Epílogo

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Tres años después

Narra Ochaco

Era un día caluroso. El mes de junio más caluroso que se recordaba en Japón. Mi padre dejó el carbón junto a la barbacoa y miró a su alrededor satisfecho. En estos últimos meses se había dedicado a arreglar el porche trasero de su casa. Había pavimentado la zona central, construido una barbacoa de ladrillos y levantado un pequeño invernadero, donde mi madre cultivaba hermosas flores.

-¡Papá! – salí del interior de la casa -¿Metistes las cervezas en el refrigerador?

-¡Oh, nena, se me olvidó! – enrojeció levemente por el despiste.

-¡Papá! – cruce los brazos - ¡Era lo único que tenías que hacer aparte de encender la barbacoa!

-Lo siento, se me fue – se encogió de hombros.

-De acuerdo, iré a meterla – suspire. - Será mejor que empieces con la barbacoa. Si quieres te mando a Eijiro para que te eche una man…

-¿Me llamaban? – un sonriente Eijiro se nos acercó con prisas – Sr. Uraraka ¿Empezamos? – se frotó las manos.

-¿Y esa rapidez, Eijiro? – inquiri perpleja.

-Digamos que me han echado de la cocina – dijo. – Esas mujeres – señaló con una mano despectiva a la casa – Dicen que me estaba comiendo la ensalada, pero yo solo estaba catándola, para comprobar que no estuviera sosa.

-¡No seas embustero, fortachon! – gritó una voz aguda desde el interior de la casa.

-¡¿También catabas las patatas chips?! – insistió una segunda voz.

Miramos a un apabullado Eijiro y nos reímos a carcajadas.

- Será mejor que empiecen con eso – concedi. – El resto está a punto de llegar. Iré adentro con las chicas.

Entre a la casa y, antes de ir a la cocina, saque dos packs de seis cervezas de la alacena del pasillo. Las metí dentro del congelador. Mire a mis dos amigas que revoloteaban por la cocina. Momo, con un alegre conjunto de falda vaquera y Mina con una de tirantes rosa, contaba cubiertos y preparaba platos para poner la mesa. Mina cortaba lechuga para hacer un segundo bol de ensalada. Se había puesto un delantal blanco que destacaba encima de su vestido corto de flores.

-Chicas, ¿Qué queda por hacer?

-Nada, nada – contestó Momo. – Ochaco, tú eres el porqué de esta fiesta, ¿No? Nosotras nos encargamos.

Las mire disgustada. Era mi fiesta, pero también quería colaborar. Mi padre quería celebrar el hecho de que tenía un empleo fijo. Había terminado la carrera hace un año y cuando acabé me ofrecieron un puesto de becaria en una editorial. Lo acepte de inmediato y hacía lo que más me gustaba: leer, leer y más leer. Aunque también corregía y editaba textos, y me había tocado preparar más que una cafetera y hacer miles de fotocopias. Pero amaba lo que hacía. Y contentos con mi trabajo en la editorial, esa beca se convirtió en un contrato de trabajo hace una semana.

-Pero es mi casa – sentencie. – Se supone que ustedes son las invitadas.

-¡Vamos, Ochaquito! – Momo hizo un movimiento con su mano. – He venido tantas veces aquí que parezco una inquilina más.

-Pero si quieres ser feliz, bájale los vasos del estante a Momo – me indicó Mina. – Tengo las manos manchadas de tomate.

Abrí la puerta del estante y baje los vasos sin dificultad gracias a mis bonitas cuñas estampadas. Sabía que volvería loco a Izuku con mis zapatos y el conjunto. Izuku amaría mi trasero en este short vaquero y ver mis piernas más largas por las altas cuñas. Sonreí y empecé a llevar vasos y platos hacia el patio trasero. Eijiro y mi padre, cada uno con un delantal de "El terror de las nenas" y "El rey de la barbacoa, mira y aprende" respectivamente, prendían el carbón y atizaban el fuego.

Mi Compañero GayWhere stories live. Discover now