Simon Says be a postman III

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Cuando despertó pensó que estaba en una especie de sueño, su cabeza dolía demasiado, sus ojos estaban bañados con la oscuridad absoluta, tenía la garganta seca y la mente confusa.

Se supo atado cuando intentó mover las manos y aquello hizo que su mente se despejara un poco, sólo lo suficiente para caer en cuenta que estaba dentro de un auto que transitaba por algún lugar de la ciudad.

Podía recordar que había salido de su casa para comprar unas cuantas cosas en un lugar cercano, cuidando de no salir de su radio permitido, se había encontrado con alguien, algún conocido que ahora no recordaba. Después todo era confuso.

Supuso que estar en una maletera no era buena señal, ¿quién querría hacerle algo así? Recordó sus últimas semanas, las noticias, su arresto, el tiempo en prisión, las cámaras, la humillación. Con todo eso ya podía hacerse una lista mental de sus posibles secuestradores.

Allegados a la señorita Stanovskaya

Alguien de Simon Says

Cualquier persona que se sienta con el derecho de juzgarlo como culpable o no por las recientes desapariciones.

En ese último encajaba cualquier ser humano con aires de justiciero.

La maletera donde se hallaba enmarrocado tenía un fuerte olor a gasolina, en el mejor de los casos estarían viajando muy lejos por carretera o, en el caso que no lo fuera, esperaba que su cuerpo fuera fácilmente reconocido por la policía.

De cualquier forma, Pichit perdió las esperanzas. Levantó lo suficiente sus manos como para ocultar su rostro en ellas y se puso a tararear pensando en su estúpido sueño de niño, tener un espectáculo mágico sobre hielo como el de Disney on ice. Cualquiera que fuera su destino estaba seguro que no era nada bueno, pero era mejor pasar el viaje internado en su mente.

Se había metido en eso sólo por unos cuantos rublos más que su paga ordinaria y ahora se arrepentía tanto por ello.

"Lo siento, Pichit del pasado... ", se dijo a sí mismo.

++

Tal vez eran los sedantes, pero su cuerpo seguía negándose a moverse con normalidad. Aún así había intentado moverse, sacar la vía que tenía conectada al brazo y levantarse a pesar de sus movimientos torpes, en respuesta sólo recibió un pequeño apretón en su brazo suplicando que se detuviera

— Yura... — dijo Otabek con voz lastimera. — No puedes hacer eso ahora, tienes que permanecer aquí el resto del día, un psiquiatra debe venir a evaluarte no no podrán darte el alta.

— No entiendes... la caja, tengo que... — Volvió a intentar sentarse, pero nuevamente la mano del mayor , esta vez en su pecho la detuvo en su sitio. — El plazo se vence... tengo que llevar....

—Espera Yura, no entiendo ¿De qué caja hablas? ¿Quieres que la lleve a algún sitio? ¿Dónde?

Su mente se aclaró por unos segundos, tiempo suficiente como para darse una bofetada mental y ordenar sus ideas.

— Una tarea... — respondió dejando de luchar contra la fuerza de su acompañante. — Debía recoger los materiales en una librería, los trabajos finales están muy cerca ya... — vio al kazajo asentir con duda, pero no hizo ninguna pregunta más.

Sin embargo, su lenguaje corporal seguía mostrándolo nervioso. Sus manos se movían demasiado ignorando el dolor que eso provocaba. El silencio entre ambos se prolongó un tiempo, pero la incomodidad había desaparecido ya.

— Lo siento, yo... — Empezó el kazajo.

— No quiero oír ninguna disculpa tuya. No necesito justificaciones, soy tan responsable como tú de haber llegado a esta situación y me arrepiento de muchas cosas, pero ya están hechas. No soy capaz de perdonarte ni tampoco pedir disculpas, y no tengo ningún interés de volver a entablar una amistad contigo. — Decir aquello no sólo generaba dolor en su garganta y su cabeza que ya estaba punzando desde que abrió los ojos. Sabía que Otabek también estaba sufriendo, podía saberlo aunque no lo mirara.

Simon Says [OtaYuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora