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Comenzamos a entender

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Hey, prometo que de ahora en adelante diré las cosas desde mi punto de vista, ¿vale? Es que los días después de mi primer mes de vida los recuerdo.

Sí, tengo muy buena memoria.

Estábamos a punto de mudarnos a Nueva York. Lorenz y Jaden vivirían juntos, por lo tanto, yo viviría con Aura. Suponía todo un reto tener a dos perros en una casa, pero nadie les obligó a tenernos.

Como dijo Francesco; "Ahora es tu responsabilidad, tienes un nuevo hijo".

¿Soy hijo de Lorenz? Técnicamente. No sé cuál sea tu punto de vista, pero en definitiva mi vida depende de la suya.

Mientras más cerca estábamos de nuestro segundo mes de vida, más tenía control de mis patas. Podía correr y saltar cada vez mejor. Además, había comenzado a perfeccionar mis aullidos, ladridos y otros sonidos dignos de todo perro.

También fui aprendiendo un par de reglas básicas que Lorenz me enseñó meticulosamente. Que mi dueño sea tan maniático con el orden y la limpieza no siempre es divertido. En realidad es un pesado, pero nada ni nadie le ha podido quitar sus mañas.

Una de las reglas principales que impuso fue que ya no tenía permitido estar en la cama. Si lo hacía, a Lorenz le daba un mal, su cara se ponía roja y comenzaba a pelear en italiano mientras cambiaba las sábanas.

En aquel entonces, cuando vivíamos en la antigua casa de sus padres, tenía que hacer mis necesidades en el patio. A veces olvidaba avisar sobre ello, pero ya no era mi culpa. Es que no me pueden culpar, ese lugar era mi baño y había personas que entraban a él.

Aunque el patio también funcionaba para otra cosa, pues era el lugar donde vivían las flores. Eran muy lindas y todo el mundo las admiraba. Las flores de Aileen hacían que un montón de mariposas llegaran, era un espectáculo verlas, pero era aún más divertido perseguirlas.

Como dije, fue divertido hasta que, sin querer, un día maté a una. Un triste caso que muy a mi pesar se ha repetido en un par de ocasiones. No me la comí si es lo que piensas, pero como que la mordí y murió. Espero no haya sentido mucho dolor.

También los árboles de la casa atraían muchas ardillas. Las desgraciadas comían de mi tazón.

Oh, sí, se me olvidaba. Ya tenía la capacidad de comer algo más que leche. De vez en cuando me daban perrarina para cachorros, pero había días que se me olvidaba que estaba en el tazón del jardín, entonces las ardillas llegaban y se la comían. Cuando lo recordaba ya era muy tarde.

Como te dije el otro día, nunca he podido atrapar a una.

Todas las tardes me reunía con mis hermanos, mientras que Jaden, Liah y Lorenz hacían eso de quedarse en el techo observando el cielo mientras comían hamburguesas o pizza. Algunas veces comían cosas dulces, pero en definitiva siempre había comida de por medio.

Un día un auto casi me atropella. Admito que fue mi culpa, después de todo me escapé y pretendí cruzar la calle como cualquier humano.

Esa vez Lorenz fue quien recibió el impacto tras lanzarse en mi búsqueda. La camioneta frenó, pero, aun así, mi dueño consiguió un golpe que le dejó un feo raspón en su rodilla y en la frente junto a varios moretones.

Mala mía, aun así, no he aprendido mi lección. Cada vez que tengo la oportunidad escapo, ¿sabes? Es algo que no puedo evitar.

Ese día Kiara, la vecina de la que te hablé antes, llegó al rescate. Aunque, tengo que admitir que sí estuvo rara la situación. Ambos se vieron a los ojos y sonrieron de lado. No que eso fuese raro, lo extraño fue el ambiente que creció alrededor de ellos. Obviamente, sentí que me perdí de algo importante en la historia, y no estaba equivocado.

Lo que Eros tiene que hacer © | #1 ✓Where stories live. Discover now