CAPÍTULO V

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Estaba llorando desconsolado en su habitación ¡Nuevamente privado de sus sueños! Pero no, él no iba a aceptar eso, se marcharía lo más pronto posible.

Dominick vio salir al pequeño del despacho de su padre enojado, de seguro ya había recibido la noticia. Él se sorprendió al saber que el Señor Owen había accedido a la petición del Señor Smith, al igual que Tanner se sintió indignado y decepcionado pero, ¿qué opción tenían? La situación era más grave de lo que pensaban, aparte del desfalco sufrido, varias familias cerraron negocios por lo ocurrido con la familia Floyd, ni siquiera Tanner con un empleo nuevo podía hacer mucho.

La casa ya se iba a poner en venta junto con las últimas tierras de la familia pero en medio de eso apareció aquel salvador, que ahora no lo era tanto.

Cuando se acercó a la puerta de la habitación de Austin pudo escuchar los sollozos de este, abrió la puerta y lo vio bocabajo, cerró la puerta tras de sí y se acercó a él acariciando sus cabellos.

—No me voy a casar con él—dijo, furioso.

—Austin, escúchame—dijo Dominick.

—A ti sería el último que escucharía— dijo, mirándolo con rabia.

Dominick suspiró, sería más difícil de lo que pensaba.

—Austin, hay muchas cosas detrás de las acciones de tu padre...

— ¡¿Cuáles?! ¡¿Qué justifica vender a tu hijo?!

—Fueron tiempos difíciles, ¡tu familia estuvo a nada de perderlo todo! Tu padre estaba desesperado, no había dinero, la casa iba a ser vendida ¡Viviríamos en la calle!

—No seríamos los primeros.

—Austin, ¿sabes qué significa vivir en la calle?—El pequeño se quedó callado—. Tu padre trato por todos los medios de arreglar la situación pero... —hizo una pausa—la familia Floyd se quiso cobrar lo que le dijiste a Beatrice en aquella reunión e hizo lo posible para que todas las puertas fueran cerradas.

Otra vez lo había arruinado todo.

—Austin. El Señor Drake vino una tarde y tu padre lo corrió rechazando su petición, pero al siguiente día cuando no había dinero para comprar comida supo que no tenía opción...

Steve había mencionado algo de aquello en las cartas, pensó que no había sido tan grave, que eran simplemente tiempos de cosechas difíciles y mercados duros, pero no, al parecer él tuvo la culpa de aquello... nuevamente.

—No te voy a decir que es lo que debes hacer porque sé que la decisión que tomes independientemente de cuál sea no te va a hacer feliz— dijo, mirándolo a los ojos—, solamente piensa en lo que pasaría después— se puso en pie marchándose de la habitación dejando solo al pequeño.

Austin vagaba en sus pensamientos
¿Qué sería lo correcto?

Podría ir con él y fingir un matrimonio, tendría que atarse dejando todo sueño de libertad a un lado hasta que él o Drake muriera.
O huir arriesgándose a dejar a su familia en la calle y una decena de familias sin empleo.

Se puso en pie y regresó al despacho de su padre.




Según su padre tenía que marcharse lo más pronto posible, mañana a primera hora de acuerdo a lo establecido ¿Cómo pudo hacerle eso? ni siquiera lo dejó disfrutar de un día más, ahora tendría que ser un esposo sumiso sólo por salvar a su familia.

La noche había caído, mientras empacaba su maleta pensaba en todo lo que pudo haber vivido, ahora tendría que pasar a otra jaula desconocida, dormiría con un desconocido y se tendría que entregar a él.

—Entonces si es cierto— lo interrumpió una voz, alzo la vista y no pudo evitar sonreír al ver a Emmet cerrando la puerta tras de sí, tenía una blusa sin mangas que dejaba a la vista su perfecto cuerpo.

—Desafortunadamente— la tristeza se reflejaba en los ojos de pequeño alcanzando el corazón del mayor quien deseaba poder hacer algo para evitar esa boda, se acercó y lo abrazo—, me voy al amanecer.

—Si yo pudiera hacer algo.

—Gracias— dijo, el pequeño empezando a llorar.

Emmet sólo lo observaba impotente, verlo partir de nuevo sin poder hacer nada lo frustraba en sobremanera, no quería estar lejos de él.
Por otro lado, el pequeño pensaba en que a partir de ese momento tendría que estar entre los brazos de un ser que ni siquiera amaba, incluso debía entregarle su primera vez.

Su primera vez... ¡No! Ni muerto! sintió los brazos de Emmet estrujándolo nuevamente y sonrió para sí mismo. Extendió sus manos hasta el rostro del mayor atrayéndolo chocando sus labios.

—Austin, no — dijo él ante esa acción.

— Sí, Emmet, no voy a entregarle mi primera vez a alguien que no amo— Le miró dulcemente.

Esas palabras fueron más que suficientes para el mayor.

Tomó al pequeño por la cintura y lo acostó en la cama acomodándose sobre él, devorando su boca y recorriendo cada rincón de ella, mientras que el otro recorría con sus manos aquellos fornidos brazos y aferraba con fuerza sus piernas a la cintura de este haciendo que sus miembros erectos chocaran. Emmet descendió por el cuello besándolo haciendo que el pequeño gimiera, alzo su mirada y pudo ver el rostro de este con las mejillas sonrojadas y la boca medio abierta, aquella escena lo excitó y se despojó de sus ropas seguido de él.

Apretó con fuerza las nalgas del castaño y mordió uno de sus pezones, pero unos golpes los interrumpieron e hicieron incorporar de inmediato.

—Austin, ya es hora de la cena—dijo la mujer—, su familia le espera.

—Ya- ya voy— dijo Austin, nervioso.

Escucharon los pasos de la mujer alejándose y se miraron a los ojos de manera cómplice.

—Lo mejor es detenernos— dijo Emmet, dándole un beso en la frente.

El pequeño se puso en pie y ambos se vistieron, pero, antes de salir de la habitación se besaron nuevamente.

Durante la cena tanto padre como hijos no se dirigieron la palabra, todo eso sobraba en esos momentos, además nadie sabía qué decir o afrontar aquella situación, Steve de vez en cuando hablaba para contarle a Austin cosas que había olvidado decirle pero el pequeño sólo podía pensar en los labios de Emmet y el cosquilleo que estos le habían dejado.

En la noche durmieron juntos Tanner, Steve y Austin, pues esa sería la última vez que disfrutarían como hermanos bajo el mismo techo.

El Pecado de enamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora