Capítulo 4

738 91 11
                                    

Entrar a los Mateatletas había sido la cosas más genial que Daniel hubiera imaginado

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


Entrar a los Mateatletas había sido la cosas más genial que Daniel hubiera imaginado. Los chicos eran como una mini familia, le parecía demasiado adorable lo bien que todos se llevaban. Y la mejor parte, era que todos, no solo hacían torneos de matemáticas o salidas. También iban a clases de karate en un dojo cercano. En ese momento, entendió un poco más lo mucho que se miraban con los chicos más destacables de la preparatoria. Esos otros, también lo practicaban. Parecía un absurdo chiste, pero desde que Miguel, Aisha y Eli. Que eran un trio muy divertido, habían sorprendido cosas movimientos sacados de película de Jackie Chan, tanto Robby, como Sam parecían estar tomando sus propias clases.

Daniel seguía sin creer, porqué no todos eran amigos y ya. Eran tan difíciles, lo menos que quería en esos momentos, era que a sus nuevos amigos —si es que podía decirles así a un grupo de chicos menores que él—, les pasarán los mismos horribles momentos que el mismo vivió.

Las clases del profesor Johnny, le seguía pareciendo extraño que lo fuera, aunque lo llamaba más como Señor Lawrence. Tenía que ver con la obra de Shakespeare, y la metáfora de que todos usamos disfraces.

—De está forma se nos hace más fácil hacer ciertas cosas. Es decir, disfrazados nos atrevemos a hacer cosas que siendo nosotros mismos no haríamos. —explicó el hombre rubio, paseándose por el lugar.

Daniel lo miraba con atención. De pronto, caminó hacia su escritorio, sacando un palo de Hockey del medio, mostrándolo a la clase. Resulta que había jugado en su época adolescente, él mismo no tenía idea de aquello, pero era evidente porqué no podría saberlo.

—Cada vez que jugaba, me sentía diferente. Casi como si estuviera en un concierto de  REO Speedwagon. —comentó. Daniel lo miró con mayor asombro, pero la clase lo miraba sin entender nada. — ¡Vamos chicos, Speedwagon! —exclamó sin poder entender la confusión de sus estudiantes. Todos se estaban mirando entre ellos. — Bueno, como Bruno Mars. La cuestión es que me sentía invencible.
Cómo el disfraz que uso Rosali. Daniel, puedes leer acto 5 de la escena dos.

Al verse nombrado, Daniel asintió, levantándose de su asiento, Miguel le pasó el libro.

Tan pronto como se conocieron, se miraron. Tan pronto como se miraron se amaron. —comezó a leer, con una sonrisa entre medio. — Tan pronto como se amaron suspirarón..

El timbre sonó, distrayendo al hombre de su lectura y el absurdo juego de miradas que se habían estado lanzando con Johnny. Gracias al ruido, salió de su trance extraño en el que había estado cayendo. Caminó junto a Miguel hacia su casillero, dónde una pareja estaba demasiado ocupada besándose, para olvidar que ese lugar era de alguien más.
Tratando de pedir permiso, de una forma amable, los alta voces de la escuela dejaron escuchar la voz de la directora. Hablando sobre el tema que tendría el baile de graduación.

—¡Rufus! El baile será rufus. —comentó entre risas Robby, caminando por el pasillo, mientras todos celebraban el tema que habría.

—¿Qué es eso? —preguntó Sam, alzando una ceja.

—Una nueva palabra, que será la próxima sensación. Se especiera como fuego, nena. —respondió, dando pasos alegres.

De pronto, tanto Aisha como Eli, se habían unido a los otros dos muchachos. Daniel no entendía toda la emoción por el baile, al menos no en esa escuela. Resulta que siempre hacen una competencia por ser el mejor. El tema lo es todo. Así que por ello, Miguel le había dicho que tenía que llevar la vestimenta más única que pudiera tener.
Cómo cada día, pegado a la rutina que habían estado teniendo. Todos iban en el auto de Aisha, de camino al dojo, cantando una canción que habían puesto de una sus listas de reproducción. Eli comía de  un poco de helado, sentado en la parte del copiloto.
Mientras se detenían en un semáforo, Daniel pudo notar a un costado, un montón de chicos reunidos alrededor de alguna especie de fogata que estaban haciendo, había música de fondo. Alzó una ceja, confundido, respecto a ello, pudo notar que la mayoría pertenecía al grupo de chicos que se juntaban con Robby. El ambiente relajado del lugar en el auto, se detuvo, se pusieron a mirar por la ventana, Daniel pudo notar como todos parecían incómodos.

—¿Les gustaría estar? —preguntó.

—¿Qué? —soltó Aisha de manera negando. — No digas eso, son patéticos.

—Patéticos y perdedores. —agregó Eli.

Aunque sus voces sonaban convincentes, Daniel sabía que de alguna forma. Aquel grupo se veía genial, en el fondo, siempre se querría pertenecer ahí. Ser parte de los populares de la escuela, sin ser molestados por las cosas que les gustaban o por como lucían. Sí, pero de cualquier forma ellos siempre serían patéticos y antes que patéticos, los chicos estaban bien siendo perdedores.
Daniel terminó calentado al lado de Eli, el chico tenía todo un estilo que lo dejaba impresionado, no entendía porque el resto no veía lo ruda que se miraba su cicatriz en el labio. Era como si hubiese peleado con criaturas salvajes en el Amazonas y como al sensei le gustaba llamarlo Hawk. Todo era demasiado interesante según su perspectiva.

Al terminar el entrenamiento, Daniel sentía que tenía ya tenía una buena historia que escribir. Esa misma noche, la mando a la oficina, esperando que Gustav, cuando la viera publicada. Notará que gran importancia tenía el hecho.

—¿Qué demonios es esto? —preguntó el hombre en su escritorio, sosteniendo el periódico del día. Daniele estaba sentado al frente de él.

—Lo sé. Es terrible, estos niños...

Su voz fue cortada por el disgusto de Gustav. No le gustaba para nada la historia, que hablara sobre el lugar donde los populares se reunían, desde la perspectiva de Miguel día.

—¡Aquí es donde están las historias! Hazte amigo de estos chicos. Comparte con ellos, alocate con ellos y cuando vayan al baile, ¡Estarás en la misma limosina! —exclamó alterado.

Los chicos populares no eran un tema que quisiera cerca. Para empezar habían escondido su auto y tal como le decía Freddy, no había posibilidades de entrar a ese círculo. Siempre quiso se aceptado, pero las cosas no habían sido demasiado buenas para él.
Quería pedirle ayuda a su mejor amigo, pero todo era difícil. Fred siempre fue el prototipo de chico popular, desbordaba confianza, nunca le era un problema poder hablar con el resto. Era lo que Daniel aspiraba a ser. Pero nunca llegó a conseguirlo.

—Solo necesitas que una persona te apruebe. Y nadie cuestionará eso. Ya verás.

Ya no era Dani feosi. Ni nada por el estilo, era un hombre adulto con confianza. Luego de una charla motivacional, el día siguiente estaba esperando ser mejor de lo prometido.
Cuando se estacionó, un trailer se estaba estacionando justo en la parte de atrás. Le sorprendió ver a Ali allí, sonriendo. Conducía el trailer, para evitarlo a pasar y decirle que desde ahora usaría una cámara oculta, que Gustav había aprobado, por el hecho de que no podía manejar la situación solo.
Ahora todo lo que viera, sería visto por el equipo a cargo.

—¡Sam! ¿Cómo estás amiga? —preguntó caminando rápido por los pasillos. Su voz cayó, al instante en que se enredo con sus pies y terminó besando el suelo. — Estoy bien. —murmuró. Ali soltó un quejido, viendo la pantalla, como si el golpe le hubiese dolido a ella.

En la clase de literatura, tenían que leer su ensayo respecto a la obra de Shakespeare.

—Es Rosalinda disfrazada, quien mejor puede ver a través de los disfraces de los otros. —leyó, mirando con atención a Johnny. — Decirle a Poe. Conócete a ti mismo, mirar al amor de todos los ángulos y darse cuenta al final que está enamorada de Orlando.

Johnny asintió, sonriendo.

Never been kissedWhere stories live. Discover now