Capítulo 7

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'Fading Away'

Grecia, Athenas – Santuario.

Marzo, 11 de 1750

Había pasado una semana desde aquella conversación en el rio.

Todo parecía haber vuelto a la normalidad, pero el Sagitariano no tuvo oportunidad de sacar el tema de nuevo y aclarar lo que había querido decir aquel día, además que los deberes se acumularon repentinamente debido a asociados del Santuario y desafortunadamente tuvo que estar casi todo el tiempo encerrado en el despacho con Shion solucionando el problema, de modo que fuera satisfactorio para los Santos y para el noble en cuestión, por lo que vio a la chica apenas unas horas durante esa larga semana.

Ione estuvo algo decepcionada de no poder pasar un tiempo en su compañía, pero se entretuvo con algunos libros, lo más curioso es que ese día en particular comenzó a sentirse... peculiar; a pesar de que esperaba ávida la visita del hombre de cabellos canela y ojos azul índigo la sensación desconocida que no podía definir la traía inquieta y poco después supo por qué. El frio que recorrió su cuerpo le avisó de que una visión se aproximaba algo que llevaba días sin recibir y que no estaba muy entusiasmada de ver, más como siempre no estaba en su poder realmente negarse por lo que haciendo una mueca permitió que se manifestara a sus ansias.

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Sus ojos bicolores parpadearon al detectar que el lugar al cual la hacía llevado su visión no era otro que sus propias habitaciones, confundida y curiosa a pesar de todo, se movió alrededor ya acostumbrada a la sensación cuando se encontraba en ese estado de trance, cuando su cuerpo no era más que liviano e inconsistente, siendo una espectadora en vez de participar en lo que fuera que iban a mostrarle como en ese momento. Suspiró preguntándose que querían los Dioses que ella viera en ese lugar cuando finalmente se fijó en que no todo estaba en orden como en un principio pensó porque en el suelo hacia una sustancia carmesí de lo más inquietante que hizo que algo se encogiera en su interior, y como si algo más allá de ella misma la controlara siguió aquel rastro fuera de los aposentos por los pasillos hasta que unas familiares escaleras estuvieron frente a ella iluminadas con la luz del medio día.

Con un súbito nudo en su garganta y algo pesado en su estomago comenzó a ascender lentamente con su vista fija en la sustancia carmesí recordando al instante que esa visión particular ya la había tenido con anterioridad en una ocasión, antes de dejar Delfos y era una de las pocas cosas que no había compartido con su hermana gemela debido al significado de ello y lo que aquello significaba, y ciertamente al llegar al Santuario se había olvidado por completo de eso debido a la infinidad de cosas que habían pasado... más ahora los Dioses se lo estaban recordando cruelmente.

Finalmente, sus pasos se detuvieron en lo alto donde el cielo azul era iluminado por la brillante esfera del firmamento, más su mirada exótica no estaba en los alrededores sino en la figura en medio de aquel lugar en el que una vez había estado la estatua de la Diosa de la Guerra.

Ropas blancas y largo cabello oscuro... estaban manchados de sangre.

Y podía apreciarse claramente como los dedos gélidos de la muerte se aproximaban lentamente a esa mujer... con la piel tan blanca como la cera, su palidez acentuaba el rojo carmín que manchaba sus labios.

Y como si de una compulsión se tratara se acerco a ella, aunque internamente se estaba gritando para detenerse, su cuerpo siguió avanzando paso a paso sin importar cuanto quisiera dar marcha a tras y volver por el camino de regreso a sus aposentos, negar que aquello estuviera pasando... que fuera a pasar en el futuro.

Golden FeatherWhere stories live. Discover now