Comenzamos a entender

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Lo mejor es que tú no lo sepas. No te pierdes mucho en realidad. En resumidas cuentas los días fueron contados y ambos hicieron cosas que tú no deberías saber.

Esa era la principal razón por la que él no estuvo todo el tiempo conmigo, pero es historia antigua y que él ahora toma como un pasado vergonzoso.

Por otro lado, la mudanza estaba iniciando. Lorenz tenía que comenzar a empacar, entonces yo le ayudé. O eso quiero creer.

—Eros, pásame ese zapato. —Incliné mi cabeza a un lado. Es que había que ver lo tonto que era. El zapato era más grande que yo, ¿cómo quería que se lo diera?

»Za-pa-to —repetía lentamente como si yo no le entendiese. Él era quien no entendía.

—No puedo, ¿no ves mi tamaño? —dije inclinando mi cabeza de un lado al otro.

—No me ladres así, debemos empezar a entrenarte una vez estemos en casa.

—Ya estamos en la casa —comenté lleno de confusión, pero nuevamente él solo escuchó ladridos. Sí, es un poco... muy frustrante que no te entiendan, pero después de tantos años te acostumbras a ello.

Recuerdo cómo puso música en su pequeña caja de colores, que ahora sé que se llama laptop, para comenzar a doblar su ropa que después quedó en un montón de cajas.

También me guardó en una. El muy despistado no vio que me quedé dormido sobre la ropa y me metió en una caja como si fuese un objeto más.

Recuerdo lo oscuro que estaba, el olor de sus camisas unidas al olor característico del cartón.

¿Olvidaste que te dije que las cajas eran cómodas? Esa no lo era, después de todo estaba llena de cosas me dejaban apretujado. Debió ser igual de incómodo estar en una con otros cachorros más.

Calculo que media hora después me encontraron. Lo bueno es que le entraba aire, lo malo es que mis ladridos eran tan débiles que no me escucharon hasta que pasó bastante tiempo.

—¿Pero qué tienes en la cabeza, Lorenz? —preguntó Aileen. Obviamente que le dije que era culpa de Francesco y ella el que su hijo fuese de ese modo, después de todo ellos lo criaron juntos.

—Ups, pensé que se había escapado de nuevo.

Idiota.

Había palabras o comandos que le entendía, como por ejemplo cuando me señalaba una media, yo se la llevaba con mucho esfuerzo. Sinceramente, no lo hacía todo el tiempo, de vez en cuando me hacía el loco para ir a jugar con cualquier otra cosa.

Sé perfectamente que, en algún punto, Francesco usó la aspiradora. El endemoniado sonido me volvía loco a tal punto que salí corriendo, tropecé y golpeé una silla haciendo que una caja vacía cayera sobre mí.

Esa vez no me escondí de forma intencional, fue feo no poder ver nada y cada que caminaba me tropezaba con algo. Al menos esa vez me consiguieron rápidamente, pues, no es normal que una caja se mueva sola.

Si crees que me quedé tranquilo después de eso, estás muy lejos de la realidad. Mientras Lorenz atendía una llamada yo jugaba con sus medias y zapatos.

Ahora que lo pienso, he dicho muchas cosas sobre mí cuando debería estar diciendo que ocurría en la vida de Lorenz en ese momento. No sabía mucho, solo la poca información que tenía fue gracias a lo que escuché o vi.

—En dos días nos mudamos a Nueva York, ya te lo he dicho antes —dijo él girando sus ojos, avanzó lentamente hacia la puerta del cuarto y la cerró con llave. Apartó su teléfono y lo puso en altavoz.

—Claro, pero normalmente cuando me hablas no escucho lo que dices. Ya sabes que estoy pendiente de otras... cosas —dijo una voz femenina que, a decir verdad, no reconocía del todo—. Pienso más sobre lo que haré después contigo, o lo que tú me harás a mí.

Lo que Eros tiene que hacer © | #1 ✓Where stories live. Discover now