Capítulo seis

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Mar exclamó una expresión grosera. Despertó a su compañero. Se levantó y le quitó el móvil. Estaba furioso. Miraba a la joven y miraba el teléfono. Entró a whatsapp. Y vio la primera conversación.

—Es una desgraciada. Che, le envió un mensaje a su hermano —Su compañero miró incrédulo.

—No puede ser.

—Uy loco, tenías que vigilarla.

—¿Yo? Vos ibas a vigilar. Siempre pedís el primer turno.

—Da gracias que no se escapó.

—No podía.

Lo miró con severidad. Miró a Aldara nuevamente y tras unos segundos pensativos, agarró un almohadón y se dirigió violentamente hasta ella. Su compañero pisó la cama para llegar él y detenerlo. Esta vez perdió la paciencia.

—Dejame insecto, le voy a enseñar modales.

—No, no. No debemos hacerle daño.

—Le voy a partir las putas piernas.

Quería colocarle el almohadón en la cara para crear la sensación de ahogo y amortiguar su golpe para no hacerle demasiado daño. Aldara tenía miedo, se mueve en su lugar. No sabe donde meterse. Mar tenía llamas en los ojos. Estaba enojado como nunca antes lo había visto.

—Dejame, pelotudo. Que te voy a romper la cara a vos también. La quieren con vida, si le rompemos una pierna seguirá con vida y haremos las cosas más fácil.

Mientras los muchachos forcejeaban, Aldara se escurrió hacia un lado. Mar la insultó y se dirigió a ella. Hubo un forcejeo entre ambos. La situación se salió de control y Aldara se desmayó.

***

Alejandra miró nuevamente el teléfono. Se apartó de la muchacha. Miró la pantalla que indicaba número desconocido. Atendió. La voz del otro lado estaba distorsionada.

—Alejandra. Tenemos a tu hija —La mujer activó el altavoz para poder activar una aplicación para rastrear la llamada.

—¿Qué quiere?

—Usted tiene algo que nos pertenece. Lo queremos de vuelta.

—¿Quién es usted, dónde está mi hija?

—Su hija está bien y se la devolveremos cuando devuelva lo que nos robó.

Alejandra no entendía a que se refería. Ella no había robado nada. Era una ama de casa dedicada a su esposo y a su hija.

—Escuche me muy bien. Sabemos quién es usted. Sabemos de su pasado. Vamos a hacer esto de manera prolija. En las próximas sesenta y seis horas. Recibirá un llamado. Deberá estar lista para hacer el intercambio donde nosotros le indicaremos.

—Quiero una prueba de vid...

—Y una cosa más —interrumpió la voz— no se moleste en rastrear la llamada. Es inútil —.Cortó.

***

Aldara despertó silenciosamente. Ya se había ido gran parte del día. Vio a Beren sentado a la mesa. Estaba de espalda. Algo estaba haciendo. Se hizo la dormida, pero tenía mucha curiosidad. El joven sin rostro se había quitado la máscara y se inyectó un líquido en el cuello. Le dio una temblorina y exhaló grandes bocanada de aire. Aldara se hizo la dormida justo antes de que el secuestrador gire a verla. Se levantó y se acercó. Creyendo que aun dormía, susurró:

—Perdón por lo que te estamos haciendo. En verdad no quiero.

Aldara se movió. Beren se asustó y se alejó antes de que ella abra los ojos. El joven le preguntó cómo se sentía.

—Bien. ¿Qué pasó?

—Tenés el azúcar bajo, además, estás muy estresada y eso es nuestra culpa.

La joven notó sinceridad en la voz del muchacho.

—¿Podrías venir?

—¿Yo? —repitió de forma tonta.

—¿Claro quien más sino?

Beren se acercó. Ella le insistió que se siente a su lado, en la cama y el joven lo hizo tímidamente.

—¿Por qué estoy secuestrada?

—Eso no puedo decírtelo.

Negó de la misma forma que lo hacía siempre. Sin embargo, esta vez, ella insistió.

—¿Por qué? Hace dos días estoy con ustedes. Estoy cansada. No paramos de viajar y no sé donde está tu amigo enfermito.

Beren saltó rápido a decir que no es su amigo, sino un compañero de trabajo y Aldara preguntó para quién trabaja. Solo encontró negativas y evasivas. Entonces, sin poder contenerse, preguntó:

—¿Qué te inyectaste?

Beren la miró con una incomprobable sorpresa, más que por lo que transmitía su voz. Se levantó abruptamente de la cama, apartándose de la mano de Aldara, quien le acarició el brazo.

—¡Estabas despierta!

—Lo lamento no quise...

—¡Pero que mierda Aldara! Siempre causándonos problemas, si no es el celular, estás espiando...

—¿Espiando? Pero si son ustedes que me tienen secuestrados, hipócritas.

Beren miró a la joven por unos segundos, luego se llevó la mano a la cara.

—Disculpame Aldara. Estamos muy nerviosos. Este debe ser nuestro último trabajo — se sentó en a otra cama, cansado. Dejándose caer. Aldara aprovechó a atender ya que tenía la necesidad de hablar con alguien— No puede salir mal. Hay cosas que están más allá de tu comprensión. Y no las creerías.

Aldara se levantó y se acercó a Beren. Se arrodillo.

—No puedo comprender, sino me explican —dijo con voz dulce—. Podrías empezar por tu máscara.

—No. Soy horrible.

La muchacha hizo caso omiso y extendió sus brazos hacia la máscara. Como si fuera un acto reflejo él se echó levemente hacia atrás. Ella le sonrió y él se inclinó hacia adelante. La máscara cayó y fue impactante lo que vio.



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