5. Golpe de Estado

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No importa lo que ocurra en nuestras vidas, 

podemos aprovecharlas para mejorar.

Marianne Williamson.


Camila no pudo dormir en toda la noche. 

Bajó de la habitación más temprano que de costumbre. Tenía la esperanza de encontrarse con Mauricio. 

Al no encontrarlo en la planta baja, lo buscó en el resto de la casa, arriesgándose, incluso, a entrar en su habitación, pero el Primogénito de Ardere parecía haberse desvanecido con los tenues rayos del sol.

Sintiendo un enorme peso en sus hombros, entró en la cocina. Abrió cada uno de los gabinetes. Azúcar, harina de trigo, mantequilla, cacao, la fécula de maíz, dulce de leche(1), ralladura de coco, poco a poco toda la isla fue llenándose de ingredientes.

Se recogió el rubio cabello, algunos mechones evidenciaban restos desteñidos del color rosa que una vez utilizó, se puso un delantal y comenzó a vaciar los ingredientes en un bol.

Encendió el horno, mientras amasaba la mezcla de harina, mantequilla, azúcar y yema de huevo con gran energía.

Así, sumida en su tarea, la encontró Ximena, quien luego de saludarla y no obtener respuesta, se acercó a la cafetera para preparar un poco de la bebida matutina.

La Primogénita de Aurum no interrumpió a su homóloga, solo se dedicó a contemplarla, sorprendida por la cantidad de bandejas que iba llenando de galletas, cual si se preparara para una fiesta.

Era la primera vez que Ximena la veía tan afanada, incluso dedicada a preparar un postre con tanta esmero, lo que le hizo pensar que, quizás, estaba estorbando.

Atraída por el aroma de las primeras galletas salidas del horno, Linette entró en la cocina, observando a Ximena recostada del marco de la ventana, tomando su taza de café, mientras Camila continuaba moldeando la pasta, con la frente perlada de sudor y algunos mechones rebeldes molestando en sus ojos.

—¿Quién cumple años? —Se atrevió a decir la más joven de las Primogénitas.

—¿Umm? —murmuró Camila, levantando la mirada, desconcertada.

Sus claros ojos se cruzaron con los de Linette, quien en un gesto le indicó que mirara a su alrededor.

Deteniéndose, Camila oteó la isla y parte del mesón: bandejas, platos, incluso restos de papel aluminio se encontraban esparcidos, y en ellos, decenas de galletas que esperaban por cocción. 

Soltando la masa dentro del bol, se llevó las muñecas hasta la sien, cerrando sus ojos. ¿En qué momento había perdido el control?

—¿Desde cuándo estoy así? —preguntó Camila, saliendo del estupor.

—Esta es mi segunda taza de café —respondió Ximena, con total tranquilidad.

Con asombro, Linette vio a Ximena.

—¿Es en serio? —Linette la cuestionó—. ¿Tienes guardia o qué? —Las observó a ambas—. ¿Qué es lo que les está pasando? —preguntó con ingenuidad—. Ni Mauricio, ni Asier están en la casa, tú estás tragando café como una adicta, y tú... —Miró a Camila—. ¿Tienes una compulsión o qué?

Camila no dijo nada. Limpiándose las manos en el delantal, encogida de hombros, se acercó a la mesa, rodó la silla y se sentó, cubriéndose el rostro.

—¿Tienes una idea de lo que aconteció ayer? —Ximena interrogó a Linette—. ¡Fuimos amenazados por la Coetum! Si no entregamos a Kaiwono o a Horas, ¡todos los Equipos Élites estarán aquí!

Las Saetas del Tiempo - Minutos [SEGUNDO LIBRO] Where stories live. Discover now