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Dicen que el primer amor es inestable, sin cimientos que lo mantenga fuerte, ni paredes que lo mantengan seguro, y dicen que el primer amor está destinado a caer inevitablemente.

Momo experimentó de primera mano lo que se siente cuando el amor es demolido sin contemplación ni esperanzas de sobrevivir. Un golpe directo a todo lo que se formó con tanto cariño, que reunió el coraje de ser algo y presentarse como si fuera imposible derribarlo pero luego, luego vino sus ruinas; hirientes y polvosas que se sacuden cada vez que el anhelo de construir algo allí renace como las hierbas malas que están destinadas a ser arrancadas desde la raíz.

La hace sentir nerviosa, una ansiedad inaudita que se instala en sus manos, que cosquillea en su nuca y la anclan sobre sus pasos. No le gusta la incomodidad, el tintineo de advertencia y las luces rojas quemando en su cabeza.

Es peligroso, piensa constantemente, se retrae, frunce las cejas y la misma voz de sus pensamientos la calma con sutileza. Pero no deja de doler. Porque duele, como una aguja atravesando la piel, como el fuego consumiendo su carne y como un escupitajo en la mejilla.

A veces quiere llorar, otras se conforma con sonreír y admirar la vista. Solo por un segundo. Uno solo. Tan efímero como un parpadeo, uno que se siente como luchar contra todo un ejército, y que ese ejército resultase ser el del protagonista de alguna historia fantasiosa. Está destinada a fallar y perecer, por eso no carga contra ellos con espada en mano, por eso no grita embravecida, ni deja que la avaricia fluya por sus venas, ella no se inmuta. Morirá. No quiere morir pero morirá, morirá hasta que aparte la vista, suspire y se resigne.

¿Por qué?

Porque alguien más vió aquella parte vergonzosa de sí misma, la miró con ojos confundidos, luego una expresión asqueada, un gesto aterrado y le dijeron palabras que hasta el día de hoy resonan con fuerza en sus silencios, su mejilla se siente húmeda cada vez que piensa en el amor, tan húmeda como la saliva deslizándose sobre ella, tan asquerosa como la acción que representa escupirle a alguien a la cara y llamarla fenómeno.

No, ¿por qué tomaría el camino sediento de sangre? Aquel que clama acabar con ella y esa parte desastrosa que la conforma.
A veces la idea suicida late con fuerza... La vergüenza la retiene, la abraza desde atrás y le pregunta si sus padres serían capaces también de escupirle.
Y no quiere saber. Ignora el pensamiento al igual que la absurda valentía de enfrentar una muerte segura.

Se siente como perder.

¿Siquiera sabe lo que se siente ganar?

Tal vez. Pero no aquí, aquí no está bien, en este territorio el enemigo la supera, desearía convencerse de que es lo mejor pero es humana y el sentimiento de desear algo que no puede tener persistirá aunque sea dentro de una jaula, rugiendo salvaje y hambriento.

-¿Yaomomo?

Salvaje y hambriento.

En ocasiones la ansiedad se disuelve, y esto no tiene la imagen de ser una plaga de jardin, a veces, como ahora, se ve igual a las flores, girasoles que giran y giran hasta dar con el sol. La vista es hermosa, pequeña, de ojos negros y brillantes. Se ve como la noche, una tranquila y que invita a alojarse en ella sin importar que el sol tarde o temprano destruirá su reino. Momo no da ningún paso para meterse y resguardarse en ella, pero la contempla desde su posición tras la línea donde el día nunca se adormece.

-Te ves distraída, ¿segura que puedes ayudarnos con los estudios? -pregunta y se oye la angustia fluir en cada sílaba.

-Si tienes cosas qué hacer no importa, podemos irnos, Yaoyoruzu -Y este chico es un sol andante mezclándose con la noche como si ese hubiera sido su sitio desde la creación del todo.

El sabor de la victoria [MomoJirou]Where stories live. Discover now