Va por ti

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Diciembre es sinónimo de Navidad. Aunque las luces en las calles nos lo llevan recordando desde hace casi un mes, no es hasta que los dígitos pasan de 11 a 12 que sentimos que verdaderamente está ya casi aquí.

Navidad siempre ha sido de mis fiestas favoritas, aunque tuviese un breve pequeño desengaño con los Reyes Magos que casi me lleva, en mi infantil rabieta, a renegar por completo de la cabalgata, ese evento en el que tanto adultos como niños se apelotonan para recibir con alegría la lluvia de caramelos que caen desde las carrozas.

Sin embargo, lo que recuerdo con más cariño son las nochebuenas que pasaba en casa de mis abuelos. Yo, en mi ignorancia y credulidad, esperaba con ansia el momento en el que Papá Noel llegaría con un regalo e intentaba prestar atención para ver si le oía llegar. Curiosamente, mi abuelo siempre era el primero en oírle y salía a ver si había llegado, solo para volver con un regalo entre las manos acompañado de un "¡Corre a la terraza a ver si ves el trineo alejarse!". Cabe decir que nunca llegué a ver dicho trineo, y que no fue hasta que ya me hice mayor y dejé de creer en él que me enteré de la treta orquestada por mi familia. Una traición jamás superada por la de la inexistencia del Ratoncito Pérez, pero esa es una historia para otro momento.

Como cada Navidad, se me vienen recuerdos cálidos y agradables de todos esos momentos pasados en familia, pero mi abuelo es el elemento principal. Ya son varios años que no puedo celebrarla con él y no hay vez que no se me venga su recuerdo a la mente. Aunque ya lo he aceptado y no suelo atormentarme, no puedo evitar que una cierta melancolía se asiente en mi interior por estas fechas.

No puedo recordar un solo momento con él en el que sienta algo diferente al cariño, incluso cuando me hacía rabiar de pequeña con sus tonterías y sus bromas. Mi abuelo era uno de esos hombres tiernos, dulces y cargados de sabiduría con una gran capacidad para la escucha y la palabra, tanto escrita como hablada. Quiero pensar que conservo algo de ese espíritu en mi interior además de un cierto parecido físico.

También era un hombre de familia feliz porque él siempre había querido una hija y no un hijo, y esta le dio tres nietas que le tuvieron en la gloria tanto como él a nosotras en el tiempo que pudimos disfrutarle.

Por todo eso y mucho más, las navidades para mí son un sinónimo del tiempo que pasé con mi abuelo y que permanece en mi memoria inalterable. Me gusta pensar que, de algún modo, él también lo sabe y que me acompaña un ratito cuando se acerca el momento para que sepa que él sigue ahí, a mi lado.

Estés donde estés, va por ti, Abu.

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⏰ Last updated: Dec 01, 2020 ⏰

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