A pesar de eso, no odiaba a Jessica ni la mitad de lo que quería a mi padre.

—No te preocupes, papá. Es que me pilló por sorpresa —admití —. No sé si habría sido mejor tener tiempo para prepararme mentalmente. Tú tampoco podías saberlo.

Intenté dedicarle una sonrisa, y me salió mejor de lo que esperaba. Sin embargo, la preocupación de su rostro no se borró.

—Jessica me recuerda a esa etapa de mi vida que estoy tratando de olvidar. Simplemente se me han abierto algunas heridas del pasado. —Le hablé con sinceridad, pero restándole importancia. La honestidad era la clave de las relaciones, pero yo era incapaz de no maquillar la verdad —. Ya cerrarán, papá. No quiero que haya problemas entre tú y Sophia por esto.

—Cariño, no se trata de eso —respondió con dulzura.

Me mataba verle así, tan preocupado por mí. De hecho, había más que preocupación en él. Había miedo. No el que te paraliza y te hiela la sangre, sino el miedo que te parte en dos y solo nace al estar a punto de perder a una persona.

—Sí que se trata de eso, al menos para mí. Sophie me gusta, ella no tiene la culpa de nada. Y aunque no me cayese bien, tú tienes derecho a ser feliz con quien quieras.

—Emily, desde el día en el que naciste, ha existido solo una cosa que está por encima de todo lo demás, de todo lo que alguna vez me ha importado, y esa eres tú —aseguró. Mis ojos se humedecieron de repente. Aparté la vista y traté de no parpadear para que se esfumaran cuanto antes.

—Pero eso no significa que tenga derecho a robarte aquello que te hace feliz, simplemente porque yo no haya sabido pasar página —dije con la voz quebrada.

Mi padre me miró con una sonrisa apenada en sus labios y se acercó para darme un abrazo.

—Lo superaremos poco a poco. Y si es muy pronto para que Sophia forme también parte de tu vida, pues esperáremos.

Si Dios existe, me amaba y me odiaba a partes iguales. Me detestaba lo suficiente como para hacerme pasar por un periodo tan malo en mi vida, y me quería lo suficiente como para darme al padre que tenía, pues no me imaginaba uno mejor que él.

Y aunque sus palabras deberían haberme tranquilizado, mi cabeza las interpretó de una forma distinta. A veces es difícil reconocer que no estás lo suficientemente bien como para enfrentarte a tus demonios.

Me dije a mí misma que por él, tendría que aprender a pasar de los recuerdos que me atormentaban. Que tenía que superarlo cuanto antes, aunque eso significara lanzarme a mar abierto sin haber nadado nunca.

Samantha me llamó esa misma tarde. Yo estaba sentada frente a mi escritorio, estudiando, pero me levanté para coger mi teléfono en cuanto escuché mi tono de llamada.

—¿Hola?

—Hola. ¡Para! —Lo último lo sonó algo más lejano, como si hubiese apartado el teléfono de su oído para decírselo a otra persona. Comenzó a reírse coquetamente y supe que se encontraba con Mark. Se recompuso tras unos instantes y el ruido de fondo cesó —. Perdón. Estamos preparando una pizza y Mark no deja de ponerlo todo perdido. Me acaba de manchar la nariz con salsa de tomate.

Sonreí al imaginar la escena. Si su relación llegase a terminar algún día, entonces ese día yo oficialmente dejaría de creer en el amor.

—¿Qué tal va todo? ¿Tienes planes para hoy? —preguntó.

—¿Aparte de estudiar? Ninguno.

—Perfecto. Los padres de Mark se han ido hace unas horas y no volverán hasta la noche. Hemos pensado en quedar aquí y hacer algo todos juntos. ¿Qué te parece?

Emily & Jake ✔️Where stories live. Discover now