61 - El fantasma de un olvidado

Beginne am Anfang
                                    

—Necesi... Necesitaba... —Su voz se oyó difusa, como si se hubiera debilitado.

—¿Estás bien? —Fruncí el ceño.

—Sí. —Una risa raquítica huyó de su boca, con la misma intensidad de un triste suspiro—. Esta mañana he oído las noticias, me preocupé por ti, ¿sabes?, no sabía si te encontrabas bien. Creo que... después de todo soy quien peor lo ha llevado —lo último lo dijo con un tono un tanto risueño, como si se burlara de su propia situación.

—Bruno...

Antes de que diga otra cosa me cortó:

—Eso es todo, Katerine.

Volvió a reír de aquella forma tan deprimente y sentí escozor en todo mi cuerpo.

—Fue extraño. Todas las veces que te pedí que renunciaras te negaste. Ferre... ¿Ferre te ha hecho algo?, ¿algo que provocó tu denuncia? —Su voz, oscura, áspera y ronca se oyó entristecida, repleta de dolor.

Apreté mis labios. La tensión fluía por mi sangre. Bruno se oía lastimado, como un animal agonizando en la soledad de un solitario bosque.

No tenía aquel tono alegre y dulce que le caracterizaba. Su voz era un hilo a punto de quebrarse.

—Yo no he sido quien denunció.

Cuando otra carcajada sardónica abandonó sus labios mi corazón se compungió.

—¿Has bebido?

—Tal vez —murmuró risueño—. Tal vez no.

Permaneció en silencio durante unos segundos y oí un traqueteo poco lejano.

—¿Bruno?

—Adiós. Cuídate.

Y cortó.

Cortó sin más.

Mis labios temblaron por unos largos segundos.

Había oído su voz. Después de meses. Se sentía lejana, como si hubiera sido guardada en alguna parte de mi cerebro encerrada con un seguro candado. El recuerdo había sido liberado, y cual lluvia de estrellas cada memoria transitó mi mente.

Su sonrisa. Su aroma. La forma en que vestía y cómo despertaba. El tono con el que solía hablarme... El tono. ¿Cómo había cambiado tal ese tono? Su voz se oyó como una débil imitación de lo que una vez fue, sobre mi frente, mis labios u oído, murmurando con dulzura y felicidad palabras de amor.

Palabras de amor vacías.

Tomé del dobladillo mi camiseta. Bueno, no era literalmente mía. Era una camiseta que le robé a Sam. Lo que explicaría lo grande y holgada que me quedaba.

Sentí el olor de mi novio y sonreí débilmente. Había algo especial en aquel sutil perfume.

Puse mis pies descalzos sobre el caliente suelo. Tenía la mirada decaída, lo sabía. Incluso sin verme al espejo podía notar lo mal que me puso pensar en Bruno.

Caminé fuera de mi cuarto y divisé la espalda de Sam a través del arco de la cocina. Ordenaba algo con tranquilidad, aunque sus hombros yacían tensos. Su camiseta negra hacía que su espalda se vea más ancha.

Llegué al sepia umbral del arco de la cocina y él volteó, observándome por arriba del hombro para luego enseñarme una tranquilizadora sonrisa soslaya.

Casi corrí hacia mi pelinegro, para que éste me envuelva en sus brazos. Mis pies temblaron sobre las pulcras y resbaladizas baldosas. Perdía fuerza al recordar a Bruno.

Sollozo a medianoche [✔]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt