—Entonces ¿deben entrar en la taberna y sacarlos de allí...?

—No, tan sólo deben evitar que salgan. Yo, y tal vez mi hermana, somos las únicas que entraremos en ese lugar —anunció con una maliciosa sonrisa Camila, demostrando a todos que en realidad su apodo le iba a la medida.

—Señora, ¿puedo saber qué han hecho los hombres de la taberna? —preguntó temeroso el joven, tragando saliva mientras daba gracias a Dios por no estar dentro de El Jabalí Verde esa noche.

—Ellos tienen algo que me pertenece —comentó fríamente el Diablo, cuyos ojos se llenaron de ira cuando se fijaron en el establecimiento—. En fin, por mi parte está todo dicho, el que quiera jugar con el Diablo, esta noche será bienvenido. El que no, que simplemente se aparte de mi camino —declaró dirigiéndose ya hacia su destino, sin olvidarse antes de premiar a su joven mensajero con un adelanto.

—¿Cuánto te ha dado, chaval? —curioseó interesado uno de los hombres que estaban apoyados con indolencia contra el muro.

El joven abrió su mugrienta mano y observó sorprendido su pequeña fortuna mientras contestaba incrédulo:

—¡Veinte libras!

El borracho vagabundo, que jamás se levantaba en cuanto su trasero tocaba el suelo, se incorporó entonces ante el asombro de todos y gritó:

—¿A qué esperan? ¡El Diablo nos necesita, y quién sabe con qué nos recompensará si lo ayudamos!

Y así fue como una multitud se reunió frente a la taberna El Jabalí Verde, cubriendo todas y cada una de las salidas para que de allí no escapara ninguno de los hombres a los que el Diablo quería aleccionar.

* * *

Camila entró en la taberna haciendo chocar la puerta contra la pared y atrayendo así la atención de todos sobre su persona. El juego cesó y las risas se apagaron. Todos los hombres se volvieron hacia ella y la miraron con reticencia mientras el dueño del ruinoso lugar la invitaba a sumarse a sus depravados juegos.

—¡Entre, señora! ¡Tal vez quiera jugar esta noche en mi taberna y apagar su sed con mi fresca cerveza!

El animoso tabernero, un feo y sucio maleante de ojos viciosos y prominente barriga, rascó su encanecida barba y su escaso cabello mientras la conducía a una mesa cercana al premio que se rifaba esa noche.

Camila se iba enojando con una furia descontrolada con cada palabra que salía de esos hombres, que mejor deberían ser llamados animales. Y, cada vez que sus ojos observaban cómo había sido de maltratada su pequeña Lauren, de nada le servían sus intentos por calmarse. Su mal genio estaba punto de estallar de un momento a otro, y esos pobres idiotas no se iban a librar de su castigo.

—Esta noche hemos pillado a esta mujerzuela haciendo trampas y hemos decidido rifárnosla para ver quién la cata primero. ¡Por supuesto, usted también podrá tener cacho si paga una pequeña entrada en el juego!

—No la veo muy colaboradora —comentó fríamente Camila al tiempo que señalaba cómo su mujer permanecía atada y en esos instantes se revolvía con furia reclamando su ayuda.

—Está así porque es una fiera. Después de que la descubriéramos, hirió a esos tres —dijo el tabernero señalando a tres tipejos que permanecían en el suelo inconscientes y desangrándose, siendo ignorados por todos los que codiciaban un premio mayor que el de salvar esas tres vidas.

—¿Y han averiguado ya si tiene dueño? Porque podría ser que fuera la mujer de alguien peligroso y que su ira recayera sobre todos ustedes—apuntó impasiblemente Camila sin apartar los ojos de Lauren, la cual enseguida comprendió que ella no estaba tan tranquila como parecía y que su furia pronto recaería sobre todos los que le habían hecho daño.

Jugando con una tramposa #3 ♧Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora