|Mᴏᴍᴇɴᴛᴏ XXII|

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—¿Y cuánto hace?

—¿Cuánto hace en qué? —preguntó extrañado.

—¡Del tiempo, Levi! —le recordó.

La castaña se golpeó la frente con la palma de la mano y se giró en dirección al vidrio para seguir investigando si todavía soportaba unos meses más sin limpiarlo.

—No mucho, tal vez cinco minutos.

—¡No serán suficientes! —vociferó con las manos en lo alto.

—Baja la voz, idiota, nos descubrirán por tu culpa —bufó—. Estudiamos el perímetro, parece que ha terminado de vaciar el ropero, ahí te esconderás durante el tiempo que sea necesario hasta que salga de nuevo.

—¡Ah, no, eso sí que no! —Río con nerviosismo—. No soporto estar encerrada.

El hombre bajito se puso de pie en un salto, se aproximó hasta ella y la tomó por el cuello de la camisa con fuerza.

—Escúchame bien, cuatro ojos de mierda, eres la única que puede caber ahí e investigar entre ese desorden sin tardar y sin que nadie se dé cuenta.

—¡Tú también puedes!

La soltó con rudeza haciéndola tambalear.

—Yo soy el encargado de la distracción en caso de una emergencia.

—Yo soy buena distrayendo. —La recorrió con la mirada cargada de ironía. Hange suspiró—. De acuerdo, supongo que los nervios me ganarían.

—No supongas, estás en lo correcto. Tus lazos con la mocosa muda te están afectando en esta misión.

El hecho de que la mencionara, le cambió el ánimo de manera repentina. Sonrió de oreja a oreja, se colocó una mano sobre la cadera y con la otra lo señaló con un atisbo de complicidad. Levi retrocedió asustado.

—¿Sólo yo? —burló.

—No, también el cejotas. Esa mocosa tiene algo que los vuelve idiotas a todos —giró el rostro en otra dirección.

—Mhm... —refunfuñó molesta al ver que él lo evitaba todavía— De acuerdo, no lo digas si no quieres.

Tsk, no sé de qué mierda me hablas —caminó hacia la puerta—, y apresúrate que llegó la hora de tu gran actuación.

Se enderezó ante la noticia y corrió detrás de él intentando alcanzar sus pequeños pasos.

En el camino se preparó mentalmente, repasando los posibles lugares que el primer ministro usaría para resguardar algo de tanta importancia.

Ambos se pegaron a la pared, solo hacía falta que doblaran en la esquina y se encontrarían con el pasillo que daba al fondo con la habitación del ministro. A pesar de que la puerta estaba cerrada podían escucharse los pasos de Sudeon andando de un lado para otro, atareado con tanto trabajo.

—Cada vez que sale —susurró el azabache—, cierra con llave.

—Significa que tienen algo grande que esconder —soltó una risa desquiciada frotándose las manos.

—Los guardias fueron quitados gracias a una orden de Erwin —continuó sin prestarle atención—. Tendrás que cerrar por dentro una vez que entres.

—¿Y cómo sabré cuando venga? —preguntó asustada.

—Escucharás el sonido de las llaves —contestó simple. La puerta fue abierta y el sonido de cajas cayendo resonó en todo el lugar—. Ahora ve, está a punto de avanzar.

SILENCE || Levi Ackerman (En edición)Where stories live. Discover now