V E I N T I D O S

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Este capítulo es especial para mi, así que espero que les guste

Fina

Aunque no lo crean, yo tengo ojos en todos lados.

Yo sé todo lo que pasa en este campamento, quién es amigo de quién, relaciones, amores, amistades, todo.

Con Beto nos preocupamos por cada chico, chica, adolescentes, animadores, trabajadores, todos.

Y mas de mis chiquitos, que ya no son tan chiquitos, pero para mi siempre van a ser como mis hijos.

Además, yo también fuí adolescente, y sé lo que representan las caritas que veo.

Y más que nada de mi Lulita.

A esa nena la conozco desde que anoté a mi hijo en el jardín de infantes a los dos años.

Ellos siempre fueron amigos, pero la amistad se intensificó cuando la invitamos por primera vez a que venga.

Sabía que tenía una vida medio complicada desde chica, Carlos, su papá, le dá todo a sus hijos, desde siempre.

De su figura materna no sé mucho, pero tampoco me animé a preguntar.
Lo único que sabía es que era ausente, y yo al no tener una hija mujer, supe que tenía que encargarme de llenar ese lugar.

Hace unos días la noto rara, ella es una persona que se guarda muchas cosas solo para no lastimar al resto.

Vos la podes ver sonriendo pero al conocerla tanto sé que algo no andaba bien. Y lo terminé de confirmar hoy, cuando se fue sin comer un pedazo de mi torta de manzana, que no es por alardear, pero me sale espectacular.

Cuando estaba en mi casa y había de mi torta, ella se la devoraba toda, y más de chiquita, había que sacársela porque sino le iba a dar cagadera.

-Ya vengo.-le informé a mi marido levantandome de la mesa, pero no me dió ni pelota, él si estaba entretenido con la torta.

Pasé por la cocina y agarré lo que necesitaba.

Salí de la cafetería y mis oídos se relajaron cuando dejaron atrás el griterío y contra ellos chocó una leve brisa de verano.

Pasé por mi cabaña y busqué lo que me faltaba y ahora sí, estaba lista.

Ni me gasté en pasar por las cabañas, sabía que no estaba ahí.

Caminé por el camino de madera hacia la orilla del río y si, me encontré con lo que esperaba.

Caminé hacia ella y me senté a su lado, sin decir nada.

Agarré la manta que traje de mi cabaña, la misma que Lucía me habia regalado para uno de mis cumpleaños, con la que nos cubríamos siempre que necesitábamos hablar.

Nos tapé a las dos por la espalda y automáticamente ella se apoyó en mi pecho.

Acaricié su pelo mientras ella lloraba, sin decir nada. Sabía que necesitaba descargarse, y no quería presionarla a hablar.

(...)

-¿Mejor?.-pregunté mirándola cuando después de un rato en silencio se levantó secándose las lagrimas con la punta de la manta.

Rio Hermoso - WosWhere stories live. Discover now