-¡Momo! – el hombre se giró, alzó a Momo del suelo en un medio abrazo y le dio una sonrisa – creí que no llegabas, tus amigos están dentro.

-¿Ya están dentro? ¡Genial! – Momo se alisó el abrigo cuando el tal hombre la dejó en el suelo – Ella es mi amiga Ochaco – me acerqué a estrecharle la mano.

-Encantado – me sonrió.

-Igualmente – dije intimidada. Era enorme.

-Pues venga, ¡Pasen! – se echó a un lado y abrió una de las alas de la puerta para nosotras - ¡Espero que se la pasen bien!

Cuando entramos y la puerta se cerró a nuestras espaldas, nos vimos en un amplio pasillo de paredes grises. Toda la decoración, alfombra, lámparas y demás era en color negro, rojo, gris o blanco, teniendo todo un toque moderno y chic.

-¿Momo? – la miré interrogativa por la escena de fuera mientras íbamos a un mostrador donde estaba el guardarropas.

-Es un amigo de mi carrera, de último curso – contó – empezaba a trabajar aquí y me ofreció estar en la lista. Sólo lleva trabajando un par de semanas, que es lo que lleva abierto el sitio, pero ha podido conseguir ya entradas – sonrió.

-Y como tú conoces a todo el mundo y eres capaz de embaucar a cualquiera, te deja pasar – dije con retintín y Momo dejó escapar unas risas. No sé de que me extrañaba.

Le dejamos los abrigos a la chica del guardarropa y pasamos al interior. Todo tenía los mismos colores que el pasillo de entrada. Era una gran sala dividida en diferentes espacios: una zona de baile en el centro, en un lado una larga barra con varios camareros detrás, en la parte más alejada unas mesas y sillas altas y en ambos lados, pegada a la pared, unas escaleras de peldaños flotantes que llevaba a una entreplanta plagada de mesas bajas y sillones y sofás.

Momo comprobó su peinado y alisó su falda una vez más antes de empezar su escrutinio por toda la sala. Dejó escapar un gritito que sonó un poco amortiguado por la música que sonaba. Señaló con su mano una de las mesas altas más alejada de la pista.

-¡Allí! – me dijo.

Ambas seguimos la trayectoria de su dedo y ambas abrimos la boca a la vez.

¡No era posible!

-¡¿Qué? – un par de chicas me miraron por la exclamación que solté.

En la mesa, había dos hombres. Uno, era un bicolor de cabello revuelto, vestía unos pantalones negros y una camiseta azul marino con las mangas enrolladas sobre sus brazos. El otro era… ¿Izuku?

-Momo, ¿Ese no es mi compañero? – la miré y por primera vez, vi a Momo perpleja y fuera de su salsa.

-Creo que sí – pestañeó rápidamente – pe… pero Shoto, ¿lo sabe? ¿o no? ¿o…?

-¡la cuestión es que hacemos ahora!

-No esperaba esto – Momo se quedó pillada navegando entre sus propios pensamientos, como hacía muchas veces - ¡si hasta te iba a decir que ligarás con el amigo de Shoto para dar celos a Izuku! – chilló de repente.

-¡¿Pero tu novio qué sa…? ¡oh, mierda! – en ese momento, Shoto y Izuku nos vieron.

Las dos vimos como Shoto sonreía y agitaba su mano para saludar desde lejos mientras que a Izuku se le agrandaron los ojos y abrió ligeramente la boca al vernos. Shoto, cuando vio a Izuku, bajó la mano y le preguntó algo. Izuku contestó algo rápidamente. Apenas movió los labios.

-Vamos – Momo cogió mi mano y tiró de mí – es hora de acercarnos, no podemos quedarnos toda la noche a quince metros.

Trastabillé un poco mientras andaba tras Momo. Me alarmé al sentir frío sobre mis muslos. Noté como Momo se paró, pero yo lo primero que hice fue mirar hacia abajo. La túnica se había abierto un poco mostrando mis muslos al caminar tan rápido. Maldito vestido. Me apresuré por colocarla bien y alcé la mirada.

Mi Compañero GayWhere stories live. Discover now