—Esto venía antes. —Noah me pasó sus apuntes y me mostró un texto previo al del pizarrón—. Te has dormido casi toda la hora.

—Verga.

Me pasé las manos por el rostro. Me sentía asquerosa. De ese tipo de asquerosa que sólo te sientes cuando duermes mucho y no recuerdas ni en qué día estás. Es peor si alguien más debe despertarte.

Miré sus apuntes. No entendía nada de lo que decía. Sólo veía fechas y palabras claves unidas, pero yo no tenía idea de cómo relacionar una cosa con la otra.

De hecho, ni siquiera sabía qué tema nos tocaba hoy.

—A ver. —Noah me quitó la carpeta y comenzó a pasar de páginas. Me sentí un poco expuesta, porque sabía que mis apuntes eran una mierda incompleta—. Te faltan un montón de días ¿Por qué no los has copiado?

No tenía idea que me faltaban días.

¿Qué iba decirle? Ella se veía tan perfecta, pulcra, con su cabello perfectamente atado, sus apuntes de colores y su cartuchera que siempre olía a golosinas.

Me sentía humillada, pero al mismo tiempo quería decirle "guapa" e invitarla a salir.

—¿Y si me prestas tus apuntes y los copio? —le sugerí—. Y ya de paso estudio para el examen.

Ella me devolvió la carpeta.

—¿Y si vienes a mi casa, te obligo a copiar, luego te explico los temas y te fuerzo a terminar el trabajo práctico pendiente?

Sí a todo, reina.

Apoyé el codo en la mesa y descansé la mejilla en la palma de mi mano.

—Depende, si me dejas dormir contigo.

Iba a decirle que sí aunque me hiciera dormir en el sofá o me echara de su casa en la madrugada. Uno: porque de verdad necesitaba ponerme al día con la clase. Dos: Aún no había aprendido a decirle que no.

Ella sonrió, pero no dijo nada. Supuse que eso era un sí, porque luego de clases me esperó para salir conmigo. Charlie se quedó para sus clases de la tarde y Alana volvió sola a su casa.

La vi marcharse cuando nos separamos en la esquina de siempre. Ella corrió hasta la parada del bus y se subió a uno que estaba a punto de arrancar.

—Deberíamos invitarla a venir a veces —dije sin moverme de mi sitio.

Noah me dio un golpecito suave para que continuara caminando y me hizo cruzar la calle de camino a su departamento.

—Ya la he invitado un par de veces —me tranquilizó.

Giré el rostro con sorpresa para verla.

—¿En serio? —pregunté—. ¿Cuándo?

Noah se alzó de hombros, como si no tuviera tanta importancia el tema como para desarrollar. Tuvimos que separarnos un momento para rodear a un hombre que caminaba con un bastón.

—Ayer. La semana pasada.

—¿Ayer? —pregunté—. O sea ¿Después de mi cumpleaños? ¿Fueron directo para tu casa? ¿Se quedó a dormir?

Intenté sonar lo más casual que pude, pero era difícil disimular la curiosidad que eso me despertaba. No había ningún otro pensamiento oculto. Era curiosidad genuina, porque aún no acababa de comprender la amistad entre ellas.

En un principio había creído que Noah sólo intentaba ser amable, pero parecía haber más confianza entre ellas de la que pensaba.

Noah sonrió sin mirarme.

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