—Debí no haberlo hecho... —murmuré.

—No digas eso, Davlian —cerré los ojos unos segundos y luego volví a contemplarla. Su mirada era indecifrable para mí—. ¿Por qué dices ese tipo de cosas? Como si no merecieras la vida.

—Precisamente por eso lo digo. No la merezco, deberías saberlo —sentencié, mientras me quejaba por el dolor que se hacía más intenso en mi cuerpo—. He hecho cosas horribles, Priscila, he sido un monstruo sin sentimientos, he matado a personas sin sentir una pizca de remordimiento y... por mi culpa... —apreté la mandíbula al recordar aquello que me mataba—. Kerstin sufrió la peor cosa que podría pasarle a una mujer.

—Oye... —Se acercó a la camilla y puso su mano sobre la mía—. Está bien que sientas culpa, que seas capaz de reconocer que te has equivocado, es parte de sentir arrepentimiento por todas las cosas que has hecho, pero no está bien que creas que por ello... —Sus ojos se apretaron al mismo tiempo que sus labios, mientras su cabeza se ladeaba lentamente—. Tú no pediste ser hijo de la madre que te tocó, así como yo tampoco pedí a la mía, pero era lo que nos tocaba. Todos merecemos una oportunidad, tú también.

Supiré.

—No puedo entender cómo logras pensar de esa forma, después de lo que has pasado.

—Porque te lo dije una vez, Davlian. He llorado demasiado y no puedo pasarme toda la vida haciéndolo. Sí, tengo heridas, aún me persiguen en mis pesadillas y a veces al igual que tú, siento que quiero morir, pero... luego me veo a mí misma frente al espejo y me repito, que yo no pedí esto. Solo me alcanzó y lamentarme no me servirá de nada, no mejorará las cosas ni me dará la felicidad que me merezco. Hay que seguir adelante, cueste lo que cueste.

Mis ojos marrones solo pudieron ser capaces de hacer una cosa; observarla con admiración. Ella había sido abusada, tuvo que soportar ver a su madre rendirse ante las drogas y después tuvo que conformarse con saber que ni siquiera podría ver su cadáver para darle una despedida digna. Se había manchado las manos con sangre, pero ahí estaba; decidida a superar lo que fuera, por y para sí misma. Me hacía cuestionarme, si acaso algún día podría ser capaz de hacer lo mismo por mí.

Volví a juntar mis párpados, tomé una inhalación lenta y profunda; el dolor volvió a quemarme al igual que el recuerdo que me azotó la mente en ese instante.

—Jared... —abrí los ojos de golpe al recordarlo.

—No te preocupes, él está bien —La rubia me tranquilizó de inmediato y llevé mis ojos hacia su rostro—. Los policías atraparon al sujeto que se lo había llevado, antes de que empezara el tiroteo.

Exhalé lleno de alivio, porque si lo hubiera perdido o tan solo le hubiera pasado algo por mi culpa, no sé que sería de mí entonces.

—Pero hay algo más... —volvió a hablar y luego se quedó callada.

No dejaba de mirarme, parecía que estaba esperando a que hiciera o dijera algo.

—¿Qué? —interrogué, cuando no continuó.

Colocó un mechón rubio detrás de su oreja derecha y se mordió el labio inferior, desviando sus ojos por unos instantes hacia el suelo. Mi ceño se frunció y la intriga empezaba a molestarme.

—¿Qué pasa, Priscila?

Bufó antes de hablar.

—Nessien dice que tenemos que irnos del país —musitó.

—No —negué casi de inmediato.

—Ella dice que debemos hacerlo, Davlian —Me miró con preocupación y aparté la vista de su rostro.

Lacerante © [+21]✔Where stories live. Discover now