Obligada A Olvidarte © Nueva...

By devilsjdr

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«Antes compartiamos recuerdos. Ahora solo formo parte de ellos.» Grace Abrams tenía de todo, sin embargo la a... More

Prólogo | Nueva Versión
2 | Hazme creer que me odias para olvidarte
3 | Aquel nosotros que prometimos
4 | Tal vez tengamos el mismo apellido, pero no somos iguales
5 | El corazón quiere lo que quiere
6 | Una razón para quedarte
7 | Olvídalo, así como me olvidaste a mi
8 | Los borrachos no mienten y yo todavía te quiero
9 | ¿Hoy si es momento de explicar porqué me dejaste?
10 | Si me amabas... ¿Por qué me dejaste?
11 | Una enorme debilidad
12 | Primera y única norma

1 | Antes lo éramos todo. Ahora no somos nada.

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By devilsjdr

Buenaas y bienvenidos a esta nueva versión. Paso lista, digan "yo" si están listas para volver a sufrir <3

4 años después

—Entonces, ¿todo te va bien? —pregunta mi madre.

—Si, hoy tengo una entrevista de trabajo —comento alegre mientras mantengo el móvil entre el hombro y mi oreja para poder ponerme las botas.

—Seguro que sí, ya verás que todo irá fenomenal.

—Eso espero, pero dejemos de hablar de mí, y tú, ¿cómo estás?

—Todo bien cariño, desde que te fuiste —baja la voz— tu padre no es el mismo.

No es la primera vez que mi madre saca el tema de mi padre y, sinceramente, eso me molesta. Intenta por todos los medios que vuelva a casa, pero es algo que ni me planteo. Las amenazas me hicieron ver que no quería que mi vida fuese así.

Suspiro y pongo el manos libres.

—Bueno, ese no es asunto mío.

—Ya lo sé, pero pensé...

—No —la interrumpo decidida—. Lo siento mamá, ya no soy aquella niña a la que podía manipular a su antojo. Han pasado cuatro años, acéptalo.

Se queda en silencio mientras termino de vestirme.

—De acuerdo —se da por vencida—. Cambiando de tema, vi las fotos que me enviaste el otro día, sales muy guapa —noto como sonríe a través del altavoz.

—Necesitaba un cambio después de tanto tiempo.

—Pues te queda muy bien el cambio de color. Además, me dijiste que te cambiaste el apellido, ¿no es así?

—Sí, al tuyo de soltera —río.

—Así que Grace Abrams, me gusta.

—A mi me encanta, así no me verán como la hija del grandioso empresario Bruce Lexington.

Al pronunciar su nombre el silencio se apodera de la llamada. Respiro hondo mientras intento mantener la calma cuando pronuncia:

—Sabes que te quiere, ¿verdad?

—Mamá, si me quisiera no me hubiera hecho daño.

—Grace él solo quería cuidarte. Él veía por ti. Sentía que merecías algo mejor que... —le interrumpo de inmediato. No puedo volver al pasado.

—No quiero hablar de ello —suspiro deshaciéndome de la ligera opresión en el pecho—. Será mejor que me vaya cuanto antes. Cuídate, te enviaré un mensaje cuando me den una respuesta.

—Mucha suerte, Grace. Conseguirás el puesto, estoy convencida. Te quiero.

—Gracias mamá.

El tono de llamada finalizada no tarda en hacerse presente. Guardo el móvil en el bolso y salgo para llegar a tiempo a la entrevista. Estiro el brazo cuando veo un taxi y subo.

El día que me fui de casa supe que nada sería fácil. Mi padre complicaba todo, arruinaba cada entrevista de trabajo que tenía. Tenía demasiados contactos. La rabia que sentí cuando me enteré, hizo que acabase yendo a casa a reclamarle. 

Lo peor vino después.

Un día llegó una carta de sus abogados donde decía que debía devolverle medio millón de dólares. Según él era lo mínimo que le debía por haberme marchado de casa.

Mi propio padre me estaba arruinando la vida, de nuevo. A día de hoy aún le debo la mitad y es por eso por lo que necesito el trabajo, para poder ser totalmente libre. Conseguí uno que iba compaginando con los estudios, aunque acabé muy desgastada, física y mentalmente.

Fueron unos años difíciles donde llegué prácticamente a la depresión.

Sin Oliver ya sentía como que lo había perdido todo, pero esa sensación de vacío, de no tenerle a mi lado, hacía que me fuera rompiendo cada vez más y más. Necesitaba descansar y sin un par de pastillas no podía hacerlo. Era demasiado cobarde para llegar tan lejos.

Llego a la empresa y un imponente edificio de veinte plantas se abre ante mis ojos; una extensa cristalera cubre parte de la fachada, dando una vista de lo que sucede en su interior. Recorro los metros que me separan de las puertas y subo los escalones.

Una vez dentro me dirijo directamente a recepción, donde una chica me da una sonrisa de oreja a oreja. 

—Buenos días, ¿en que puedo ayudarle?

—Estoy aquí por el puesto de secretaría. Tengo una entrevista dentro de nada.

—¿Su nombre?

—Grace Abrams —sonrío.

Consulta su ordenador rápidamente.

—Décima planta, señorita Abrams. Suerte con ello —le doy las gracias y me dirijo hacia los ascensores.

Subo y pulso el botón. Las puertas están a punto de cerrarse cuando una mano se interpone para poder entrar. Hago caso omiso a ello y saco el curriculum que guardé la noche anterior.

Un olor familiar llena rápidamente el pequeño espacio y mi corazón se acelera. Levanto la mirada durante segundos y me encuentro con una espalda ancha delante de mí. Es imposible.

Él... solía utilizar un perfume parecido. Tal vez...

Aparto la idea de golpe y mantengo la calma todo lo que puedo.

Olvídate ya. Tienes que centrarte en el trabajo.

Las puertas se abren al llegar a la décima planta y aquel hombre es el primero en salir. Todos le miran con cierto temor y disimulo. Entorno los ojos y me dirijo a la recepción.

—Hola, vengo por la entrevista, es para el puesto de asistente —le comento a la chica sentada detrás de la mesa. Me dice que espere, que dentro de nada me llamarán.

Pasan varios minutos hasta que me llama por mi apellido y me indica la puerta por la que debo entrar. Voy hasta allí y llamo.

—Adelante —dice una voz ronca.

Entro y lo primero que veo es a un hombre de espaldas a la puerta, detrás de su escritorio. El despacho es bastante amplio y tiene un gran ventanal desde el que se puede observar la ciudad de New York.

—Siéntate —me dice mientras guarda varias cosas. Hago lo que dice y dejo el currículum en la mesa. Se gira y empieza a revisarlo, mientras el nerviosismo invade mi cuerpo. Agacho la cabeza, jugueteando con mis dedos esperando su respuesta.

—Grace Lexington —dice mientras levanto un poco la mirada para ver como apoya su cabeza en sus manos, sin llegar a observar su rostro.

Mierda, seguro que es algún amigo de mi padre. Ya está, no conseguiré el trabajo.

—Han pasado cuatro años, Grace Lexington —comenta dejando la hoja sobre la mesa.

—¿Cómo sabe mi nombre? —levanto la mirada sorprendida.

Me quedo helada al verle.

—¿Tan rápido te has olvidado de tu ex suegro? —se me cae el alma al piso.

No, era imposible. No podía ser. Esto tiene que ser una broma de muy mal gusto.

—Señor Lewis —susurro. Empiezo a notar los ojos vidriosos.

Había cambiado. Le miro y todo me recuerda a él. Los mismos ojos verdes que difícilmente podía olvidar. Mi corazón se encoge, oprimiéndome el pecho.

—¿Qué le trae por mi empresa, señorita Lexington? —añade—. Está muy cambiada, por cierto.

—Abrams —le corrijo y asiente—. No sabía que era de su propiedad. Simplemente vi la oferta en el periódico. Lo siento, yo no... —me levanto, aturdida, y me dirijo a la puerta, pero su voz me lo impide.

Freno en seco y fijo la vista en el suelo.

—No se vaya. Tenemos que hablar.

Mis manos tiemblan bajo el bolso que utilizo como escudo. Me giro lentamente. Las palabras se atascan en mi garganta. Es complicado hablar cuando tengo al padre de la persona a la que más quise, mirándome, esperando una explicación.

—No creo que haya mucho de qué hablar, señor Lewis. Lo mejor para todos será que me vaya. Así que con su permiso... —camino hacia la puerta y envuelvo la mano alrededor del pomo,, pero antes de tan siquiera girarlo su voz me vuelve a detener.

—No voy a juzgar tu comportamiento con mi hijo. Creo que tuviste tus motivos, los cuáles no logro entender, pero jamás te juzgaré. Todos cometemos errores Grace, somos humanos—mis ojos no tardan en derramar la primera lágrima. Ya no hay vuelta atrás.

Si tan solo hubiese vuelto.... Si tan solo después de abandonar mi casa lo hubiese buscado todo sería diferente. Cargo con la culpa diaria, pero... Luego recuerdo que fue por su bien y el dolor cesa, o por lo menos deja de ser intenso aún cuando la culpabilidad persiste.

Me giro de nuevo, aproximándome hasta su escritorio.

—Nunca quise hacerle daño a Oliver, señor Lewis. Le prometo que si pudiese volver atrás, todo sería diferente —me mira con lástima—. Sé que no me lo perdonará, así como también sé que debe odiarme por lo sucedido, pero le juro que no quería que las cosas acabaran así.

El señor Lewis continúa mirándome. Se levanta y rodea el escritorio hasta abrir sus brazos. Me pide que me acerque. Lo hago hasta dejar la mejilla presionada contra su pecho. Sus brazos se cierran alrededor de mi cuerpo.

—No pasa nada Grace, no es a mí a quien tienes que darle explicaciones —rompo a llorar más y siento que el peso que llevaba desde hace tiempo empieza a desaparecer.

Él siempre fue como un segundo padre para mí ya que me hizo sentir parte de su familia desde el primer momento. Sin duda alguna era una de las mejores personas que tuve el placer de conocer, y de alguna forma también lo decepcioné.

Me separo y me rio al ver que le he manchado el traje con mis lágrimas. Lo limpio como puedo y me acompaña con su risa.

—Perdone.

—No me trates de usted, Grace, siempre hemos tenido confianza —asiento y me da un vistazo rápido antes de volver a su asiento. Con el dorso de la mano limpio las lágrimas que empapan mis mejillas—. Grace, me gustaría que trabajaras aquí.

Le miro afligida.

—¿Está... seguro? —inquiero y asiente con la cabeza. Le doy una pequeña sonrisa—. Señor... Jack —corrijo—. No sabes lo mucho que significa esto para mí.

El señor Lewis levanta la mano para interrumpirme.

—Pero tenemos un... —hace una pausa para suspirar— ligero problema, Grace. El puesto de asistente no es para mí sino para Oliver.

Mi sonrisa se desvanece al instante y empiezo a negar:

—No, lo siento pero no. Creo que lo que has dicho es suficiente para irme, Jack. Oliver no querrá que esté cerca de él, y yo... —respiro hondo, ordenando cada pensamiento—. Yo no creo que pueda mirarle a la cara después de lo ocurrido.

—Se valiente Grace, no una cobarde. Enfrenta los problemas. Ha pasado mucho tiempo, ¿no crees que le debes una explicación?

Tiene razón, pero nunca me he preparado para ese momento. Siempre pensé que nuestros caminos no volverían a cruzarse, pero me equivoqué.

Al final tienen razón cuando dicen que el mundo es un pañuelo.

—No puedo hacerlo —murmuro, afligida—. ¿Qué se supone que le dices a la persona a la que más daño has hecho?

—No me he visto en esa tesitura, pero huir no es una opción. Lo hiciste una vez, Grace, no hagas lo mismo una segunda. Afronta el problema de raíz y eliminalo —apoya los brazos en la mesa—. ¿Qué pasó con aquella chica decidida que conocí? —murió hace cuatro años.

—Dime que él no está aquí, Jack —le pido en un susurro—. Dime que no está aquí, por favor.

—Grace él no... —mi nombre queda en el aire en el momento que la puerta se abre de par en par. Ni siquiera me giro, le doy la espalda a la persona que acaba de entrar.

Unos pasos decididos se aproximan y una figura se instala a pocos metros de mí. Trago duro cuando su carraspeo inunda el silencio en el que nos encontramos. Interiorizo la misma frase durante los segundos siguientes: No es él. No puede ser él.

Lástima que la suerte nunca esté de mi lado.

—Oliver, ¿qué haces aquí?

El mismo perfume de antes me envuelve al instante.

Tal vez él ya ha pasado página. Tal vez seas tú quien se ha aferrado a un imposible.

—Oliver —pronuncia el señor Lewis captando su atención. La sorpresa inunda su rostro—. No te esperábamos hasta mañana. ¿Qué haces aquí?

—Vengo a conocer a la que puede ser mi nueva asistente —la gravedad de su voz acelera mi pulso.

¿Cómo puede ser que le haya echado de menos?

Pensaba que el tiempo curaba heridas, no que las mantenía intactas. Y él, inevitablemente, era la más dolorosa de todas.

Respiro hondo intentando tranquilizarme.

—No es necesario, tengo todo bajo control —comenta instándole que se marche, fracasando en el intento—. Oliver —le llama para que le haga caso. No lo hace, Su atención la capta otra persona.

—Veo que le ha comido la lengua el gato señorita, ¿por qué no habla? —se está dirigiendo a mí. Soy incapaz de contestar. Si lo hago sé que acabaré peor de lo que ya estoy.

El señor Lewis me pide perdón con la mirada. No es culpa suya. Estando aquí, esto debía ocurrir.

Una mano aparece por mi izquierda en un intento de estrechársela.

—Oliver Lewis, un placer —volteo la cabeza ligeramente sin permitir que me vea la cara del todo.

Mi corazón se encoge al recordar la forma en la que me fui y en su mirada clavada en mí mientras hablaba y le decía todo aquello que nunca pensé.

Navego entre cada uno de los recuerdos y continúo con el silencio. Ese mismo silencio que parece molestarle.

—Lucas llamó. Dijo que necesitaba hablar contigo —intenta desviar la atención hacia él.

—Lucas puede esperar —los pasos de Oliver acortan distancia hasta posicionarse más cerca—. ¿Le sucede algo, señorita? —intenta levantar la mano para apartar mi cabello pero le detengo.

Debo salir de aquí.

Le hago una señal al señor Lewis, quien asiente disimuladamente. Mi voz sale amortiguada cuando murmuro un gracias y me alejo todo lo que puedo, afectada por tenerle a escasos centímetros. 

—Quieta —ordena Oliver.

Mi corazón, desbocado, me dice que debo ser fuerte y hacerle frente. Pero ¿cómo voy a mirarle a los ojos después de lo que hice?

Continúo caminando hacia la puerta.

Una mano rodeando mi muñeca no tarda en detenerme. Bajo la mirada hacia el punto exacto en el que sus dedos me retienen.

—Le he dicho que se quedase quieta —su voz eriza mi piel—. ¿Se puede saber qué clase de educación le han impartido sus padres?

—Oliver, basta —le detiene su padre, pero este no le hace caso.

Ha llegado el momento, no hay salida.

Tomo valor y me vuelvo despacio, mirando al suelo, y cuando creo que tengo la suficiente capacidad de mirarle sin llorar lo hago. Está a punto de sonreír, de hacer algún comentario de los suyos y de los que estaba tan acostumbrada pero... Eso no pasa.

Tarda un poco en reconocerme, y cuando lo hace su mano se retira de inmediato de mi brazo como si este quemase. Fija sus ojos en los míos y me examina con detenimiento, recorriendo cada parte de mi cuerpo para asegurarse de que realmente se trata de mí.

Retrocede y mis ojos se cristalizan cuando niega con la cabeza.

La sorpresa se refleja en su mirada, pero desaparece cuando pronuncia mi nombre.

—Grace —dice seco. Su mirada cambia a una gélida, sin sentimientos. Ya no transmite la paz y tranquilidad de antes, ahora su mirada está vacía. La vida que tenían ya no está.

—Oliver —susurro con el mismo nudo en la garganta de aquel día. Parece que me falta el aire. Ahora mismo solo nos veía a nosotros dos, rodeados del vacío que dejé.

Nos miramos fijamente, sin apartar la vista del otro. Han pasado cuatro años. Cuatro malditos años donde no ha habido ni un solo día en que no le echara de menos. Oliver se merecía a alguien diferente, alguien que le hiciera feliz y no a una cobarde que, por miedo a su padre, rompió el corazón a la única persona que supo ver a través de ella.

¿Me habrá echado de menos?

Oliver era todo lo bueno y yo fui todo lo malo. Nos complementábamos a la perfección y eso era ridículamente perfecto. Era mi alma gemela.

Antes lo éramos todo. Ahora no somos nada.

Antes nos queríamos. Ahora él me odia.

Antes confiaba en mí. Ahora ya no lo hace.

Antes él era el amor de mi vida. Ahora continuaba siéndolo.

Pero ahora él ya no me querrá como yo lo hago. Porque si, a pesar de todo, continuó amando a Oliver Lewis



Si queréis podemos comentar que tal el capítulo en IG: kerirmz

Para futuros adelantos, tiktok: devilsjdr

Hasta que nos volvamos a ver <3

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