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Tu favorita
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Elijah.

La vi acercarse y a pesar de que mi cerebro me decía que me fuera en la dirección opuesta, mi cuerpo estuvo reacio a hacerlo y se quedó allí de pie esperando a que sus pasos acortaran la distancia entre ambos.

Me hice el idiota y tomé un trago de la cerveza que Olsen había traído para mi hace diez minutos a pesar de que le había dicho que no. No tenía que estar bebiendo, no cuando tenía una reunión importante en dos horas con un hombre que podía quitarme las esperanzas de hacer algo bueno por Brown Enterprise en agradecimiento y compensación a mi hermano.

Mi teléfono no había parado de sonar en toda la tarde por el susodicho y su insistencia en que llamara a papá, algo que no entendía que claramente no haría.

— ¿Sabes que Louis Benson puede usar eso en tu contra? —su voz, a pesar de que la tenía en frente y la esperaba, me tomó por sorpresa. —Elijah. —la miré a los ojos esta vez y mi cuerpo reaccionó a ellos.

¿Por qué mierda llevaba mirándola más de la cuenta en los últimos minutos? No es como si nunca la hubiese visto y si me ponía a pensar, lucía exactamente igual que hace horas en la oficina.

— ¿Qué? —volví mi atención a la botella.

— ¿Estás de malas? —se burló. —La esposa de Benson me llamó hace veinte minutos para confirmar nuestra presencia.

— ¿Por qué te llamó a ti? —pregunté, algo molesto porque el idiota estuviese monitoreándome. ¿Desde cuándo estaba haciendo negocios con mi polla y no conmigo para corroborar que mi supuesta relación era de verdad?

Odiaba a los vegetes como él, pero eso no dejaba de lado que a él lo respetaba y le estaba agradecido. Él no entendía que no necesitaba de una mujer para hacer las cosas bien, me podía follar a las que se quisieran meter en mi cama por la noche y asistir a una reunión completamente centrado al día siguiente. Y era mucho mejor. No había líos amorosos ni crudas que pasar. Debería agradecer eso.

— No lo sé. —se encogió de hombros y tomó un trago del vaso rojo en su mano. No tenía que ser adivino para saber que no había nada de alcohol en ella. La señorita mojigata no tomaba.

— Nos vamos en diez minutos. —me miró. —¿Qué?

— Aún es temprano. —sus ojos azules se posaron en el viejo reloj cubriendo su muñeca.

No podía dejar de compararla con sus hermanos. Jeremy era tan superficial y vanidoso que jamás usaba algo menos costoso que un Rolex, y Valentina, no dudaba en gastarse el dinero en bolsos y joyas cada que tenía la oportunidad.

Vanessa no era en lo absoluto como ellos, estaba conforme incluso con un reloj de diez dólares si lo compraba con el dinero que ella misma producía. Miles de ventas de garaje que habían molestado a Joseph nos habían enseñado a todos que Vanessa Campbell tenía el alma caritativa y humilde de su madre.

HALFTIME SHOW (Kings Of The Game 4.5)SIN EDITARWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu