3. Fisura en el Tiempo.

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Como el hielo al romperse
cada nudo conduce
a mil caminos diferentes.
Ciara S. D.

Ainhara entró en la casa, deshaciéndose de los guantes.

Las luces de la sala, el comedor y las escaleras estaban encendidas. Queipo los esperaba levitando sobre el primer peldaño.

—¿Qué pasó? —preguntó el androide.

Confundida, Ainhara lo observó.

—Miranda, ¿no está aquí? —Ainhara lo interrogó.

—Se supone que ustedes fueron por ella.

Todos se miraron. Con cinismo, Caleb esbozó una sonrisa, volteando su rostro en otra dirección.

—¿Alguno sabe a dónde pudo haber ido? —indagó Imanol—. Ocho sujetos vestidos con ropas del siglo pasado llamarían la atención en cualquier lugar.

—Son las tres de la madrugada —informó Ainhara—, y con todo respeto, Primogénito, ninguno de ellos es tan tonto como para pasear por las calles de Costa Azul cuando tienen todo el poder para desplazarse por el espacio-tiempo.

Imanol no respondió. La deducción de Ainhara era acertada, y él lo supo desde el principio, pero necesitaba dar con el paradero de Miranda, hablar con ella antes de que no la pudiera ver nunca más.

—Creí que vendría aquí —confesó Ainhara—, pero tal parece que decidió marcharse a otro sitio.

—¿Alguna idea de dónde puedan estar? —preguntó Dana, sin dejar de ver a Imanol.

—Si no están aquí, tampoco estaran en la casa de los Aigner, eso lo podemos tener por seguro —analizó Caleb. Hizo un breve silencio, pensando en un posible lugar.

No dijo nada, y junto a Imanol y Adrián, corrió hacia la puerta, más Queipo los interceptó.

—¡No! —dijo el androide.

—Puedo desaparecer, bichito pestilente —amenazó Caleb.

—Y yo podría dejarte ir, cerebro de cacaita —respondió Queipo—. Si Miranda se ha refugiado con los Primogénitos en la antigua casa de Ignacio Santamaría, lo más seguro es que las salvaguardas estén activadas, así que si se acercan, o intentan aparecer dentro de la residencia, quedarán rostizados como pollos, y nada huele peor que la carne humana quemada.

—¿Cómo me dijiste? —reclamó Caleb, ignorando el resto de lo que Queipo le dijo.

—Entonces, ¿qué hacemos? —preguntó Adrián.

—Si Miranda no está aquí, es porque quiere privacidad —comentó Ainhara—. Entonces, debemos dársela. No nos queda más que esperar.

—¿Y si no vuelve? —preguntó Imanol, evidentemente preocupado.

—¡Volverá! —refunfuñó Caleb—. Miranda sufre de apegos por las chatarras, y como mínimo, vendrá por su bola de mierda —aseguró, subiendo las escaleras.

Las palabras de Caleb le dieron esperanzas a Imanol.

—Si lo deseas, puedes dormir con Adrián. —Ainhara se dirigió a Imanol—. Una vez que Miranda esté aquí, podríamos asignarte uno de los dos cuartos que continúan vacíos y son habitables. —Se dirigió a las escaleras—. ¡Buenas noches!

—¡Vamos, morro! —lo invitó Adrián.

Imanol dio un paso, pero Dana lo sostuvo por la muñeca.

—¿Podemos hablar? —le pidió, en cuanto tuvo la mirada de Imanol sobre sus ojos.

—No esta noche. Estoy muy cansado —le aseguró Imanol—, pero te prometo que mañana me sentaré a conversar contigo.

Las Saetas del Tiempo - Minutos [SEGUNDO LIBRO] Where stories live. Discover now