La caída de un imperio.

1.7K 75 5
                                    


Príncipe Caspian.

Sentí un movimiento brusco sobre uno de mis hombros que interrumpió mi profundo sueño donde había una gran cantidad de criaturas extrañas que podían hablar. Algunas de ellas las reconocí como osos, ratas, leones, incluso creía haber visto un centauro en mi sueño. Pero eso era lo menos semejante a la vida real, porque en Narnia los telmarinos se habían encargado de asesinar todo eso hace mucho tiempo, según las leyendas.

Lo extraño para mí fue verlo con tanta claridad.

Me froté los ojos algo adormilado y me tumbé sobre el lado izquierdo de mi cama, poniendo mis manos debajo de mi cara. No tenía ganas de levantarme aún y, sinceramente, mi esperanza de volver a dormir para continuar el sueño era elevada.

Podría llamarme pretencioso a mí mismo en algunas ocasiones.

­­―Mi lord... ―escuché que alguien pronunciaba mi nombre con suavidad, y pude adivinar de quién se trataba, pero no estaba listo para levantarme todavía.

­­―Cinco minutos más. ­­―Rogué, con una voz claramente adormilada que a mi parecer fue totalmente ridícula.

Sentí una gran y espesa mano posarse por encima de mis labios. Abrí mis ojos de lleno para observar que al lado de mi cama estaba mi profesor mirándome con algo de preocupación mientras tenía sus cejas levantadas hacia mí.

­­―Debe apresurarse, príncipe. ­­―Dice en voz baja, para luego quitar su mano de mis labios.

Quité las sábanas de encima de mi cuerpo y me levanté. No entendía lo que estaba pasando ni por qué el profesor parecía tan preocupado pero estaba seguro de que no era nada bueno y que no teníamos tiempo para discutir lo que andaba mal.

El profesor se dirigió al viejo armario que tengo en la habitación, el cual casi era una reliquia ya que era algo así como uno de los primeros objetos que los telmarinos trajeron aquí cuando colonizaron Narnia. Allí dentro tenía prendas para cualquier ocasión de batalla repentina y armas, como dagas y espadas demasiado filosas.

Comencé a vestirme más adecuadamente y me coloqué el chaleco que casi siempre llevaba, era de un material duro por si acaso a alguien se le ocurría atacarme alguna vez. También me ajusté un cinturón que contenía la funda de mi arma con ella adentro al rededor de la cintura.

­­―Su tía ­­―comenzó el profesor­­― dio en bendición a un niño.

De repente, entendí todo lo que estaba pasando y me quedé paralizado unos segundos, intentando asimilar la noticia rápidamente. Dentro de mí sabía perfectamente lo que estaba pasando y a lo que sería condenado dentro de poco.

­­―Vámonos.

Me adentré en el armario y cerré las puertas, dejando un pequeño hueco para observar lo que sucedía. Mi cama estaba envuelta por cuatro grandes pilares de madera que se conectaban entre sí para que unas cortinas de seda cayeran por los costados. Una totalidad de al menos seis hombres se pararon allí, rodeando mi cama, con ballestas en lo alto.

Querían darme una muerte silenciosa por supuesto, además de que querían asegurarse de que estuviera bien muerto puesto a que la cantidad de flechas que dispararon me pareció una atrocidad.

Decidí ignorar todo lo ocurrido, sacudiendo mi cabeza, y comencé a caminar por el pasadizo que el armario tenía dentro. Ese extenso pasadizo nos llevaría hasta el establo que, en realidad, no estaba muy lejos de mi habitación. Había sido construido especialmente para mí y el secreto estaba guardado bajo llave, pocos sabían del misterioso pasadizo en mi habitación.

❝𝙏𝙝𝙚 𝙉𝙤𝙧𝙩𝙝 𝙄𝙨𝙡𝙖𝙣𝙙𝙨' 𝙌𝙪𝙚𝙚𝙣❞ [𝙋𝙚𝙩𝙚𝙧 𝙋𝙚𝙫𝙚𝙣𝙨𝙞𝙚]Where stories live. Discover now