CAPÍTULO II

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Las empleadas corrían de aquí para allá agitadas, en medio de gritos que llenaban la casa. Dominick recorría cada centímetro de la mansión cerciorándose de que no hubiera un sólo detalle que pasara por alto, la casa era un edificio de cuatro pisos bastantes grandes, el primero constaba con el salón principal de baile donde habían unas puertas que conducían a la cocina y un sótano, en las partes laterales se hallaban los pasillos que conducían a las escaleras para ir a las habitaciones de los siguiente pisos. En la parte trasera y delantera de estaba se hallaban dos inmensos jardines que conducían sutilmente a las entradas además tenía un hermoso balcón en el cuarto piso que daba a la entrada principal permitiendo observar todo aquel que quisiera entrar, allí se instaló una pequeña sala de estar para los invitados que quisieran contemplar el paisaje que se extendía.

Después de revisar la casa se dirigió a la cocina donde probó cada alimento cerciorándose de que estuvieran en su punto.

— ¡Emmet!—gritó Dominick, a la respuesta de este apareció un joven de veinte años bastante guapo— busca a Tiffany y vayan por los jóvenes para que se alisten, no quiero retrasos— el chico asintió dejando ver una hermosa sonrisa y se apresuró a seguir las órdenes.

Austin estaba en su habitación observando el traje que se hallaba sobre su cama, se preguntaba si realmente de vería guapo dentro de aquel.

—Austin— dijo una voz irrumpiendo en su habitación—, es hora de que te alistes.

—Emmet—dijo el pequeño, girando hacia él—. No te preocupes ya me iba a bañar.

—Ya Tiffany viene, está con tus hermanos — se acercó hacia la cama observando el traje— ¿Estás listo para esta noche?—Austin lo miró a los ojos, tratando de ocultar en vano las dudas que lo atormentaban—No te preocupes—continuó diciendo —vas a verte hermoso, siempre lo has sido— se acercó y tomó la mano del pequeño entre las suyas—no dejaré que te hagan daño, así que disfrútalo.

Austin asintió, Emmet era la única persona en todo el mundo que lo comprendía, él siempre lo animaba y eso lo hacía feliz.

—Gracias, Emmet—dicho esto lo abrazó.

Para el mayor era la felicidad absoluta poder sentir así a su Austin, odiaba verlo triste y abatido por las palabras de personas mal intencionadas, ¡Él era tan digno y respetable como sus hermanos!

—Emmet, ve y ayuda a Steve y Tanner—dijo Tiffany desde la puerta observando a los dos jóvenes que se abrazaban.

Emmet se alejó de Austin y salió de allí evitando mirar a aquella mujer.

—Vamos, Austin, tienes que arreglarte, esta noche es muy importante para la familia—dijo mientras lo tomaba por los hombros conduciéndolo al baño.

Mientras dejaba correr el agua por su cuerpo el castaño imaginaba todos los escenarios posibles de esa noche, pero de algo estaba seguro: Nada lo arruinaría.


El señor Owen no daba crédito a lo que veían sus ojos, sabía que sus tres hijos serían los chicos más guapos de aquel baile pero Austin sobresalía en medio de la multitud, parecía un chico totalmente diferente desde sus modales en adelante diferían de aquel chico que causaba dolores de cabeza, no pudo evitar sonreír al verlo compartiendo con otras personas al igual que sus hermanos.

Pero Austin se sentía un poco incómodo, era la primera vez que se relacionaba o sostenía una conversación larga con otras personas, no podía negar que pensó que sería rechazado pero para su alivio no fue así por el contrario las personas parecían dispuestas a hablar con él y eso lo tranquilizaba. Con su mirada recorrió el salón y visualizó disimuladamente a las personas que se encontraban allí, desde su criterio no había nadie rescatable todos eran personas insípidas que sólo hablaban de dinero y negocios, no entendía cómo su padre podía rodearse de personas así.
Sintió un tacto sobre su hombro.

El Pecado de enamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora