-¿Ves, Camila? Te dije que no descartaras esa carta, en fin..., has vuelto a perder -comentó alegremente Lauren mientras barajaba de nuevo-. Bueno, ¡qué le vamos a hacer! Tendré que quedarme con otra de tus valiosas pertenencias. Veamos qué has perdido hasta ahora -continuó mientras se enrollaba la suave sábana de seda alrededor de su cuerpo y caminaba por la estancia en busca de un nuevo tesoro.

»Has perdido unos gemelos de oro y diamantes un tanto ostentosos, un alfiler de corbata que hace juego con tus gemelos, una baraja de cartas bastante antigua y una bolsa repleta de ganancias. Creo que ahora ha llegado el momento de echarle un vistazo a tu espléndida biblioteca. Aquí veo que tienes un libro bastante usado, así que, después de todo, te interesas por algo más que los juegos y otras viciosas formas de ocio que tanto fomentas...

Lauren abrió el libro esperando descubrir algún tratado de economía, alguna historia de aventuras o algo que la hiciera parecer más humana y menos perversa a sus ojos. Pero en cuanto observó el volumen supo que estaba totalmente equivocada con respecto a Camila Sin: era la persona más pérfida que había conocido nunca.

La joven estaba decidida a guardar el libro en el rincón más escondido de la oscura estantería cuando su cautiva le dejó entrever el atisbo de una maliciosa sonrisa. Eso supuso todo un reto para ella, que nunca se amilanaba ante un desafío.

Con pasos sensuales, mientras movía tentadoramente sus caderas de un lado a otro como había visto hacer más de una vez a las féminas para atraer la atención de un hombre, Lauren se dirigió entonces hacia la cama y, tras tumbarse junto a Camila, abrió el escandaloso libro y le mostró a su endiablada prisionera los distintos dibujos que había en él.

-¿Estás segura de que esto se puede hacer? Parece una postura un tanto incómoda. Seguro que tú ya lo has intentado, ¿verdad? En fin, en alguna ocasión tendré que probarlo. ¿Y ésta? -preguntó de nuevo, señalándole otra de las pecaminosas ilustraciones del libro.

Al cabo de unos minutos, Camila ya no sonreía, sino que solamente gemía, deseando con entusiasmo que la droga de su cuerpo se disolviera antes de que su bribona se marchase para poder demostrarle cómo era posible realizar todas y cada una de las posturas sexuales de ese libro.

* * *

-¡Al fin! -exclamó sin aliento Jessica después de escalar el difícil y resbaladizo muro de la fachada-. ¡Ya está aquí tu salvadora! -declaró alegremente antes de percatarse de la escena que se desarrollaba ante ella.

-Ya era hora -comentó con indiferencia Lauren mientras seguía jugando sobre el pecho desnudo de Camila sin que esta hiciera movimiento alguno.

-O la dueña de Los Siete Pecados tiene un gusto un tanto extraño en lo que a juegos de cama se refiere, o tú no necesitas ninguna salvadora -dijo Jessica desconfiada mientras se sentaba en el lecho con pasividad y sustituía la manzana de la boca de Camila por el cañón de una pistola-. Tiene dos minutos para explicarse -la amenazó.

-¡Jessica Thirlwall, ¿se puede saber qué narices estás haciendo?! -la reprendió Lauren, indignada al ver a su querida Diablo amenazada.

-¿Defender tu virtud? -sugirió Jessica, un tanto confusa con la situación.

-Aquí no ha pasado nada, así que guarda esa arma. ¡Y, por el amor de Dios, sácala de su boca! Apenas la dejas respirar -replicó ella preocupada mientras acariciaba el brazo de Camila sin apenas darse cuenta de ello.

En cambio, Camila sí se percató de sus sutiles caricias, y le sonrió con gran satisfacción a Jessica cuando ésta por fin dejó de amenazarla con su pistola.

-Ambas están desnudas. Explícame otra vez cómo es que aquí no ha ocurrido nada -le exigió Jessica a Lauren, señalando el lecho con el arma.

-Ella descubrió que era mujer, me pidió algo escandaloso, yo la drogué y eso fue todo.

Jugando con una tramposa #3 ♧Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora