Que predijera mi muerte no me había afectado, al menos no tanto como que dijera que no debía ayudar a Héctor.

—¿Y qué quieres que haga? ¿Qué me quede de brazos cruzados mientras le torturan? ¿De verdad piensas que no debo ayudarle? —solté el tenedor de golpe.

—No así. No poniéndote en peligro ¿él te importa? ¿de verdad te importa? —se giró hacia mí.

—Sí —dije con rotundidad.

—No lo parece. A él una gorgona muerta no le sirve de nada.

Puse los ojos en blanco, otra vez volvía a lo mismo. Sí, quizá había arriesgado demasiado la noche anterior al enfrentarme al águila desarmada, pero yo era una mujer adulta, y tenía el suficiente sentido común como para no volver a ponerme en peligro. Me ofendía que mi tía me tratara como si tuviera doce años. Ella siguió con su monólogo pasivo agresivo.

—Me pregunto si cuando te mates conmutarán la deuda con Tártaro o Adriana tendrá que volver el año que viene ... eso sería una gran putada.

—No me van a matar ¿vale? Ayer me cargué al águila y me hizo menos daño que la primera vez —repliqué alzando la voz—. No es justo que me eches la bronca por...

—Lo que no es justo es que los demás tengamos que comernos las consecuencias de tus decisiones estúpidas. Te enfrentas a un monstruo mitológico que casi te mata una vez, y vas tú corriendo a darle otra oportunidad. A ver si esta vez lo consigue ¿no?

Apreté los puños con fuerza.

—Y bueno, como si el águila fuera el único peligro —dijo señalándome la cara. —El pobre chico se pasa seis meses siendo torturado por un monstruo y de repente aparece otro monstruo que no sabe si le va a torturar, a comer o a convertir en piedra. Le desatas sin explicarle qué está pasando, qué eres, ni qué quieres —negó con la cabeza—. Tienes suerte de que solo fuera un puñetazo, yo te habría abierto la cabeza allí mismo.

Siempre lograba que me sintiera ridícula. Me puse de pie de golpe y traté de intervenir, pero ella se me adelantó levantándose para estar a mi altura.

—Pero lo más estúpido de todo lo que hiciste ayer, de todas tus cagadas fue usar la puta telekinesis. Porque claro, si mi tía me pide... no. Me suplica que no haga algo es lo primero que tengo que hacer ¿verdad? No podías estarte quieta.

—Es que no entiendo por qué no puedo usarla —protesté frustrada—. Solo me amenazas si la uso, pero no me explicas por qué no debo hacerlo.

Se me encaró, por fin parecía tan cabreada como yo.

—¡¿Cuántas gorgonas conoces que muevan objetos con la mente?!

Le habría contestado que no conocía a ninguna gorgona, pero no estaba el horno para bollos.

—No hay ni una sola referencia en ningún libro a gorgonas que muevan cosas con la mente, ni una. Has nacido con una mutación extraña, y al parecer muy poderosa, que llama demasiado la atención. Se van a fijar en ti y no va a ser para bien. Que te roben la sangre va a ser el menor de tus problemas. Pero eres tan inútil y tan lerda que ni te das cuenta del peligro que corres.

Le llamé algo muy feo y me fui hecha una furia a mi habitación. Ella vino detrás de mí a toda prisa, impidiendo que cerrara la puerta.

—Esta tarde te quiero fuera de casa. Necesito estar a solas con Apolo.

—Me largo encantada —gruñí.

—No puedes hablar con él, no le puedes contar nada de esto —me advirtió.

Cuervo (fantasía urbana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora