Capítulo diez

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Laura se interna en el club nocturno Alto Elessar. Dos guardias se interponen en su camino. La masa de músculos apenas puede hacerle frente a una agente entrenada y se deshace de ellos sin mucha dificultad. En ese momento se convierte en el objetivo de seguridad. Ella se mezcla entre las personas de la pista de baile. Neutraliza a otro guardia y ante la puerta del área vip, ejecuta movimientos impecables para desarmar a una mujer que la custodiaba. Algunas personas se percatan de lo que sucede. Laura tomá a la mujer como escudo y llega hasta la oficina.

El dueño del club es un hombre de negocios que no se anda con rodeos, carece de humor. Siempre anda peinado, con joyas en sus dedos y cuello y unas gafas negras cubren sus ojos. Se encuentra tras un escritorio y con los codos apoyados y una mano encima de otra a la altura de los ojos.

—Laura, es una sorpresa verte aquí de nuevo, a pesar de que tu entrada está prohibida. Decime... viniste por negocios o espiar para la AFI?

—Vine por... intereses muy personales, Mario —dice cuidando sus palabras. Deja libre a su rehén. Quita el cargador de la pistola y la bala en la recamara. Mario hace una seña de que todo está bien.

—Sí que progresaste. Este lugar era una pocilga y no daban un peso por eso.

—No creo que hayas venido a insultarme. Se directa o ¿perdiste el toque?

—Es mi hija.

—¿Pensabas que podrías robarle a los Hijos de la Patagonia impunemente? Esa información es vital. No dejaran que te salgas con la tuya. Lo sabes.

—Sé que sos un hombre de negocios. Te di la oportunidad de salirte y ampliar tus influencias pero te negaste.

—Tengo una regla inquebrantable. No ir en contra de los asuntos de los Hijos, es malo para el negocio. Además, me caes bien, en serio, por eso evité ponerte una bala en la cabeza con la condición de que no me rompas los huevos en mi local.

Laura toma confianza en sí ante la voz pausada y calmada de Mario. Una lamparita se enciende en su mente y cambia el discurso apelando a un argumento más noble.

—¿Tenés hijos?

—Tres

—¿Y qué pasa si alguien les hace daño?

—Lo mato.

—¿Y qué te hace pensar que una madre desesperada no es capaz de todo por el bienestar de su hija? Mario, si tengo que matarte para salvarla lo haré. Pero respeto a los hombres con principios y no hay porqué ser salvajes. Mi propuesta es simple, poneme en contacto con tu jefe. Tengo algo que ella quiere y tiene algo que yo quiero.

Madre conserva ese carácter fuerte. La mujer confiada y segura que demostró ser, ahora tiene miedo y lucha por esconder su angustia. Sus palabras son automáticas, producto de años de entrenamiento y mentalización, pero ya no las dice con naturalidad. Se nota que algo raro hay.

—Solo quiero a mi hija. Renunciaré a la AFI, desapareceré. Los dejaré tranquilos, pero devuélvanme a mi hija o no voy a parar hasta cazar y matar a cada uno de ustedes.

—Hagamos esto, te daré información, a cambio, borrás mi expediente en la policía y cualquier base de delitos. ¿Trato?

—Hecho —dice sin pestañar.

—Dame cuarenta y ocho horas.

—Te daré una patada en el culo si no me decís ya.

Mario odia que lo amenacen y más en su club, por mucho menos mató, pero ella es una excepción, por el momento, el cambio de favores es muy valioso

El secreto de la esvástica - CONSPIRACIÒN -  Historia cortaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora