-Todo se viene abajo-

Start from the beginning
                                    

—Hola, Enzo —lo saludó con una fría sonrisa. Su mirada era dura y... amenazante. Julio siempre había tenido ese efecto en él. Lo atemorizaba, pero sabía que era solo porque se preocupada por el bienestar de su hermana.

—Julio, hola. Uh... ¿En qué te puedo ayudar? —preguntó lo más calmado que pudo. No quería dejarle ver lo nervioso que se encontraba. ¿Le vendría a partir el cuello en dos por haber abandonado a su hermana? Su cuñado era tan grande que no dudaba de que pudiera partirlo a la mitad con tan solo con una mano.

—Bueno, Enzo. Vengo aquí porque tengo que asegurarme de que te hagas responsable de algo que has causado —dijo chasqueando la lengua con desaprobación—. Resulta que mi hermanita es algo tontita, despistada y... ¿Qué crees? Ha olvidado algo muy importante.

Enzo pasó saliva cada vez más nervioso.

—¿Qué es?

—Es responsabilidad de ella decírtelo. —Enzo imaginó lo peor—. Llámala. A la próxima que venga no será para charlar contigo, y por si te lo preguntas, sí, te estoy amenazando. —Despues de eso Julio se fue dejando a Enzo con las piernas temblorosas. ¿Qué podría haber olvidado Rosy? Tenía mucho miedo de lo que pudiera ser; de que pudiera afectar la relación que estaba volviendo a establecer con Milay. Tenía que resolver eso cuanto antes.

No perdió tiempo cuando se dirigió al teléfono de casa y marcó el número de Rosela; el número que se sabía de memoria. Al tercer timbrazo una voz conocida lo saludó y, contra todo pronóstico, a pesar del miedo que sentía en ese momento, Enzo se sintió aliviado solo por poder escucharla de nuevo.

—Hola, Rosy —la saludó con voz cariñosa. ¡Cómo la extrañaba! Quería poder abrazarla solo un segundo de nuevo...

—Enzo. —Su respuesta seca lo hizo preocuparse. Frunció el ceño y fue a la habitación, a sentarse en el borde de la cama que compartía con Milay.

—¿Va todo bien?

—Yo... no lo sé. —Podía escuchar la duda y miedo en su voz, algo que solo lo hizo querer protegerla.

—Cuéntame qué pasa, Ros.

Pasaron unos instantes en silencio y luego escuchó el suspiro tembloroso de Rosy. Supo lo que venía a continuación.

—Estoy embarazada, Enzo. Alrededor de diez semanas y... tengo miedo —confesó. Un sollozo desgarró la garganta de ella y él supo que no lloraba por la noticia, sino por la situación. Tener un hijo de él, cuando ya había vuelto a su antigua relación; cuando Rosy lo había dejado libre. Ella se sentía culpable, pero no podía ocultarle algo así. Era el padre de su bebé después de todo.

¿Cómo había pasado? No lo sabía. Ella tomaba la píldora diariamente, pero, aunque quería negarlo, era consciente que no era cien por ciento segura su efectividad.

—¿Estás... segura? —preguntó en un susurro. Escucho el asentimiento y se apretó el puente de la nariz a la espera de que ella continuara.

—Me hice dos pruebas caseras y una sanguínea, Enzo. Los resultados me acaban de llegar esta mañana.

—Bueno, yo... Te voy a responder, Rosy, no te preocupes por eso. Solo... uh, solo deja lo hablo con Mil. —Y cuanto le costó decir esas palabras. Apenas la había tenido entre sus brazos y ya la sentía resbalándose de entre los dedos como un puñado de arena que no puedes retener. Colgaron y Enzo se quedo ahí sentado con los codos apoyados en las rodillas, sus dedos enredados en su cabello como signo de desesperación. Esa fue la posición en la que lo encontró Milay, quien inmediatamente supo que algo iba mal.

Ella corrió apresurada a su lado y elevó su rostro pesaroso entre sus manos.

—¿Qué va mal, amor? —preguntó con su dulce voz. Sus ojos destilaban amor, preocupación y ternura; cosas que solo le sentaron a Enzo como una patada en el estómago. La iba a lastimar, cosa que había prometido nunca hacer, pero no le quedaba más remedio. Un niño estaba de por medio en ese caso. Su niño y de Rosy. No de Milay. No de la mujer con la que había planeado tener una familia desde hacía mucho tiempo atrás.

Lágrimas de impotencia inundaron sus ojos y se lanzó sobre Milay, abrazándola tan fuerte que su gesto causo una enorme confusión en ella. Necesitaba sentirla así tan cerca antes de perderla.

—Enzo, estás asustándome, cariño. Dime lo que está pasado, lo resolveremos. Sea lo que sea lo resolveremos. Juntos —prometió, y él se sintió morir.

—Perdóname, Mil. Por favor, perdóname. Te amo. Te amo tanto que duele y yo... Nunca quise, pero... ¡Dios! Solo... perdóname, cariño.

Milay se sentía confusa, dolida y llena de un horrible miedo. Enzo nunca había actuado así. Nunca se había disculpado de esa manera tan vehemente, ni la había abrazado con tanta desesperación. Sintió un terror helándole las venas porque sabía que, lo que fuera que pasaba, cambiaria todo entre ellos.

—Enzo... —lo llamó despegándolo un poco de su cuerpo. Busco con urgencia sus ojos y un nudo en la garganta se le formó al encontrar sus ojos llenos de arrepentimiento y... decisión.

—Quería decírtelo —susurró—. No tenía planeado que...

—Solo dilo, ¿sí? Solo dímelo ya —suplicó. Enzo asintió y tomó una profunda respiración, el dolor en su pecho casi insoportable. Lo que venía los destrozaría a ambos.

—Voy a ser papá.

Y, solo así, Milay sintió su vida derrumbarse de nuevo.



Momentos contigo ✔ [2015]Where stories live. Discover now