —Se quedó mirando al piso de madera ahora—, lo pondrá muy mal saber que su relación no existe.

Yo la miraba con las cejas entrecerradas.

—En serio me urge Rosemary, ¿podemos irnos ahora?

—Claro. —Se levantó.

En el camino iba en silencio. Aunque yo sabía que quería preguntar algo. Cuando exhaló pesadamente y me miró supe que ahí venía su pregunta.

—No piense que soy entrometida, ¿pero con quien se acostó Lauren?

—No es lo importante. —Me toqué el estómago, mientras entrábamos a la farmacia.

Tenía nauseas en la mañana, pero no era síntoma de embarazo o de una mala comida al cenar, tampoco sé si se trataba de un malestar real. Más bien creo que mi cuerpo inconscientemente me avisaba de que algo no muy bueno podría ocurrirme si me levantaba de la cama, y tal vez estuviera influenciada en el hecho de que estaba cansada, y de que aún no había hablado con Roger después de nuestro momento íntimo. Temí que todo hubiera acabado tan rápido, ¿todo se trataba de acostarnos y dejarnos? Ese no era mi concepto al decirle que le quería conocer.

El día anterior había llegado tarde, y mi mamá estaba acostada, cuando entré a su cuarto dormía. Esa mañana no había escuchado movimientos de ella antes de irse a trabajar, supuse que mi mente estaba muy cargada como para notarlo.

Al salir de la escuela, la camioneta de Roger Bernard me esperaba, y cuando Rosemary reconoció la camioneta, se giró a mirarme.

—¿Fue con él? —Sonaba más a afirmación. No le respondí mientras yo miraba la camioneta, me topó el hombro—, ¿Lauren?

—No sé quién es —le respondí, y entonces seguí el camino con ella. Cuando Roger se dio cuenta que no iría con él, ya era muy tarde, me había subido junto a Rosemary en el auto que manejaba Vladi.

Cuando llegaba a casa, su camioneta ya estaba allí. Caminó hacia mí pero no le hice caso, agarró mi brazo y me volteó hacia él.

—¿Qué te sucede?

—Nada. —Y estaba a punto de llorar, entonces me solté y corrí a la casa. Respiré profundo al estar dentro y después de unos segundos me tranquilicé, no lloré.

Mi mamá llegó esa tarde temprano, le saludé y le comuniqué que tenía hambre, pero a ninguna de las dos cosas respondió. Pensé que no me había escuchado y me le paré al frente, ella me pasó por el lado.

Me estaba ignorando, aplicándome la ley del hielo.

Observé como entraba a la cocina y hacia chocolate caliente. Caí en cuenta segundos después: estaba enojada conmigo por amanecer fuera y no avisarle. Lucía despreocupada y tarareaba una canción en portugués.

—¿Está chateado comigo?

Me lanzó una mirada enojada, la primera vez que me había mirado desde hace dos días.

No me respondió.

Yo entré a mi cuarto y salí segundos después abrigada, hacia la casa de Rosemary.

Allí en su sofá, en medio de la sala del departamento, con una galletas que la mamá de Rosemary nos brindó, le conté sobre Roger. Al menos un poco, lo necesario.

Al terminar ella solo me dijo:

—Siento que usted está jugando con mi hermano, entonces.

Y como si lo hubiésemos llamado, Vid llegó de sus clases de nado. Aunque el agua estaba solo a unos cuantos grados de congelarse en la piscina, los ponían a entrenar para que fueran los mejores.

Vid saludó a su hermana y me besó en la boca, cuando se alejó le sonreí, respondiendo a su saludo. Desapareció en la habitación y nos quedamos las dos en silencio.

—¿Lo ve?

—¿Warren no está aquí? —pregunté para cambiar el tema, y sacar de su mente la imagen que acababa de ver.

—Lauren, mi hermano sufre de problemas con el autoestima, y algunas veces no sale de su cuarto por días. Tan solo tiene diecisiete años. Hace varios meses que ha mantenido el rumbo, pero me temo que usted va a echar a perder todo nuestro trabajo.

—¿Diecisiete, dices? —pregunté sin creerlo—, es que es tan alto, ¿estás segura?

Rosemary no quitaba su rostro de preocupación.

—Le hablo en serio Lauren.

—¿Qué te preocupa?

—No quiero ver a mi hermano herido por su culpa. —Me tocó la mano—. Ni a usted tampoco por lo que eso podría causarle.

Cerré la boca, porque la tenía abierta, y entonces después aparté la mirada.

Al llegar a casa había un ramillete de rosas rojas encima de la mesa.

—¿De quién son mamá?

Ella no dejó de hacer lo que estaba haciendo, siguió haciendo las cuentas en su página y cuadernillo. Maldijo al sacar un cálculo mal.

—Ese hombre, mami, creo que te ama.

Sin respuesta.

—¿Pero bueno, y hasta cuándo?, ¿hasta cuándo planeas no hablarme?, he intentado todo lo posible. No soporto esto. —Miraba las flores, un sobre blanco entre ellas. Eché un vistazo a lo que mi mamá hacia antes de abrir el sobre.

Su letra, la reconocí, tal y como estaba su grafía en su nota donde me había dejado el dinero con el portero del condominio.

«Cuando veas esto, por favor, llámame.»

Debajo estaba su número telefónico.

Tomé el arreglo floral y lo llevé a mi cuarto para verlo todos los días hasta que se marchitaran.

Marqué el número y luego de unos segundos contestaron.

Sí.

—Soy Lauren.

Ah, ¿Ya estás de mejor humor?, ¿puedes cruzar?, estoy en mi casa.

Le colgué. No estaba muy segura de si quería ir. Pero después de media hora, cuando las luces en mi casa estaban apagadas, me escabullí a su casa.

Cuando toqué la puerta, Roger estaba informal, con un cuchillo de mantequilla en la mano. Primero miré el objeto punzante y después su rostro.

—Ven, entra.

Entré. Le seguí a la cocina.

—Estaba preparando estos bocadillos.

Encima de la meseta de la cocina habían unas masas de panecillos, tenían queso azul encima, y un poco de mantequilla que untaba con el cuchillo en su mano. Al final había siete de ellos, yo solo me comí dos. Bebimos cerveza marrón, porque era su favorita.

Después me guío a su cuarto, me llevaba de la mano.

—¿Por qué estabas enojada? —Me preguntó.

Me senté en su cama mientras él seguía de pie.

—No me gustó que me dejaras en el pent-house, —Le fui honesta—, no usamos protección, tuve que tragarme como seis pastillas de emergencia. Eres indiferente. Y todo eso había sido tan especial para mí. —Me había levantado de la cama.

—Entiendo.

—¿Lo haces? —pregunté—. Porque no me hace gracia. Me enoja.

Agarró mi cara y me besó tranquilamente.

—Calma, no quedarás embarazada de mí.

—¿No, por qué? —pregunté. Una pregunta tan sencilla, una respuesta no tanto, no lo sabría con claridad tan fácil.

Él me observó a los ojos.

—Tal vez debas ir a casa, es tarde.

Me quedé mirándolo unos segundos más antes de alejarme y salir de su habitación, posteriormente de su casa hacia la mía.



*Esta chateado comigo: ¿Está molesta conmigo?

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