12. He dicho algo malo

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Yo no estaba avanzando hacia ella, pero aún así retrocedió.

¿Cómo podía ser tan estúpida?

—No. Yo estaba...

—Me has mentido.

—Perdónalas —nos interrumpió Noah para hablar con Alana. Ella parecía la única calmada—. Tienen un problema de confianza.

—Sí. Mi problema es que no me gustan las mitómanas —escupí y volví a mirar a Charlie—. ¿Cómo puedes ser tan tonta?

—¿Cómo puedes ser tan cruel?

—¡No soy cruel! —solté exasperada—. ¡Te amo y me preocupo por ti, estúpida!

—¡Pues qué manera de demostrar amor!

Charlie abrió la puerta y salió dando un portazo. Solté una palabrota y pateé una de las sillas.

¡Y tenía el descaro de ofenderse!

Un carraspeo me hizo levantar la cabeza y darme cuenta de que tanto Alana como Noah seguían ahí. Me aclaré la garganta, avergonzada, y me acomodé el cabello.

—Señoritas.

—¿Estás bien? —me preguntó la rubia, visiblemente incómoda.

—¿No me veo bien? —solté, tal vez un poco más brusca de lo que quise.

—Bien fea —Chasqueó la lengua en respuesta y se marchó.

Miré a Noah.

Ella se había sentado en uno de los bancos y me observaba como si esperara a que yo dijera algo, pero no sabía qué.

—¿Tú también te vas a molestar?

—¿Debería? —Ladeó la cabeza—. ¿Qué fue eso que le dijiste a Charlie? ¿De la nada te picó un bicho del amor o qué?

—Charlie no me gusta —repetí. No sabía cuántas veces ni a cuántas personas se lo había dicho ya, pero estaba comenzando a hartarme—. Ya lo sabes.

Noah rodó los ojos. Fue el primer gesto de irritación que le vi hacer en mucho tiempo. La mueca de disgusto que formó se veía tan extraña en ella. Parecía casi otra persona.

—No me molesta que Charlie te guste. A todo el mundo le gusta. —Suspiró—. Dios me libre. Hasta yo misma la besaría si no fuera tan insoportable.

—¿Qué?

—Pero hay una diferencia entre que alguien te guste y esto. —Se bajó del banco y clavó su dedo en mi pecho—. Pregúntame qué tan estúpida me sentí recién, cuando le dijiste "te amo" y ni siquiera te diste cuenta que yo estaba junto a ti.

No supe qué más decirle. Ni siquiera había pensado en lo que dije cuando lo hice. No era tan extraño que nos dijéramos cosas de ese estilo pero sí cuando estábamos peleando. Y ahora que Noah lo destacaba no podía dejar de sentirme tonta e imbécil.

—No lo dije en ese sentido —intenté explicarme. Verla así de molesta me ponía extrañamente nerviosa—. Te lo juro.

—Y yo soy estúpida.

La puerta se abrió y dejó entrar a Jade. Él pasó su mirada de la una a la otra y pareció decidir que no interrumpía nada importante, porque metió todo su cuerpo y cerró la puerta detrás de sí.

—Andy, te están buscando para que toques.

—¿Para qué? —pregunté confundida.

Jade se desenganchó algo de la espalda y me di cuenta de que llevaba el estuche de mi bajo colgado. Lo había dejado en secretaría apenas llegué, por lo que supuse que él habría pasado a buscarlo.

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