Capítulo 2

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— ¡Bastardo desagradecido! —clamó agitando los puños al aire con toda la furia que había ido acumulando en las últimas veinticuatro horas—. ¡¿Cómo demonios se ha atrevido a dispararme?!

No había previsto aquello.

Que lo amenazara con dispararle sí. Las múltiples amenazas de Sasuke eran, por así decirlo, legendarias. Pero que cumpliera con su ultimátum por voluntad propia no.

«El Sasuke que conociste ya no existe», el estómago le dio un violento vuelco al recordar sus palabras, desatando un inusitado quemazón en sus entrañas, ardiente como el hambre, trepando por su pecho, enroscándose sobre su garganta.

No pudo estar más de acuerdo con aquella afirmación. Sasuke ya no era aquel joven que un día conoció en la academia de policías luchando mano a mano por ser el primero de su promoción. El mismo chico engreído con el que perdió su virginidad producto de una monumental borrachera en el día de la ceremonia de graduación. La misma persona que al día siguiente, resacoso aunque totalmente cuerdo, había despertado a su lado aceptando su precipitada propuesta sentimental. Y había sido feliz por primera vez en mucho tiempo. Tremendamente feliz.

Pero hacía mucho tiempo de aquellos días.

Demasiado.

Naruto torció el cuello de un lado a otro, desentumeciendo músculos. No había pegado ojo en toda la noche, aunque lo cierto, es que ni siquiera lo había intentado. Se había pasado parte de la misma intentando localizar a Sasuke, o alguien que fuera capaz de darle una pista sobre su paradero. La suerte se le cruzó en forma de pájaro, agarrado al dedo de su dueño, el cual respondía al nombre de Juugo y aseguraba a cambio de un chute de Vicodina conocer la ubicación exacta del escurridizo Uchiha; un bar de reputación dudosa llamado Taka.

Y fue cierto.

El local era mugriento, oscuro y emitía un aroma a humanidad alcoholizada nauseabundo. Naruto se ubicó a buen recaudo en uno de los bancos forrados de poliéster más lejanos a la puerta de entrada, desde donde podía observar con claridad el mostrador atestado de una nutrida clientela, que de forma relajada, tomaba cerveza y otros licores sentados sobre taburetes circulares. A la derecha de la barra se abría la entrada a un pasillo que Naruto identificó como los servicios, o quizás un oportuno cuarto oscuro. Desde luego la gente que entraba en esa área parecía salir mucho más aliviada.

La puerta del local se abrió, y su preciada recompensa entró en escena.

«Esta vez no te escaparás, teme.»

Naruto hizo ademán de levantarse del excusado, pero algo en el comportamiento de Sasuke le hizo frenar en seco. Su mirada recorría el local a la expectativa, como si buscara encontrarse con alguien en una cita clandestina. Naruto acertó a taparse el rostro con la carta de menú antes de que Sasuke lo reconociera. Afortunadamente la luz amarillenta del local y la lejanía entre las mesas le hicieron pasar desapercibido.

—Hola. ¿Tienes pene?

La voz de un extraño sujeto que sigilosamente se había sentado frente a él, lo sobresaltó. Un pálido joven de oscuros cabellos e inexpresivo rostro le sonreía de forma estúpida.

— ¿Cómo dices?

—Pene —repitió la caricatura andante como si la conversación fuera de vox populi—. ¿Tienes o no?

Estás arrestadoWhere stories live. Discover now