2.- La curiosidad mato al gato...

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O las ventajas de tener un pacto con el demonio.

La música resuena por todo el lugar, vibrando a través de las paredes, de las ropas... las luces brillantes en el lugar oscuro, el olor a alcohol y perfumes... sonrió y dejo que la chica que tiene gran parte de la noche bailando cerca de mí, se acerque y me toque. Sus manos son suaves, sus uñas muy largas y decoradas me rozan la piel al tiempo que bailamos. Ella se mueve lento, cada movimiento es tan sugerente, conozco cada roce intencionado a mi entrepierna, y yo solo le sigo el juego. Huele demasiado a flores. Ella no deja de sonreír, sigue sonriendo cuando se acerca a mi oreja

— ¿quieres venir a otro lado? algo mas... privado.

— Por supuesto— ella me dirige a las puertas, moviéndonos entre las personas que están bailando. Casi estamos por llegar a la entrada cuando alguien se pone en nuestro camino. Ah, ella le conoce. Les veo hablarse un momento, ella sigue sin soltarme y luego se gira para hablarme en la oreja.

— ¿Te molestaría si se nos une?— Oh. El chico es alto, y tiene una cara atractiva, además por su ropa parece tener un buen cuerpo. Me guiña el ojo cuando me ve mirándolo.

— Para nada— conozco muy bien las habitaciones de este lugar, por eso ni me molesto en ver en donde hemos terminado. Ella me está besando, siento manos por todo mi cuerpo, caricias sin ningún pudor, una mano me gira el rostro y puedo ver unos segundos los ojos del chico antes de besarnos. Hace tiempo que no estoy en un trió, se siente bastante bien tener la atención de dos personas... la mano de la chica se mete en mis pantalones, y las caricias suben de tono. Me quedo mirando como el otro chico le saca la blusa a ella, no trae sostén y tengo una vista de primera de sus pechos, también de primera. Me distraigo besando al chico de nuevo mientras intento desabrocharle el pantalón... una mano helada en mi brazo, un tirón tan bruco que en un momento estoy besándome con una chica y metiendo mi mano en el pantalón de un chico y al otro estoy de pie en medio de la habitación. Mis dos acompañantes están inmóviles, como si hubieran puesto pause en una película. Que lastima.

— ¿Qué demonios estás haciendo, Jade?— Ah, él.

— ¿es una pregunta en serio o solo es sarcasmo?— él pone los ojos en blanco y no necesito leer mentes para saber que desea ahorcarme si pudiera.

— Vamos— como aun me está sujetando del brazo me lleva a la salida. El pasillo está solo y el ruido llega más amortiguado. En lugar de ir hacia el ruido nos dirigimos al otro extremo, alejándonos de la fiesta.

— ah, que lastima. Me estaba divirtiendo— no se detiene, y yo vuelvo a suspirar porque se a donde vamos. Subimos una escalera más y llegamos a un pasillo mucho más elegante que lo demás, luego a las puertas de madera que dan a la oficina. El lugar es magnífico, cualquiera con un poco de ambición querría un lugar como este: la pared del fondo es un ventanal, cristal grueso que tiene una de las mejores vistas de la ciudad que he tenido nunca, un escritorio de madera, esa cosa es muy pesada y siempre esta ordenada aunque no soy yo el que lo mantiene así, hay algunos libreros con libros que nunca he tocado, lámparas de metal negro con formas raras, el piso de un brillante negro y las paredes de color azul tenue... mi lugar favorito de aquí es el cómodo sofá de piel negro, con la mesita de cristal frente a él. Hay otros dos sofás más pequeños que el de tres lugares. Ah, y el mini bar no olvidemos el mini bar. No me suelta hasta que las puertas se cierran y suena el seguro.

— no vas a dejarme solo con el trabajo.

— ¿Qué no tu harías todo? ¿No es ese el trato que hicimos?— Cyan me mira con una ceja alzada.

— deberías leer las letras pequeñas... ten, ve a acicalarte al baño— me arroja una caja de pañuelos.

— Se me quitaron las ganas cuando llegaste— me dejo caer en el sofá— ¿no podías esperar al menos a que terminara?

Como un demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora