— ¡Sí! Te lo agradecería. No acostumbro a salir, así que me vendría bien para despejarme.

—Por supuesto. —fingí urdir algún plan maligno y me acerqué a ella, indicándole con la mano que hiciera lo mismo. Cuando su oreja quedó a escasos centímetros de mi boca, le dije en voz muy baja—: Si puedo, te traeré una entrada para alguna obra de teatro o algún musical que te interese y así no tendrás que pagar.

— ¿En serio? —preguntó con los ojos muy abiertos, girando el rostro hasta que nuestras narices estuvieron a punto de tocarse. ¿Y por qué tenía que oler tan bien?

—En serio.

Camila rió entre dientes y, emocionada, empezó a dar saltitos.

—Te lo agradezco. Hace tanto que no voy al teatro que ya ni me acuerdo —me explicó separándose de mí con rapidez, como si estuviera nerviosa—. Bueno, ¿te traigo un café?

—Sí, gracias.

Cuando se dio la vuelta para prepararlo me golpeé mentalmente. No sabía qué estaba haciendo ni por qué le había dicho que le conseguiría una entrada para algún espectáculo… Le estaba dando pie a que pensara cosas que no eran y…

—Aquí tienes —me dijo tras ponerme la taza de café delante—. Y a esto invita la casa —me explicó colocando en la barra una porcelana con unas cuantas galletas artesanales y cruasanes pequeños.

—Gracias —repetí como una tonta, llevándome a la boca una galleta. Entonces recordé algo que tenía que decirle—: Por cierto, a mi madre le encantó el vestido.

— ¿Sí? Qué bien. La verdad es que era muy elegante.

—Sí, totalmente de su estilo… Eh… —Lauren, cállate la boca. Ciérratela con un candado y tira la maldita llave antes de que…—. ¿Hoy también te vas en autobús? —imbécil.

Ella parpadeó seguidamente, sorprendida por esa pregunta, y se frotó las manos con nerviosismo en el delantal que llevaba.

—Pues sí. Mi auto aún está en el mecánico, espero que lo tenga arreglado a finales de esta semana.

— ¿Quieres que te lleve a casa? —pero ¿por qué no podía callarme? ¿Qué diablos estaba haciendo?

Ella sacudió un poco la cabeza sin dejar de mirarme, como si no supiera qué responderme. Fácil, que dijera que no y se acabó: yo habría hecho mi buena obra del día.

—No es necesario, no hace falta que te molestes y tardes más en llegar a la tuya.

—No vivo tan lejos, en realidad. En auto tardé diez minutos desde tu departamento al mío, así que… —y yo seguía insistiendo. Increíble. Pero era verdad que no vivíamos tan lejos, incluso el de Shawn quedaba más alejado del mío que el de Camila.

—Pues entonces…

— ¡Camila! Te están llamando los de la mesa cinco —nos interrumpió su hermana con el ceño fruncido tras darle un golpecito en el brazo.

—Perdona, Sophie. Ya voy —se excusó ella y, sin mirarme, salió de detrás de la barra con un poco de prisa.

Su hermana ocupó el puesto en el que antes había estado Camila y me dedicó una mirada fulminante.

—No suelo ser grosera con los clientes, pero ya que me he fijado en que vienes mucho por aquí, te agradecería que no distrajeras demasiado a Camila.

—No la distraigo, solo hablo con ella. Eso no es nada malo, ¿verdad? —me defendí, sin poder creer el problema que acababa de caerme solo por hablar con ella.

—No, no lo es, pero está trabajando, no hablando, y no puede ser que haya clientes que se pasen llamándola cinco minutos y ella no les haga ni caso. Así que, por favor, tómate el café y deje a mi hermana trabajar en paz.

—Disculpa, pero yo la dejo trabajar en paz, y…

—Se han pasado hablando quince minutos, y eso sin comentar los secretitos en la oreja y las risitas tontas —me interrumpió cruzándose de brazos, y yo me quedé muda ante sus palabras—. Si quieres coquetear con mi hermana me parece muy bien, pero hazlo fuera de aquí, por favor.

Dicho eso salió de la barra tras dejarme sin palabras y estupefacta. ¿Esa impresión daba? ¿La de querer coquetear con Camila? Mierda. Sin acabarme el café me puse en pie, me coloqué la chaqueta y, dejando unas monedas sobre la barra salí de la cafetería como alma que lleva el diablo. Ni siquiera me despedí de Camila, que me miró con los ojos muy abiertos. Pero tenía que irme de ese lugar.

Me metí en mi auto y me hundí en el asiento todo lo que pude. ¿Qué estaba haciendo? ¿Desde cuándo "coqueteaba" con mujeres sin darme cuenta de que lo hacía? Solo esperaba que Camila no malinterpretara mis actos de buena fe con ella y creyera lo que, claramente, no era. Yo no quería nada con ella porque simplemente no quería hacerlo. Porque si quisiera, solo tendría que hablarle al oído y hacerla reír… mierda. No podía ser cierto.

En aquel momento me golpeé la cabeza con la mano y respiré hondo, intentando calmarme. Estaba ayudando a un amigo, a Shawn, a mi mejor amigo. Era él el que estaba interesado en Camila, y el hecho de que ella me atrajera un poco quizá se debía a que no iba a ser para mí, ¿no? Tenía lógica. Los expertos suelen decir que siempre queremos lo que no podemos tener, y que cuando finalmente lo conseguimos ya no nos interesa. Pues eso me pasaba a mí, ¿cierto? Y ni siquiera había tenido que ir al médico para averiguarlo.

Pero la verdad es que Camila era como un soplo de aire fresco, alejada de todo lo que me rodeaba, representando algo más que el hecho de ir de casa al trabajo, del trabajo a cualquier local y de cualquier local a la cama de alguien desconocido. Ella era algo más, una persona interesante y alegre que… Lauren, cállate. Era una mujer, una mujer que trabajaba en una tienda de ropa y en una cafetería, y que también representaba todo lo que a mí no me interesaba en una mujer. Pero tenía un trasero bonito y un tatuaje justo encima que jamás descifraría porque nunca podría…

Cerré los ojos. Me estaba volviendo loca. Llamaría a Shawn y le diría que dejaba el plan. Lo mejor sería ser sincera y decirle que algo me estaba sucediendo con Camila y que prefería no hacer nada más. Pero no podía decirle tal cosa. Mierda y más mierda, ¿Dónde estaba la Lauren que se vanagloriaba de no comprometerse nunca? Definitivamente, tenía que alejarme de Camila antes de que me hundiera en la miseria sin ni siquiera ser consciente de eso.

Respirando hondo de nuevo introduje la llave en la ranura y arranqué el vehículo, haciendo sonar el motor. Me marché de allí casi sin pensar en lo que hacía, por eso no me di cuenta de que estaba dando vueltas por el centro hasta que me encontré de lleno en otro atasco. Claro que sí, lo que me faltaba. Puse música pero lo único que conseguí fue ponerme más nerviosa, así que apagué el reproductor e intenté acompasar mi respiración. En vez de acercarme a mi casa me estaba alejando cada vez más, pero necesitaba conducir y despejarme. Si me encerraba solo conseguiría comerme más la cabeza, y eso era lo último que debía hacer.

Casi a las ocho y diez, de verdad que no era consciente de lo que hacía, pasé por delante de la parada del autobús que debía tomar Camila para llegar a su departamento. Una parte de mí rezaba porque no estuviera allí, para que aquel día saliera de trabajar más tarde o para que ya hubiera pasado el transporte; pero otra, la muy cabrona, quería encontrarla. Y ganó esta segunda. Allí estaba Camila, de pie en la parada del autobús, mirando la carretera con gesto ausente. Me iba a estallar la cabeza, porque lo primero que hice fue parar  justo a su lado y bajar la ventanilla.

— ¿Te llevo a casa?

Cuando me miró, sorprendida al principio, y me sonrió cálidamente, supe que me iba a decir que sí.





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Bueno, bueno, adivinen quién volvió a aparecer, sí... La mocosa.
Ya me estaba preocupando que no invirtiera su vida en la de los demás, y miren aparece antes de navidad que buena sorpresa.

Se que vas a leer esto, porque me escribes y me bloqueas justo después, te aconsejaría que no intentaras joder conmigo, porque mi paciencia se agota, si no quieres ser excibida te recomiendo que saques tu trasero de aquí y cuando madures con gusto invierto un poco de mi tiempo en tu patético intento de llamar la atención.
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Something (Adaptación Camren) Where stories live. Discover now