2. -Esferita de nieve-

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De: Eternal

—Esferita de nieve—

No llevaba el tiempo medido... pero sabía que llevaba ya mucho rato observándome, buscando... si en aquella figura en la que apenas me reconocía, podía encontrar lo que ella buscaba...

¿Podría continuar manteniendo sus ilusiones al permanecer a mi lado?... Tal vez... debería solamente centrarme en la promesa que hicimos...

Pero... el amor quemaba con demasiada intensidad dentro de mi pecho... cual pudiera llegar a derretir mi exterior en el momento que finalmente nos reuniéramos...

Sus manos... me mantienen atado a este mundo... en el abrazo en el que perfectamente pudiera llegar a desaparecer...

Y cierro los ojos y lo pienso... Ella... lo es todo para mí...

Pero yo...

Entre temblores mi mano llegó a posarse sobre el reflejo de lo que tanto odiaba... Mi debilidad sentada en la silla de ruedas de la que tal vez jamás iba a poder levantarme. Las cuencas marcadas de aquellos ojos grises hundidos en su propia miseria... pero aun así... brillantes...

La ilusión que ella despertaba en mí latía desde mi pecho y se dispersaba por todo mi cuerpo, obligándome a sonreír frente a aquella misma imagen, de la que no tenía sentido alguno quejarse.

Si esa sería la última vez que iba a poder festejar las fiestas... si iba a poder hacerlo con ella... tenía que poner mi mejor cara, pero sobre todo, olvidarme, aunque fuera solo por esa noche de todo lo que ocurría.

Le di dos golpecitos a mis mejillas para despejarme, pero inesperadamente recuperando un poco de color, por lo que volví a hacerlo. Sorprendiéndome al ser encontrado en aquella posición por ella... que me miró desde la entrada de la habitación, reflejada en aquel mismo espejo colgado en la pared.

El permiso del hospital era específico, nada de agitación... Pero era imposible tranquilizar mi corazón al verla... y más aún vestida así. Pocas veces la había visto con el cabello recogido, que, aunque amo como sus mechones flamean al viento, el hecho de pensar que su delicado cuello yacía descubierto para mí... me encantaba.

Por lo que volteé la silla en su dirección. La sonrojes de la felicidad se posaba dulcemente en sus mejillas en perfecta combinación con su vestido de hermosa caída amplia, parecía una princesa. Siempre me pareció imposible separar todo lo que pensaba y sentía por ella en dimensiones, ya que era un conjunto maravilloso, siempre tan poderosa, pero a la vez tan pura y tierna que parecía simplemente maravillosa.

Creo que mi boca estaba abierta, cuando reaccioné a su llamado.

—¿Kirito—kun?... —se acercó diligente tendiéndome ambas manos, que enseguida tomé. —Estás... ¿Podría lograr que de mis labios saliera todo lo que había cruzado por mi cerebro al verla?... —Cálida... —froté sus dedos entre los míos despacio, por alguna razón no me sentía merecedor de tal hermosura como compañía.

—Sí... es que traje un manguito... con este clima es imposible salir sin un abrigo como se debe.

¿Dijo "manguito"?

La torpeza de mi expresión ante su explicación, la llevó a mostrarme el inesperado instrumento de calefacción, una especie de rollo acolchonado de tela peluda en la que metió mis propias manos, era en verdad confortante, pero me hizo sentir un tanto ridículo por lo que no pude evitar reírme.

—Baka... no es nada inusual...

—Creo que esto afecta mi imagen... —por un momento, me sentí en las vestiduras del espadachín negro y la confianza que ellas me daban... cuando el golpe de realidad me pegó un puñetazo en la cara, como siempre me pasa al buscar mi espada tras mi espalda y no encontrarla.

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⏰ Last updated: Dec 20, 2020 ⏰

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Bastones de CarameloWhere stories live. Discover now