La primera cita.

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Gran Rey Peter.

Y, finalmente, la segunda guerra en la que he participado en mi gestión de Rey de Narnia había acabado, debía reconocer que contamos con ayuda pero no era nada malo aquello ya que gracias a la misma logramos ganar ésta guerra. Todos los narnianos fueron fuertes, decididos y valientes en todos los extremos y eso era algo que me llenaba el corazón de orgullo al pensar que mi alma siempre pertenecería a Narnia.

Habían pasado muchas cosas en la batalla, perdimos a algunos narnianos pero la mayoría pudieron volver a estar bien gracias a la poción que le fue regalada a Lucy la primera vez que estuvimos aquí, sin embargo había una situación particular por la cual alegrarme por completo además de la victoria y la poca pérdida de narnianos, y era de que Rhosyn no había perecido en la guerra.

Todavía recuerdo el frío escalofrío que sentí correr por mi cuerpo cuando vi el momento exacto en que ella se sacrificaba por Caspian, el momento en que clavaban aquella extraña lanza con punta filosa en el abdomen de Rhosyn y ella caía de rodillas al suelo mientras tomaba su torso con sus manos, las cuales temblaban en un mar de sangre.

Recuerdo a la perfección la forma en la que Caspian se paralizó al verlo todo y lo desesperado que me sentía al ver que él no me respondía cuando intentaba hacerlo mover con rapidez, pero el peor sentimiento me lo dio haberla visto acostada en el cielo con la respiración agitada y una herida sangrante mientras intentaba aferrarse a la vida. De alguna forma, revivía lo que había pasado con Edmund la primera vez que estuvimos aquí.

Aún me invadía el terror al pensar que si Aslan no hubiera estado aquí para ayudarnos, ella hubiera encontrando la muerte muy probablemente, ya que ni siquiera el elixir curativo de Lucy había servido cuando más lo necesitábamos. Era una suerte que ella estuviera bien ahora.

Mientras pensaba en Rhosyn, me encontré con que mis ojos la habían buscando sin mi consentimiento. Se encontraba a orillas del río, ayudando a Trumpkin a terminar de sacar a los últimos telmarinos del agua, desarmándolos al mismo tiempo. De un momento, observé sus ojos verdes sobre mí y bajé la mirada con rapidez.

Magnífico, siempre me pasaba lo mismo. Subí nuevamente mis ojos de una manera más discreta para observar si ella aún me observaba y me encontré con que estaba viniendo hacia mí.

­­―Todos los soldados telmarinos se encuentran en tierra y desarmados, Rey Peter. ­­―Se reportó ella al llegar a mí, con ambas manos detrás de su espalda y una sonrisa preciosa que no pude culparme por admirar.

La miré con atención, aún tenía una gran mancha de sangre en su armadura pero estaba seguro de que no había herida o cicatriz debajo de la misma. Se veía radiante, como si volver a la vida la hubiera hecho mil veces más hermosa y brillante, como si los dorados rayos del sol sólo estuvieran hechos para contrastar su cabello algo despeinado.

Suspiré. Estaba mal en serio.

­­―Magnífica gestión, Princesa Rhosyn. ­­―Le sonreí, haciendo también una pequeña reverencia hacia ella, a lo que rió y me imitó esbozando una cautivadora sonrisa.

En ese momento sentí que necesitaba abrazarla, en realidad lo había sentido desde que todo comenzó a pasar en aquella grieta pero no habíamos tenido tiempo para estar juntos y solos después de todo lo que había pasado, necesitábamos encargarnos de los narnianos y dejar los sentimentalismos de lado, pero ahora nada me impedía estar con ella como tanto lo quería.

Sin que se lo esperara en lo absoluto, avancé hacia ella y la tomé de la cintura para elevarla en los aires y darle un vuelta. Ella colocó sus manos sobre mis hombros y rió, echando un poco su cabeza hacia atrás. Su risa era uno de los solidos más melodiosos y relacionados con la felicidad que había escuchado alguna vez. Envolví su cuerpo en un abrazo cuando la bajé y sentí cómo se aferraba a mí con rapidez.

❝𝙏𝙝𝙚 𝙉𝙤𝙧𝙩𝙝 𝙄𝙨𝙡𝙖𝙣𝙙𝙨' 𝙌𝙪𝙚𝙚𝙣❞ [𝙋𝙚𝙩𝙚𝙧 𝙋𝙚𝙫𝙚𝙣𝙨𝙞𝙚]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora