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Narra Ochaco

En una de las calles laterales estaba aparcado el coche de Izuku. Era un flamante auto plateado que pegaba perfectamente con él y su personalidad, elegante y efectivo. Para mi asombro, Izuku me abrió la puerta del copiloto antes de sentarse delante del volante, ¿por qué no existían hombres heterosexuales como él? Desde luego, el don de la caballerosidad se estaba perdiendo en los heterosexuales.

Durante el trayecto, hablamos de todo un poco. Me contó sobre sus prácticas en la universidad con muñecos y me dijo emocionado que en el segundo cuatrimestre practicarían con los cadáveres esos que la gente dona a la ciencia. Perdiéndome en su radiante sonrisa y su entusiasmo, casi infantil, no me di cuenta de la habilidad que tenía para no pillar ningún semáforo en rojo ni de la alta velocidad a la que iba conduciendo.

Izuku aparcó el auto de un solo movimiento en el aparcamiento subterráneo de uno de los grandes supermercados con los que contaba Japón. Era una gran superficie donde había prácticamente de todo.

Tomamos un carrito vacío para los dos y mientras Izuku lo empujaba para entrar en la primera calle del supermercado, yo saqué del bolsillo trasero de mis jeans la lista de cosas que hacían falta para el piso y mi lista personal.

Fui añadiendo al carrito todo lo necesario y tachando en la lista lo que ya teníamos. Izuku, con una sonrisa amable, me observaba ir y venir. Esquive a un par de chicas que estaban detenidas delante del estante del papel higiénico, decidiendo cual se llevarían. Yo fui directamente a por el paquete de doce rollos de triple capa que siempre compraba, pero me lo habían cambiado de su sitio habitual y estaba en el estante más alto.

-Izuku, - tiré de su camiseta - ¿cogerías aquel paquete de papel higiénico? – señalé el estante superior – no llego.

-Por supuesto, pequeña – Izuku me sonrió de lado y me dejó el carrito a mí mientras cogía el paquete.

Izuku tampoco llegaba bien, pero poniéndose de puntillas lo agarró perfectamente. Contuve la respiración, cuando al ponerse de puntillas, su camiseta se alzó varios centímetros mostrando su espalda y su trasero contraído por el esfuerzo. Era un trasero perfecto, redondo y duro. Las chicas que estaban allí también miraron su parte posterior totalmente idiotizadas.

Después de echar al carrito el paquete, seguimos adelante. Al pasar al lado de las dos chicas, que aún seguían mirando a Izuku por el rabillo del ojo, estuve tentada a decirles que cerraban la boca, que él era gay. O en el fondo, no sé si prefería decirles que no le devoraran con la mirada, ¡que yo lo vi primero!

Paseamos por todas las calles. Izuku agarró también las cosas que necesitaba él. Yo compré verdura, fruta y los ingredientes para preparar sopa que me hacía faltan. Con el tiempo otoñal, por las noches, siempre apetecía una caliente sopita frente al televisor.

-¿Necesitas leche y café? – Izuku me preguntó con un envase de café molido en la mano.

-A ver… - miré mi lista personal – leche, si, café creo aún me quedada medio paquete.

-Es que si ambas cosas lo usamos los dos podemos compartir y no tenemos que tener dos botellas de leche abierta o dos paquetes de café.

-De acuerdo, cojamos la leche y el café como cosa común.

-¿Te gusta esta marca de café?

-Sí, es la que normalmente uso.

-Igual yo – Izuku rió – llevamos casi un mes conviviendo y no nos hemos dado cuenta de que usamos el mismo, ¡y eso que prácticamente desayunamos a la vez!

Mi Compañero GayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora